Estoy aprendiendo qu¨¦ tipo de escritora soy
Para un escritor, cada nueva novela es una correcci¨®n de la anterior. ?Los lectores lo entienden? Es dif¨ªcil saber qu¨¦ piensan los lectores sobre los escritores. Tal vez crean que un autor ofrece su ¨²ltima novela al "p¨²blico lector" con el siguiente esp¨ªritu triunfal: "Bueno, est¨¢ bien, ?no? ?ste es el tipo de cosas que son incuestionablemente buenas. Lo que les ofrec¨ª la ¨²ltima vez sin duda era muy bueno, pero ahora est¨¢n de suerte, ?y les dar¨¦ algo realmente espl¨¦ndido!". ?Es esto lo que piensan los lectores?
Triunfante es como me imagino que se sentir¨ªa Unilever al anunciar al mundo un nuevo jab¨®n en polvo que lave m¨¢s blanco que ning¨²n otro en el mercado: satisfacci¨®n garantizada. Pero con las novelas es dif¨ªcil estar seguro de c¨®mo lavar¨¢n o de qui¨¦n quedar¨¢ satisfecho, en especial el propio autor.
Nadie necesita nada que uno vaya a escribir. La gente necesita queso, coches o vestidos de noche
Cada nueva novela se asemeja bastante a un nuevo tropiezo que uno da en p¨²blico. Correcci¨®n es el t¨¦rmino que creo que m¨¢s se ajusta. Cuando escribes, siempre piensas que puedes corregir tu rumbo y llegar a la novela perfecta. En este sentido, los lectores que hace mucho que sufren saben m¨¢s que los escritores: no funciona as¨ª. Una correcci¨®n literaria es algo complicado de realizar. Mientras se deshace de viejos malos h¨¢bitos, el escritor se contagia de otros nuevos sin darse cuenta.
Supongamos que decide que odia la "iron¨ªa"; la echa por la borda, pero ahora ha perdido el sentido del humor. Decide deshacerse de una trama compleja y artificial... Vaya, no le queda historia que contar. O le da la espalda a la hip¨¦rbole y se vuelve tan sobrio que ya no dice gran cosa.
Es una peculiar lucha de revisiones y equilibrios. En alg¨²n lugar de la habitaci¨®n, flota sobre ti la novela m¨¢s incre¨ªble y plat¨®nica, y tu ¨²nico trabajo -tal vez el trabajo de tu vida- consiste en intentar echarle el lazo al maldito libro, arrastrarlo a la Tierra hasta tu ordenador. Cuando un escritor se sienta para comenzar, siempre afronta las mismas dos preguntas: ?qu¨¦ tipo de novela quiero escribir? Y, m¨¢s tarde: ?la he escrito?
Mientras escrib¨ªa Sobre la belleza, la pregunta que me preocupaba m¨¢s era la primera, como siempre. Desde el principio, no ten¨ªa nada claro si era el tipo de novela que quer¨ªa crear o ni siquiera la que me apetec¨ªa leer.
?Un libro sobre una familia erudita que vive en Estados Unidos? ?Con tres hijos? ?Ambientada en un campus universitario? ?Una comedia suburbana burguesa? ?El marido es infiel? ?Y ya est¨¢? ?Me gustan este tipo de cosas? ?Es esto lo que necesita alguien ahora mismo? (?sta, por cierto, es la peor pregunta que cualquier escritor puede formular. Nadie necesita nada que uno vaya a escribir. La gente necesita queso, coches o vestidos de noche. En momentos de expansi¨®n o de recesi¨®n, en la paz o en el holocausto nuclear, tu novela siempre es absolutamente superflua, as¨ª que puedes escribir lo que te plazca).
Envi¨¦ fragmentos de ella a todo el mundo que conozco, como siempre hago: amigos, escritores, directores, a mi madre, a mis ex alumnos, a extra?os por Internet; no me gusta que me editen, me gusta que me editen por comit¨¦. La gente me sugiri¨® cambios, y yo los acept¨¦.
En varias ocasiones tuvieron que convencerme para que no abandonara por completo el libro. Es incre¨ªblemente dif¨ªcil acallar la voz del gremlin literario: ?por qu¨¦ iba a querer alguien leer esto?
