El descanso y La Paloma
El dibujante de c¨®mic Nazario rememora con nostalgia las fiestas de carnaval de La Paloma, pero subraya que el local no se ha adaptado a la necesaria reforma ac¨²stica.
La calle del Tigre se convert¨ªa de pronto, a las once en punto de la noche, en un r¨¦cord Guinness de las calles con m¨¢s lentejuelas, plumas, tules y mariconeo del mundo. Esper¨¢bamos que abrieran las puertas del Gran Baile de Carnaval de La Paloma, organizado todos los a?os por el Front d'Alliberament Gai de Catalunya (FAGC). Como un pre¨¢mbulo de los verdaderos carnavales constitu¨ªan una especie de ensayo general de las fiestas de Sitges o Vilanova, pero al lado de casa.
Los ampulosos vestidos de Sissi, Mar¨ªa Antonieta o Escarlata O'Hara rivalizaban en amplitud de miri?aques, cancanes, pamelas y bisuteria. Horas y horas de solitaria y afanosa labor de aguja y fantas¨ªa. "?Nena, t¨² qu¨¦ te piensas poner este a?o para La Paloma?". Y el modelo era mantenido en el m¨¢s estricto secreto no ya s¨®lo por el factor sorpresa, sino para evitar que te chuparan las ideas rumiadas durante todo el a?o.
Luego, entrar a trompicones evitando pisotearse colas, volantes, frufr¨²s y tut¨²s, a poder ser acompa?adas, mejor enjoyadas, por un buen chulazo para dar doble envidia a las amigas. Una vez dentro todo consist¨ªa en una vor¨¢gine, en un no parar de desfilar, dar vueltas, mostrarse, pasarelear, mirarse de reojo, cuando no por encima del hombro, lanzarse flores a la cara y dardos envenenados por la espalda. Escalinatas para arriba, escalinatas para abajo, carreras por los pasillos, visitas por los palcos y sobre todo aquelarres aut¨¦nticos en los urinarios, que se convert¨ªan en una jungla de chillidos, cacer¨ªas y tropel¨ªas.
Al ritmo de un bolero a lo Lorenzo Sep¨²lveda o un rock a lo Adriano Celentano, la pista de baile constitu¨ªa un magn¨ªfico espect¨¢culo visto desde los palcos.En aquella pista ocurri¨® un a?o la c¨¦lebre escena genial, vodevilesca, casi genetiana del encuentro de una se?ora disfrazada elegantemente con otra se?ora pintada como una mona, boquita de coraz¨®n le gustaba a ella, casquete de perlas a lo Theda Bara embutida en un traje que no era ni suyo ni de su talla. "?Oi nen, fill meu, qu¨¨ guapo est¨¤s, com et sembles a la teva ¨¤via!". La espesa capa de maquillaje impidi¨® a mi amigo Pep que su madre, que nada sab¨ªa de lo suyo, notara su rubor.
A La Paloma comenz¨® a ir todo el carrocer¨ªo del Dickens,las Cuevas, el Espig¨®n o el EA3. Eran los a?os setenta y todas ten¨ªan hambre de cancaneos que hasta entonces hab¨ªan sido no s¨®lo clandestinos, sino perseguidos y condenados. Nosotros, los modernos, tardamos un poco en apuntarnos a la cola de la calle del Tigre, pero terminamos acudiendo puntuales a?o tras a?o disfrazados de mamarrachos, no ten¨ªamos ni tiempo ni paciencia para entretenernos en fabricar aquellos elaborados modelazos. Mamarrachos salidos siempre de la misma enorme caja de cart¨®n guardada en los desvanes, repletos de zapatos de tacones de tallas incre¨ªbles, gorros y gorritos heredados o hallados en las basuras, medias desgarradas, cortinas de terciopelo adaptables y sobre todo una vieja y heterog¨¦nea caja de pinturas.
Cada a?o fue aumentando el n¨²mero de maricones espectadores en detrimento del n¨²mero de maricones disfrazados. S¨®lo iban quedando las impert¨¦rritas sissis candidatas a premio.
Yo no s¨¦ cu¨¢ndo dejamos de ir. Tampoco cu¨¢ndo dejaron de celebrarse estos bailes del FAGC.Pero nosotros chill¨¢bamos, grit¨¢bamos y a veces hasta aull¨¢bamos como las primeras, aunque dentro de un orden.
Tambi¨¦n dentro de un orden de decibelios, en consonancia con la vetustez de la sala, sonaban la Orquesta Plateria, la orquesta del Maestro Bellido o las orquestas que acompa?aban a las monstruosas Paquitas del Barrio de turno. Ya hac¨ªa a?os que yo no iba por la sala hasta que la otra noche fuimos a homenajear a nuestra amiga Ana Briongos en su aniversario. Todo transcurr¨ªa con normalidad a pesar de la inquietud que me iba produciendo el continuo almacenamiento de altavoces gigantes en el escenario.M¨¢s o menos a medianoche coincidieron la enorme tarta y el espeluznante y atronador bramido de la m¨²sica a toda pastilla, que estuvo a punto de hacer caer la enorme l¨¢mpara del techo. Apresuradamente cog¨ª del brazo a mi amigo Mariscal, con el que hab¨ªa acudido, y le dije que no aguantaba ni un minuto aquello que yo consideraba agresi¨®n. Nos marchamos. La puerta y los alrededores estaban a tope de chavaler¨ªo esperando para entrar.
Evidentemente, aqu¨ª hay un cambio de generaci¨®n, de gustos y de decibelios. ?Pero el local sigue siendo el mismo!
Aqu¨ª hay un due?o que sigue disfrutando de los suculentos beneficios que proporciona la sala de baile sin haber gastado un duro en reformar ac¨²sticamente dicho local para evitar que los vecinos, que antes no ten¨ªan quejas porque los decibelios eran soportables, no puedan ahora dormir porque el volumen ha traspasado los l¨ªmites soportables. ?Una descarada falta de respeto hacia el vecindario se llama eso!
Cinco a?os denunciando este malestar son muchos a?os, sobre todo para que lo permita un ayuntamiento. Esperemos que La Paloma no corra la misma suerte que El Molino, el Arnau,el Cibeles y la Bodega Bohemia. Los vecinos de la calle del Tigre tienen derecho al descanso y los barceloneses tenemos derecho a La Paloma.
Nazario es dibujante.
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