Juego de errores
El Pleno sobre el atentado de ETA en Barajas -causante de dos muertos- fue ¨¢spero, necr¨®fago y cainita. El enfrentamiento del l¨ªder del PP con el presidente del Gobierno alcanz¨® extremos de dureza verbal rayanos en la crueldad, y no dej¨® espacio para un m¨ªnimo entendimiento unitario en materia antiterrorista. El glorioso aislamiento de los populares respecto a las dem¨¢s fuerzas democr¨¢ticas -el resto de la C¨¢mara apoy¨® a Zapatero- no se limita al ¨¢mbito parlamentario: la manifestaci¨®n contra ETA organizada el s¨¢bado en Madrid dej¨® en claro que el PP se niega a secundar cualquier movilizaci¨®n que no coree sus consignas; la estrategia de bloqueo puesta en marcha para boicotear las iniciativas que escapan al control de los populares es, o bien imponer condiciones de dif¨ªcil cumplimiento, o bien sustituirlas por otras de aceptaci¨®n imposible si las primeras fuesen aceptadas.
Las exhortaciones equidistantes para que los dos grandes partidos de ¨¢mbito estatal alcancen un acuerdo sobre terrorismo elevan sus preces a un dios inexistente. Por lo dem¨¢s, la distribuci¨®n paritaria entre ambos de las culpas por ese fracaso no ser¨ªa equitativa: un SMS cuyo origen es f¨¢cilmente adivinable advierte de que "Zapatero entr¨® por Atocha y saldr¨¢ por Barajas". La principal baza electoral de Rajoy para reconquistar el poder perdido el 14-M es atribuir al Gobierno socialista la responsabilidad ¨²ltima del atentado: su argumento es que la resoluci¨®n del Congreso de mayo de 2005, al abrir las puertas a un final dialogado de la violencia, oper¨® el milagro de sacar de la sepultura a una ETA difunta. A partir de la declaraci¨®n del alto el fuego permanente del 22 de marzo, el PP mantuvo a su entero capricho dos interpretaciones alternativas sobre el futuro de los contactos del Gobierno con ETA. Rajoy ilustr¨® en el debate esa t¨¢ctica ventajista -ocupar las dos salidas posibles de cualquier situaci¨®n para tener siempre raz¨®n ocurra lo que ocurra- con un brutal dilema: "Si usted no cumple [las exigencias de ETA], le pondr¨¢n bombas, y si no hay bombas, es porque ha cedido".
Los dirigentes populares idearon o secundaron la versi¨®n seg¨²n la cual el 11-M habr¨ªa sido obra de ETA -con la previa complicidad o el posterior encubrimiento de los socialistas- para elevar al poder a Zapatero a cambio de la promesa de recibir en el futuro desde el Gobierno contraprestaciones secretamente pactadas; durante la tregua, las acusaciones contra el Gobierno por haber capitulado ante el terrorismo (rendici¨®n del Estado de derecho, entrega de Navarra, etc¨¦tera) obedeci¨® a esa pauta interpretativa. Sin embargo, el atentado de Barajas y el comunicado de ETA -que critica al Gobierno por fijar "las leyes y la Constituci¨®n" como tope para cualquier negociaci¨®n- han desenmascarado el car¨¢cter paranoico y calumniador de esa primera interpretaci¨®n. Rajoy opta ahora por la versi¨®n alternativa: Zapatero s¨®lo perseguir¨ªa con su pol¨ªtica antiterrorista la meta de eternizarse en el poder mediante una difusa alianza de socialistas y nacionalistas contra los populares. Esta segunda fantas¨ªa tampoco resistir¨¢ la prueba de los hechos: si el PP alcanzase la mayor¨ªa relativa en las pr¨®ximas elecciones, Rajoy negociar¨ªa su investidura -como hizo Aznar en 1996- con los grupos nacionalistas.
Instalado ventajistamente en el primer cuerno del dilema ("si usted no cumple [las exigencias de ETA], le pondr¨¢n bombas"), el l¨ªder del PP se refocil¨® con los errores cometidos por Zapatero desde la declaraci¨®n del alto el fuego: imprudencia, jactancia ("como Jerjes en Salamina"), "tocar el viol¨®n mientras cabalga sobre un tigre", frivolidad, desprecio a las v¨ªctimas, etc¨¦tera. El presidente del Gobierno, por su parte, se limit¨® a reconocer que hab¨ªa cometido un "claro error" cuando el 29 de enero -la v¨ªspera del atentado- expres¨® su convicci¨®n de que la situaci¨®n en materia de terrorismo estar¨ªa mejor dentro de un a?o. Pero la cuesti¨®n es precisamente saber cu¨¢les fueron los errores cometidos en el an¨¢lisis de los hechos que llevaron a Zapatero a formarse esa convicci¨®n equivocada; las salvas de aviso lanzadas por el diario Gara con la publicaci¨®n de las primeras versiones de los portavoces de ETA y Batasuna sobre sus contactos con el Gobierno advierten de que el conocimiento por la opini¨®n antes o despu¨¦s de esas conversaciones es inevitable.
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