La escritora metaf¨ªsica
Naci¨® en la Inglaterra de Margaret Thatcher, creci¨® con la de Tony Blair y se convirti¨® en escritora generacional de moda con su primera novela, 'Dientes blancos'. Hoy, esta lectora empedernida, poco amante de la pol¨ªtica y las entrevistas, promociona la tercera, 'Sobre la belleza'.
Con Zadie Smith (Londres, 1975) ocurre como con los grandes futbolistas, o con las estrellas de cine, o con los m¨²sicos que tienen sus mismos a?os: nos olvidamos de que ellos siguen padeciendo -a pesar de sus ¨¦xitos rutilantes o de sus fracasos vistosos- la timidez que habita edades as¨ª. Y Zadie Smith es t¨ªmida, se conduce como una persona t¨ªmida y te recibe como suelen hacerlo las personas que a¨²n son m¨¢s t¨ªmidas de lo que su notoriedad deja presumir. Desde hace una d¨¦cada, ella es una promesa firme de la literatura brit¨¢nica. Su primer libro, Dientes blancos (del a?o 2000), fue lo que ahora se llama "un suceso mundial". La cr¨ªtica recibi¨® a Zadie, que ten¨ªa 25 a?os, como una mujer de gran poder¨ªo narrativo, alguien que iba a pisar m¨¢s que nadie en las letras en las que irrump¨ªa. Ahora, su otra novela grande, Sobre la belleza (Salamandra, en castellano; RBA, en catal¨¢n), aparece en Espa?a precedida de una aclamaci¨®n similar, aunque ya los que la leen y los que la critican son conscientes de que, de la promesa a la realidad, esta mujer de 31 a?os ha corrido un largo trecho, con extremo aprovechamiento. Ella tuvo que acostumbrarse, cuando tuvo el primer ¨¦xito, a bucear en todos los ¨¢mbitos, los que la recib¨ªan con calor y los que la recib¨ªan con reticencia, y soport¨® preguntas o descripciones de las que ahora abomina.
As¨ª que esta nueva incursi¨®n masiva en el mundo de las entrevistas, de los elogios y de los desdenes la toma ya con cierta veteran¨ªa, y con un ligero cansancio que se trasluce nada m¨¢s vernos, cuando nos pone en guardia frente a lo que le disgusta profundamente. Nos recuerda que muchos de sus entrevistadores informan a los lectores de c¨®mo viste, como si la vestimenta de una escritora diera noticia de lo que narra, y tambi¨¦n nos hace saber que, si por ella fuera, ya no dar¨ªa entrevistas, o al menos no tantas; pero, dijo, ella es una profesional y sabe que a sus editores esto les importa mucho?, y a sus libros, tambi¨¦n. Lo afirm¨® todo casi seguido, como si pusiera sus propias cartas sobre la mesa; pero lo expres¨® en un tono neutro, mirando para otro lado, como hablar¨ªa una chica de 31 a?os que a¨²n no ha vencido la timidez y mira hacia un punto en el que preferir¨ªa que no hubiera absolutamente nadie.
Despu¨¦s, cuando ya esas dagas ligeras fueron envainadas en el recuerdo de entrevistador y entrevistada, la charla discurri¨® con ligereza; ella se sigui¨® estrujando la cara y las manos como si quisiera pertenecer a otro cuerpo, se quit¨® y se puso unos aretes grandes y dorados, y dej¨® que sus ojos, enormes, bell¨ªsimos, cruzaran la sala en busca de una luz o de una escapada. Tiempo antes hab¨ªa suspendido esta misma conversaci¨®n espa?ola porque su padre hab¨ªa muerto en Londres y debi¨® cancelar su viaje. Y cuando ya se encuentra ante nosotros, sentada, vestida de abrigo, en medio de aquella sala fr¨ªa de hotel, Zadie Smith es una escritora, una escritora total, transida de literatura, preocupada por ella. Enamorada de escribir. Y alegre. Adem¨¢s de t¨ªmida, alegre. Lo dijo.
He le¨ªdo sus escritos sobre lo que le interesa de los pa¨ªses que visita. ?Cu¨¢l es su impresi¨®n sobre Espa?a?
Soy totalmente ignorante acerca de Espa?a. No tengo opini¨®n alguna sobre este pa¨ªs. S¨¦ de su literatura, pero no tanto.
