Parejas de hecho
01 Hemos reunido a siete directores espa?oles con las actrices que han inspirado algunos de los mejores trabajos de 2006, pel¨ªculas que suman 50 candidaturas a los Goya de esta noche. 02 En esa l¨ªnea de actrices-musas, Maruja Torres repasa grandes nombres de la historia del cine. 03 Y ?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde, nueva directora de la Academia, hace lo mismo con los 'musos' espa?oles. 04 En el a?o de 'Alatriste' y 'Los Borgia', Jos¨¦ Luis Garc¨ªa S¨¢nchez recuerda el cine hist¨®rico de aqu¨ª
SIETE DIRECTORES Y SUS ACTRICES FETICHE
El hombre que convirti¨® a Pe en Raimunda
Pedro Almod¨®var, con Pen¨¦lope Cruz. Director
y protagonista de 'Volver'. La pel¨ªcula suma 14 candidaturas a los Goya, entre ellas a mejor pel¨ªcula y mejor director. Tambi¨¦n tienen candidaturas cuatro actrices: Pen¨¦lope Cruz, Carmen Maura, Blanca Portillo y Lola Due?as.
Pedro Almod¨®var le dio a Pen¨¦lope Cruz el papel de Raimunda, y la cr¨ªtica se volvi¨® loca. Tanto que la actriz no ha parado de recibir premios por su actuaci¨®n en 'Volver',la pel¨ªcula que fue candidata a los Globos de Oro y que representar¨¢ a Espa?a en los Oscar. Si lo gana, Almod¨®var asegura que, entre otras, se lo dedicar¨¢ a "santa Pen¨¦lope Cruz". Y santa Pe ya ha dicho que le debe al hombre que la ha convertido en manchega el haberse dedicado a la interpretaci¨®n: "Cuando vi '?tame' supe que quer¨ªa ser actriz, al menos intentarlo".
Besos para el pap¨¢ de La Juani
Bigas Luna y Ver¨®nica Echegui, director y protagonista de 'Yo soy La Juani'. Ella es candidata al Goya a actriz revelaci¨®n.
Fueron tres meses y m¨¢s de 3.000 chicas las que tuvo que ver Bigas Luna hasta encontrar a La Juani. Una chica luchadora y de extrarradio que interpreta la actriz Ver¨®nica Echegui. "Supe que era ella por la fuerza de su mirada", cuenta el director, y a?ade que esta primeriza "tiene muy claro que quiere ser actriz". El realizador confiesa que ella ha entrado en su "universo personal, con cari?o y afecto". Para Echegui, Bigas Luna es "muuuy creativo", y admite que lo m¨¢s tranquilizador fue que "conociendo el trabajo de Bigas, la pel¨ªcula no trataba el tema del sexo como en otras suyas". La Juani se ha convertido ya en un icono juvenil.
Dos amigos entonan un canto a la verdad
Manuel Huerga, director de 'Salvador', con Ingrid Rubio. Este trabajo cuenta con 11 candidaturas a los Goya 2007, entre ellos a mejor pel¨ªcula y mejor director.
La participaci¨®n de Ingrid Rubio en la tragedia de Salvador comenz¨® tambi¨¦n con una tragedia. As¨ª lo cuenta Manuel Huerga, su director: "Conozco a Ingrid desde hace mucho tiempo. Un ¨ªntimo amigo com¨²n, Jorge D¨¦niz, se fij¨® en su inmenso talento y le consigui¨® el papel protagonista de Taxi, de Carlos Saura. Pero Jorge muri¨® y nos dej¨® un poco hu¨¦rfanos, y en cierto modo su ausencia nos uni¨® de forma especial. Creo que su presencia en Salvador es deslumbrante". Ingrid Rubio interpreta a Margalida, la amante de Salvador Puig Antich; para ella "fue un respiro, un sue?o y un oasis" poder realizar este personaje "en medio de tiempos llenos de l¨¢grimas e injusticias". El director puso en contacto a las dos mujeres, la Margalida real y su amiga Ingrid. Fue con una intenci¨®n clara que cuenta la actriz: "Manel tuvo la flexibilidad y la sensibilidad para dejarme utilizar mi experiencia con el personaje de carne y hueso".
El realizador encontr¨® en su actriz y amiga "implicaci¨®n y entrega personal, disciplina y seriedad".
El porte aristocr¨¢tico de una mujer y su espadach¨ªn
Agust¨ªn D¨ªaz Yanes, director de 'Alatriste', con Ariadna Gil. Es la pel¨ªcula con m¨¢s candidaturas este a?o, 15, incluida la de mejor director. La actriz tambi¨¦n aspira a conseguir el premio a la mejor interpretaci¨®n femenina de reparto.
"No he encontrado en ella, por ahora, ning¨²n defecto", es uno de los mejores piropos que puede echarle el director a la actriz catalana. "Le ha dado un vuelo delicioso a su personaje. Escrib¨ª el papel pensando en ella, su porte aristocr¨¢tico y su manera de andar". Ariadna Gil replica: "?l es f¨¢cil, divertido, cercano y c¨¢lido". "Me hizo sentir irreemplazable", confiesa. De su personaje de Mar¨ªa de Castro asegura que es "intenso y complejo".
Polvorilla y un se?or de Sevilla
Santi Amodeo, director y guionista de la pel¨ªcula 'Cabeza de perro', con Adriana Ugarte. La actriz figura entre las cuatro candidatas a actriz revelaci¨®n.
"Consuelo es una t¨ªa muy pasota, agresiva, pero con mucho sentido del humor. Logra que lo injusto sea justo". La descripci¨®n podr¨ªa ser del autor del gui¨®n de 'Cabeza de perro', pero no, pertenece a su int¨¦rprete, Adriana Ugarte, de 21 a?os. Amodeo, sevillano, de 37, dice de su actriz que es una polvorilla: "Cuando terminas de ensayar o rodar, ella siempre quiere m¨¢s, todo le parece poco". Para el realizador, el personaje "comenz¨® a tener alma" cuando se meti¨® en el cuerpo de Ugarte. "Ella no sabe medir sus energ¨ªas ni gestionar sus emociones, y eso la hace grande". La actriz afirma que se dar¨¢ "un fiest¨®n" si se lleva la estatuilla? "Y si no, tambi¨¦n", concluye.
El joven que le rob¨® la sonrisa a una reclusa
Daniel S¨¢nchez Ar¨¦valo y Marta Etura, director y protagonista de 'Azuloscurocasinegro'. Esta pel¨ªcula tiene seis candidaturas, incluidas las de ellos dos, a mejor direcci¨®n novel y a mejor interpretaci¨®n femenina protagonista.
