Eldorado, bajo la Cibeles
La caja fuerte m¨¢s custodiada de Espa?a guarda miles de lingotes
El oro es hoy un activo con el que se negocia en los mercados para obtener rentabilidad, por lo que peri¨®dicamente se vende parte. En 2006 Espa?a se deshizo de 40 toneladas con un beneficio de unos 500 millones de euros, seg¨²n los datos oficiales. Pero Espa?a acumula 417 toneladas de oro en tres plazas extranjeras y en la sede del Banco de Espa?a. EL PA?S ha visitado la c¨¢mara acorazada de la entidad para comprobar c¨®mo se sienten los que se encuentran con ese tesoro.
"Nunca hemos sufrido robos, y queremos que siga as¨ª", dicen los encargados de seguridad
Rara vez se cae en ello al viajar en la l¨ªnea 2 del metro bajo el carro de Cibeles. "Pr¨®xima estaci¨®n, Banco de Espa?a", dice la voz enlatada. All¨ª al lado, a pocos metros de los pasajeros que van a lo suyo, yace una de las fortunas m¨¢s evidentes de Espa?a, dinero de todos que apuntala las econom¨ªas del banco central y del Estado, miles de kilos de oro en barras y monedas que refulgen, millones de euros hechos metal. La c¨¢mara del oro del que fuera fundado como Banco Nacional de San Carlos en 1782 es una formidable fortaleza, una serie de galer¨ªas h¨²medas que llaman al sue?o de la riqueza y la codicia, el cielo del t¨ªo Gilito en las entra?as de la capital.
El lingote que muestra Fernando, uno de los claveros del sanctasanct¨®rum del edificio de Alcal¨¢ con Paseo del Prado, es una barra singular con la numeraci¨®n M68026 y LF526, su carn¨¦ de identidad particular. La pieza trapezoidal brilla como el sol incluso bajo la luz mortecina de la c¨¢mara y su tacto es suave y g¨¦lido a la vez. El lingote, que el amo de las llaves ha sacado al azar de una gaveta con otros 24, tiene el alma millonaria: vale alrededor de 200.000 euros, seg¨²n la cotizaci¨®n de estos d¨ªas. Cuando se sostiene entre las manos la medida ¨¢urea del becerro de la avaricia -sus aproximadamente 12,5 kilos de oro (400 onzas Troy, la medida est¨¢ndar)- es inevitable maravillarse ante los m¨¢s de 33 millones de pesetas que condensa el metal surafricano, como si se tuviera en vilo el sal¨®n de la casa que no se puede comprar, el cr¨¦dito inalcanzable, un billete del gordo...
Un pu?ado de personas entran, y pocas veces, en este extra?o santuario de riqueza dormida. Fernando y Mercedes llevan haci¨¦ndolo juntos como siameses desde hace m¨¢s de 25 a?os. Se necesitan para abrir al alim¨®n las m¨²ltiples defensas del lugar, cargados con sus manojos de llaves de formas extra?as y las combinaciones de las puertas mastod¨®nticas agazapadas en alg¨²n lugar de su cabeza.
Fernando es un hombre afable, una enciclopedia viva del Banco de Espa?a que recita de memoria fechas, datos y nombres de gobernadores de la instituci¨®n como si fueran de la familia. Asegura que su oficio, la apertura de la caja fuerte por antonomasia para el arqueo de las reservas de oro cuando lo ordenan los auditores del Banco, es algo tan prosaico como "contar garbanzos, lo mismo".
Llegar hasta la caverna donde se almacenan estos garbanzos de cuento oriental recuerda al comienzo de la serie Superagente 86, aquella que cre¨® Mel Brooks en los a?os sesenta del siglo pasado en que el pobre Maxwell Smart atravesaba obst¨¢culos sin fin para alcanzar su oficina secreta. Primero hay que bajar 35 metros desde la superficie para toparse de bruces con la primera puerta poderosa de un hipogeo que mide 4.500 metros cuadrados.