?Qu¨¦ le interesa de un pa¨ªs cuando viaja?
Depende de lo que consideres viajar. Esto no es viajar. Esto es estar metida en un hotel durante un d¨ªa y volver a casa. No soy una buena europea, pero ahora voy a vivir en Roma durante un a?o, y supongo que aprender¨¦ algo m¨¢s sobre los italianos y sobre Italia. Eso es viajar. No siento mayor curiosidad sobre otras culturas que cualquier persona normal. Me interesa la gente, no tanto la cultura.
?Y sobre su pa¨ªs?
No soy qui¨¦n para hablar de la vida que hacen los ingleses. No puedo ser la portavoz de mi pa¨ªs. Pero Inglaterra me parece agradable. He estado leyendo un libro enorme sobre su historia, pero me he quedado en el a?o 1120, en la batalla de Hastings. Me cuesta contestar a preguntas as¨ª, mi cerebro no funciona de esta manera.
Dijo usted que a los 14 a?os ya se puede decir qui¨¦n va a ser uno. ?Me puede contar c¨®mo era a los 14 a?os?
Muy acad¨¦mica, muy nerdy [empollona]. Bailaba mucho, iba continuamente a clases de baile, y tocaba varios instrumentos musicales. Era muy buena estudiante, y supongo que aquella vida era agradable.
Y alrededor, ?c¨®mo era la vida?
Me resulta dif¨ªcil describirme a m¨ª misma? Mi padre era mucho mayor que los padres de mis compa?eros. Quiz¨¢ por eso estaba interesada en las mismas cosas que la generaci¨®n precedente: las pel¨ªculas antiguas, la m¨²sica de los a?os treinta y cuarenta, los musicales, Humphrey Bogart?
?Y qu¨¦ le hizo escritora?
Siempre fui una lectora empedernida, que es realmente la raz¨®n por la cual todos empezamos a escribir. No es muy original, pero es la verdad. He le¨ªdo desde que ten¨ªa tres a?os, y siempre he querido escribir. Quer¨ªa un trabajo que me permitiera leer y escribir. Era mi obsesi¨®n. Y lo consegu¨ª.
?Qu¨¦ le influy¨® desde peque?ita, qu¨¦ le¨ªa?
Ahora estoy leyendo las entrevistas a escritores que ha publicado The Paris Review? Ah¨ª aparecen Truman Capote, Jorge Luis Borges, Ernest Hemingway, Dorothy Parker y todos esos autores maravillosos. Y en todos encuentro algo que evoca mi propia formaci¨®n: lo que m¨¢s te puede influir es lo que lees cuando tienes entre 10 y 14 a?os. Nabokov dec¨ªa lo mismo. Y es verdad. Debes tener la esperanza de que lo que caiga en tus manos a esa edad sea lo correcto, lo que te forme un criterio a la hora de seguir leyendo, y eventualmente de escribir, si ¨¦se es tu camino. ?sa es la raz¨®n por la que ahora me siento m¨¢s del lado de Jane Austen que de Lawrence Sterne, porque entonces le¨ªa a Austen. Mucho de lo que le¨ª en esa ¨¦poca se me antoja ahora extraordinariamente significativo. Y con las entrevistas de The Paris Review te das cuenta de que los escritores se dividen, en general, en apol¨ªneos y dionisiacos. Yo me considero m¨¢s del lado de Apolo. Lo que le¨ª a esa edad contribuy¨® a formarme. Y ahora intento acercarme a otras obras; intento recordar que debo conocer a ciertos escritores, como Hemingway. Nunca le¨ª a Hemingway.
?Y la lectura afecta a su estilo, a su obra? ?Afecta m¨¢s a la literatura o a la vida?
A medida que te haces mayor, te das cuenta de que los libros de ahora no son tan significativos como aquellos que le¨ªste de joven. Es pr¨¢cticamente imposible que un libro ahora pueda llegar a transformar mi escritura. Leer es muy parecido a hacer dieta. Hay ciertas obras que no resultan beneficiosas, seg¨²n la dieta en la que est¨¦s. A m¨ª, por ejemplo, no me va bien leer mucho a Nabokov: afecta a mi prosa. Una mala influencia. E intento leer aquello que sea una buena influencia. Cada escritor sabe qu¨¦ es lo que le conviene en cada momento, y un libro te lleva a otro. De momento, quisiera leer a muchos: de Dorothy Parker, Saul Bellow o William Maxwell?, a todos esos que en su momento no cre¨ª importantes. Las cosas cambian. Y hoy no tengo la m¨¢s m¨ªnima necesidad de leer otra novela inglesa del siglo XIX. ?Es m¨¢s, si nunca leo otra, no me perder¨¦ nada!