A Marta Etura, su director la condena a estar pr¨¢cticamente entre cuatro paredes. Encerrada en una c¨¢rcel, y, dentro de la prisi¨®n, en una habitaci¨®n de vis a vis. "Quer¨ªa borrarle a Marta la sonrisa de la cara hasta el final de la pel¨ªcula", explica el realizador. "Pens¨¦ que ella pod¨ªa encajar perfectamente por el contraste": una cara de ¨¢ngel dando vida a una mujer molida a palos por la vida. "Fue una de las cosas que m¨¢s me gustaron del personaje", cuenta Etura, "poder defender a un tipo de persona que a¨²n no hab¨ªa interpretado". S¨¢nchez Ar¨¦valo recuerda una an¨¦cdota que ha contado Alejandro Amen¨¢bar. "Cuando todav¨ªa no se hab¨ªa consagrado, dicen que se acerc¨® un d¨ªa a Javier Bardem y le dijo: 'Alg¨²n d¨ªa, yo trabajar¨¦ contigo', y le sali¨® Mar adentro. De una forma mucho m¨¢s humilde, claro, a m¨ª me pas¨® lo mismo con Marta Etura. Siempre he cre¨ªdo que era una de las mejores actrices de Espa?a. En una fiesta posterior a la entrega de los Goya tuve la oportunidad de decirle esa misma frase, pero, como soy muy cortado, no me atrev¨ª". Pero le dio el papel, tal vez el personaje de su vida.
Malas, neur¨®ticas, imprescindibles
Grandes, tremendas actrices, diosas del Olimpo de Hollywood. Llegaron a las pantallas de cine de la mano de los mejores directores de la historia. Empezaron como musas y acabaron como reinas. Fueron chicas malas pero inmortales. Por Maruja Torres.
Buscando inspiraci¨®n para este texto he rastreado los escritos de Terenci Moix contenidos en los vol¨²menes Mis inmortales del cine. M¨¢s que inspiraci¨®n, lo que he recibido ha sido un sobresalto. ?Cu¨¢nta gente, cu¨¢ntas reinas de la pantalla -pues de eso se trata aqu¨ª- me resultan imprescindibles! ?C¨®mo hacerles justicia a todas y cada una de ellas? M¨¢s que a la consulta de los libros, deber¨¦ recurrir a la selecci¨®n de mi memoria.
Y como los recuerdos son muy suyos, empiezo por advertirles que, hecho un breve repaso, no descubro en mi elenco a ninguna buena chica. Ya saben: la ingenua, la sonriente vecina / novia / esposa con su dosis de abnegaci¨®n, sacrificio y optimismo ante la adversidad. Puede que las chicas buenas vayan al cielo, pero no al Olimpo de las diosas. Ah¨ª s¨®lo tienen entrada las malas (entre ellas, Mae West, la ingeniosa autora de la cita aqu¨ª parafraseada y que tantas veces hemos saqueado), o aquellas que, yendo de buenas, ten¨ªan su retranca. Pero debo confesar de inmediato que Mae West, aunque disfruto de su ingenio, no es mi favorita. Siempre y por encima de todo, ese rango lo detentar¨¢ Ava Gardner: la Ava de Mogambo, la que, pese a disponer de un pasado como una selva revuelta, segu¨ªa conservando coraz¨®n, cerebro y una afilada iron¨ªa. Nada menos.
Gardner era un sue?o de se?ora, pero s¨®lo en Mogambo habl¨® y actu¨® como ella misma sol¨ªa hacer en la vida real. Puede que John Ford, especialista en mujeres mundanas con sentimientos -m¨¢s adelante le sirvi¨® un papel similar a otra dama estupenda, Anne Bancroft, en Siete mujeres-, moldeara a su protagonista a la medida de Ava; pero no hay que olvidar que en Red Dust, versi¨®n anterior de Mogambo, ya interpretaba el mismo papel otra de mis imprescindibles, hoy injustamente olvidada: la rubia platino Jean Harlow, mujer dotada de gran sentido del humor y de una hermosura tan sensual -demonios, aquel raso pegado a sus caderas- como lamentable fue su corta vida, ya que no s¨®lo no alcanz¨® la felicidad, sino que no tuvo ni tiempo para sustituirla con otra cosa: falleci¨® a los 26 a?os de una insuficiencia renal.
Sin salir de Mogambo, veamos a la otra del reparto. La buena, por as¨ª decirlo. Grace Kelly. Menuda mosquita muerta. Por eso, por no haber sido buena de verdad -salvo en un melodrama sin glamour, The Country Girl, su peor pel¨ªcula, por la que le dieron un Oscar: era tan repugnantemente virtuosa que prefer¨ªa Bing Crosby ?a William Holden!-, la Kelly ocupa un lugar de honor en mi pante¨®n de rubias naturales o decoloradas predilectas. En Mogambo consegu¨ªa resultar odiosa, como aquella compa?era de colegio que nos birlaba los novietes y a la que nunca podremos perdonar. En La ventana indiscreta enga?aba a James Stewart -y hac¨ªa bien-, prometi¨¦ndole abandonar sus propias preferencias profesionales y calzar zapatos planos para seguirle fielmente. En Atrapa a un ladr¨®n era una rica consentida que se comportaba como una buscona con diamantes para atrapar a Cary Grant.
Lo cual me lleva a otro robo, a otro Hitchcock y a otra ingenua que result¨® no serlo. Janet Leigh hab¨ªa encarnado durante a?os el sue?o hollywoodiense del hombre medio: la buena chica y con unas enormes tetas. Lo simp¨¢tico de Leigh era el contraste entre sus atributos mamarios y su casta faz. Tras haber hecho de ingenua en pel¨ªculas y en la vida real -carg¨® con Tony Curtis y con el papel de esposa feliz de Hollywood-, se descolg¨® interpretando a la secretaria ladrona de Psicosis, pel¨ªcula por la que la recordaremos siempre, y no s¨®lo por su ducha de choque; tambi¨¦n porque qued¨® claro que Leigh pod¨ªa mostrarse algo torpe eligiendo hospedaje, pero, desde luego, no era ninguna santa.
Las buenas del cine que merecen memoria no eran buenas. Hasta la m¨¢s boba de las bobaliconas, Ann Blyth, acab¨® haciendo de mala hija (para que su madre, Joan Crawford, pudiera ganar un Oscar por sufrir en Alma en suplicio). Ten¨ªan un lado oscuro. Pod¨ªa tratarse de un secreto. O de argucias. O bien exist¨ªa una grieta en su sistema nervioso. Aguas turbias bajo los nen¨²fares. Tomemos el caso de otra aparente ingenua. Natalie Wood creci¨® haciendo de ni?a prodigio y con el tiempo se convirti¨® en un pimpollo apetecible y pizpireta que rod¨® bastantes pel¨ªculas tontas y una obra maestra -Centauros del desierto, del mencionado Ford-, pues tomaba decisiones err¨®neas en su trabajo, as¨ª como en su peripecia sentimental, que se distingui¨® por una especie de huida hacia delante. Fue la adolescente con angustia vital de la sobrevalorada pero m¨ªtica Rebelde sin causa, y como Mar¨ªa en West side story, supo saltar del gorgorito al luto con mucha dignidad. Protagoniz¨® Esplendor en la hierba, de Elia Kazan, y su encarnaci¨®n de la neurosis juvenil era tan inquietante que d¨¦cadas despu¨¦s, cuando se ahog¨® al caerse del yate, la imagen de aquella muchacha pat¨¦tica, que intentaba entender su sexualidad en un ambiente represivo y atroz, se superpuso a todas las otras Wood de su carrera.
