Los campos de batalla contra la xenofobia
Asociaciones, educadores, mediadores y concejales comprometidos se enfrentan a los conflictos latentes de la inmigraci¨®n
La envergadura del fen¨®meno de la inmigraci¨®n ha generado en ciertas capas sociales una corriente soterrada de malestar, miedo y recelo sin suficiente reflejo en las encuestas. En los barrios de mayor concentraci¨®n inmigrante se encuentran dificultades crecientes para obtener plaza en las guarder¨ªas p¨²blicas, ayudas de comedor o becas de libros, ya que la inversi¨®n de las administraciones no ha aumentado en la medida en que lo ha hecho la poblaci¨®n. Pese a ser, seg¨²n las encuestas, uno de los pa¨ªses m¨¢s tolerantes de Europa, los sucesos de Alcorc¨®n no dejan de mostrar la fragilidad de la convivencia: es una nueva se?al de alarma que a?adir a El Ejido, Can Anglada, Banyoles, Lepe, N¨ªjar, Almorad¨ª o Elche.
Ya hay lugares en los que la poblaci¨®n nativa disminuye a medida que aumenta la for¨¢nea
Los puntos de fricci¨®n se sit¨²an en zonas deficitarias en sanidad y educaci¨®n
"Cada uno reza al Dios que quiera, pero todo el mundo debe sentirse part¨ªcipe del barrio"
"El trabajo de los inmigrantes aporta una parte significativa del crecimiento del PIB"
Aunque en Espa?a no hay conflicto interracial alto, no se puede descartar esa posibilidad
"En Francia envidian nuestra situaci¨®n porque podemos empezar desde cero"
"No ha sido f¨¢cil perder el miedo", comenta la presidenta de la asociaci¨®n de vecinos de San Crist¨®bal de los ?ngeles mientras, entrada la noche y en compa?¨ªa de otros vecinos, recorremos las arterias principales de este barrio del municipio madrile?o de Villaverde que cuenta con una poblaci¨®n inmigrante superior al 40%. El miedo del que habla Mar¨ªa Prado de la Mata es el miedo, altamente contagioso, al desconocido, a los miles de desconocidos que han ido poblando este barrio obrero v¨ªctima hace dos d¨¦cadas de la reconversi¨®n industrial. Y es que es aqu¨ª, en Villaverde y en Usera, en Carabanchel y en Tetu¨¢n; en El Raval barcelon¨¦s, en Sant Ildefonso de Cornell¨¤, en Matar¨®, en Hospitalet de Llobregat y en tantos y tantos barrios y municipios espa?oles con alta concentraci¨®n de poblaci¨®n inmigrante donde se est¨¢ librando la gran batalla por la integraci¨®n y contra la xenofobia, de la que depende el futuro de nuestra sociedad.
Son ellos, las asociaciones de vecinos, las ONG, los educadores y mediadores, los concejales comprometidos, los profesores, quienes sostienen la malla social que amortigua a diario el impacto de los conflictos, quienes tienden los puentes, deshacen equ¨ªvocos y aligeran el miedo. "Me pregunto qu¨¦ pasar¨ªa en nuestro pa¨ªs si todas estas personas se declararan en huelga aunque s¨®lo fuera durante una semana", indica Ricard Zapata, profesor de Ciencias Pol¨ªticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra.
Efectivamente, los puntos de fricci¨®n cultural y social no est¨¢n en los barrios de las clases medias que han encontrado en la inmigraci¨®n la posibilidad de disponer de servicio dom¨¦stico a bajo precio -lo que he permitido en muchos casos la incorporaci¨®n de la mujer espa?ola al mercado laboral- y tampoco en los despachos pol¨ªticos y empresariales en los que se festeja la moderaci¨®n salarial que conlleva la llegada masiva de mano de obra barata a la construcci¨®n, la agricultura y los servicios. La l¨ªnea de rozamiento entre aut¨®ctonos e inmigrantes se sit¨²a en barrios por lo general ya de por s¨ª deficitarios en servicios de sanidad y educaci¨®n, particularmente castigados por la delincuencia; en poblaciones donde se explota la "cama caliente" (alquiler por horas) y se est¨¢ al tanto del precio de cobre pelado -9 euros el kilo-, robado de las instalaciones p¨²blicas; en ¨¢reas urbanas que cuentan con peores infraestructuras.