?Y lee poes¨ªa?
No. Aunque mi marido es poeta. Y me gustan poetas como Philip Larkin. O los polacos. Pero no me inclino mucho por ella, la leo escasamente, no la practico nada. Mi marido me pasa poemas, pero la poes¨ªa no forma parte de mi instinto natural? Claro que hay autores que me merecen mucho respeto: Larkin, Keats?
Cuando se sent¨® a escribir su primer libro, ?quer¨ªa cambiar su vida o la literatura?
Cuando tienes 19 a?os, la edad que yo ten¨ªa cuando escrib¨ª Dientes blancos, lo que quieres es impresionar a la gente. No es una buena raz¨®n para escribir una novela, pero supongo que es lo que quer¨ªa hacer. Escribir una novela es el resultado de haber pasado quince a?os leyendo. Por eso las primeras obras son tan derivativas, tan agradables. Cuando leo una primera novela de alguien, parece que se produce una explosi¨®n, como si el autor apareciera con un enorme tambor e hiciera ?tach¨¢n! Aunque a veces resultan horribles.
Escribi¨® usted con entusiasmo de la felicidad extrema que supone terminar un libro? Le debe suceder?
S¨ª, ¨¦sa es una de las razones principales por las que la gente sigue escribiendo libros: por el entusiasmo de terminarlos. La felicidad de finalizar un libro es incre¨ªble. A m¨ª no me gusta mucho hablar con escritores. Hay escritores obsesivos, inaguantables, siempre hablan de lo mismo. Pero cuando me encuentro con algunos les hago esta pregunta: qu¨¦ sienten cuando acaban. David Mitchell, cuyo ¨²ltimo libro es Black swan green, me dijo que lo tiene todo planificado. ?Tiene planificados sus pr¨®ximos ocho libros! Cuando acaba uno, s¨®lo pasa una tarde antes de comenzar el siguiente. ?Algo muy obsesivo! En casos normales, esta felicidad no dura mucho, y hay que volver a sentarse a escribir.
?Qu¨¦ ocurre cuando escribe?
Arrancar para m¨ª consiste en empezar, parar y volver a empezar. Es m¨¢s una cuesti¨®n de ir afianzando el tono. Tengo una novela en mente que quiero escribir, y quiero abordarla de una manera muy clara: es quiz¨¢ algo que tiene que ver con la edad, y no es que yo sea muy mayor. De pronto, todas las florituras han pasado a resultarme irrelevantes. Quiero decir las cosas como las siento. Sin darle tanta importancia a las met¨¢foras o a los adjetivos. Eso ahora ya no tiene sentido para m¨ª.
?Qu¨¦ met¨¢foras le rondan ahora?
Justo ahora estaba leyendo una entrevista a Jorge Luis Borges, y ¨¦l dec¨ªa que cuando era joven le obsesionaba buscar met¨¢foras inusuales; pero, a medida que se fue haciendo mayor, se dio cuenta de que las ¨²nicas met¨¢foras v¨¢lidas eran las del estilo de "la vida es como un camino" o "la muerte es como el sue?o" o "la vida es sue?o"? ?sas son las met¨¢foras que resultan significativas. Resuenan. Lo dem¨¢s es intentar conjugar dos cosas que son totalmente diferentes. Esto resulta entretenido para el cerebro, pero dura lo que dura. Algunas met¨¢foras no significan gran cosa porque sus palabras nunca deber¨ªan juntarse. Y creo que Borges tiene raz¨®n. El lenguaje extravagante me provoca una sonrisa. Me gusta leerlo, y de hecho hay algunos pasajes brillantes de Nabokov que me alucinan? Sus met¨¢foras son extraordinarias, pero despu¨¦s de un rato empiezo a notar un cierto estre?imiento visual o mental? A medida que te vas haciendo mayor cambias. No quiero decir que te vayas haciendo minimalista a medida que te haces mayor? Yo jam¨¢s podr¨ªa ser minimalista. Pero s¨ª es cierto que te preocupa m¨¢s el decir lo que necesitas decir de la manera m¨¢s clara posible. Eso es lo que se convierte en imprescindible.
