ETA despu¨¦s de Barajas
En su desarrollo a lo largo de casi 50 a?os, ETA se ha convertido en algo tan potente y da?ino que ha suplantado todo protagonismo al problema por el cual naci¨®: la falta de reconocimiento nacional vasco. Desde hace a?os y desde la perspectiva democr¨¢tica ya no es argumentable que lo prioritario que hay que resolver sea el contencioso pol¨ªtico vasco. En ausencia de violencia, sin duda que lo ser¨ªa porque es evidente que existe un desencuentro nacional en Espa?a y que en ese desencuentro Euskadi expresa una situaci¨®n espec¨ªfica que desde una perspectiva del reconocimiento de los derechos colectivos -esa realidad que algunos niegan que exista pero que su plasmaci¨®n es visible cada vez m¨¢s en m¨²ltiples expresiones sociales y pol¨ªticas de nuestras sociedades- deja que desear. Pero lamentablemente no es posible abordar desde la ra¨ªz el problema nacional de Euskadi en las actuales circunstancias de una organizaci¨®n armada dispuesta a ser ella la protagonista absoluta del proceso. Lo moralmente y ¨¦ticamente insoportable es, ante todo, el dolor que causa ETA.
El atentado de Madrid es la expresi¨®n m¨¢s clara de todo eso. Indudablemente las v¨ªctimas humanas de ese atentado es lo m¨¢s doloroso porque es lo ¨²nico que no se va a poder recuperar. Pero hay otras cuestiones que han quedado metaf¨®ricamente sepultadas bajo los escombros de la terminal de Barajas y que dif¨ªcilmente se van a poder reponer. Entre las m¨¢s visibles est¨¢ la credibilidad de Zapatero y el futuro institucional de Batasuna. El mismo atentado de ETA ha causado estragos muy graves en los dos polos pol¨ªticos supuestamente enfrentados (Gobierno y Batasuna) y supuestamente comprometidos en el proceso de paz que se abri¨® p¨²blicamente la primavera pasada. El Gobierno y Zapatero en particular han entrado, desde el pasado 30 de diciembre, en un proceso en el que las circunstancias son m¨¢s determinantes que su voluntad y en el que su futuro pol¨ªtico es incierto, por decirlo suavemente. La voluntad de Zapatero falt¨® a lo largo de los ¨²ltimos meses y ahora ya no puede utilizarla para alcanzar el ¨¦xito de la paz. Las llamadas a la autocr¨ªtica por parte de otros miembros de la direcci¨®n socialistas (Blanco como principal exponente) son s¨®lo la m¨ªnima expresi¨®n de lo incierto que se vislumbra el camino para el PSOE y el Ejecutivo de Zapatero. En lo referente a Batasuna, sobresale el menosprecio que ¨¦sta ha sufrido por parte de ETA, conden¨¢ndola a la deriva de la marginalizaci¨®n institucional y todo ello en puertas de sentencias judicials que pueden culminar con una parte de sus dirigentes en prisi¨®n.
ETA se sit¨²a voluntariamente al margen de la l¨®gica democr¨¢tica institucional, pero no se puede decir lo mismo de Batasuna. Como toda formaci¨®n pol¨ªtica, su raz¨®n de existir es la de representar a un sector de la sociedad y esa representaci¨®n requiere de una presencia institucional m¨ªnima para dar sentido a esa funci¨®n. Negar la posibilidad a Batasuna de estar presente durante los pr¨®ximos cuatro a?os en las corporaciones locales de Euskadi (ayuntamientos y diputaciones) es no s¨®lo una decisi¨®n muy dura por parte de ETA, sino que se puede interpretar como un mensaje inequ¨ªvoco de superiodidad de ETA sobre Batasuna. Es cierto que existe una mal llamada ley de partidos que, vulnerando los principios constitutivos de la democracia liberal, busc¨® y obtuvo la ilegalizaci¨®n de Batasuna. Pero precisamente ahora se daban las condiciones para reponer esa situaci¨®n y favocer la normalidad con la presencia de Batasuna en las pr¨®ximas municipales. ?sa era una de las f¨®rmulas que se deb¨ªan encontrar para facilitar el proceso de paz. Pero el atentado de Madrid decide esta cuesti¨®n. La furgoneta bomba de Barajas supone tambi¨¦n el asesinato del esp¨ªritu de Anoeta de noviembre de 2004 y el regreso a las tesis contenidas en la alternativa KAS. Bajo los escombros de Barajas desaparece tambi¨¦n la voluntad de la izquierda abertzale de separar a ETA de la direcci¨®n pol¨ªtica para alcanzar la resoluci¨®n del conflicto vasco y trasladarla a Batasuna. A la espera del comunicado de ETA y con un ligero margen de duda sobre si el atentado responde a una decisi¨®n un¨¢nime de la organizaci¨®n o a una facci¨®n de la misma, la din¨¢mica de los hechos nos sit¨²a ante la evidencia de que ETA vuelve a pedir para ella todo el protagonismo militar y pol¨ªtico que tuvo hist¨®ricamente dentro de la izquierda abertzale. Y sin el esp¨ªritu de Anoeta es evidente que alcanzar la paz es mucho m¨¢s dificil, por no decir imposible.
Con este atentado -independientemente de si la voluntad era romper el proceso de paz o simplemente forzar posiciones en la negociaci¨®n- ETA tambi¨¦n asume consecuencias que van a dificultar su futuro y su margen de maniobra. Con el atentado de Barajas, ETA ha dinamitado para unos cuantos a?os el valor y la credibilidad de una declaraci¨®n de alto el fuego o de tregua. Esas palabras en boca de ETA tienen un alcance menor que el que tuvo en Argel, Lizarra o en marzo de 2006. Con seguridad estas posibles declaraciones ya no son garant¨ªa suficiente para iniciar ning¨²n proceso de di¨¢logo y pacto con instituci¨®n democr¨¢tica alguna. ETA est¨¢ obligada en el futuro al dilema de limitarse -en su propio argot- a la contienda militar y vencer a su enemigo en ese campo, situaci¨®n imposible, o bien dar un paso nunca dado hasta ahora -por ejemplo el anuncio de voluntad de disoluci¨®n o de destrucci¨®n de su armamento- para abrir v¨ªas de soluci¨®n al conflicto al margen de lo militar. El atentado de Barajas debilita tambi¨¦n a ETA y a toda la izquierda abertzale en la medida que les recorta campo de acci¨®n. S¨®lo un comunicado de la organizaci¨®n que asuma el error y las consecuencias que de ese error se derivan y anuncie su determinaci¨®n de finalizar definitivamente con el uso de la violencia podr¨¢ recomponer lo que pol¨ªticamente el atentado sepult¨®. ?sta es la ¨²nica posibilidad a corto plazo de reavivar la esperanza de alcanzar la paz.
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