El delantero al que nadie quiere
Despreciado por el Valencia y el Betis, Oliveira lavaba coches en su infancia y ped¨ªa limosna junto a sus cinco hermanos "para poder comer"
Qui¨¦n se lo iba a decir a Ricardo Oliveira (Sao Paulo, 1980) cuando de peque?o se vio obligado a dejar el colegio para lavar coches en las calles y pedir limosna con sus cinco hermanos mayores "para poder comer". Qui¨¦n le iba a decir que ser¨ªa un futbolista famoso, multimillonario y delantero del Milan y, quiz¨¢, del Real Madrid. Aquel ni?o delgado criado en las favelas de Caranediru, que viv¨ªa en una peque?a casa de madera y que a los ocho a?os perdi¨® a su padre, Luis Carlos, obrero, por una enfermedad pulmonar, llama hoy a las puertas del Bernab¨¦u.
A los 26 a?os, Oliveira triunfa por fin despu¨¦s de una lucha continua por sobrevivir. Si la vida le dio golpes, el f¨²tbol tampoco le dio facilidades. Rafa Ben¨ªtez le despreci¨® a su llegada al Valencia en 2003 afirmando que hab¨ªa pedido "un sof¨¢", en referencia a un delantero de prestigio, y le hab¨ªan fichado "una l¨¢mpara"; el presidente del Betis, Manuel Ruiz de Lopera, se enfrent¨® a ¨¦l al negarse a pagarle parte de la ficha por regresar tarde de una cesi¨®n al Sao Paulo; y en el Milan apenas ha brillado -dos goles en 17 partidos- ante la competencia de Gilardino e Inzaghi. Pese a todo, Oliveira sigue firmando sus aut¨®grafos con una R y una O may¨²sculas, y en el centro de la O una cara sonriente. El delantero recuerda su dura infancia y no puede menos que sentirse afortunado.
Como sus hermanos y amigos, Oliveira persegu¨ªa un bal¨®n por las calles de Sao Paulo en sus ratos libres. Hasta que la muerte de su padre empeor¨® su vida. "Fue una tragedia", recordaba el jugador en su etapa en Mestalla; "todos tuvimos que ponernos a trabajar. Mis hermanos limpiaban casas, cuidaban beb¨¦s y trabajaban en supermercados. Yo lavaba coches. Pero el dinero no bastaba y sal¨ªamos a la calle a pedir para poder comer". Su madre, Odilia, hac¨ªa horas extra como empleada de mantenimiento en un edificio. Su hermano, de nombre Ronaldo, de 13 a?os, dej¨® el f¨²tbol para trabajar. Para ¨¦l fue una salida que le llev¨® primero a la Portuguesa y luego al Santos, donde marc¨® 45 goles en 80 partidos. En 2003, el director deportivo del Valencia, Jes¨²s Garc¨ªa Pitarch, ahora en el Atl¨¦tico, le fich¨® por 500.000 euros, una ganga. "Me impresion¨® su velocidad, su verticalidad y su golpeo con ambas piernas. Saca el disparo sin apenas espacio. Es un atacante completo. Y puede ser primer o segundo delantero", recuerda Pitarch.
Convertido en una "v¨ªctima" de la lucha entre el secretario t¨¦cnico y Ben¨ªtez, y de la maldici¨®n del 9 en el Valencia, Oliveira dej¨® Mestalla como campe¨®n de Liga y UEFA rumbo al Betis, donde marc¨® 26 goles en dos a?os y gan¨® una Copa del Rey. En Sevilla sufri¨® tambi¨¦n su peor lesi¨®n, una rotura de ligamento frente al Chelsea que le conden¨® a la sombra. Busc¨® refugio en el Sao Paulo antes de llamar la atenci¨®n del Milan, que pag¨® 15 millones de euros por ¨¦l en 2006, 30 veces m¨¢s de lo que cost¨® hace cuatro a?os. "El Valencia nunca debi¨® venderlo. Era imposible encontrar un delantero as¨ª por ese precio. Si recupera la confianza y el olfato, volver¨¢ a marcar. S¨®lo le falta continuidad", asegura Pitarch, feliz de poder coincidir en Madrid con Oliveira: "Quedaremos para recordar an¨¦cdotas".
Oliveira, 10 veces internacional con Brasil, es todo lo contrario a una estrella medi¨¢tica. Muy religioso, miembro de los Atletas de Cristo, apenas sale y ayuda a los amigos de la infancia en Brasil. "A mi padre le gustar¨ªa verme triunfar", suspira; "ahora mi vida es un sue?o, pero he pasado de todo".
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