Fauna de Barcelona
Las ¨²ltimas noticias sobre la ciudad y los animales no han sido alentadoras. En la Rambla, los puestos de animalillos est¨¢n amenazados por un proyecto de reclusi¨®n en comercios especializados que negar¨ªa a los paseantes la alegr¨ªa colorida de los jilgueros y periquitos, la indiferencia elegante y muda de los peces, la altivez est¨¢tica de los reptiles, el nervioso piar de los polluelos o el sopor tibio de los roedores acurrucados. Al parecer, este ej¨¦rcito menudo se ha vuelto m¨¢s insalubre y amenazante que la hamburguesa con doble colesterol y las autoridades estudian librarnos de ¨¦l, por nuestro bien, faltar¨ªa m¨¢s. Tampoco los toros pasan por su mejor ¨¦poca. Sus espect¨¢culos en la Monumental congregan a menos adeptos que las hamburgueser¨ªas, por lo que ya los empresarios piensan en cerrar plazas y dedicarse a la carne picada, sin necesidad de lidiarla previamente. Los antitaurinos ven en ello un signo de civilizaci¨®n, pero acaso no han reparado en que otros animales se van a quedar sin empleo, como los esforzados mulos que arrastran a los bravos cad¨¢veres por la arena o los tristes caballos de los picadores, empetados y ciegos. ?Y qu¨¦ decir del zoo? Ensimismado en su rinc¨®n de la Ciutadella, escruta el futuro con temor a verse severamente mutilado cuando los animales marinos, de dos en dos, u¨¢, u¨¢, abandonen el recinto para instalarse a la vera de la placa fotovoltaica del F¨®rum.
Con tal sombr¨ªa perspectiva, me fui el s¨¢bado a la cabalgata de los Tres Tombs. Debo decir que acert¨¦, pues me levant¨® el ¨¢nimo comprobar que la relaci¨®n de los barceloneses con su fauna sigue siendo c¨¢lida y entra?able. Y no creo que ese positivo sentimiento quede limitado a la festividad de san Antonio Abad, patr¨®n de los animales dom¨¦sticos, bajo cuya advocaci¨®n se celebra este desfile, sino que se alarga durante todo el a?o. San Antonio era un afamado milagrero de la Tebaida que un buen d¨ªa fue llamado por el gobernador de Barcelona para que sanara a su hija. Seg¨²n la tradici¨®n, o sea, seg¨²n Joan Amades, el santo se subi¨® a una nube en forma de barca y atrac¨® en una playa junto a la Ciutadella, bautizada con su nombre. Ni que decir tiene que en un periquete liber¨® a la moza de los demonios que la pose¨ªan y, ya de paso, tambi¨¦n san¨® a un gorrinillo enfermo que la cerda de su madre hab¨ªa empujado a su paso para que le echara un vistazo. Desde entonces se representa a San Antonio acompa?ado por un simp¨¢tico cerdito modelo Bave. En cuanto a los Tres Tombs, Amades se inclina por pensar que hac¨ªa referencia a las tres vueltas que la comitiva ecuestre daba ante la iglesia hoy desaparecida dedicada al santo, junto a la muralla.
La verdad es que sigue siendo una fiesta muy arraigada entre los vecinos del barrio de Sant Antoni. Poco antes de las once de la ma?ana, en la confluencia de las calles de Borrell y Floridablanca, hubo el s¨¢bado una suelta de 150 palomas mensajeras, organizada por la Federaci¨®n Colomb¨®fila Catalana y que fue la se?al para que jinetes y carruajes se pusieran en marcha. Abr¨ªa el desfile la banda de la Guardia Urbana montada. Por detr¨¢s iba un grupo de jinetes de aire f¨²nebre, vestidos de etiqueta y con sombrero de copa. Seguidos por carrozas de varios tipos, desde lujosas calesas hasta humildes remolques agr¨ªcolas, pasando por un vistoso tiro de cuatro caballos para la distribuci¨®n de cerveza -la Damm insiste en su afortunada campa?a publicitaria inspirada en Moulin Rouge- o "el carro m¨¢s grande de Catalu?a", llegado de Anglesola (Lleida), un armatoste de cerca de cinco toneladas tirado por cinco poderosos caballos bretones en l¨ªnea. Entre los jinetes, sin duda el m¨¢s original era uno que llevaba una impresionante pit¨®n albina rode¨¢ndole el cuello. La comitiva alcanz¨® el cl¨ªmax festivo en la ronda, frente a los Escolapios. Un mos¨¦n bendec¨ªa a los caballos y a los chuchos, gatos, h¨¢msters, un conejo y una tortuga con la senyera que sus propietarios pon¨ªan a tiro de aspersor. Me cay¨® simp¨¢tica Petita, una perrita tuerta, de cinco a?os, que su due?o paseaba subida a un sidecar artesano adosado a una bicicleta. "Lo constru¨ª para llevar a mi nieta. Pero ahora ella ya es mayor y llevo a Petita, que recog¨ª de la calle", dec¨ªa el se?or, y la perrita parec¨ªa com¨¦rselo de cari?o con su mirada l¨ªquida y saltona.
La comitiva bajaba por la Rambla hasta Col¨®n, pero yo me fui a esperarles a la plaza de Sant Jaume, ocupada en ese momento por otro tipo de fauna, una peque?a concentraci¨®n independentista a favor de la autodeterminaci¨®n del Pa¨ªs Vasco, entre la que se hallaba mos¨¦n Xirinacs, pero no Antoni Ribas en su tienda de campa?a, y sinceramente le ech¨¦ en falta. Para hacer tiempo me fui a tomar una ca?ita y unas olivas en la plaza de Sant Miquel, en la terraza del restaurante Mi burrito y yo, cuyo nombre me pareci¨® sumamente adecuado para la ocasi¨®n, aunque una vez pagada la cuenta (6,15 euros) me pregunt¨¦ si no ser¨ªa mejor cambi¨¢rselo por el de Yo, el burrito, visto el precio de guiri de la consumici¨®n. En la Via Laietana tom¨¦ un taxi para regresar a casa. El taxista refunfu?aba por el cirio de tr¨¢fico que hab¨ªan montado los carros. "El domingo pasado fue no s¨¦ qu¨¦ cursa, hoy esto de los jacos y los pitufos de bonito. En esta ciudad cada d¨ªa te explican un cuento". Es cierto: la fauna de Barcelona no se acaba nunca y las historias que genera son interminables.
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