Otra ni?a prodigio fue Elizabeth Taylor, pero ¨¦sta consigui¨® sobrevivir a cat¨¢strofes, maridos, operaciones quir¨²rgicas, viudez, alcohol, joyas, malas pel¨ªculas, las cl¨ªnicas de rehabilitaci¨®n, la muerte de sus mejores amigos? y a s¨ª misma. Taylor no es mi actriz preferida, pero s¨ª es mi monstruo imprescindible. Y pens¨¢ndolo bien, hay una pel¨ªcula que s¨®lo ella pudo interpretar. Me refiero a Un lugar en el sol, en donde encarn¨® el ideal inalcanzable, la joven rica y perfecta a la que aspiraba un Montgomery Clift a tope de guapo y sin posibles. En Cleopatra, pese a sus esfuerzos, parec¨ªa hallarse echando discursos en el s¨®tano de Harrod's. Y en La gata sobre el tejado de zinc s¨®lo habr¨ªa parecido cre¨ªble de haberse acostado con su suegro.
Llegados a estas alturas del art¨ªculo, es l¨ªcito que los lectores se pregunten ad¨®nde voy. ?Qu¨¦ ha pasado con Greta Garbo? ?No fue acaso la Divina? ?Se ha traspapelado Marlene Dietrich? ?Saldr¨¢n las dos Hepburn, tan ¨²nicas cada una en lo suyo? ?Ignoraremos a Bette Davis, a Joan Crawford? ?Y ad¨®nde han ido a parar Rita Hayworth y Lana Turner, esas sacerdotisas devorahombres? ?Le tenemos man¨ªa a Lauren Bacall, tan elegante siempre que acab¨® aparentando 50 a?os a los 30 a?os? ?No sentimos adoraci¨®n por la Barbara Stanwyck de Hawks y Sturges (Preston)?
Les confesar¨¦ algo. Estoy harta de hablar siempre de las mismas. Por supuesto que las Grandes son grandes. Greta tuvo los santos ovarios de besar a su doncella en la boca en La reina Cristina de Suecia y de nadar desnuda en las piscinas de sus amigos de Hollywood. Katharine Hepburn reconstruy¨® su carrera tras no pocos tropiezos, y lo mismo hicieron Davis y Crawford. Marlene fue irrepetible, y en cuanto a Rita Hayworth y Lana Turner: nunca hubo una mujer como Gilda, y a Lana el cartero jam¨¢s la pill¨® sin peinar. No enamorarse de Bacall en cada proyecci¨®n de Tener y no tener es un caso de ceguera. ?Audrey? Inmarchitable. Sin estas mujeres, el Cine con may¨²sculas no habr¨ªa sido posible.
Tremendas mujeres del cine emergieron en la pantalla firmemente ancladas sobre los hombros -y, con frecuencia, pis¨¢ndoles el cr¨¢neo- de sus directores. Greta Garbo march¨® a Hollywood gracias a Max Stiller, y una vez all¨ª le abandon¨® por c¨®modos artesanos. Marlene Dietrich hizo lo propio con Josef von Sternberg, aunque tard¨® lo suficiente como para protagonizar pel¨ªculas imperecederas como Capricho imperial. Jeanne Moreau fue musa de Fran?oise Truffaut; Monica Vitti lo fue del Antonioni de la incomunicaci¨®n y la decadencia burguesa, y, mucho antes, Ingrid Bergman lo hab¨ªa sido de Roberto Rosellini, neorrealista experto en el arte de aprovechar y a quien Bergman, siendo su esposa, le sal¨ªa gratis. Grace Kelly fue bastante musa de Alfred Hitchcock, a quien defraud¨® haci¨¦ndose princesa, y Lauren Bacall lo fue de Howard Hawks, a quien decepcion¨® al convertirse en se?ora de Bogart. Ah: cuando las musas son caballeros -Cary Grant para Hitchcock, Robert Redford para Sydney Pollack- se les llama ¨¢lter ego. Por el ego, precisamente.
Pero del mismo modo que me gusta pensar que, en un remoto futuro, en alguna memoria interesante, perdurar¨¢n Jessica Lange y Diane Lane, deseo hablarles de actrices sin las cuales no habr¨ªan podido hacerse determinadas pel¨ªculas que fueron importantes para nuestras vidas. Porque una carrera cinematogr¨¢fica puede basarse en la excepcionalidad suprema, en el talento para modelar su imagen y hasta adaptar a ella la vida privada, en una cuidadosa selecci¨®n de veh¨ªculos interpretativos, en todo ello simult¨¢neamente? o en la casualidad de dar con el personaje que las -y nos- marca para siempre.
Tengo que hablar, por tanto, de Gene Tierney. La de Laura, de Otto Preminger, obra cumbre del cine negro; muchacha misteriosa y objeto de perfidias. La de Que el cielo la juzgue, pedazo de psic¨®pata entregada al ameno desarrollo de los celos salvajes y sus exigencias, con asesinato de cu?ado paral¨ªtico y una interrupci¨®n de embarazo por salto de escalera, eso en 1946 y como si tal cosa. Gene Tierney incrust¨® para la eternidad su rostro ex¨®tico y su elegante silueta en la memoria m¨¢s exquisita. En su vida personal padeci¨® lo suyo -divorcios, muerte de una hija, cl¨ªnicas psiqui¨¢tricas-, pero si hay algo que los cin¨¦filos no hemos olvidado, es "aquella tarde de verano en que mataron a Laura".
Por el contrario, Jean Peters, que fue La mujer pirata, espl¨¦ndida, en el 51, para Jacques Tourneur, tuvo una existencia m¨¢s placentera y una carrera que, aunque corta, le dio personajes agradables. Se cas¨® con unos cuantos millonarios -fue la segunda y ¨²ltima esposa de Howard Hughes- y en la pantalla alfabetiz¨® a Marlon Brando entre achuchones, en ?Viva Zapata!, de Elia Kazan, tras haber sido secretaria en busca de novio en Creemos en el amor, una de las primeras pel¨ªculas en cinemascope y color de luxe. Sin embargo, el papel de su vida ser¨ªa en blanco y negro y en un filme tambi¨¦n de ladrones: Manos peligrosas, virulentamente anticomunista, pero excelente historia que dirigi¨® Sam Fuller y en donde Richard Widmark le robaba el monedero en el metro a una Jean chuleada por el "peligro rojo". El gran p¨²blico de la televisi¨®n la recordar¨¢ como la modosa reci¨¦n casada de Ni¨¢gara, pero cr¨¦anme, ese filme no le hace justicia.