Antes le pregunt¨¦ c¨®mo era a los 14 a?os. Porque dijo que cualquiera que no puede explicar su obra a un ni?o es un charlat¨¢n.
Ahora no creo que eso sea totalmente cierto. La complejidad es importante. Siempre deber¨ªa haber algo de misterio en tu trabajo. Me asombra c¨®mo algunos escritores llegan a las presentaciones de sus libros y los sacan de las cajas cual modelos de avi¨®n prefabricados. ?Como si en ellos no hubiera misterios! Encuentro que cuanto m¨¢s escribes, m¨¢s te das cuenta del misterio de escribir. Aunque sea algo freudiano o subconsciente, siempre hay algo que no controlas, que simplemente ocurre. Cuantos m¨¢s autores conoces, m¨¢s sabes diferenciar al escritor y al que no lo es. S¨®lo hay que fijarse. Ni siquiera tienes que hablar con ellos para darte cuenta. Salta a la vista. A los de verdad no les gusta mucho entrar en detalle sobre su obra.
"No tengo la voluntad necesaria para ser una gran escritora. Uno ha de elegir y yo he elegido vivir". Lo dijo usted.
?Todas esas citas que vuelven para atormentarme!? Es una idea muy del siglo XX, y muy masculina, la de tener que trabajar y que tu familia y tu mujer se vayan al garete mientras t¨² te sientas y escribes esos libros maravillosos? ?Pero los libros de los hombres que han hecho eso ni siquiera son buenos! Es posible vivir la vida y ser escritor. Cada vez hay m¨¢s que viven una vida real, y no parece que su obra sufra mucho. ?Al contrario, sus libros son aquellos que apetece leer! De m¨¢s joven, yo ten¨ªa una noci¨®n err¨®nea sobre la genialidad. Cuando hablo con Martin Amis o con Craig Raine, escritores que considero muy buenos, observo que tienen una noci¨®n muy anticuada sobre el ranking de autores. Te dir¨¢n: Joyce entra en el primero y Greene pertenece a la segunda clase. ?Es una aberraci¨®n! Hay cantidad de libros peque?os, de autores desconocidos, que son interesantes, pero son considerados de segunda. ?No lo son! Edith Warton no es de segunda. Eso son tonter¨ªas, ?es algo propio de machitos! Yo ya no me creo que esto sea una carrera de caballos.
Jovenc¨ªsima y con mucho ¨¦xito. ?C¨®mo cree que le ha afectado?
La gente habla de esto como si fuera algo inusual. Pero lo que resulta dif¨ªcil es encontrar a alg¨²n escritor ingl¨¦s que no haya escrito su primera novela a los 20 a?os. La gente tiene la memoria muy corta? ?Ocurre casi con cualquier escritor de mi generaci¨®n, y de la anterior! Ian McEwan fue el que m¨¢s tard¨® en escribir su primera novela, ?y la hizo a los 27! El resto eran muy j¨®venes cuando empezaron. Lo m¨ªo no es at¨ªpico. Casi todos los escritores del mundo comienzan a escribir muy j¨®venes. Leen y leen, y un buen d¨ªa empiezan a escribir. Lo que puede resultar extra?o es el ¨¦xito que obtengan de p¨²blico. Pero aun as¨ª, la mayor¨ªa de escritores ingleses empez¨® a vivir de lo que creaban desde temprana edad. Lo de escribir me lo tomo muy en serio. El dinero ayuda, pero no hace que el libro sea bueno; las buenas cr¨ªticas no hacen que un libro sea bueno. Y las ventas tampoco lo convierten en bueno. Est¨¢ bien toda la atenci¨®n que le han prestado; pero cuando yo haya muerto, Dientes blancos seguir¨¢ siendo el libro que es.
Le abri¨® la puerta a la celebridad?
Lo ¨²nico que agradezco de esto es que me permiti¨® conocer a tantos escritores grandes que significaban tanto para m¨ª. ?Pod¨ªa estar sentada con ellos, tomando el t¨¦, hablando de lo que me interesaba! Esto es lo mejor del ¨¦xito que me proporcion¨® ese libro. El resto?, lo tirar¨ªa por la borda.
