Un exigente programa
Parece mentira que ya no est¨¦ entre nosotros Claudio Guill¨¦n, el autor del recient¨ªsimo De leyendas y lecciones, y que estas palabras vayan de la rese?a al elogio p¨®stumo. En cierto sentido, la interpelaci¨®n al "querido lector, esperado amigo" que se lee en el pr¨®logo no puede ponerse en pasado. Claudio mostr¨® que el yo que escribe una simple carta no es el yo emp¨ªrico. Una de las ventajas de este yo que escribe es pasar por encima del tiempo, seguir vivo. Como sigue vivo el programa marcado en ese pr¨®logo: "Lo principal ha sido siempre la admiraci¨®n, el entusiasmo, el af¨¢n de adentrarme en el conocimiento y la comprensi¨®n de unas obras y unas personas mediante la pr¨¢ctica de una cr¨ªtica asombrada, impulsada por el deseo de compartir con otros lectores el proceso de ir m¨¢s lejos, la profundizaci¨®n en las formas y en los valores que s¨®lo hace posible, trat¨¢ndose tanto de creadores como de cr¨ªticos, el ejercicio del lenguaje", as¨ª como los medios de ponerlo en pr¨¢ctica: "La lectura atenta de los textos, su justa situaci¨®n en la historia de la literatura y el uso apropiado de t¨¦rminos te¨®ricos".
Ha sido el espa?ol vivo que m¨¢s se ha acercado al ideal goetheano de la Weltliteratur, de la literatura mundial. Lo cual tampoco es azaroso, sino combinaci¨®n de talento individual y circunstancias hist¨®ricas especial¨ªsimas. No hay m¨¢s que recordar que la Casida de las palomas oscuras, de Lorca, se la dedic¨® su autor "A Claudio Guill¨¦n, ni?o en Sevilla". Ese ni?o emigra con sus padres a Estados Unidos en 1938; su madre, Germaine Cahen, era francesa, y ¨¦l fue voluntario del Ej¨¦rcito de la Francia libre a fines de la guerra mundial. Una vez cont¨® c¨®mo hizo cola de uniforme en una plaza del Par¨ªs liberado para que Picasso le firmara una serigraf¨ªa. Y es significativo: el soldado franc¨¦s que era espa?ol y, m¨¢s que soldado, era estudiante y estudioso: en el Harvard de Amado Alonso, en el Princeton de Am¨¦rico Castro y Vicente Llor¨¦ns. Pero tambi¨¦n en la colonia semidestruida donde daba clase E. R. Curtius, en la Universidad de California, en Harvard otra vez, ya ocupando la c¨¢tedra Harry Levin de literatura comparada, con Roman Jakobson entre los compa?eros de claustro, de vuelta en Espa?a desde poco despu¨¦s del final de la dictadura franquista, profesor en las Aut¨®nomas de Barcelona y Madrid y en la Pompeu Fabra de Barcelona, ganador del Premio Nacional de Ensayo en 2000 y miembro de la Real Academia Espa?ola, la vida de Claudio Guill¨¦n ha sido plena y fecund¨ªsima, hasta el ¨²ltimo d¨ªa.
Esta vida aparece presidida por el doble sino del exilio y la Rep¨²blica de las Letras. En cada uno de esos dos destinos cabe matizar: "Exilio es desplazamiento, mudanza: est¨¢ siempre a punto de venir o de irse", dec¨ªa Francisco Rico en su contestaci¨®n al discurso de ingreso en la RAE. En todo caso, si seguimos la tipolog¨ªa que ¨¦l establece en El sol de los desterrados, su acicate ha sido m¨¢s el del cosmopolitismo de los c¨ªnicos y la libertad de los estoicos. Es s¨®lo cuesti¨®n de grado: no cabe aplicar un patr¨®n de blanco y negro a quien ha centrado su esfuerzo en pensar las polaridades, la multiplicidad y la complejidad del hecho literario y del mundo.
Universitario ejemplar, en ese campo la larga carrera de Claudio est¨¢ sembrada de nombres de maestros y disc¨ªpulos, de actividad incesante, docente e investigadora, en todo el mundo. En g¨¦neros (la ep¨ªstola), formas (los paralelismos), temas (lo obsceno), Guill¨¦n ha hecho frente al exigent¨ªsimo programa de su disciplina que ¨¦l mismo ha trazado: "La literatura comparada, mediante su amplitud y los problemas particulares con que se enfrenta, profundiza en una complejidad cr¨ªtica e hist¨®rica cuyos t¨¦rminos son como m¨ªnimo la contraposici¨®n, la superposici¨®n y la multiplicidad".
Descanse en paz. Hoy queremos pensar en el "harto consuelo" que nos deja su memoria.
Andr¨¦s Soria Olmedo es profesor de la Universidad de Granada.
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