No jugar con las cosas de comer
Hay una cita cl¨¢sica de Georges Benjamin Clemenceau que es muy utilizada en la OTAN: "La guerra es un asunto demasiado grave para confiarlo a los militares". Lo mismo podr¨ªa decirse del dinero y, por lo tanto, de los consejos de administraci¨®n de las cajas. La gesti¨®n financiera es una cosa muy importante para confiarla a los pol¨ªticos. O por ir a las claras: con las cosas de comer no se juega. Pero como el juguete est¨¢ en manos de los pol¨ªticos se l¨ªan con el Monopoly y pasa lo que est¨¢ pasando en la Caja de Ahorros del Mediterr¨¢neo (CAM).
Y en el caso de la CAM no es s¨®lo responsabilidad de los jugadores y el complejo de El Alamo que les ha entrado a los zaplanistas. Es tambi¨¦n la estruendosa ausencia en Alicante de una burgues¨ªa financiera que asuma el reto de gobernar su banco preferido. Cojas la lista que cojas, desde la de Modesto Crespo hasta la de Armado Sala o la continuidad de Vicente Sala, todos son empresarios de buen hacer pero mantienen su aspiraci¨®n presidencial por decisi¨®n pol¨ªtica y no por su capacidad de gesti¨®n financiera. No es que Jos¨¦ Luis Olivas llegara al frente de Bancaja por comprar acciones (tambi¨¦n hubo premio pol¨ªtico de por medio), pero el entorno econ¨®mico de la entidad responde a una cultura financiera entramada en el cap i casal, aunque sea a base de tropezones con el Exportaci¨®n, Promobanc, etc.
Por eso la explicaci¨®n de la bronca pol¨ªtica de la CAM no puede quedarse s¨®lo en un ir y venir entre Jos¨¦ Joaqu¨ªn Ripoll-Jos¨¦ Blanco y Gerardo Camps por mantener el ¨²ltimo reducto efectivo de poder zaplanista en la provincia de Alicante. Eso es dinamita pa los pollos. Aqu¨ª el fondo de la cuesti¨®n es la incapacidad de la burgues¨ªa alicantina por controlar su entidad financiera preferida. El Banco de Valencia, por ejemplo, se ha quedado en el entorno de Bancaja e importantes accionistas locales, mientras el Banco de Alicante cay¨® definitivamente en enero de 2000 en el seno del hoy BBVA, tras varios trajines sin que en la Explanada alguien levantara la voz. Y eso no tiene que ver con la gesti¨®n diaria, donde Roberto L¨®pez en la CAM y Garc¨ªa Checa en Bancaja andan pis¨¢ndose los talones.
En cualquier caso, no son nuevas las broncas pol¨ªticas alrededor de la CAM. S¨®lo hay que remitirse a las ¨¦pocas m¨¢s cercanas, cuando por conveniencia pol¨ªtica la Caja de Alicante y Murcia absorbe, se fusiona o ll¨¢menle como quieran, con las cajas provinciales de Alicante y Valencia, dependientes de sus respectivas diputaciones, entonces socialistas. Hay toda una historia cortesana con enfrentamientos entre Fern¨¢ndez Valenzuela, Joan Lerma y Antonio Garc¨ªa Miralles que pasaba por all¨ª hasta que se alumbra la nueva CAM y el reparto de poder consiguiente. Pero tampoco entonces en la Explanada ni en el Club de Regatas movieron una ceja.
Tampoco nadie sali¨® del tancredismo cuando la crisis de Ruralcaja de Alicante, que aceler¨® la velocidad de fusi¨®n entre las tres cajas rurales de Alicante, Castell¨®n y Valencia para aliviar las explicaciones que ped¨ªa el Banco de Espa?a. El empresariado alicantino anda siempre preocupado por su buena gesti¨®n diaria y los l¨ªos financieros se solucionan con un viaje a Madrid. Valencia est¨¢ m¨¢s lejos y siempre tiene af¨¢n colonizador. Por eso nunca ser¨¢ posible la siempre repetida fusi¨®n CAM-Bancaja. Los alicantinos quieren ser due?os de su dinero o decidir ellos qui¨¦n lo gestiona. No que vengan de Valencia a marcarles la estrategia. Eso lo sab¨ªa muy bien Juan Antonio Gisbert, anterior director general de la CAM, y por eso supo ponerle buen precio a su marcha. Aunque las iron¨ªas del destino llevar¨¢n en breve al valenciano Enrique Ba?uelos (Astroc) a controlar parte del Banco de Alicante cuando formalice su participaci¨®n en el BBVA.
Ahora tenemos otra vez a los pol¨ªticos con el Monopoly a cuestas, sin valorar cu¨¢nto costar¨¢ a la entidad financiera esta resistencia numantina de los ¨²ltimos zaplanistas. Pero al fin y al cabo la pol¨ªtica siempre acaba ocupando los espacios que deja vacante la sociedad civil. Y como en Alicante no hay vocaci¨®n financiera pues que vengan Crespo o Sala a gestionar las tarjetas de cr¨¦dito. Nadie va a preguntarse por los m¨¦ritos de cada uno de ellos para decidir sobre nuestras cosas de comer.
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