Impresiones, expresiones, represiones
Rosa Reg¨¤s
Nada detesta m¨¢s la derecha que las mujeres que no le pertenecen, y as¨ª Aznar sugiere que su esposa ser¨ªa una preciosa presidenta del Gobierno y sus terminales machacan sin ¨¦xito a diversas lumbreras femeninas
No es que me importe demasiado, pero los pijos de la derecha digital la han emprendido contra Rosa Reg¨¤s (editora de post¨ªn en sus a?os m¨¢s c¨¦lebres, adem¨¢s de muchas otras cosas, y directora ahora mismo de la Biblioteca Nacional) como si fuera una Botella de Aznar cualquiera haciendo como que es concejala o lo que sea de asuntos sociales en el Ayuntamiento de Madrid. Sin ir m¨¢s lejos, cuando Jim¨¦nez Losantos era profesor de secundaria en Barcelona, Rosa Reg¨¤s dirig¨ªa ya La Gaya Ciencia, una editorial preciosa, y en castellano con sede en Catalu?a, que lleg¨® a contar con fondos de mucho peso entre los que no figuraba, para su desdicha, ning¨²n editorialista chiflado de los liberales que corriendo el tiempo se har¨ªan digitales. Algo de F¨¦lix de Az¨²a, creo recordar, pero en homenaje a Juan Benet, y hasta un temprano ?lvaro Pombo. ?Y por qu¨¦ contra Rosa Reg¨¤s? Porque es el pasado pecador lo que esta derecha odia, ya sea masculina, femenina o epicena.
Carmen Alborch
Que nadie se llame a enga?o. Esta mujer absolutamente mediterr¨¢nea era decana de la Facultad de Derecho de la Universitat de Val¨¨ncia en tiempos de mucho jaleo, reina de la noche con los deberes cumplidos durante el d¨ªa, y todav¨ªa hay mucho tarambana que no le perdona su empenta, su mucho arte, su compromiso con lo mejor de la vida y esa voracidad de ojos tranquilos que la llev¨® desde Castell¨® de Rugat hasta el Ministerio de Cultura como quien no quiere la cosa. Ahora se postula por barrios y mercados como candidata a la alcald¨ªa de Valencia, a sabiendas de que emprende un cierto combate entre racionalidad y populismo de ocasi¨®n y de que no le resultar¨¢ f¨¢cil cambiar la faz terrible de una ciudad que dej¨® de ser lo que era para convertirse en nada. ?Su ventaja? Que a poco que reflexionen los ciudadanos habr¨¢n de persuadirse de que Carmen rescatar¨¢ la alegr¨ªa originaria de esta ciudad ahora tristona.
V¨ªctimas querellantes
No parece probado que Rodr¨ªguez Zapatero asesinara en nombre de ETA a un hermano y dos sobrinos del se?or Francisco Jos¨¦ Alcaraz, presidente de la Asociaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo, as¨ª que no se entiende bien que ese pat¨¦tico personaje desaloje m¨¢s energ¨ªa arremetiendo contra el Gobierno socialista que colaborando con la estrategia que podr¨ªa terminar de una vez por todas con el terrorismo. Ahora se querella contra Javier Mar¨ªas, y de paso contra este diario, por un art¨ªculo donde el escritor cuenta las desventuras de una amiga suya pillada en medio de una manifestaci¨®n de los AVT. Comparto la inquietud ante la proliferaci¨®n de banderitas espa?olas en las calles, porque s¨¦ que antes o despu¨¦s intentar¨¢n darte con el palo en el cielo de la boca. Y porque para presidir una asociaci¨®n de tanto dolor como la AVT tambi¨¦n se requiere de algo m¨¢s que ser familiar de v¨ªctima y menor de edad de por vida.
Cajas y batallas
Tampoco hace tanto tiempo que las cajas de ahorros a?ad¨ªan la coletilla "y Monte de Piedad" a su r¨®tulo emblem¨¢tico, pero la segunda parte de esa denominaci¨®n ha ca¨ªdo del cartel en nombre del negocio puro y duro, como es natural. La batalla por el control de la CAM reproduce una feroz lucha pol¨ªtica por la segregaci¨®n alicantina, pero muestra la habilidad, o todo lo contrario, del PSPV para ahondar en la crisis de los populares valencianos, pactando con Zaplana un acuerdo que lleva de cabeza a Camps. Rajoy, por su parte, desautoriza a Zaplana y apoya a Camps en este asunto, a la vez que Camps apoya a un Carlos Fabra en serias dificultades, lo que tal vez significa que Rajoy tambi¨¦n apoya a Fabra, que Zaplana no tiene nada contra el de Castell¨®n, y que nadie tiene nada contra nadie mientras no se demuestre lo contrario, y entonces ya veremos, y etc¨¦tera. Si esto es el aperitivo, qu¨¦ ser¨¢ el pollo de la batalla electoral.
Desear la muerte
Dec¨ªa Malraux que lo fastidioso de la muerte es que convierte a la vida en destino. El caso de Madeleine, que se proporcion¨® una muerte dulce para aliviar sus padecimientos sin remedio, ha suscitado numerosas preguntas sobre los l¨ªmites de la vida. Pero a¨²n en el caso de que la persona no padezca de una enfermedad incurable, el derecho al suicidio asistido deber¨ªa estar recogido en cualquier legislaci¨®n sensata. Se trata de reconocer que alguien que no fue invitado a participar del fest¨ªn de la vida tiene derecho a abandonarla sin necesidad de lanzarse a las v¨ªas del tren o de arrojarse al vac¨ªo. Si se nace m¨¢s o menos dulcemente, no veo por qu¨¦ hay que convertir en suicida aparatoso a quien decide que la vida ya no le resulta soportable, porque a partir de ese instante es que apenas ya si sobrevive.
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