No, no he olvidado a Marilyn Monroe. Aunque ?de verdad quieren que volvamos a reconocer su vulnerabilidad, su inseguridad patol¨®gica, lo gran actriz que era y la incre¨ªble luz que emanaba de su piel? Fue una estrella, y su desdichada vida, as¨ª como su tr¨¢gica muerte, la convirtieron en mito. No la alcanz¨® la verdadera pesadilla de los actores y actrices: el olvido.
Que es lo que le sucedi¨® a Frances Farmer, personaje de altura que no pudo ser actriz total. La olvidaron pese a que fue muy guapa, muy prometedora, muy independiente, muy izquierdista y muy maniacodepresiva. Farmer es una out-sider hasta en la derrota. Un viaje de juventud a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, ganado en un concurso de escritura -junto con su apoyo a la Rep¨²blica durante la guerra de Espa?a y su trabajo en el teatro neoyorquino de vanguardia-, le vali¨® persecuci¨®n por parte de los inquisidores de McCarthy, y su tendencia al alcohol y la Benzedrina -que tomaba para no engordar- hicieron el resto. Se deshicieron de ella meti¨¦ndola en manicomios en donde le propinaron electrochoques e hidroterapias. De nuevo en la calle, Farmer nunca volvi¨® a ser ella misma. Muri¨® de c¨¢ncer en 1970, a los 57 a?os. En 1982 hicieron su pel¨ªcula biogr¨¢fica, la mediocre Frances, que Jessica Lange -nacida en 1949: el a?o en que Farmer fue dada de alta- salv¨® con una matizada y tierna interpretaci¨®n. Jessica, que merece ser inmortal en el futuro.
M¨¢s que inmortal, imprescindible. Como las otras.
El hombre perfecto
Hay hombres inalcanzables y otros que son aut¨¦nticos mitos, pero las mujeres directoras tienden a idealizar a sus actores mucho menos que los hombres, o al menos eso opina la nueva presidenta de la Academia del Cine. Por ?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde.
Es hora de que se sepa. Yo he llegado a esto del cine por culpa de un hombre. Un hombre que me doblaba o cuadruplicaba la edad. Yo nac¨ª y ¨¦l acababa de cumplir 79 a?os. Pero no estaba retirado como puede creerse. No, afortunadamente para m¨ª, segu¨ªa trabajando. Tuve la mal¨ªsima suerte de que al a?o siguiente se me muriera. Yo apenas contaba uno de edad, estaba demasiado atareada aprendiendo a andar como para meterme con el tema de los guiones, la censura, etc¨¦tera, con lo que me perd¨ª la oportunidad de trabajar a su lado. Pero no ca¨ª en el desaliento. Nunca he cre¨ªdo que algo tan incomprensible como la muerte me pueda alejar de una persona. Y mucho menos si esa persona es un actor, y mucho menos un muso. Los musos son como las hadas, est¨¢n ah¨ª para echarte un cable. M¨¢s o menos.
Pasaban los a?os y a m¨ª mi muso me segu¨ªa encandilando. Trabaj¨¦ un poco de esto, un poco de lo otro y por fin me puse a escribir un gui¨®n. Yo pensaba que estaba completamente disimulado este amor m¨ªo y que nadie notar¨ªa nada, pero en cuanto aquella comedia lleg¨® a manos de un verdadero guionista llamado Rafael Azcona, ¨¦ste me llam¨® a cap¨ªtulo. "Tu gui¨®n tiene un pase, funciona, lo ¨²nico malo es que tu actor protagonista hace muchos a?os que falleci¨®". Zas, mazazo terror¨ªfico en plena cocorota. Era cierto, por mucho que mi muso me inspirara, mi muso ya no pod¨ªa interpretar los papeles que yo le escrib¨ªa. ?Qu¨¦ hacer? Me encerr¨¦ en casa. Me puse una y otra vez esas pel¨ªculas que yo tanto amaba: Bienvenido Mister Marshall, Historias de la radio, La vida por delante, El cochecito, El verdugo, La gran familia, La familia y uno m¨¢s y El verdugo otra vez (¨¦sta me la pongo todos los a?os varias veces). Era cierto. Ten¨ªa que enfrentarme a la dur¨ªsima realidad: yo no iba a poder trabajar nunca con Pepe Isbert.
Esta antip¨¢tica situaci¨®n en los comienzos de mi carrera, tener un muso y saberlo inalcanzable, me ha mantenido bastante alejada del concepto muso-fetiche-icono, ll¨¢malo equis. No me gusta escribir con actores en mente. Luego van y no quieren hacer el papel por razones tan peregrinas como que el productor no paga suficiente o que est¨¢n criando malvas. Ya ves t¨².
Y es que buscar al actor adecuado para el papel adecuado es algo que no le recomiendo a ninguna persona de naturaleza indecisa como la arriba firmante. El proceso de casting que tan criticado es por los actores, a m¨ª me resulta, adem¨¢s de criticable, angustioso. Los quiero contratar a todos. Me gustar¨ªa ser como ciertos directores que, para evitarse pasar por ese trago, siempre trabajan con los mismos. Mi padre era un poco as¨ª. Mi padre, en todos los guiones que escrib¨ªa con Garci o con otros, al protagonista lo llamaba Jos¨¦, e invariablemente lo interpretaban o Pepe Sacrist¨¢n, o Emilio Guti¨¦rrez Caba, o Alfredo Landa, por riguroso turno.
Sin darme cuenta y por contagio, al poco tiempo, Pepe, Emilio y Alfredo se hab¨ªan convertido tambi¨¦n en musos para m¨ª. All¨ª estaban, saliendo tambi¨¦n en mis pel¨ªculas. Si no en las reales, al menos en las so?adas. Esas maravillosas en que todo el monte es or¨¦gano y a los perros los atamos con celuloide. Y no dependen de cifras de taquilla, ni de subvenciones, ni de shares, ni de comisiones o jurados o informantes an¨®nimos. ?Mecachis en la mar! Ya estaba yo salt¨¢ndome mis principios.
