El productor de Via Della Croce
LA PRODUCTORA TEN?A su sede en un elegante apartamento de Via Della Croce, en el vest¨ªbulo aparcaban las j¨®venes promesas del cine italiano y por el pasillo iban y ven¨ªan unas venus calipigias de las que le gustaban al productor, Federico Fellini; seg¨²n las habladur¨ªas de la Roma cinematogr¨¢fica, la productora era un regalo del agradecido Angelo Rizzoli, que hab¨ªa ganado lo suyo con La dolce vita, y la empresa nac¨ªa con la misi¨®n de renovar el cine italiano.
Fellini recib¨ªa al atardecer, y all¨ª me llev¨® Marco Ferreri un d¨ªa de los primeros a?os sesenta. Marco, antes de venir a Espa?a, hab¨ªa participado como productor, guionista y actor en el filme-encuesta Amore in citt¨¤, un experimento zavattiniano de 1953, y all¨ª hab¨ªa nacido su amistad con Federico, director del episodio Agencia matrimoniale: el motivo de nuestra visita era ofrecerle la producci¨®n de L'ape regina, nuestro primer proyecto de pel¨ªcula en Italia. Fellini, que nos recibi¨® alborozado, con besos a "il grande Marcone" y abrazos al "giovanne amico spagnolo", acogi¨® la propuesta con much¨ªsimo inter¨¦s; tanto, que para hablar tranquilamente nos invit¨® a cenar en su casa de Parioli; as¨ª, adem¨¢s, Marco podr¨ªa encontrarse con Giuletta, que lo recordaba siempre con mucho cari?o.
Lo malo fue que a la cena asisti¨® otro invitado, si no recuerdo mal, director o redactor jefe del semanario L'Europeo; en el aperitivo, aquel hombre sac¨® a relucir sus conocimientos sobre el inesperado, imprevisto e inopinado tema del carlismo espa?ol, que no dej¨® hasta los postres, y as¨ª el que a nosotros nos interesaba qued¨® aplazado para una nueva entrevista en la productora.
Pero tampoco en esta segunda ocasi¨®n conseguimos nuestro prop¨®sito: como en la sede de Via della Croce segu¨ªa habiendo mucha confusi¨®n y demasiado movimiento, Fellini sugiri¨® que hablar¨ªamos con m¨¢s calma en la intimidad de su coche, y durante un par de horas disfrutamos much¨ªsimo rodando por los alrededores de Roma mientras otro invitado -esta vez no recuerdo qui¨¦n era-, en lugar de perorar sobre el carlismo, nos dio una conferencia sobre el Festival de la Canci¨®n de San Remo.
Luego sol¨ªamos tropezar con nuestro frustrado productor en el restaurante La Cesarina; su cordialidad segu¨ªa siendo la misma, e incluso se lamentaba porque ya no ¨ªbamos a verlo. Pero para entonces ya estaba claro que su flamante e inoperativa productora no le iba a ayudar a nadie a renovar el cine italiano. Eso era cosa suya.
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