Y Coppola tuvo la culpa
De una infancia neoyorquina como limpiabotas a sus m¨ªticos papeles de polic¨ªa incorruptible en 'Serpico' o de implacable g¨¢nster en 'Scarface'. Pero fue gracias a 'El Padrino' y a su director, Francis Ford Coppola, como Al Pacino se convirti¨® en estrella. Un libro desvela ahora su cara menos conocida
De una infancia neoyorquina como limpiabotas a sus m¨ªticos papeles de polic¨ªa incorruptible en 'Serpico' o de implacable g¨¢nster en 'Scarface'. Pero fue gracias a 'El Padrino' y a su director, Francis Ford Coppola, como Al Pacino se convirti¨® en estrella. Un libro desvela ahora su cara menos conocida.
Al Pacino estaba sentado en la butaca de un cine, viendo La chica del adi¨®s, cuando escuch¨® la siguiente frase de boca de la actriz Marsha Mason: "Nadie sab¨ªa qui¨¦n era Al Pacino antes de El Padrino". Por alusiones, se levant¨® y comenz¨® a gritar hacia la pantalla: "Eres una mentirosa, Marsha. ?Antes de El Padrino ya hab¨ªas estado conmigo en una obra de teatro!". "Son cosas que hago a veces", cuenta el actor. A Pacino no le gusta que muchos s¨®lo le recuerden por esa pel¨ªcula, pero ¨¦l mismo reconoce que es su mejor interpretaci¨®n.
Larry Globel, un periodista de Playboy, se acerc¨® un d¨ªa hasta un edificio de piedra rojiza en la calle 68 de Nueva York, entre Madison y la Quinta Avenida, pensando en una versi¨®n real de Michael Corleone. Ten¨ªa una cita con Al Pacino. En principio, iba a hacerle una corta entrevista, pero un mes despu¨¦s abandonaba aquel lugar con 40 horas de grabaci¨®n, cerca de 2.000 p¨¢ginas transcritas. "Nadie me hab¨ªa pedido nunca mi opini¨®n", asegur¨® Pacino cuando, por fin, termin¨® la grabaci¨®n de aquel primer encuentro y se abr¨ªa al mundo period¨ªstico un personaje singular, amante del teatro y lanzado al estrellato por el celuloide. Nac¨ªa tambi¨¦n una amistad entre el periodista y el actor, que ahora culmina con la publicaci¨®n de Conversaciones con Al Pacino (editorial Belacqua), un libro que recorre, en clave de di¨¢logo, la evoluci¨®n personal y profesional del actor, desde 1979 hasta hoy.
Despu¨¦s de a?os diciendo no a la prensa, Pacino abr¨ªa las puertas de su casa. Un piso de tres habitaciones con la cocina repleta de aparatos viejos, un retrete que soltaba agua permanentemente, una cama deshecha y una decoraci¨®n, cuando menos, de serie B. Se mostr¨® amable, invitando al periodista a una rosquilla mordida, y comenz¨® a hacer lo que nunca antes hab¨ªa hecho: hablar de s¨ª mismo. "De joven quer¨ªa ser jugador de b¨¦isbol, naturalmente, pero no era lo bastante bueno. No sab¨ªa qu¨¦ iba a hacer con mi vida", explica Pacino. En octavo curso, el profesor de teatro de su escuela escribi¨® a su madre para que le animara a subirse a las tablas. A los 12 a?os lo comparaban con Brando, del que nunca antes hab¨ªa o¨ªdo hablar. "Creo que era porque se supon¨ªa que yo deb¨ªa vomitar en escena y cada vez que hac¨ªamos la obra vomitaba de verdad, pero en realidad la persona con la que me identificaba era James Dean? Rebelde sin causa me influy¨® profundamente".