Ahora que ha conocido a tantos, ?no le parece que a veces los escritores no son tan buenos como los libros que escriben?
No, nunca lo he sentido. Te puede ocurrir cuando tienes que entrevistarles: suelen ser un poco recalcitrantes? Pero eso no pasa cuando un escritor conoce a otro y hay inter¨¦s por ambas partes. Las mejores tardes que he pasado en mi vida han tenido lugar en compa?¨ªa de escritores.
Lee entrevistas con escritores en 'The Paris Review'. Es como entrar en su cocina.
Lo que me asombra de ellas, y sobre todo en comparaci¨®n con las entrevistas que se hacen en el Reino Unido, es que ¨¦stas son combativas, procuran descubrir este lado oculto y misterioso del escritor, lo que en ¨¦l hay de oscuro? Lo que ocurre en The Paris Review es que los propios autores son invitados a corregir las entrevistas. Normalmente el entrevistador se cree una especie de psic¨®logo que va a desenterrar algo? Pero cuando le concedes al escritor el poder de preparar su propia entrevista, el resultado puede ser muy revelador. Los entrevistadores de ahora parece que quieren ir a pillar al escritor. Pero en ¨¦stas de The Paris Review, en las que el escritor puede revisar, editar y cambiar cosas, se abre la posibilidad de que t¨² conozcas m¨¢s de cerca al personaje que en una entrevista normal. Esto lo encuentro fascinante. Hemingway, por su manera de editar y preparar sus entrevistas, se revela como una persona repulsiva. ?Se ve que siempre quer¨ªa aparecer como el hombre fuerte y macho?! En cambio, Borges resulta una delicia de persona. En Inglaterra me niego a que me entrevisten. Si me diesen la oportunidad lo har¨ªa a trav¨¦s de e-mail. Porque soy escritora, no oradora. Y los periodistas obtendr¨ªan mucho m¨¢s si me permitiesen tiempo para pensar las respuestas.
Tras entrevistar a Eminem, usted afirm¨® que jam¨¢s entrevistar¨ªa a otra persona?
Era dif¨ªcil hacer una entrevista as¨ª. No por ¨¦l, que es muy buena persona, sino por la tonter¨ªa que surge alrededor de alguien famoso. Pensaba que era un genio y quer¨ªa hablar de su trabajo. No estaba all¨ª para atacarle o sacarle de quicio. S¨®lo me interesaba su obra, no su vida personal. Cuando comenc¨¦ la entrevista, ¨¦l se mostraba muy t¨ªmido, pero cuando se dio cuenta de que no le iba a preguntar nada personal, se relaj¨®. Acostumbrado a que los periodistas entrasen a matar, estaba all¨ª como petrificado. Cuando les aseguras que lo que les ocurre en su vida te da igual y lo que quieres saber son cosas acerca de su obra, este tipo de famosos se relajan y encima son capaces de brindarte alg¨²n detalle personal? Esa idea de que la entrevista sea un juego, una especie de caza de la intimidad de la gente, no la entiendo?
Tal vez sea la parte banal del periodismo: gente que no quiere saber c¨®mo es la gente, sino qu¨¦ lleva puesto?
S¨ª, exacto. La mayor¨ªa de entrevistas que me hacen empiezan con una descripci¨®n de mi vestimenta. Es deprimente. Intento no prestarle mucha atenci¨®n. A m¨ª lo que me interesa de los artistas es su arte. Lo dem¨¢s me da igual. Cuando era joven y le¨ªa a los escritores ingleses, no recuerdo haber pensado en c¨®mo eran f¨ªsicamente. De hecho, no ten¨ªa ni idea de c¨®mo eran. Es irrelevante. Ahora parece que eso es lo que m¨¢s le interesa a la gente.
?Y si pudiera entrevistar a alguien, pasado o presente, a qui¨¦n elegir¨ªa?
Las ¨²nicas personas que me gustar¨ªa conocer son escritores. Aquellos otros con los que pude vivir una especie de relaci¨®n iconogr¨¢fica ya est¨¢n muertos: Jimmy Stewart, Katharine Hepburn? No hay mucha gente que quiera conocer, la verdad. No me interesan.
Dijo usted algo sobre la necesidad de los libros -de sus propios libros— que recuerda lo que dijo Juan Rulfo sobre 'Pedro P¨¢ramo': busc¨® un libro as¨ª en su biblioteca y no lo encontr¨®, as¨ª que lo escribi¨®?