Ignoro c¨®mo son los musos de otras mujeres cineastas. Me da a m¨ª que ellas no son muy de musos. Tengo una teor¨ªa al respecto. Es una teor¨ªa que no cuenta con ninguna base cient¨ªfica, por lo que, queridos compa?eros directores, ah¨®rrense las t¨ªpicas cartas al director protestando. Es una percepci¨®n personal, pero observo que los actores que las directoras eligen para representar al hombre estupendo de la peli est¨¢n m¨¢s cerca del hombre de verdad, del espa?ol medio, que las actrices elegidas por sus colegas directores para interpretar a la f¨¦mina de la peli. El f¨ªsico condiciona m¨¢s a las actrices que a los actores. Los galanes de las pelis espa?olas pueden ser estrechos de pecho, calvos y barrigudos. Incluso mayores. Las mujeres, no, por favor. Las directoras intentan equilibrar eso haciendo a todo el mundo m¨¢s normalito. Claro, que hay excepciones: ah¨ª est¨¢ Chus Guti¨¦rrez, que para Poniente llam¨® a Jos¨¦ Coronado, hombre de atractivo estratosf¨¦rico. Y Mar¨ªa Ripoll, en Utop¨ªa, ten¨ªa a Leonardo Sbaraglia que es argentino, y los argentinos ya sabemos que superan con mucho nuestra media nacional. Lo siento, chicos, es as¨ª. La econom¨ªa les va mal, pero el tema genes italianos, bien.
Repaso un poco los actores que eligieron Josefina Molina, Ana Mariscal, Pilar Mir¨®, Chus Guti¨¦rrez, Ic¨ªar Bolla¨ªn, Mar¨ªa Ripoll, Patricia Ferreira, Daniela Fejerman o In¨¦s Par¨ªs para sus pel¨ªculas y, la verdad, no puedo sacar conclusi¨®n alguna. Estas t¨ªas son de lo m¨¢s chaquetero. Les debe pasar como a m¨ª, que por no casarse con ninguno, se quedan para vestir santos.
Alguna coincidencia hay, pero pocas. Ic¨ªar ha trabajado dos veces con Luis Tosar. Pilar Mir¨®, en sus dos ¨²ltimas pel¨ªculas, trabaj¨® con Carmelo G¨®mez. Fejerman, Par¨ªs y Guti¨¦rrez se han decantado por Ernesto Alterio en varias ocasiones. Y los tres sirven perfectamente para ilustrar mi hip¨®tesis: que las mujeres directoras tienden a idealizar menos al hombre que los directores varones a la mujer. Nuestro hombre perfecto, ese hombre ideal, est¨¢ m¨¢s cerca de Trist¨¢n que de Brad, por as¨ª decir.
Pero, cuidado, que esto en s¨ª no significa necesariamente que las mujeres directoras seamos m¨¢s "majas", "humanas" o "generosas con el pr¨®jimo". Para nada. Quiz¨¢ sea un rasgo que se?ale todo lo contrario: que no nos hacemos ilusiones, que estamos resignadas a la imperfecci¨®n de nuestros compa?eros de lecho y de vida. Los hombres, por el contrario, con la sublimaci¨®n de la mujer de la que hacen gala en sus pelis, nos podr¨ªan estar diciendo que s¨®lo diosas como Ariadna, Aitana, Maribel, Paz o Pen¨¦lope est¨¢n a la altura de representarnos al resto de mujeres espa?olas.
Qu¨¦ s¨¦ yo. En cualquier caso, ese hombre tipo, ese muso, est¨¢ m¨¢s cerca de Antonio de la Torre, un actor que este a?o ver¨¢n en la gala de los Goya. Est¨¢ nominado a mejor actor de reparto por Azuloscurocasinegro y adem¨¢s hace de marido de Pen¨¦lope Cruz en Volver. Escojo ese nombre no al azar, sino porque es el que m¨¢s sale si cruzas las filmograf¨ªas de Chus Guti¨¦rrez, Ic¨ªar Bolla¨ªn y servidora. Las tres hemos trabajado con ¨¦l. Varias veces. Y pensamos seguir haci¨¦ndolo, me temo. Se?oras, hay que organizarse. Antonio para todas.
Sin embargo, de todas las directoras espa?olas, envidio con sa?a no a Isabel Coixet, que hace filmes con macizos for¨¢neos, sino a Josefina Molina y a Patricia Ferreira, porque, seg¨²n mi profund¨ªsimo y serio estudio de los musos en el cine espa?ol, son las ¨²nicas de todas nosotras que han podido trabajar largo y tendido con el mayor muso del cine actual. Este supermuso, por cierto, tambi¨¦n estar¨¢ presente en la gala de los Goya porque est¨¢, en cierto modo, seleccionado o, al menos, candidata es una pel¨ªcula sobre ¨¦l, La silla de Fernando. Una pel¨ªcula que est¨¢ bastante bien, pero que tiene un defecto grande, que en un momento dado va y se acaba, cuando una lo que desear¨ªa es seguir all¨ª sentada mucho m¨¢s rato escuchando a Fernando.
S¨ª, me han descubierto, vuelvo a incumplir promesas. Poseo otro muso-fetiche-icono. Pelirrojo, adem¨¢s. Desde que lo vi del brazo de Anal¨ªa Gad¨¦ buscando piso, ser electricista con Elvira Quintill¨¢, jugar al f¨²tbol sin saber, o fingirse mal actor por esos caminos de Espa?a, me alimenta frente a la p¨¢gina en blanco. Aunque veo muy dif¨ªcil que yo alg¨²n d¨ªa pudiera trabajar con ¨¦l, porque en presencia de Fernando Fern¨¢n-G¨®mez caer¨ªa en un mutismo nervioso y me postrar¨ªa a sus pies abochornada de ser tan poca cosa. Es lo que tienen los musos, que te dejan para el arrastre.
Aquel cine de cart¨®n piedra
Hace a?os hubo un cine hist¨®rico espa?ol donde todo era falso. Pel¨ªculas mezcla de tebeo y catecismo fabricadas por los que ganaron la guerra para instruir a los que la perdieron. Forman parte de un pasado superado. Por Jos¨¦ Luis Garc¨ªa S¨¢nchez.
En la cosecha anual de 2006, el cine espa?ol presenta, adem¨¢s de otros lucidos productos, varias pel¨ªculas de ¨¦poca realizadas con altos presupuestos y gran competencia t¨¦cnica. En sus repartos hay artistas eminentes, j¨®venes y veteranos. Son obras brillantes, ambiciosas y de aceptaci¨®n popular. En estas historias, los edificios son de piedra; las armas, de metal; el vestuario, de tela, y hasta las barbas son de pelo de verdad? Obras solventes, todas en color, de buena factura, incluso financiadas en complicidad con las cinematograf¨ªas de otros pa¨ªses. En general, nadie sale de las proyecciones pensando que vive en el mejor de los pa¨ªses, ni que su raza es superior, ni siquiera que Espa?a sea la reserva de nada.
Quiz¨¢ no sea inoportuno recordar que hace a?os hubo otro y bien distinto cine, al que se llamaba cine hist¨®rico espa?ol, donde todo era de cart¨®n. De mentira. En blanco y negro. Se pretend¨ªa que los espectadores salieran de las salas dispuestos a dar su vida por la bandera roja y gualda.