Al Pacino creci¨® en el Bronx neoyorquino, un barrio donde cada d¨ªa se convert¨ªa en una aventura. "Era una buena ¨¦poca. A menudo me sent¨ªa como un Huckleberry Finn de Nueva York". Y no es para menos. Trabaj¨® como mensajero, vendedor de zapatos, cajero de supermercado, repartidor de diarios, limpiabotas, transportista de muebles e incluso se dedic¨® a sacar brillo a la fruta fresca. En ese ¨²ltimo empleo, un d¨ªa el due?o le dibuj¨® un paisaje campestre y le dijo: "Hay dos senderos en la vida: el correcto y el equivocado. T¨² est¨¢s en el equivocado". Raz¨®n no le faltaba. Los dos grandes amigos de la infancia de Al Pacino, sus compa?eros de correr¨ªas, cayeron en la droga y perdieron la batalla.
A?os m¨¢s tarde, Pacino entraba en una especie de depresi¨®n filos¨®fica fruto de sus problemas con el alcohol. "?Es la depresi¨®n el darse cuenta de que nos han dado un billete s¨®lo de ida?", se preguntaba a s¨ª mismo. "Voy en mi coche, miro por la ventana y veo toda esa gente, y pienso: esta gente no quiere estar aqu¨ª. As¨ª que toma drogas o alcohol o lo que sea, con tal de no estar aqu¨ª. Es muy comprensible". Y lo dice alguien que asegura haber tenido poco contacto con las drogas: "Las sustancias que alteran la mente me dan miedo. Hacen que me sienta mudo. Te quitan el poder, la energ¨ªa, fuerza a la vida".
Algunos a?os despu¨¦s de que el resplandor de la fruta le ense?ara su camino, estaba sentado en una mesa de despacho, negociando su sueldo por El Padrino II. Para que apareciera en su pel¨ªcula, Francis Ford Coppola tuvo que insistir hasta tres veces a los productores para que Pacino fuera Michael Corleone. "Durante las primeras semanas, los productores quer¨ªan despedirme. Y yo no lograba entender por qu¨¦ no lo hac¨ªan. Yo era un chaval, y El Padrino era mi segunda pel¨ªcula? Prefer¨ªa todos los dem¨¢s papeles: me parec¨ªa que todos eran mejores que el m¨ªo". Despu¨¦s de aquel primer encuentro con el mundo de la mafia, a Sonny, como le llamaban sus amigos, le cambi¨® la vida.
Su discreto expediente acad¨¦mico le hab¨ªa llevado a la High School of Performing Arts, la ¨²nica dispuesta a aceptarle. All¨ª se top¨® con el m¨¦todo Stanislavsky. "Todo ese asunto, lo del m¨¦todo y la actuaci¨®n seria, lo de tener que sentir el papel, me parec¨ªa una locura. ?Qu¨¦ pod¨ªa ense?arme Stanislavsky? ?l es ruso, y yo, del Bronx". Pero de Ch¨¦jov, otro ruso, hab¨ªa sacado las ganas para actuar tras ver La gaviota representada en su barrio. "Hab¨ªa un p¨²blico de unas quince personas. Fue una experiencia extraordinaria". Como extraordinario es que aquel chico del Bronx afirme que escritores como Henry Miller, Balzac, Shakespeare o Dostoievski le ayudaron a superar los veinte a?os. "Ellos me dieron una raz¨®n para existir", asegura.
Sorprende, pero es cierto. Pacino ha estado mucho m¨¢s centrado en el teatro que en el cine a lo largo de su carrera. A menudo recita a Shakespeare de memoria. "Cuando eres equilibrista, tu trabajo es caminar por la cuerda floja. Tienes que subir, y si te caes, ?eso es el teatro! En las pel¨ªculas hay cuerda, pero est¨¢ en el suelo". ?l es as¨ª. Se mete en el papel, sue?a con sus personajes y los traslada a la vida real. Cuando trabajaba en un papel de abogado, un amigo le dijo que ten¨ªa un problema con un contrato, y ¨¦l, instintivamente, le dijo: "D¨¦jame verlo". Pecata minuta si se compara con el encuentro que tuvo con un cami¨®n que echaba humo sobre su coche: "?Por qu¨¦ lanzas esa mierda a la calle?", interpel¨® Pacino al camionero. "?Y t¨² qui¨¦n eres?", respondi¨® ¨¦l. Pacino, que estaba rodando Serpico, le grit¨®: "Soy polic¨ªa, y quedas arrestado".
