La tragedia armenia en Turqu¨ªa
?Existe una maldici¨®n permanente sobre los turcos? Cada vez que las cosas van bien en Turqu¨ªa, surge alguna cosa que provoca un tropiezo. En esta ocasi¨®n es el asesinato, el viernes pasado, de Hrant Dink, periodista, pacifista y uno de los m¨¢s destacados armenios del Estado turco. El pa¨ªs est¨¢ tratando de reaccionar ante el reto. Las emisoras de radio se llenan de voces que denuncian el asesinato, procedentes del Gobierno, los dirigentes isl¨¢micos y el Ej¨¦rcito. Miles de turcos se manifestaron por las calles horas despu¨¦s del asesinato entre gritos de "todos somos armenios, todos somos Hrant Dink".
Est¨¢ en juego la credibilidad de Turqu¨ªa como futuro miembro de la UE. Han detenido a un hombre que ha confesado haber apretado el gatillo -un nacionalista, al parecer-, pero no debe quedar ni sombra de duda sobre la gente y los cerebros responsables del asesinato. No s¨®lo es que Hrant Dink no estuviera protegido por la polic¨ªa. Es que unas leyes perniciosas, unos procesamientos malintencionados y una histeria nacionalista cada vez mayor crearon la atm¨®sfera de linchamiento que convirti¨® a alguien tan encantador como Dink en el enemigo p¨²blico n¨²mero uno.
En otras palabras, lo que mat¨® a Dink es la incapacidad de la rep¨²blica turca para abordar la cuesti¨®n armenia, la acusaci¨®n de que el Estado que la precedi¨®, el Imperio Otomano, mat¨® a 1,5 millones de hombres, mujeres y ni?os armenios en el genocidio de 1915. La Turqu¨ªa oficial sigue empe?ada en negarlo. Los esfuerzos para abrir los archivos y "dejarlo en manos de los historiadores" acaban en callejones sin salida, en parte por la intransigencia de la di¨¢spora armenia pero tambi¨¦n debido a las leyes turcas contra la libertad de expresi¨®n, todav¨ªa presentes en el art¨ªculo 301 del C¨®digo Penal, con sus castigos omnipresentes por "denigrar el car¨¢cter turco". Hablar de las grandes omisiones en la educaci¨®n p¨²blica de Turqu¨ªa sigue siendo tab¨². Incluso un pol¨ªtico tan moderado como el ministro de Exteriores, Abdal¨¢ Gulangrily, se niega a reconocer que Turqu¨ªa tenga que pedir perd¨®n.
La raz¨®n es que los turcos tambi¨¦n tienen motivos para sentirse v¨ªctimas. Las potencias cristianas no piden demasiadas disculpas por la limpieza ¨¦tnica realizada hasta 1923, cien a?os en los que hicieron retroceder las fronteras del Imperio Otomano. El historiador estadounidense Justin McCarthy calcula que murieron cinco millones de musulmanes. En 1915, la Primera Guerra Mundial estaba en su apogeo. Turqu¨ªa sufr¨ªa ataques de Rusia en la parte oriental y de Gran Breta?a y Francia en la parte occidental. Los dirigentes armenios se aliaron descaradamente con los enemigos de Turqu¨ªa, formaron milicias anti-otomanas y exigieron un Estado propio en tierras otomanas.
Adem¨¢s, Turqu¨ªa tiene miedo de que una petici¨®n de perd¨®n pudiera provocar reclamaciones de tierras o bienes armenios confiscados. Los turcos no pueden creer en la sinceridad de los parlamentos extranjeros que, en general mal informados sobre la situaci¨®n, se dejan convencer por la di¨¢spora armenia cuando ¨¦sta presiona para que haya declaraciones sobre el genocidio. Una de esas propuestas tiene grandes probabilidades de ser aprobada por el Congreso de Estados Unidos en abril. Da la impresi¨®n de que la pol¨ªtica, muchas veces, puede m¨¢s que la historia. ?Habr¨ªa declarado el Parlamento franc¨¦s, el a?o pasado, que es delito negar el "genocidio" de los armenios si no hubiera dominado, por otra parte, el deseo de mantener a Turqu¨ªa fuera de la UE? El propio Hrant Dink critic¨® las exageraciones de algunos armenios sobre la maldad turca. En una ocasi¨®n escribi¨® que los armenios de la di¨¢spora deb¨ªan dedicar sus energ¨ªas a apoyar a una Armenia independiente y no "dejar que el odio a los turcos les envenene la sangre".