Hablamos de un g¨¦nero cinematogr¨¢fico con personalidad propia. Un made in Spain como el sainete, la zarzuela o las pel¨ªculas de toros. No se quiere aventurar el que todos los t¨ªtulos que se citan sean buenos; probablemente ninguno lo es. Tratamos de tener piedad para aquel cine, porque es una manera de perdonarnos a nosotros mismos. De asumir nuestro pasado. De entendernos mejor.
Al fin y al cabo, esas pel¨ªculas todav¨ªa se siguen proyectando en las televisiones: a¨²n no han sido dadas de baja, y pueden interesar. Un ejemplo: ?a qui¨¦n le puede llamar la atenci¨®n Serenata espa?ola, una biograf¨ªa de Isaac Alb¨¦niz dirigida en 1947 por Ordu?a? ?A Ruiz-Gallard¨®n, porque es la biograf¨ªa de su bisabuelo? ?A los aficionados a la m¨²sica culta y admiradores de Tordesillas, pianista y actor? ?A Carlos Larra?aga, que aparece en los cr¨¦ditos como "el ni?o Carlitos L. Ladr¨®n de Guevara"? ?A Carmen Sevilla, que sale hecha una ni?a? ?A los partidarios de Quintero, Le¨®n y Quiroga? ?A la familia de los Burmann, porque el patriarca don Sigfrido no s¨®lo es el autor de un decorado en el que reproduc¨ªa Bruselas, sino que interpreta un papelito? ?A la gente de C¨®rdoba, porque hay una vista de la ciudad de 1947?
Lo que sigue no pretende ser un estudio. Es el sedimento que ha quedado en la memoria despu¨¦s de muchas sesiones infantiles de cine y algunas revisiones televisivas.
La Legi¨®n no se rinde
Al terminar nuestra guerra, los mejores directores espa?oles, Benito Perojo y Flori¨¢n Rey, rodaron sus pel¨ªculas en los estudios de los camaradas de Roma y Berl¨ªn hasta que ellos empezaron su guerra. Los cineastas hispanos se encontraron de golpe con una escasez tan grande de medios, que la comida provocaba delirios alimenticios (v¨¦ase Los cuatro robinsones). Hab¨ªa pocos caballos, menos jinetes, incluso escaseaba el cart¨®n piedra. Faltaba pel¨ªcula virgen, los focos estaban hechos una l¨¢stima, hab¨ªa restricciones?, y muchos actores estaban en Am¨¦rica o en El Puerto de Santa Mar¨ªa.
Entonces aparece el g¨¦nero cine hist¨®rico espa?ol. El punto cero es Raza, una mezcla de tebeo y catecismo. Escrita para ni?os y militares sin graduaci¨®n por Jaime de Andrade, pseud¨®nimo del propio Franco, y llevada a la pantalla por el muy capacitado director de cine, primo del protom¨¢rtir de la Falange, Jos¨¦ Luis S¨¢enz de Heredia, es el germen de otros filmes que nacen hist¨®ricos siendo contempor¨¢neos. Como filmados en m¨¢rmol. Fabricados en un tiempo de uniformes?, en unas calles llenas de mutilados, estraperlo y camisas azules; en un clima escalofriante acostumbrado al fusilamiento cotidiano, con la naturalidad que puede verse en El abanderado.
El cine patri¨®tico espa?ol, subgrupo del cine hist¨®rico, ven¨ªa demasiado trufado de consignas; tanto, que en varios casos se pasaron de la raya y les sali¨® tan franquista el producto, que Franco se vio en el doloroso trance de fusilarlas; perd¨®n, prohibirlas (Rojo y negro o El crucero Baleares, que recuerde).
Los censores no ten¨ªan el trabajo de leer los guiones porque los escrib¨ªan ellos mismos. Eran argumentos con poca complicaci¨®n: meros recordatorios de efem¨¦rides cercanas. La heroica defensa del alc¨¢zar de Toledo (Sin novedad en el alc¨¢zar), el no menos heroico episodio de Nuestra Se?ora de la Cabeza (El santuario no se rinde) y muchas gestas legionarias en tierras de ?frica. Pero ninguna lleg¨® a la perfecci¨®n de Raza, en la que el guionista supo emulsionar los alt¨ªsimos ideales de la patria con la conservaci¨®n del linaje y la defensa hasta el martirio de la religi¨®n. La familia, ra¨ªz de la patria al servicio de la educaci¨®n cristiana?
En Raza existe el perd¨®n. El vencedor, generosamente, disculpar¨¢ las malas acciones del vencido siempre que cumpla estas tres condiciones: a) reconocer p¨²blicamente sus errores, b) denunciar a sus c¨®mplices y c) morir cristianamente.
Era fundamental dejar claro qui¨¦n era el bueno, y qui¨¦n el malo, el ortodoxo y el heterodoxo. Hab¨ªa una coherencia entre lo que se le¨ªa en el libro de texto, lo que se hablaba en la radio, lo que se dec¨ªa en el p¨²lpito y lo que sal¨ªa de la pantalla.
Mientras P¨ªo Baroja aparec¨ªa como actor en las adaptaciones de sus novelas (Zalaca¨ªn el aventurero y Las inquietudes de Shanti And¨ªa) y a Manuel Machado le ten¨ªan de supervisor literario (In¨¦s de Castro), el cine heroico se alimentaba de una sustancia narrativa tan exaltada, que cuando se pon¨ªan a cantar la amistad entre legionarios o camaradas de centuria, aquello adquir¨ªa una textura homosexual tan evidente como contraria a la voluntad de los machotes autores. Nadie comprende hoy el reproche amoroso del capit¨¢n Balc¨¢zar al teniente Herrera por querer casarse con su novia en Harka, o la imagen de un legionario cantando sevillanas disfrazado de gitana en ?A m¨ª la Legi¨®n!, o los delicuescentes sargentos pasados de virilidad en P¨®ker de ases? Al hipertrofiar lo castrense, al despreciar el blando papel de la mujer en la vida y glorificar la sana camarader¨ªa cuartelera, pasaba lo que pasaba?, que sal¨ªa la pluma. De uniforme. Estilogr¨¢fica, pero pluma.
Agustina de Castilla, leona de Arag¨®n
Alg¨²n tiempo despu¨¦s comienza a cambiar el patriotismo. Italia y Alemania empezaban a palmar y conven¨ªa despegarse de ellos. Ten¨ªamos hero¨ªsmos en nuestra historia para dar y tomar, empezando por Viriato. La guerra civil deja paso a la Reconquista, o a la guerra de la Independencia.
Se empieza a hacer un cine hist¨®rico a partir de la literatura decimon¨®nica. Frases c¨¦lebres, cuadros rom¨¢nticos, estampas escolares, escenas de teatro? No se trata de adoctrinar con consignas, sino con ejemplos. ?C¨®mo que no son patriotas los catalanes? ?Y El tambor del Bruch?