Decir que la entrada pesa 16,5 toneladas de acero es lo m¨¢s significativo del artilugio mec¨¢nico, una tapa redonda y m¨¢s ancha que un hombre que se recubre de vaselina peri¨®dicamente para evitar que se oxide.
Sorprende ver c¨®mo la ley de la palanca y la pericia de los ingenieros que la dise?aron hacen que Fernando abra tama?a mole con un solo dedo una vez liberados los pernos, lentamente, sobre dos bisagras grandes como misiles. Al m¨ªnimo obst¨¢culo, "como un poquito de suciedad", afirma el hombre, la puerta ya no encaja y debe venir el cerrajero a lijar el borde de acero para que vuelva a funcionar. La c¨¢mara es estanca gracias a lo herm¨¦tico de las puertas, as¨ª que al cerrarse se siente el aire salir por la diferencia de temperatura.
El silencio dentro parece infinito, y los que se internan en ¨¦l lo rompen con voz queda como si de un sacrilegio se tratara. Las distintas estancias que componen el recinto tienen el aspecto austero de un ministerio del Franquismo. Son criptas amplias y fr¨ªas, de b¨®veda apuntada, sin decoraci¨®n ni elementos superfluos. Se excavaron a partir de 1933 "a base de dinamita, pico y pala, como si fuera una mina", explica Fernando, que ense?a las fotos de los obreros fabricando el hormig¨®n armado con la boina calada, 260 personas que trabajaron d¨ªa y noche para concluir la obra.
Estos hombres extrajeron 22.000 metros c¨²bicos de tierra en una obra que cost¨® 9,5 millones de pesetas de la ¨¦poca (?15,8 millones de euros!). La c¨¢mara, parecida en su dise?o a la de la sede de la Caja de Ahorros (Sparkasse) de Viena, fue inaugurada en un mal a?o, 1936, tras resolver el problema del agua subterr¨¢nea com¨²n en Madrid que provoc¨® el colapso de los taludes en alguna ocasi¨®n.
Las puertas, tres hasta llegar al peculiar almac¨¦n, son los elementos m¨¢s visibles de las muchas medidas de protecci¨®n que no desvelan los empleados. "Nunca hemos sufrido robos y queremos que siga siendo as¨ª", previenen los celosos encargados de la seguridad del Banco. S¨ª se puede contar que las puertas llegaron de Pensilvania (EE UU), fabricadas por la empresa York. Tal es el peso de las tres principales -adem¨¢s de la ya citada, las otras llegan a las 15 y 8 toneladas-, que se contrataron unas gr¨²as especiales para lograr bajarlas. Una vez que se atraviesa la tercera, aparece el gabinete numism¨¢tico del Banco.
Ordenados en cajones forrados de terciopelo azul profundo est¨¢n muchos de los escudos, reales y pesetas de oro acu?ados por la entidad desde su creaci¨®n y una gran selecci¨®n de monedas salidas de las cecas espa?olas a lo largo de la historia.
Aqu¨ª se guarda el primer maraved¨ª con caracteres latinos (siglo XII; s¨®lo hay tres piezas m¨¢s) y una medalla conmemorativa del reinado de Isabel II de 454 gramos de oro, ¨²nica en el mundo. Una vez m¨¢s, las cifras apabullan: la colecci¨®n tiene m¨¢s de medio mill¨®n de piezas. Javier, el empleado encargado del gabinete, explica que las reservas de oro se acumulaban en monedas hace a?os, no como ahora, cuando su forma m¨¢s com¨²n es el lingote.
Miles de ellos, el Banco no da la cifra exacta, duermen en un cuarto pr¨®ximo. En vitrinas de metal y cristal est¨¢n alineados, tan quietos como reliquias polvorientas cuya ¨²nica funci¨®n es existir.
Cuenta Fernando que las personas que entran por primera vez en la caja suelen ser discretas y no dicen casi nada ante el asombro del oro, "aunque, eso s¨ª, abren los ojos como b¨²hos y al rato preguntan cu¨¢nto vale un lingote, esa pregunta nunca falla".
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