Como se?ala Carmen Gonz¨¢lez Enr¨ªquez, profesora de Ciencia Pol¨ªtica y autora de varios trabajos sobre la integraci¨®n de los inmigrantes, la falta de inversi¨®n p¨²blica est¨¢ fomentando la competencia entre colectivos. "Los espa?oles aut¨®ctonos apoyan el derecho de los inmigrantes a disfrutar de todo tipo de servicios, pero siempre que no sea a su costa", sostiene. Por lo dem¨¢s, la incorporaci¨®n de alumnos con un escaso dominio del idioma complica el objetivo de mantener la calidad de la ense?anza en ¨¢reas que ya arrastraban un alto ¨ªndice de fracaso escolar. A eso se suma la competencia laboral y una sensaci¨®n de inseguridad, m¨¢s imaginaria que real en no pocos casos, que pesa enormemente en las relaciones.
Es ah¨ª, en estos barrios, donde para sobrevivir a los precios abusivos de los alquileres -llegan a exigirles el doble de lo que piden a los espa?oles-, muchos inmigrantes se ven obligados a compartir el piso con otras familias o a alojarse en infraviviendas condenadas al derribo. La procedencia rural de muchos de nuestros nuevos convecinos y la diferencia de las normas y usos sociales en sus pa¨ªses de origen chocan a veces frontalmente con las reglas impl¨ªcitas y expl¨ªcitas que rigen en nuestra sociedad. Carmen Gonz¨¢lez Enr¨ªquez muestra que la concentraci¨®n espacial de inmigrantes ocasiona problemas de convivencia: sensaci¨®n de invasi¨®n ante la inclinaci¨®n natural de los for¨¢neos a reunirse con sus compatriotas en los espacios p¨²blicos, conflictos vecinales por el ruido y malestar por la falta de respeto a algunas normas c¨ªvicas. La barrera del idioma, el diferente bagaje cultural y la falta de comunicaci¨®n hacen el resto. A su juicio, las concentraciones de inmigrantes en barrios determinados conllevan el peligro de la formaci¨®n de guetos. De hecho, ya hay barrios en los que la poblaci¨®n nativa disminuye a medida en que aumenta la for¨¢nea, colegios con un 93% de alumnos extranjeros, ¨¢reas urbanas con mayor¨ªa de j¨®venes inmigrantes.
El director del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS), Fernando Vallesp¨ªn, sostiene que la inmensa mayor¨ªa de los espa?oles no tienen una actitud negativa sobre la inmigraci¨®n. El 86% se declara perfectamente dispuesto a que sus hijos compartan escuela con los de los inmigrantes, el 82% dice no ver problema alguno en tener a un vecino inmigrante, el 62% niega que los for¨¢neos nos quiten el trabajo y casi nadie cree que la raza o la religi¨®n jueguen un papel importante en las relaciones. Tambi¨¦n el Eurobar¨®metro nos sit¨²a entre los pa¨ªses m¨¢s tolerantes. No, Espa?a no es un pa¨ªs racista ni xen¨®fobo. Si la inmigraci¨®n ocupa, con permiso del terrorismo, el primer lugar en las preocupaciones ciudadanas es tambi¨¦n porque a muchos espa?oles se les encoge el coraz¨®n al ver los naufragios de las pateras y, sobre todo, porque, como dice Carles Navales, director de la revista de an¨¢lisis La Factor¨ªa y periodista, la inmigraci¨®n se asocia con la degradaci¨®n de los barrios y con la precariedad. "Hay dos maneras", dice, "de abordar el problema: dejarse llevar por la ¨®ptica cristiana y atender a los m¨¢s necesitados, los inmigrantes, o apostar por el conjunto del barrio, por todos los pobres, incluidos aquellos aut¨®ctonos, que temen ser privados de las ayudas".
En esa misma l¨ªnea, el plan estrat¨¦gico de Ciudadan¨ªa e Integraci¨®n que aprobar¨¢ el Consejo de Ministros dentro de unas semanas contempla una inversi¨®n de 2.000 millones de euros para los pr¨®ximos tres a?os. Es un fondo que integra y multiplica las partidas anuales -200 millones para el presente a?o- que la Administraci¨®n central distribuye entre las comunidades aut¨®nomas para la acogida e integraci¨®n de inmigrantes. "La acogida es clave, hay que ense?arles nuestros idiomas, que somos una democracia, que mujeres y los hombres tenemos id¨¦nticos derechos", indica la directora general de Integraci¨®n, Estrella Rodr¨ªguez Pardo. "Pero el plan", subraya, "no va destinado s¨®lo a la inmigraci¨®n, est¨¢ dirigido a reforzar los servicios p¨²blicos en los barrios, a asegurar la cohesi¨®n social". El acuerdo con las comunidades aut¨®nomas establece que el 50% del fondo debe ser destinado a la educaci¨®n y un 40% entregado a los ayuntamientos que son los que libran esta batalla en primera l¨ªnea.