Las mujeres hab¨ªan tenido pocos papeles, y sin matices: la guapa (El frente de los suspiros), la viuda (Alhucemas), la astuta (La princesa de los Ursinos)?, como correspond¨ªa a una sociedad en la que s¨®lo los hombres pod¨ªan ser reyes, militares, jueces, sacerdotes. En la primera ¨¦poca posguerrera, las bravas chicas de la Secci¨®n Femenina no aparec¨ªan en las pantallas: la conservaci¨®n de las decencias y las virginidades limitaban mucho. Ten¨ªan que aguantar el dogma de que el matrimonio es un sacrificio (La esfinge maragata) o el que un marido aviador prohibiera leer a Tolst¨®i (Retorno a la verdad).
Pero Adolfo y Benito hab¨ªan perdido la guerra, seguramente por ateos, y el protagonismo de nuestras pel¨ªculas hist¨®ricas pas¨® a las mujeres: madres, santas, abnegadas? Gritaban mucho porque eran hero¨ªnas de orgasmo contenido. Por alg¨²n sitio ten¨ªa que salir tanto anhelo, tanto patriotismo, tanta virginidad, tanta encendida pasi¨®n: brotaba dando voces. Desde las almenas de un castillo, o por las llanuras manchegas? Do?a Mar¨ªa la Brava o do?a Juana, La leona de Castilla. Locura de amor. Damas de tron¨ªo, como las a¨²n felizmente reinantes Amparo Rivelles y Aurora Bautista. O Susana Canales, vibrante vascocristiana (Amaya). O Mar¨ªa Dolores Pradera, que gritaba menos por ser rubia.
De mano femenina, y en una pel¨ªcula espa?ola, una joven falangista inventa la Reconciliaci¨®n Nacional al decir al ex comunista Jos¨¦ Su¨¢rez: "En Espa?a no hay vencidos". Antes que Dolores Ib¨¢rruri. Era en Ronda espa?ola, de 1951.
Gigantes y cabezudos
Los galanes ven¨ªan de una guerra de la que hab¨ªan salido mutilados de cuerpo o de alma. Unos eran bajitos, otros andaban escasos de pelo; a alguno le fallaba la dentadura, toques de estrabismo, inicios de adiposidades, estatura corta. Estaban tan deteriorados, que mov¨ªan m¨¢s a la risa que al deseo. Mal asunto una cinematograf¨ªa en la que los galanes eran simp¨¢ticos. Tan bajo era el nivel de belleza masculina, que nuestro Leslie Howard era Fernando Fern¨¢n-G¨®mez. Hab¨ªa que ver a Fernando Rey, el gal¨¢n que hab¨ªa tenido en sus brazos a Sara Montiel y a Aurora Bautista, vestido de escoc¨¦s en Eugenia de Montijo?
Un dato que necesita an¨¢lisis es el de la aparici¨®n en el cine de las masas. Grupos de alborotadores (La moza del c¨¢ntaro, Los ¨²ltimos de Filipinas) vestidos de antiguos y blandiendo aperos de labranza, como corresponde a un pa¨ªs "eminentemente agr¨ªcola" (bieldos, horcas, hoces, varas de arrear bueyes, escobas?, antorchas si era de noche) unas veces justificadamente como en Fuenteovejuna, y otras porque s¨ª, como en la manifestaci¨®n republicana de Peque?eces. A veces eran soldados como los que cantaban azarzuelados en El milagro del Cristo de la Vega. O ind¨ªgenas en taparrabos a los que bautizaban en Alba de Am¨¦rica. O feligreses en el Corpus de La dama del armi?o. O parlamentarios decimon¨®nicos dando voces en El marqu¨¦s de Salamanca. Estos figurantes ?ven¨ªan en grupo desde las manifestaciones en contra de la ONU? ?Llegaban despu¨¦s de pedir limosna en la puerta de las iglesias? ?Eran presos pol¨ªticos?
En todo caso, ten¨ªan cara de hambre.
El milagro del gallo
Se ve¨ªa que lo de la Falange no ten¨ªa futuro. La gente empez¨® a planchar las camisas blancas en lugar de las azules y a frecuentar m¨¢s la misa de doce que las reuniones de centuria. En las sierras dej¨® de o¨ªrse el c¨¢ntico exaltado de las monta?as nevadas para dar paso al susurro rezador de los ejercicios espirituales.
El p¨²blico empez¨® a hartarse de las efem¨¦rides y de las barbas. Aparecen las pel¨ªculas de los milagros, y las pel¨ªculas de comunistas que vienen del fr¨ªo o de comunistas que vienen del maquis.
Empez¨® la Virgen en Nuestra se?ora de F¨¢tima vociferando contra la Rusia bolchevique. Y se le cogi¨® el gusto a las historias religiosas y anticomunistas. Se vio a Paco Rabal en El canto del gallo gritando entre militares sovi¨¦ticos blasfemantes "soy un sacerdote". Se vio al mismo Rabal enviado a Espa?a desde Mosc¨² con la misi¨®n de asesinar a su padre en Muri¨® hace quince a?os.
Los protagonistas eran sacerdotes. Sin afeminamientos. Balarrasas que luchaban contra el enemigo comunista o mas¨®n.
En el cine anterior, el papel de malo lo sol¨ªa interpretar Manuel Luna, pero no pod¨ªa hacer de ruso porque todos sab¨ªan que era sevillano y, adem¨¢s, estaba muy mayor; ya no daba miedo. As¨ª es que se recurri¨® a un extranjero, Gerard Tichy. Un alem¨¢n, una bell¨ªsima persona que siendo casi un ni?o guerre¨® en las filas del Tercer Reich. Este pasado nazi parece que le convert¨ªa en el perfecto comunista ruso, polaco o h¨²ngaro del cine hispano. Lleg¨® a nuestro pa¨ªs en un barullo de cineastas que escapaban de sus patrias europeas, entre los que hab¨ªa directores (Ladislao Vajda, Carne de horca), fot¨®grafos (Hans Scheib, Forja de almas; Guillermo Goldberger, Un drama nuevo; Enrique Guerner, Cuentos de la Alhambra), actores (Luis Induni, Lo que nunca muere), escritores, decoradores, maquilladores? En el paquete de los italianos vino hasta la cu?ada del Duce, la hermana de Clara Petacci, que aqu¨ª estuvo haciendo papeles bajo el pseud¨®nimo de Miriam Day (El emigrado, Do?a Mar¨ªa la brava). En el cine, como en la Legi¨®n, no se les preguntaba si eran fascistas, jud¨ªos o saltimbanquis. No por generosidad espa?ola, sino por costumbre de peliculeros y para bien de la profesi¨®n, porque los refugiados ense?aron a trabajar a los nativos.