El mejor ant¨ªdoto para esa sensaci¨®n es entrar en una librer¨ªa y recorrer las estanter¨ªas en busca de algo para leer; escrutar alfab¨¦ticamente: no, ¨¦se no, ni ¨¦se; ¨¦se ya lo he le¨ªdo, y ¨¦se; ¨¦se me encant¨®; ¨¦ste lo odio... Pero ?qu¨¦ estoy buscando?
Bueno, como casi todo el mundo, busco una novela que sea algo m¨¢s... que tenga un argumento que no... con un di¨¢logo que te haga desear... y gente que creas que... Y luego, si eres escritor, te das cuenta de que esto tan particular e idiosincr¨¢sico -un libro que te guste- es, por supuesto, lo que est¨¢s intentando escribir.
Cuando acab¨¦ Sobre la belleza y como una ni?a escrib¨ª FIN al final, me estremeci¨® la sensaci¨®n de que hab¨ªa escrito justamente el libro que esperaba. Llor¨¦, beb¨ª mucho, bail¨¦ en el jard¨ªn y me ca¨ª. B¨¢sicamente, lo disfrut¨¦ mientras pude. No era tan tonta como para confiar en esa sensaci¨®n: me sent¨ª igual con el anterior y con el anterior a ¨¦se.
Esa sensaci¨®n dura unas cuatro horas (quiz¨¢ algo m¨¢s en el caso de Norman Mailer), y es tan dichosa que es pr¨¢cticamente trascendental, pero no es real: durante cuatro horas no eres t¨², eres un genio, y este libro no es obra tuya, sino que ha ca¨ªdo de los cielos.
Pero el ¨¦xtasis no tarda en convertirse en odio, cuaja y se transforma en tolerancia y, unas semanas despu¨¦s, durante la edici¨®n, cae en una aburrida resignaci¨®n. Despu¨¦s de todo, no es un libro ca¨ªdo del cielo. Es un libro escrito por ti, e incluye, en la proporci¨®n correcta, los diversos aspectos positivos y negativos de ti, las vicisitudes de tu personalidad, tu ambici¨®n, tu voluntad y tu talento.
Es tuyo, de acuerdo. Lo reconoces, del mismo modo en que conoces tus pretextos amorosos y tu temperamento. Cuando tienes 18 a?os (vale, cuando ten¨ªa 18 a?os), tienes la falsa idea de que si hubieras de convertirte en escritor, ser¨ªas inagotable; cada uno de tus libros ser¨ªa bastante distinto del anterior, y nunca te sorprender¨ªan recorriendo los mismos temas e ideas, o dando vueltas obsesivamente por un terreno conocido y nost¨¢lgico como el pobre y viejo Philip Roth.
?Eres joven! ?No tienes l¨ªmites! Y, de hecho, hay unos cuantos escritores fuera de lo com¨²n que pr¨¢cticamente no parecen tener ego, que poseen el don keatsiano de la capacidad negativa; eligen una nueva tem¨¢tica, un nuevo mundo, en cada excursi¨®n. Son radicalmente cambiantes.
Graham Greene era un poco as¨ª, y saltaba de pa¨ªs en pa¨ªs (aunque con ¨¦l, viajar era una constante). M¨¢s recientemente, Michael Faber se ha convertido en un inteligente camale¨®n literario.
Son excepciones. La mayor¨ªa de los escritores no tienen m¨¢s posibilidades de huir de s¨ª mismos en la p¨¢gina que en el div¨¢n del psiquiatra. Yo pens¨¦ "Dios m¨ªo" cuando recib¨ª las galeradas de Sobre la belleza, donde cada p¨¢gina est¨¢ representada exactamente con la misma tipograf¨ªa que mis dos anteriores trabajos, Yo de nuevo.
Pero si hubo cierta decepci¨®n al concluir Sobre la belleza, se vio contrarrestada por grandes dosis de alegr¨ªa al escribirlo. Me encuentro en un estadio tan temprano de mi vida como escritora (espero) que cada nueva novela supone, como quiz¨¢ dir¨ªan en la sala de juntas de Unilever, una "pronunciada curva de aprendizaje". Estoy aprendiendo qu¨¦ tipo de escritora soy.
Este art¨ªculo es un fragmento de un texto en el que la autora comenta su ¨²ltima novela, Sobre la belleza. Traducci¨®n de News Clips. (c) Zadie Smith.
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