Baile de disfraces
Entre las novelas presentadas al Premio Nadal de 1956 hay dos insoslayables, cuyos t¨ªtulos ya se?alan su diferencia te¨®rica y su divorcio sentimental. Una es la ganadora, El Jarama. La otra es Bearn o la sala de las mu?ecas, de Lloren? Villalonga, que entonces a¨²n se llamaba Lorenzo. El a?o 1956 es tambi¨¦n el del nacimiento de la revista de Cela, Papeles de Son Armadans, ese cuerpo diplom¨¢tico en absoluto ajeno al hecho de que el escritor gallego llegara a vestirse de frac en Estocolmo. En principio, nada tienen que ver una cosa y otra, m¨¢s all¨¢ de que S¨¢nchez-Ferlosio colaborara en alguna ocasi¨®n en Papeles. Pero en la vida de Villalonga y su mutaci¨®n en uno de los escasos fetiches de la novela catalana -el mejor, junto a Merc¨¨ Rodoreda-, esa fecha de 1956 roza si no lo cabal¨ªstico, s¨ª lo simb¨®lico. La derrota de su novela frente al llamado behaviorismo -que a Villalonga le produc¨ªa urticaria- y el comienzo de las reticencias entre el novelista tonante -"pobre Lorenzo"-, y el novelista local, cada vez m¨¢s solo en su mesa camilla, fueron dolorosas. Lorenzo Villalonga -m¨¦dico funcionario de la Diputaci¨®n- ten¨ªa 59 a?os y al otro lado del mar s¨®lo era -si era- el hermano de Miguel, un autor muerto -Miss Giacomini- y aparcado en el purgatorio de los raros. Ese mismo a?o, Villalonga acabar¨ªa publicando su novela rechazada, en una editorial local, Atlante.
Hay una Mallorca, estructurada en castas, que se desvanece
Pero en el dolor se agazapa la metamorfosis: en 1961, la sala de las mu?ecas ya era "la sala de les nines", y el nombre literario de Villalonga, Lloren?.
La novela obtendr¨ªa el Premio de la Cr¨ªtica. El moderno diletante de entreguerras, el falangista ocasional durante la guerra y el hombre conservador, facci¨®n fatalista mediterr¨¢nea, se hab¨ªa convertido -v¨ªa mutaci¨®n idiom¨¢tica o asimilaci¨®n de la lengua coloquial en literaria- en flamante autor de la literatura catalana, eso que en castellano le hab¨ªa sido negado. Pero hemos citado la guerra: tambi¨¦n ella est¨¢ ah¨ª al fondo. En el verano de 1936, tras el fracaso del desembarco de Bayo en Mallorca, Villalonga concibi¨® la idea de la novela. Las fuerzas anarquistas de Bayo fueron lo m¨¢s cerca que estuvo la Mallorca tradicional del novelista -que era, adem¨¢s, la Mallorca real- del peligro revolucionario. Una vez desmantelada la invasi¨®n, Villalonga vio que hab¨ªa llegado la hora de escribir la eleg¨ªa de un mundo que no hab¨ªa sido destruido por la guerra, pero que estaba a punto de desaparecer. La misma sociedad que lo hab¨ªa creado era ya incapaz de sostenerlo; es decir, de reinventarlo. Para esa tarea era necesaria la literatura.
Bearn es una novela narrada por un cura del que apenas sabemos nada, aspavientos, sensatez y sumisi¨®n aparte. Quiero decir que en el libro se mantiene el equ¨ªvoco del origen del narrador, que suponemos es don Toni de Bearn, el sujeto narrado. Este asunto del equ¨ªvoco es muy villalonguiano. Como lo es el antepasado que fue amante de la reina -el guardi¨¢n de la sala de mu?ecas-, pero que tambi¨¦n pudo serlo de Godoy. Hay un matrimonio basado en el inter¨¦s, la inteligencia y un afectuoso sentido del humor. Hay una Mallorca, estructurada en castas, que se desvanece mir¨¢ndose al espejo. Hay un globo Montgolfier y una especie de De Dion-Bouton que revienta entre risas. Hay filosof¨ªa volteriana, armaz¨®n bergsoniano, destellos afor¨ªsticos a lo La Rochefoucauld y memorialismo del Gran Siglo. Hay un misterio de rosacruces y un adulterio con una sobrina, un viaje a Par¨ªs y otro affaire amoroso, esta vez con Napole¨®n. En fin, el equ¨ªvoco de nuevo.
Un equ¨ªvoco donde la mallorquina Xima -la sobrina amada- le pondr¨¢ los cuernos a Eugenia de Montijo: otro gui?o villalonguiano. Pero todos esos equ¨ªvocos tienen un doble objetivo: cantar la eleg¨ªa de un mundo en v¨ªas de extinci¨®n y elevarlo a la categor¨ªa de mito. Para ello el novelista ser¨¢ eje, narciso y disfraz, como disfrazadas est¨¢n las mu?ecas de la sala cerrada y disfrazado estaba el antepasado de don Toni de Bearn cuando entraba en la sala cerrada, a jugar con ellas.
Que equ¨ªvoco y disfraz son primos hermanos.
"En la novela Bearn intent¨¦ hacer el retrato moral de la isla, pues en Mort de dama hab¨ªa hecho su caricatura", nos dir¨¢ en sus Falses mem¨°ries. Para lograrlo, Villalonga se disfraza de afrancesado de mediados del XX que escribe sobre otro afrancesado del XIX, que a su vez escribe disfrazado de caballero franc¨¦s del XVIII. Los tres hombres son el mismo y en su particular juego de espejos inventan una Mallorca imaginaria, universaliz¨¢ndola, que es el mejor retrato de una Mallorca que fue real. En su humus se vislumbra el rostro solitario de su autor, casi tan olvidado en Espa?a, me temo, como lo era hace poco m¨¢s de 50 a?os.
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