Es cierto, ocurre. Nos pasa a todos. Vamos a las librer¨ªas tras algo que no logramos encontrar. Y acabas escribiendo el libro que necesitas. Pero una vez que lo has escrito, dejas de necesitarlo. Y es duro. Los escritores veteranos suelen decir que entre sus libros siempre hay alguno que les gusta, que pueden releer. Pero a m¨ª nunca me ha pasado. Recientemente hice algo que nunca hago, leerme otra vez. Le¨ª The autograph man [su segundo libro] y tuve la sensaci¨®n de que hab¨ªa sido escrito por otra persona.
?Qu¨¦ impulso hubo antes de 'Dientes blancos'?
Me pas¨¦ toda la adolescencia enamorada de alguien que no me quer¨ªa. Se trata de una experiencia com¨²n entre escritores j¨®venes. Tener un objeto de deseo representa un buen motor para escribir, o para empezar a escribir. ?se fue el impulso.
Ese libro se convirti¨® en 'best seller', se tradujo a muchos idiomas. ?No le result¨® extra?o tanto ¨¦xito para una chica tan joven?
S¨ª, fue incre¨ªble. Se puso de moda. Y cuando algo est¨¢ de moda, todo el mundo lo lee. Fue muy importante para m¨ª. Ahora que han pasado 10 a?os puedo mirar hacia atr¨¢s y disfrutar recordando ciertos momentos, pero entonces lo pas¨¦ fatal; recuerdo que intentaba no darle importancia. Me resultaba extra?o que de pronto todas esas personas supieran algo de m¨ª. Hoy, sin embargo, me resulta gracioso pensar que en Finlandia me leen? Lo m¨¢s divertido es hablar con gente que te cuenta que lo ha le¨ªdo con 14 a?os? Esto continuar¨¢ ocurriendo, y las diferencias de edad ser¨¢n cada vez mayores. S¨¦ que ense?an mi libro en los colegios, obligatoriamente. No estoy de acuerdo con esa obligatoriedad, pero, en fin, lo estudian con otros libros; pero ya el hecho de que te estudien produce una sensaci¨®n extra?a.
?Sinti¨® miedo a la hora de abordar otro libro, despu¨¦s del ¨¦xito de ¨¦se?
Eso del s¨ªndrome de la segunda novela forma parte de las tonter¨ªas medi¨¢ticas. Soy escritora y no voy a parar de escribir. Escribir¨¦ libros buenos o malos, pero continuar¨¦ haci¨¦ndolo. Prefiero pensar a largo plazo. No es lo mismo escribir un libro pasable que ser un mal escritor. Los malos escritores lo son el martes, el jueves y el mi¨¦rcoles que viene. Pero los buenos, a veces tambi¨¦n escriben libros malos. Eso ocurre, es normal. Saul Bellow es un escritor incre¨ªble, pero tiene cuatro libros que personalmente considero terribles. Son muy, muy malos. As¨ª es la vida.
?Qu¨¦ es un buen escritor?
Es dif¨ªcil de definir. Lo sabes cuando lo lees. Muchas veces se hace obvio en el primer p¨¢rrafo? Ah¨ª ya sabes que el autor no te va hacer sentir abochornada, que no es ning¨²n tonto, o demasiado pretencioso? Es algo obvio. Aunque el libro no sea de tu estilo, no importa. Hay muchos escritores que no son de mi estilo, pero eso no los convierte en malos. Ballard es un buen ejemplo. A m¨ª no me interesa personalmente, pero es extraordinario?
En 'Sobre la belleza' decidi¨® enfrentar dos mundos, dos familias, una inglesa y otra norteamericana. Escribi¨® sobre ellas porque quer¨ªa saber qui¨¦nes eran. ?Conclusiones?
No s¨¦ si las he sacado. Pero haber vivido en Estados Unidos, en 2003, tuvo su efecto sobre m¨ª. Es un pa¨ªs binario, lleno de debate pol¨ªtico. Si hay algo que no soporto es precisamente el debate pol¨ªtico. Lo encuentro vergonzoso. No puedo verlo en televisi¨®n, no puedo leerlo en los peri¨®dicos. La gente que habla de pol¨ªtica en los bares me resulta muy desagradable. As¨ª que escribir las escenas pol¨ªticas del libro fue algo extremadamente dif¨ªcil, porque la pol¨ªtica es para m¨ª la peor forma de comunicaci¨®n. Me hace sentir n¨¢useas. Escribir esas escenas fue una tortura.