Hasta ocho veces ha sido candidato a ganar un Oscar. De momento, s¨®lo se ha llevado uno, por Esencia de mujer, en la que interpretaba a un teniente coronel retirado y ciego. Le duele el orgullo. Aunque en alguna ocasi¨®n, que el ganador fuera otro no le vino del todo mal. Nominado por Serpico, lleg¨® a la ceremonia "un poco colocado". "Estaba comiendo valiums como si fueran caramelos. Mastic¨¢ndolos. No habr¨ªa sido capaz de llegar al escenario". Pero recuerda el momento en el que escuch¨® su nombre como mejor actor: "Me sorprendi¨® lo que sent¨ª. Una especie de resplandor que dur¨® un par de semanas. Es como ganar una medalla ol¨ªmpica. S¨®lo que en los Juegos ganas porque eres el mejor, y con el Oscar no es necesariamente as¨ª. Simplemente te toca a ti".
Y con el ¨¦xito llega el poder. Algo dif¨ªcil de manejar. "Cuanto m¨¢s ¨¦xito tienes, m¨¢s dif¨ªcil es mantener el entusiasmo original. Pero tambi¨¦n est¨¢ el otro lado del asunto: a medida que te haces famoso, te vuelves rentable y puedes lograr que se haga una pel¨ªcula". ?Y eso es lo que quiere Al Pacino? "A veces, el director te quiere porque eres conocido, mientras que t¨² quieres que te quieran por lo que puedes hacer, no por lo rentable que eres".
?Y las mujeres? ?C¨®mo es la relaci¨®n de Pacino con las mujeres? "Tuve un encuentro con una chica a los nueve a?os. Se quit¨® la blusa y ten¨ªa senos de verdad. Le puse las manos sobre ellos y ech¨® una risita. Ella estaba de pie frente al colch¨®n, y la empuj¨¦. Rebot¨® contra ¨¦l y repetimos el mismo movimiento tres o cuatro veces. Yo estaba tan convencido de haber echado un polvo que me fui a comprar una caja de preservativos".
La vida debe de ser curiosa cuando se est¨¢ en la lista de los hombres m¨¢s deseados del mundo y comienzan a llegar las mujeres que te dejan su n¨²mero de tel¨¦fono. En cierta ocasi¨®n, una mujer famosa con la que ¨¦l fantaseaba de joven se le acerc¨® y trat¨® de seducirle. ?l no quer¨ªa nada. ?Por qu¨¦? "Probablemente me hubiera dicho 'cas¨¦monos' o algo por el estilo". Y esa palabra asusta a Al Pacino. Despu¨¦s de varias relaciones, ninguna de ellas pas¨® de noviazgo. ?Qu¨¦ le impide dar el siguiente paso? "Si pudiera ver los pasos, dir¨ªa que puedo dar el siguiente. Pero no lo veo en esos t¨¦rminos. Al menos puedo decir que no tengo un divorcio entre manos. Eso implica cierta madurez".
No obstante, no reniega de los sentimientos, y tiene claro lo que hay que buscar en una mujer: "El amor es muy importante, pero antes debes tener una amiga: uno deber¨ªa llegar finalmente a un punto en el que pueda decir que su compa?era es tambi¨¦n su amiga". Pero de ah¨ª al compromiso est¨¢ ese paso que Pacino no quiere dar. "Busca la palabra 'comprometerse' en el diccionario. El matrimonio no forma parte de la definici¨®n". Tal vez en esa falta de decisi¨®n por el matrimonio hayan tenido algo que ver las circunstancias familiares en las que Al Pacino creci¨®. Cuando apenas ten¨ªa dos a?os, su padre se fue de casa. Posteriormente se cas¨® cinco veces.
Ahora, 39 pel¨ªculas despu¨¦s, y con 66 a?os, Al Pacino sigue so?ando con Shakespeare. Porque es un actor de teatro que, por casualidad, se convirti¨® en estrella de cine.
'Conversaciones con Al Pacino', publicado por editorial Belacqua, sale a la venta la pr¨®xima semana.
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