La experiencia demuestra que los conflictos y la delincuencia disminuyen en aquellos barrios en los que se invierte, pero no s¨®lo en servicios sino, sobre todo, en educadores, mediadores, en capital humano. A juicio de Carles Navales, el "error franc¨¦s" que ha dado lugar a las revueltas juveniles en barrios aislados geogr¨¢ficamente es, precisamente, el no haber entendido que "la ciudad es una" y que es preciso implicar a todos los colectivos en salvaguardar la convivencia. En Francia envidian nuestra situaci¨®n", indica,"porque nosotros podemos empezar de cero".
Con todo, el porcentaje de espa?oles que rechaza que su hijo comparta clase con inmigrantes ha pasado en 10 a?os del 1,8% al 9,9%. Es un dato que alimenta la impresi¨®n, m¨¢s o menos general, de que est¨¢ produci¨¦ndose un aumento paulatino de la xenofobia. Las quejas de los inmigrantes parecen demostrarlo. "Si te pillan el acento por tel¨¦fono, adi¨®s, se acab¨® el trabajo. Vas a alquilar una casa, te miran de arriba abajo y nada, resulta que ya est¨¢ alquilada", indica la ecuatoriana Mayra Viraconcha. Desde luego, la batalla no est¨¢ ganada, -se est¨¢ perdiendo en algunos barrios-, y es muy probable que ¨¦ste sea un momento de transici¨®n en el que se gestan las tendencias futuras.
Ricard Zapata no duda de la existencia de una xenofobia y un racismo contenidos, particularmente en lo que se refiere a la religi¨®n isl¨¢mica. "Hay ayuntamientos que aplican la pol¨ªtica de tender puentes hacia la comunidad inmigrante, pero luego resulta que en el mismo Badalona te encuentras con 20.000 firmas de rechazo a la construcci¨®n de una mezquita", indica. "Me temo que la tolerancia que muestran las encuestas es, en parte, ret¨®rica porque los datos nos indican que el rechazo aumenta cuando se toman medidas efectivas, como la regulaci¨®n de los inmigrantes. Tenemos un buen tejido asociativo, pero no se est¨¢ involucrando suficientemente en el problema. Desde el Bar?a hasta las asociaciones de vecinos, todo el mundo deber¨ªa implicarse en esta tarea", se?ala.
Con todo, como apunta Gabriel Lozano, de la Federaci¨®n de asociaciones de vecinos de Madrid, "podemos darnos con un canto en los dientes por haber logrado absorber sin conflictos mayores y en pocos a?os 4,5 millones de inmigrantes". Muchos problemas pueden resolverse si se abordan con respeto y a tiempo, si se tienden puentes m¨ªnimos de comunicaci¨®n. "Hab¨ªa unos vecinos que cocieron una vaca entera en su vivienda de 50 metros. Por lo visto, les parec¨ªa lo m¨¢s normal del mundo, pero se habl¨® con ellos y no lo han vuelto a hacer" (...) "A la frutera que tenemos abajo tuvimos que decirle que aqu¨ª no sacamos la basura a cualquier hora del d¨ªa". Es cuesti¨®n de tiempo, vienen a decir las asociaciones vecinales, poco a poco nuestros nuevos convecinos ir¨¢n adapt¨¢ndose.
A las diferencias en los comportamientos sociales se suma la diferente percepci¨®n sobre los elementos conflictivos. "Cuando despu¨¦s de soportar un concierto de 18 horas seguidas sobre mi cabeza sub¨ª a protestar, me mandaron con cajas destempladas y me llamaron racista", cuenta una vecina. "Tengo una vecina racista, ha llegado a tirarme del pelo y a insultarme, 'vete a tu pa¨ªs', me gritaban, porque dec¨ªan que hac¨ªamos ruido. ?Qu¨¦ ruido podemos hacer si adem¨¢s, s¨®lo venimos a casa a dormir?", se pregunta, a su vez, la marroqu¨ª Mina Erro que vive en el Camino Alto de San Isidro, (Carabanchel). Tambi¨¦n ella ha detectado un cambio de actitud hacia la comunidad marroqu¨ª a partir del 11-M. "Lo he notado en las miradas y en que los d¨ªas siguientes al atentado me empujaron varias veces en el metro", se?ala.
Aunque en Espa?a no hay un conflicto interracial alto, no se puede descartar que esa posibilidad llegue a darse en un futuro si a las inversiones no se a?ade una garant¨ªa razonable de seguridad ciudadana. Seguramente, conviene distinguir entre los comportamientos derivados del racismo y la xenofobia y las denuncias l¨®gicas del gamberrismo y la delincuencia protagonizada por personas inmigrantes. Tachar de racista o de xen¨®foba cualquier denuncia leg¨ªtima por el hecho de que implique a un inmigrante es una manera de soslayar el problema, taponar la soluci¨®n y generar el caldo de cultivo del que puede surgir la verdadera xenofobia.