Hay mucho humor en el libro. ?Se divierte escribiendo?
?Espero que mis libros nunca pierdan gracia! A m¨ª lo que me gusta de verdad son los c¨®micos; me gusta conocer a escritores, pero lo que me encanta es conocer a los c¨®micos. Y, f¨ªjate, cuando los conoces te das cuenta de que odian a su p¨²blico, est¨¢n llenos de desprecio? Cuanto m¨¢s intelectual sea el c¨®mico, menos chistes cuenta, hasta que el chiste desaparece totalmente y se dedican a atacar al p¨²blico, como en el caso de Jenny Bruce. No quiero convertirme en alguien como Bruce, pero me gustar¨ªa encontrar formas de hacer re¨ªr a la gente que no sean tan facilonas. Y espero que en Sobre la belleza el humor nazca de otro lugar que no sea el m¨¢s f¨¢cil o el m¨¢s ingenioso.
Pertenece a una generaci¨®n de brit¨¢nicos que nacieron con Margaret Thatcher y vivieron con Tony Blair. ?C¨®mo ve ahora el mundo alrededor?
Como la gente de mi generaci¨®n, no estoy interesada en la pol¨ªtica, sino en la metaf¨ªsica. No leo peri¨®dicos. Odio todo eso, se lo dejo a mi marido? No es que no me interese el mundo, es que aprendo m¨¢s leyendo otras cosas. Lo ¨²nico sobre pol¨ªtica lo leo en The New Yorker, que tiene m¨¢s informaci¨®n sobre la guerra de Irak que la necesaria. De todos modos, no me formo una opini¨®n de algo por un art¨ªculo. ?A veces con Schopenhauer comprendo mejor el mundo! Siento desesperanza, como todos, pero este tipo de apocalipsis que vemos hoy ocurre en cada d¨¦cada, y no hay que darle importancia. A veces pienso que lo que ocurre en Irak es min¨²sculo al lado de lo que ocurre en Groenlandia. Me sorprendo pensando m¨¢s sobre los bloques de hielo que se derriten que sobre la guerra. Porque esto es lo que realmente est¨¢ pasando.
Mientras hablamos hay escritores como usted que est¨¢n perseguidos, que no pueden decir sus opiniones?
S¨ª, hay escritores en todo el mundo que viven bajo la censura, y yo tengo la suerte de no ser uno, de manera que la pregunta siempre es la misma: ya que tienes la libertad de hacerlo, ?por qu¨¦ no escribes sobre pol¨ªtica? Es una trampa. Mientras Nabokov escrib¨ªa Lolita, sus colegas en Rusia se jugaban la vida, y aun as¨ª prefiri¨® escribir esa novela. Lolita le ha ense?ado m¨¢s al mundo sobre la libertad que lo que Pasternak pudo hacer en toda su existencia. Mereci¨® la pena. Nabokov simboliza la libertad, y seguir¨¢ haci¨¦ndolo. No importa cu¨¢nto te presione la gente; de un modo u otro, cualquier persona siempre podr¨¢ escribir lo que quiera. No digo que no se escriba sobre pol¨ªtica; hay gente que s¨ª deber¨ªa hacerlo. Pero los que no lo sientan como algo natural, no deber¨ªan hacerlo.
La belleza, el asunto de su ¨²ltimo libro. ?Qu¨¦ es para usted la belleza?
Es una colecci¨®n infinita de cosas. Para m¨ª empieza por las caras de las personas. Soy muy afortunada en este sentido. Descubro la belleza al ver a dos personas hablando por la calle, en una piedra, en un ¨¢rbol, en alg¨²n chiste? En la oportunidad de sentarse y leer cualquier cosa. Todo eso es belleza. Por eso no entiendo a la gente que se deprime teniendo tantas cosas bellas alrededor. Me siento feliz y siempre lo he sido. Puedo ser melanc¨®lica o sentirme triste, pero no soy capaz de deprimirme. Encuentro muy dif¨ªcil sentirme miserable durante mucho tiempo. Sin ser religiosa, tengo una especie de sentido del ¨¦xtasis religioso. Siempre he sentido alegr¨ªa. Soy as¨ª.
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