El s¨ªndrome del encogimiento
Hace unos d¨ªas en estas p¨¢ginas se evocaba a Ram¨®n Pi?eiro y su mesa camilla, por la que pas¨® tanta gente. Aunque siempre tuve a gala no ser de Pi?eiro tambi¨¦n acab¨¦ pasando por all¨ª (no se puede uno chulear de nada). Y ¨¦l, ya muy enfermo, me concedi¨® generosamente la entrevista que le solicit¨¦, su ¨²ltima entrevista, en la que explic¨® su vida y sus pasos. Como somos pa¨ªs de parroquias y facciones conviene explicar que respeto mucho su valor, su entrega total a su ideal y una parte de su obra: mantener y transmitir la cultura en lengua gallega a otras generaciones. Pero discrepo de sus principales decisiones pol¨ªticas: la ruptura con el galleguismo del exilio, o sea la continuidad pol¨ªtica de Galicia encarnada en el Consello da Galiza, y la renuncia a la lucha pol¨ªtica. Aun con las dificultades del momento, fueron decisiones tremendamente equivocadas y que a¨²n pagamos como pa¨ªs.
Hay muchos factores para explicar las decisiones del galleguismo del interior que reduc¨ªan Galicia a un espacio cultural y metaf¨ªsico y renunciaban a su existencia pol¨ªtica. Pero en el fondo todo se reduce a lo que me dijo hace a?os Camilo Nogueira cuando criticaba la visi¨®n "encogida" de Galicia, tan extendida. En realidad, es m¨¢s hondo el problema. No s¨®lo domina la visi¨®n encogida, es que los gallegos fuimos encogidos. Son las nuevas generaciones, con tanto bist¨¦ y tanto yogur, los que crecen altos y sin complejos, pero las anteriores vivimos bajo un s¨ªndrome: el encogimiento. Un encogimiento que nos paraliza, nos inhibe de imaginar, nos hace lo que somos, miedosos. Y no s¨¦ si la tal mesa camilla representa m¨¢s la resistencia o el encogimiento.
Hace a?os, Manuel Rivas escribi¨® un libro de gran periodismo literario, Galicia, el bonsai atl¨¢ntico, en el que con la ternura que le es caracter¨ªstica dibujaba el pa¨ªs que amaba. Uno no deja de ver, con la aspereza que le es caracter¨ªstica tambi¨¦n, lo que hay de cruel en esa misma acertada figura de ¨¢rbol podado con m¨¦todo, reducido a ser miniatura. Porque este pa¨ªs hasta ahora ha sido as¨ª, un juguete, y nosotros sus habitantes, ciudadanos de alma jibarizada.
Esto es patente en la pol¨ªtica, en la econom¨ªa, y asfixiante en la cultura. Una cultura de la se?orita Pepis, para jugar en solitario en el cuarto de las mu?ecas. Precisamente estos d¨ªas el mundo de la cultura se vuelca en un homenaje a Isaac D¨ªaz Pardo. Isaac bien merece ese homenaje y tambi¨¦n uno cada a?o, no s¨®lo por su talento sino porque su aportaci¨®n a la memoria colectiva y a la creaci¨®n cultural e industrial es impagable. Entiendo que el homenaje nace de la situaci¨®n producida en su gran creaci¨®n, la empresa que fund¨® y va unida a su figura, Sargadelos. Y, siendo justo y necesario todo ese apoyo a Isaac, es necesario ir m¨¢s all¨¢, para no acabar en la morri?a, en el encogimiento.
Lo ocurrido en Sargadelos son actos empresariales, se puede discutir si son leg¨ªtimos en un sentido moral o si son acertados, pero son movimientos internos dentro de la l¨®gica de las empresas y avalados por el derecho mercantil. Y como no podemos suspender el derecho mercantil tenemos que aceptar la legalidad de lo sucedido. Las cosas que han sucedido no se pueden desuceder, s¨®lo se pueden volver a cambiar. La situaci¨®n actual es mala para Isaac y la familia D¨ªaz Pardo y, desde un punto de vista digamos moral, es injusta. Pero tambi¨¦n es muy mala para los nuevos accionistas mayoritarios, pues debilita enormemente la marca. Hay que encontrar salida.
Sargadelos tiene una doble dimensi¨®n, empresa de cer¨¢micas y s¨ªmbolo cultural. Y en ninguno de los dos ¨¢mbitos ha desarrollado sus posibilidades. Sus cer¨¢micas hasta ahora tienen mercado en Galicia, pero no han crecido lo que deben crecer en otros mercados, tiene todo por crecer. Y el triunfo mercantil de esas piezas, esas formas y dise?os, ser¨¢ una embajada y una marca de calidad de Galicia. La cultura gallega le da su apoyo agradecido a Isaac, bien, pero ahora lo que es imprescindible es que Sargadelos tenga el apoyo de la Xunta. Que ¨¦sta act¨²e, que medie y encuentre una soluci¨®n empresarial adecuada.
Que el enfrentamiento se haga entendimiento y que lo que hoy es divisi¨®n se transforme en multiplicaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.