Tambi¨¦n por esos a?os nuestra cinematograf¨ªa se ocup¨® de dar noticia hist¨®rica de la evangelizaci¨®n colonial. En Misi¨®n blanca, un misionero explica: "Los hombres dominados por el ¨¦bano son muy especiales; as¨ª hay blancos que se olvidan de sus principios y acaban gust¨¢ndoles las negras".
Americanos...
En aquel oasis de paz que -dicen- era Espa?a, con familia, municipio y sindicato, todos ellos verticales, se empezaron a complicar las cosas. La Historia se parec¨ªa cada vez menos a lo que se estudiaba en clase.
Apareci¨® Orson Welles y rod¨® Mister Arkadin, un producto en el que trabajaban la propia do?a Amparo Rivelles y Ra¨²l P¨¦rez Cubero, y Gil Parrondo. Detr¨¢s de ¨¦l vinieron m¨¢s americanos y Ava Gardner. Los profesionales del cine empezaron a trabajar para los yanquis; bueno, los profesionales del cine y los profesionales de todo.
Pero a los actores se les atravesaron los idiomas. Y as¨ª quedaron nuestros galanes de segunda, haciendo bulto entre los generales del Cid o los ministros del zar o los gladiadores de Espartaco. Limit¨¢ndose a asentir o a dar vivas, porque aqu¨ª s¨®lo hablaba ingl¨¦s Fernando Rey.
Hay que rendirse a la evidencia, como se rindi¨® don Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal: vinieron los americanos a hacer el mejor cine hist¨®rico espa?ol. Lo curioso es que el Cid med¨ªa dos metros y do?a Jimena estaba de mojar pan. Puestos a mentir, por lo menos que el embuste sea bonito.
A partir de ah¨ª, el cine espa?ol cada vez fue m¨¢s cine, pero menos hist¨®rico.
?D¨®nde vas, Alfonso Parra?
Pero antes de El Cid, nuestro pobre cine de barbas ya hab¨ªa recibido una estocada de muerte. Las pel¨ªculas se pusieron de color para que volviera al trono de la fantas¨ªa quien nunca dej¨® de ser el gal¨¢n de las modistillas: un joven pr¨ªncipe.
Un pr¨ªncipe en el que se juntaran las apetencias de una derecha espa?ola rancia, la derecha de toda la vida, y los suspiros de las modernas chicas de la Cruz Roja que acababan siempre cas¨¢ndose con el sapo? Un pr¨ªncipe yey¨¦.
As¨ª acab¨® el cine hist¨®rico espa?ol por antonomasia: cuando Espa?a se apunt¨® a la vuelta de los Borbones. El primer s¨ªntoma cinematogr¨¢fico fue la arrolladora aparici¨®n de Alfonso XII y su prima tuberculosa. No parece posible que Vicente Parra hubiera podido encarnar con propiedad a un falangista heroico. Era otra cosa. Era la historia del bisabuelo del que Franco hab¨ªa nombrado su sucesor
Despu¨¦s de Orson Welles y los americanos apareci¨® a traici¨®n Luis Bu?uel y entreabri¨® la puerta a la anti-Espa?a. Fue el acabose del cine hist¨®rico, del que ya hab¨ªan empezado a hacer escarnio en Esa pareja feliz los ni?atos: Bardem y Berlanga.
La reina cat¨®lica de Espa?a se convierte en la t¨ªa Tula, para bien de ella, del cine y de todos nosotros. Amparo Rivelles, la leona de Castilla, se marcha a M¨¦xico. Mar¨ªa Dolores Pradera se dedica a cantar La flor de la canela.
La galanura se encarn¨® en Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez y Alfredo Landa.
Espa?a dej¨® de ser un pa¨ªs eminentemente agr¨ªcola para ser eminentemente cinematogr¨¢fico. Los j¨®venes, en vez de irse a hacer ejercicios espirituales o a desfilar con pantal¨®n corto, se dedicaron a hacer cortometrajes. Los almacenes de ropa vieron c¨®mo llegaban los figurinistas y resulta que las ropas que hab¨ªan vestido a todas las reinas de Espa?a ya no val¨ªan para las maribeles verd¨²s; las coronas que ci?eron las sienes de los monarcas m¨¢s ilustres no serv¨ªan para coronar a los coronados?
The End
Era un cine hist¨®rico entre comillas. Para despu¨¦s de una guerra sin comillas. Un cine que hereda los modos y maneras -los malos modos y las malas maneras- de la literatura popular rom¨¢ntica, folletones que nutr¨ªan las almas so?adoras de las chicas de servicio o las amas de cr¨ªa decimon¨®nicas?, impresos por obreros socialistas con tartera y gorrilla? Personal para el que el padre Coloma y otros ilustres comunicadores/educadores inventaron una mitolog¨ªa casera con ilustraciones coloristas en las que se daba una visi¨®n interesada de la patria, de la religi¨®n y de la vida. Mitolog¨ªa alimentadora de la fantas¨ªa infantil en la que se forjan los misioneros, los patriotas, los ateos y los blasfemos, y los golfos, ap¨®statas y traidores.
Como restos arqueol¨®gicos, quedan aqu¨ª y all¨¢ algunas pistas. En los establecimientos en los que se alquilan pelucas y trajes hay gran cantidad de calotas para las cabezas de los monjes, barbas de ermita?os, hirsutos bigotes de mercenario, cotas de malla de El Cid, t¨²nicas orientales de 55 d¨ªas en Pek¨ªn. Polainas rusas? Y en los almacenes de atrezzo, balalaicas y arcabuces. Por aqu¨ª, un pend¨®n de Castilla, un pebetero y un candil por all¨¢? Gum¨ªas, alfanjes y pu?ales. Orinales.
Me ha parecido reconocer algunos de estos objetos en las pel¨ªculas de 2006.
Buceando en las viejas pel¨ªculas, puede uno plantearse cuestiones curiosas. Por ejemplo: comprobar la vigencia del valor patri¨®tico de la jota. As¨ª como Agustina Bautista de Arag¨®n enardec¨ªa a sus vecinos con una jota cantada por un ciego, y los llevaba a todos juntos a luchar contra los franceses, ?conseguir¨ªa hoy Jos¨¦ Antonio Labordeta poner en pie a sus se?or¨ªas lanzando una jota en el hemiciclo?
Es en la plaza de Oriente madrile?a donde todo el cine espa?ol hist¨®rico se condensa. Desde el cambio de la guardia real inmortalizada por el cine mudo, hasta el ¨²ltimo discurso de Franco, pasando por la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica, ah¨ª quedan en piedra, como testigos, los reyes godos y un Austria a caballo, y una taberna en la que siguen reinando los reyes de la baraja de Heraclio Fournier.
?No se podr¨ªa rebautizar como Plaza del Cine Hist¨®rico Espa?ol?
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