"La opini¨®n p¨²blica negativa respecto a la inmigraci¨®n responde a la impresi¨®n de que la pol¨ªtica no tiene recursos y de que hay una falta de gobernabilidad que empieza con la incapacidad de cubrir nuestras fronteras", indica Ricard Zapata. "Tiene gracia que una persona como yo que se las tuvo con la polic¨ªa franquista encabece ahora manifestaciones pidiendo m¨¢s polic¨ªas para el barrio", comenta Gabriel Lozano.
Son los adolescentes y j¨®venes, por lo general, quienes, con raz¨®n o sin ella, suscitan el temor y la animadversi¨®n en la poblaci¨®n aut¨®ctona. Es la gran inc¨®gnita que habr¨¢ que despejar antes que tarde. Probablemente, tienen raz¨®n cuando afirman que a ellos no se les perdona lo que se consiente en el caso de los aut¨®ctonos. Como corresponde a una poblaci¨®n en gran medida marginada, el ¨ªndice de delincuencia entre los inmigrantes es superior a la de los aut¨®ctonos pero, en cualquier caso, lo que los espa?oles no pueden jam¨¢s perder de vista es que la inmensa mayor¨ªa de nuestros nuevos convecinos son gentes pac¨ªficas y trabajadoras que tienen mucho m¨¢s que ense?arnos de lo que creemos, que sufren los delitos en primera persona y por partida doble, puesto que les estigmatizan colectivamente a los ojos del resto de la sociedad. El da?o que el gamberrismo y la delincuencia juvenil provocan en la convivencia social dentro de las ¨¢reas de fricci¨®n es incalculable y, como reclaman tantas veces los propios colectivos de inmigrantes, deber¨¢ ser encauzado y atajado m¨¢s pronto que tarde.
La ex secretaria de Inmigraci¨®n de la Generalitat y experta del PSC en la materia, Consol Prados, opina que la situaci¨®n actual es fruto de "la ausencia, hasta hace poco, de una pol¨ªtica de inmigraci¨®n". La falta de trabajos estad¨ªsticos sobre los problemas de convivencia en los barrios y el hecho mismo de que el Observatorio contra el Racismo y la Xenofobia no se creara hasta 2005 parecen darle la raz¨®n.
"Cada uno puede rezar al Dios que quiera, pero tenemos que conseguir que todo el mundo se sienta part¨ªcipe de su barrio. Si queremos que en lugar de comunidades haya una comunidad de ciudadanos, tenemos que coordinarnos eficazmente entre las administraciones e invertir en los barrios, nada de repartir la miseria", destaca.
El diputado de CiU Carles Campuzano opina que la incapacidad de la Administraci¨®n para abordar el fen¨®meno ha contribuido a generar la sensaci¨®n de inseguridad en los barrios populares. "No hemos sido capaces de regular las entradas ni de facilitar la acogida y la integraci¨®n y hemos navegado entre un discurso paternalista que banaliza los problemas y el que lisa y llanamente exige a los inmigrantes que se adapten o que se vayan", a?ade. "El resultado es que cualquier incidente, una ri?a, una disputa, una mirada a una chica, puede desembocar en enfrentamientos entre comunidades. No hemos sido conscientes de que ¨¦ste es el gran problema no s¨®lo espa?ol, sino europeo de los a?os venideros", explica.
A la vista de los chicos que deambulan por los barrios, cabe preguntarse qui¨¦n cuida y controla a los hijos de las empleadas del servicio dom¨¦stico que limpian nuestras casas y cuidan a nuestros ni?os y a nuestros ancianos. Es un problema al que los expertos otorgan cada vez mayor importancia. La ausencia de sus progenitores, obligados a largas jornadas laborales, facilita el absentismo escolar y el pandillismo y eclipsa el referente familiar de la disciplina y la autoridad del padre.
"Soy partidario de actuar como en Dinamarca. A los padres que no llevan a sus hijos a la escuela, se les apercibe y si reinciden se les expulsa del pa¨ªs", apunta Carles Navales. Impedir que esos j¨®venes adopten formas de violencia y de peque?a delincuencia importada, evitar que arruinen su futuro y la convivencia exigir¨¢ un trabajo y una atenci¨®n muy particular.
Aunque s¨®lo sea desde el ego¨ªsmo, puesto que el trabajo de los inmigrantes aporta una parte significativa del crecimiento anual de nuestro PIB, Espa?a har¨ªa bien en hacer un gran esfuerzo colectivo para ganar la gran batalla de la convivencia. Como dicen los que trabajan a pie de obra en el problema, lo primero es comprender que ya no hay marcha atr¨¢s, que Espa?a ya no ser¨¢ nunca m¨¢s una sociedad homog¨¦nea, monocultural.
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