Pero tambi¨¦n Turqu¨ªa tiene que cambiar de actitud. Es est¨²pido que fuera precisamente esa columna de Dink la que hizo que le procesaran por infringir el art¨ªculo 301, con el pretexto de que hab¨ªa dicho que los turcos eran venenosos. ?C¨®mo es posible que, de todos los escritores turcos acusados de delitos contra dicho art¨ªculo, Dink fuera el ¨²nico condenado a la c¨¢rcel (seis meses, con suspensi¨®n de condena)? Hace tres a?os, seg¨²n contaba Dink, le dijeron: "Te va a pasar algo si contin¨²as"; se lo anunciaron funcionarios del mismo gobernador de Estambul que ahora sugiere, engre¨ªdo, que habr¨ªa que premiar a la polic¨ªa por la velocidad con la que han aprehendido al asesino. (La oficina del gobernador niega haber proferido ninguna amenaza). Los comentaristas est¨¢n eludiendo sutilmente su responsabilidad diciendo que el asesinato es una "provocaci¨®n" o culpando a "fuerzas externas". Muchos han expresado su pesar porque los armenios eran un "bien confiado" a la protecci¨®n de Turqu¨ªa. Ha tenido que ser uno de los asesores del primer ministro Erdogan, Omer Celik, el que se?alara que no son invitados y que "son tan due?os de este pa¨ªs como los turcos".
Ni los turcos ni los armenios pueden seguir as¨ª. El primer ministro Erdogan -cuyo Gobierno fue el primero que concedi¨® a Dink la simple petici¨®n de tener un pasaporte turco- podr¨ªa intentar hacer un gesto significativo. Podr¨ªa abrir la frontera con Armenia, cerrada desde principios de los noventa. Podr¨ªa propulsar una conferencia internacional en la que Turqu¨ªa podr¨ªa defender su tesis de que no ha existido ning¨²n intento centralizado de eliminar a los armenios. Al fin y al cabo, Turqu¨ªa ya ha reconocido oficialmente que murieron 300.000 personas. En los ¨²ltimos a?os ha habido adem¨¢s en el pa¨ªs valientes novelas, pel¨ªculas, exposiciones y conferencias acad¨¦micas que han abordado la tremenda p¨¦rdida que represent¨® para la sociedad turca la desaparici¨®n de los armenios. Y lo mejor que podr¨ªa hacer Erdogan es abolir el art¨ªculo 301, que ha convertido en dianas a todos los intelectuales como Dink. ?Qu¨¦ debate puede existir si el Estado lleva a cualquiera que se aparte de la postura oficial a los tribunales?
Sin embargo, no parece probable que vaya a ocurrir ninguna de estas cosas. Turqu¨ªa celebra elecciones presidenciales y parlamentarias este a?o, y los ultranacionalistas son el principal rival del partido centrista y pro-isl¨¢mico de Erdogan, el partido AK. Europa -cuyo apoyo es fundamental para que el r¨¦gimen turco se sienta seguro y crea que puede emprender reformas- no parece dispuesta a conceder m¨¢s cr¨¦dito pol¨ªtico a Turqu¨ªa.
Por consiguiente, el abismo entre Turqu¨ªa y Europa volver¨¢ a ensancharse. Las ideas confusas y el nacionalismo ensimismado volver¨¢n a afligir al pa¨ªs, y no s¨®lo en su forma de afrontar el problema armenio. El asesinato de Dink es el s¨ªntoma, y no la causa, de unas corrientes negativas persistentes. Y ¨¦sa es la raz¨®n, por supuesto, de que la maldici¨®n de Turqu¨ªa vuelva a golpear una y otra vez tr¨¢gicamente y con tanta facilidad.
Hugh Pope es escritor y periodista residente en Estambul. Su ¨²ltimo libro es Sons of the Conquerors: the Rise of the Turkic World. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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