Algo m¨¢s que identidad
Tras la reuni¨®n en la que los tres l¨ªderes pol¨ªticos gallegos decidieron posponer hasta mejor ocasi¨®n la reforma del Estatuto de Autonom¨ªa se coincide en se?alar a la falta de acuerdo sobre la cuesti¨®n identitaria como la principal causa del fracaso. Y el desacuerdo en la definici¨®n identitaria sirve, ciertamente, para analizar los porqu¨¦s del fiasco, tanto los circunstanciales como los de car¨¢cter estructural.
En relaci¨®n con las causas circunstanciales, porque refleja la actitud con la que cada l¨ªder acudi¨® al encuentro. Cinco d¨ªas antes de la reuni¨®n, el BNG propon¨ªa definir a Galicia como "naci¨®n". Los socialistas, recordar que nuestro himno se refiere a Galicia como "naz¨®n de Breog¨¢n"; y los populares, inicialmente partidarios de llevar al pre¨¢mbulo la ya pactada para el articulado definici¨®n de "nacionalidade hist¨®rica", prefirieron dejar el texto susceptible de inclusi¨®n en el pre¨¢mbulo para la reuni¨®n entre los tres l¨ªderes. Los l¨ªmites para el acuerdo aparec¨ªan marcados, por un extremo, por la denominaci¨®n expresa de Galicia como "naci¨®n"; y por otro, como "nacionalidad hist¨®rica"; un eje en el que la "naz¨®n de Breog¨¢n" se situaba en zona intermedia. El optimismo se adue?¨® de muchos tras anunciar el presidente que presentar¨ªa una propuesta "im¨¢n", concretada en "una referencia de car¨¢cter hist¨®rico a la naci¨®n" que "no pudiese ser interpretada en t¨¦rminos jur¨ªdicos".
El esperado texto im¨¢n consisti¨® en sustituir la frase "o noso himno ref¨ªrese a Galicia como a naz¨®n de Breog¨¢n" por la f¨®rmula "fogar e naci¨®n com¨²n dos galegos", supuestamente (porque no lo est¨¢) "recogida en la Ley de S¨ªmbolos de Galicia". Naturalmente, si nos atenemos a los extremos del eje mencionado, tan l¨®gico es el apoyo sobrevenido de Quintana como el rechazo de N¨²?ez Feij¨®o, quien probablemente se sinti¨® igual que aquel confidente de Harry el sucio, cuando rechaz¨® los 20 d¨®lares que le ofrec¨ªa a cambio de informaci¨®n, y como respuesta se encontr¨® con que le ofrec¨ªa 15, con ruego de aceptaci¨®n r¨¢pida, si no quer¨ªa que bajase a 10.
En relaci¨®n con las causas estructurales, la cuesti¨®n identitaria ilustra tambi¨¦n cu¨¢l es el meollo del problema. Porque cuando los tres l¨ªderes se sientan a la mesa en Monte P¨ªo, y pese al elogiable esfuerzo de aproximaci¨®n realizado por los ponentes durante las semanas previas, ¨¦stos a¨²n mantienen 36 votos particulares de car¨¢cter significativo al texto estatutario, y s¨®lo en poco menos de la mitad el PPdeG se enfrenta a socialistas y nacionalistas. Las diferencias se extienden por todo el articulado, y afectan a cuestiones tales como los derechos (la inclusi¨®n de los valores constitucionales en el sistema educativo, o el reconocimiento del derecho de los padres a que sus hijos reciban una educaci¨®n moral y religiosa conforme a sus convicciones); el sistema institucional (mayor¨ªas requeridas para reformar la ley electoral o elegir a los miembros de las instituciones; la promulgaci¨®n de las leyes "en nombre del Rey", etc.); la determinaci¨®n del car¨¢cter exclusivo de varias competencias; la organizaci¨®n del poder local (existencia de las Diputaciones); la bilateralidad en las relaciones institucionales; o en econom¨ªa (financiaci¨®n, inversiones del Estado, etc.). Cuestiones que, al igual que la denominaci¨®n de Galicia, m¨¢s que meras disquisiciones terminol¨®gicas, inciden en la configuraci¨®n de las reglas del juego pol¨ªtico y en el modelo de sociedad.
El pasado mes de mayo, el anterior portavoz nacional del BNG declaraba que si la reforma deb¨ªa contar con el consenso del PP, "ser¨¢ mejor que no haya Estatuto". Se trataba, afirm¨®, de que no se produjese un "escamoteo" an¨¢logo al que se produjo en la transici¨®n, "cuando las fuerzas democr¨¢ticas de verdad renunciaron a organizar el Estado en una Rep¨²blica federal". Se entiende, en fin, por qu¨¦ ni siquiera el optimista Touri?o precis¨® que la reforma se retomar¨ªa tras las elecciones municipales. Las diferencias de fondo aconsejan, efectivamente, aparcar la reforma y tratar de gobernar. Salvo, evidentemente, que se decida, como en Catalu?a, reformar el Estatuto con el apoyo de las dos fuerzas mayoritarias, y luego intentar volver a gobernar con quien, una vez m¨¢s, no se une al consenso estatutario general.
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