J¨¹nger en el Vitosha
El Vitosha es una gran monta?a que domina Sof¨ªa y por cuyas estribaciones orientales sale en invierno un sol que, aun muy bajo, crea unos juegos de reflejo con la nieve que vistos desde la llanura occidental de la capital, se antojan pura magia. La primera vez que presenci¨¦ este inolvidable amanecer en aquella amplia campi?a b¨²lgara bajo la sierra intentaba yo sintonizar la BBC en onda corta y s¨®lo captaba algunas emisoras rusas y ¨¢rabes y las combinaciones de n¨²meros que las emisoras de los servicios secretos del este y oeste se lanzaban por las ondas en ingl¨¦s, alem¨¢n y ruso, para coordinar las directivas a los agentes y las informaciones secretas a sus legaciones y embajadas. Eran letan¨ªas con ritmo de tales: dva, chetri, piat, dva, yeden; two, two, seven, five, two, zero, four, two; zwei, acht, sechs, sieben, zwei, neun, null, acht, neun, sechs, vier. Sonaban como oraciones lanzadas por unos seres a otros, escondidos y solitarios como uno mismo, que esperaban indicaciones, ¨®rdenes, sentido a su existencia all¨¢ donde estuvieran. Parec¨ªan ¨®rdenes del m¨¢s all¨¢ para gentes superiores que dispon¨ªan de claves inaccesibles para los mortales. He escuchado durante horas, antes y -menos- despu¨¦s de la ca¨ªda del tel¨®n de acero, estos canturreos de claves, en Sof¨ªa, en Riga, en Estambul, Berl¨ªn, Sibiu, Plovdiv, Cracovia, Burgas o Mosc¨². Aunque muy pronto supe que quienes emit¨ªan y recib¨ªan estas ¨®rdenes en clave eran unos pobres diablos que cumpl¨ªan las m¨¢s tristes y prosaicas de las tareas posibles, nunca han dejado de encandilarme los ritmos y sonsonetes cuasi religiosos que la guerra fr¨ªa convirti¨® en rutina en las ondas.
Aquella percepci¨®n de los servicios secretos del Este de Europa -desde una posici¨®n de pr¨¢ctica impunidad del profesional occidental y por tanto exentas del p¨¢nico ante la prisi¨®n, tortura y muerte que sin duda generaban en millones de habitantes de los pueblos visitados por el terror del nazismo y el comunismo-, siempre ha sido muy literaria, por fr¨ªvola que parezca la aseveraci¨®n. Inter¨¦s tiene todo aquello que incita curiosidad e inteligencia aunque amenace con demonios. Es magn¨ªfico el paralelismo que hace entre J¨¹nger y Goethe el escritor y diplom¨¢tico Manfred Osten, en una joyita que ha editado en Espa?a un antiguo embajador de Alemania en Madrid, Henning Wegener, en la editorial Complutense con el t¨ªtulo de Ernst J¨¹nger y los pron¨®sticos del Tercer Milenio (l¨¦anlo, es una joya, insisto). Si J¨¹nger evoca a "los bichos, las masas de ratas y ratones que se presienten ocultos bajo el suelo y las b¨®vedas de los s¨®tanos", Goethe habla de que "nuestros mundos moral y pol¨ªtico est¨¢n minados por pasadizos subterr¨¢neos, s¨®tanos y cloacas...". Y lanza un terrible mensaje: "S¨®lo aquel que posea cierta noticia de ello comprender¨¢ que el suelo se hunda aqu¨ª o que de all¨¢ surja humo de improviso".
Las cloacas existen y siempre existieron bajo la bella monta?a del Vitosha, como en los calabozos de Moabit o la Lubianka y en todas las sentinas en las que hoy se lucha por informaci¨®n e intoxicaci¨®n, sea constructiva o destructiva, en las ondas hertzianas y aqu¨ª detr¨¢s de la casa de todos y cada uno de los lectores y junto a todos los obispos polacos, cancilleres alemanes y ministros consejeros de la m¨¢s humilde embajada. Todo para destruir a individuos y reconfortar y organizar a sicarios. All¨ª, se impone, ya otra vez en t¨¦rminos de J¨¹nger pero tambi¨¦n de Goethe, el esp¨ªritu de los tiempos o la oportunidad -o la moda- que es el Zeitgeist frente al esp¨ªritu de los principios inquebrantables de la dignidad de la persona y la honestidad intelectual y espiritual, de la trascendencia, que es lo que algunos hemos entendido como el Weltgeist. Al Zeitgeist y al relativismo de la palabra y de la idea lo acompa?a esa implacable idea del desprecio por la paciencia y lo acaecido. Goethe hace que Mefist¨®feles maldiga a la paciencia. Mefisto no es otro que Napole¨®n y Hitler y Stalin y todos aquellos que creen poder imponer soluciones de felicidad a su especie. Y para ello necesitan tener soldados que les naden por las cloacas de J¨¹nger. Por eso hoy volvemos a tener muy en vanguardia de la defensa de los Estados a quienes defienden el Zeitgeist desde el lodo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.