La ret¨®rica visual de Man Ray ilumina Madrid
La Fundaci¨®n Carlos de Amberes expone hasta el 25 de febrero 85 obras del genial fot¨®grafo estadounidense
En realidad se llamaba Emmanuel Ranitzky y deb¨ªan de gustarle mucho las bailarinas. Comparti¨® su vida amorosa con dos. Ambas bell¨ªsimas. Juliet Browner, la ¨²ltima mujer de su vida, y Ady Fidelin, originaria de la colonia francesa de Guadalupe y de una belleza desgarradoramente salvaje. Las dos atraen estos d¨ªas de forma feroz la mirada del visitante en la exposici¨®n Man Ray, luces y sue?os, que puede verse en la Fundaci¨®n Carlos Amberes.
La muestra contiene 85 obras del fot¨®grafo norteamericano, afincado en Par¨ªs y miembro del grupo surrealista. Con bailarinas o sin ellas, las obras, procedentes de la colecci¨®n privada Goldberg/D'Affito de Nueva York, son excepcionales.
El recorrido comienza con Amigos, retratos y autorretratos. Un cat¨¢logo sorprendente de algunos de los personajes m¨¢s influyentes de la cultura del siglo XX. Erik Satie, Paul ?luard, Tristan Tzara o Juan Gris desfilan ante el objetivo de Man Ray (Filadelfia, 1890-Par¨ªs, 1976) como lo hicieron los monarcas de otra ¨¦poca ante el pincel de Vel¨¢zquez. Un retrato colectivo, el de una fiesta de disfraces en el castillo de los condes de Noailles, es el recuerdo de una nobleza comprometida con el activismo de la locura del arte. Los Noailles fueron quienes, entre otras arriesgadas inversiones, produjeron L'age d'Or de Bu?uel.
Erik Satie, Paul ?luard, Tristan Tzara y Juan Gris desfilan ante el objetivo del fot¨®grafo
Una instant¨¢nea en la playa de Nusch ?luard semidesnuda muestra tambi¨¦n lo poco que debi¨® costarle a su marido, el poeta Paul ?luard, recuperarse de la fuga de su antigua mujer, Gala, al regazo de Dal¨ª. Junto a la fotograf¨ªa, un autorretrato de Man Ray junto al mismo ?luard vestido de militar en tiempos de guerra. Ese periodo origin¨® la fuga de gran parte de aquel grupo a Estados Unidos, siempre bajo el cobijo de las faldas de Peggy Guggenheim. Sobrecogedor es tambi¨¦n el retrato de Lee Miller, antigua asistente de laboratorio del fot¨®grafo. Ojazos, la cabeza cubierta con un pa?uelo, pechos descubiertos y la cara pintada. Imposible desviar la mirada de su rostro.
El apartado dedicado a Ady Fidelin es especialmente atractivo. Escribe Pilar Parcerisas, la comisaria de la exposici¨®n, que a la bailarina mulata la conoci¨® el fot¨®grafo tras romper con Lee Miller en 1936. La relaci¨®n dur¨® hasta que estall¨® la II Guerra Mundial y Man Ray huy¨® a su pa¨ªs. La bailarina posa desnuda en casi todos los retratos. Como en el que aparece ante el modelo de yeso de la escultura Albatros, de Alberto Giacometti, en un juego de diagonales desafiantes y un aura que sobresale detr¨¢s de su cabeza. Una virgen de Guadalupe resplandeciente, desnuda y con collar de perlas.
La amistad entre el fot¨®grafo norteamericano y Marcel Duchamp ocupa otro espacio de la exposici¨®n. "Les un¨ªa el deseo de libertad en todos los aspectos de la vida y el esp¨ªritu de la b¨²squeda de un nuevo modelo de belleza basado en el artificio maquinista de los nuevos tiempos y en la negaci¨®n de las corrientes de vanguardia naturalista retiniana", escribe Parcerisas. En definitiva, se encerraban para crear nuevos artilugios con los que captar otros aspectos de la imagen.
En 1933, ambos amigos visitaron a Salvador Dal¨ª en Cadaqu¨¦s. Ah¨ª comenz¨® su relaci¨®n con el pueblo ampurdan¨¦s y laboratorio mediterr¨¢neo del surrealismo. En los ¨²ltimos a?os de su vida, Ray estuvo veraneando en la villa y jugando a ajedrez con Duchamp en el m¨ªtico bar Melit¨®n del pueblo catal¨¢n, donde hoy todav¨ªa suelen hacerlo muchos.
Precisamente, otro apartado de la exposici¨®n es el dedicado al juego de ajedrez y a la pasi¨®n que despert¨® en el fot¨®grafo. En 1917, Marcel Duchamp le ense?¨® a jugar en el Marshall Chess Club de Nueva York. S¨ªmbolo del camino hacia la muerte, recuerda Parcerisas en el cat¨¢logo de la exposici¨®n que en el filme de Ren¨¦ Clair, Entr'acte, "la secuencia m¨¢s inquietante era en la que ambos protagonizaban una partida de ajedrez en una terraza". Cuando Marcel Duchamp muri¨®, Man Ray compar¨® el acontecimiento con el desenlace de una partida del juego.
La pasi¨®n por este juego era compartida por la mayor¨ªa de miembros del grupo surrealista al que Man Ray perteneci¨® de manera casi circunstancial. Ma?ana, una fotograf¨ªa de una mujer desnuda de doble exposici¨®n sobre un cilindro, es una de las muestras exhibidas en la exposici¨®n de esa pertenencia.
Adem¨¢s de las famosas rayograf¨ªas, tambi¨¦n hay algunos de los trabajos del fot¨®grafo en el campo de la moda, donde de nuevo queda patente su gusto indiscutible por la silueta femenina y por la seducci¨®n de lo que, en algunas instant¨¢neas, es casi invisible.
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