El desgobierno de Isabelita
La viuda de Per¨®n sumi¨® a Argentina en un clima de represi¨®n pol¨ªtica y de caos econ¨®mico
El presidente Juan Domingo Per¨®n (1985-1974) ataba los perros con longanizas en la Argentina del decenio 1945-55, multiplic¨® por mil el salario del pe¨®n, estableci¨® el aguinaldo navide?o y amontonaba tanto oro en el Banco Central que los lingotes entorpec¨ªan el tr¨¢nsito por sus b¨®vedas, seg¨²n la jactancia del hist¨®rico caudillo.
El trigo y la carne de la Pampa hab¨ªan alimentado la hambreada Europa de posguerra, incluida Espa?a, y las multimillonarias regal¨ªas financiaron una alianza con el pobrer¨ªo nacional que sac¨® de quicio, y del poder, al estanciero Robustiano Patr¨®n, a la engominada alcurnia del Jockey Club, y al generalato m¨¢s agringado y clasista.
La aplicaci¨®n de las leyes peronistas fue muy cara, pero tuvo un gran impacto social
La Administraci¨®n de Isabelita fue corrupta e inoperante en todos los ministerios
Propenso a matrimoniar con actrices y bailarinas, Per¨®n lo hizo en terceras nupcias con la corista Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez, Isabelita, analfabeta pol¨ªtica y justa de gram¨¢tica, cuyo cruento desgobierno (1974-76) a¨²n procesan los juzgados. El oscurantismo, la incompetencia administrativa y pol¨ªtica y la salvaje persecuci¨®n de los opositores y las guerrillas urbanas signaron su mandato, dirigido por la estulticia y por su secretario personal: el locoide Jos¨¦ L¨®pez Rega, a quien nombr¨® ministro de Bienestar Social.
Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez fue designada presidenta, a la muerte del general, para evitar la disputa a tiros del cargo vacante por las facciones de un movimiento, el Partido Justicialista, que a¨²n perdura porque volc¨® sobre los sectores m¨¢s humildes, los descamisados, la fortuna de un Estado rico, nacionalista y de gesti¨®n ambidiestra. "?Derechas? ?Izquierdas? Yo el partido lo manejo con las dos mano?", alardeaba su fundador. Quien no se sum¨® fue reprimido. Las victorias electorales de Per¨®n (1946-52; 52-58, que no lleg¨® a completar, y 1973), y la disparatada investidura de Isabelita, en el a?o 1974, no pueden entenderse sin abordar la implantaci¨®n del fen¨®meno peronista en un pa¨ªs con buena parte de sus habitantes desprovistos hasta la llegada del general de los derechos m¨¢s fundamentales, y contratados en r¨¦gimen de semiesclavitud. La generosidad con el obrero, aquel populismo pionero, fue ruinosa econ¨®micamente, y entr¨® en barrena en la segunda presidencia peronista. A principios de los a?os 50, Argentina hab¨ªa consumido cerca del 50% de las divisas obtenidas durante la II Guerra Mundial. Pero la obra de Per¨®n, influida por los fascismos de la ¨¦poca, hab¨ªa sido socialmente trascendente, y los arrabales pronto se vieron reconocidos en la legalizaci¨®n del Estatuto del Pe¨®n, en la gratuidad de la ense?anza, en los derechos de la ancianidad, los convenios colectivos, la indemnizaci¨®n por despido y las pagas extraordinarias.
Las leyes de jubilaci¨®n amparaban en 1945 a medio mill¨®n de personas; diez a?os despu¨¦s, a m¨¢s de 10 millones. La veneraci¨®n por el general lleg¨® a la idolatr¨ªa y al relicario. La soci¨®loga Moira Mackinnon, que estudi¨® su peripecia, recordaba el estremecimiento de su madre al paso de las peonadas bravas por los barrios burgueses de Buenos Aires. Camino del tajo, aupados en los camiones, los braceros desafiaban con su ronca letan¨ªa: "Per¨®n, Per¨®n, Per¨®n". "El peronismo se hereda. Su simbolog¨ªa e historia pasan de padres a hijos", seg¨²n la investigadora. Un cuartelazo derroc¨® al general en el a?o 1955, cuando la Argentina del auge y la exportaci¨®n de filetes hac¨ªa aguas. Los lingotes de oro de la jactancia ya no exist¨ªan y los cortesanos, pol¨ªticos, funcionarios y sindicalistas robaban a destajo.
Per¨®n, de 61 a?os, parti¨® hacia su exilio madrile?o. Un a?o despu¨¦s conoci¨®, en un cabaret de Panam¨¢, a Mar¨ªa Estela, de 30 a?os, que prend¨® al militar de origen mapuche, cuyo verdadero amor hab¨ªa sido Eva Duarte (1919-52), Evita, propagandista del peronismo hasta el final de sus d¨ªas. La amante del general promovi¨® los derechos de los trabajadores, el sufragio de la mujer, y fund¨® el Partido Peronista Femenino (PPF). Se hizo querer y odiar. La oligarqu¨ªa, seducida siempre por el charme anglosaj¨®n, la despreciaba. "?Viva el c¨¢ncer!", escribi¨® alguien en una pared el d¨ªa de su fallecimiento. Juan Domingo Per¨®n la recordaba en su penal de la isla Mart¨ªn Garc¨ªa, donde fue extra?ado en el a?o 1945: "Viejita de mi alma, tengo tu retratito en mi pieza y lo miro todo el d¨ªa con l¨¢grimas en los ojos. Que no te vaya a pasar nada porque entonces habr¨¢ terminado mi vida", le escribi¨® entonces. Eva ten¨ªa 24 a?os.
Su sucesora en la vida y en la alcoba del pr¨®cer fue Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez, grotesca sombra de Evita, a quien a veces quiso emular. Agotadas las pol¨ªticas distributivas del peronism
o, la gesti¨®n de la ignorante bailarina fue protestada en huelgas y demandas, a rebufo de los procesos revolucionarios del Tercer Mundo en aquellos a?os. Isabelita nunca aprendi¨® mucho. La futura presidenta le¨ªa el Hola durante su regreso a la patria en el a?o 1973, despu¨¦s de que su esposo hubiera ganado la tercera presidencia. Le entreten¨ªan las banalidades. Uno de sus acompa?antes en el vuelo de vuelta era el astr¨®logo de feria L¨®pez Rega, El Brujo, fundador de la Triple A, la trituradora de subversivos o sospechosos de serlo, m¨¢s de 1.500 liquidados impunemente, seg¨²n algunos recuentos. Las juntas militares hab¨ªan de perfeccionar hasta el horror esa m¨¢quina en los a?os siguientes al golpe de 1976 contra Isabelita. Candidata a la vicepresidencia en la terna electoral de Per¨®n de 1973, fue un t¨ªtere de otros que condujeron al pa¨ªs hacia una fascistoide derechizaci¨®n. Se intervinieron provincias, sindicatos, universidades y medios de comunicaci¨®n. Desaparecida la Argentina de las exportaciones, sin problemas de tr¨¢fico en las b¨®vedas del Banco Central, la inflaci¨®n galop¨® sobre una deuda externa creciente, y una corrupci¨®n desbocada. Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez, casi sonada, acab¨® franqueando el paso al per¨ªodo m¨¢s siniestro de la historia argentina: la dictadura encabezada por el general Jorge Rafael Videla y otros de su cala?a, con m¨¢s de 30.000 asesinatos sobre sus conciencias.
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