Yugoslavia o el error especular
Yugoslavia, tras de su desaparici¨®n, contin¨²a siendo un paradigma. El paradigma de los errores especulares, cada uno de los cuales reproduce, deformado, el anterior y es deformado y reproducido por el siguiente. Como en un local de feria, pero jugando no con im¨¢genes, sino con pueblos, vidas y haciendas y teniendo como espectador a la historia universal. Frontera de tres mundos -romano, bizantino e isl¨¢mico-, mosaico de lenguas, semillero de identidades nacionales, las grandes potencias y quienes aspiraban a serlo han utilizado tan explosivos materiales para proyectar su poder cuando no -lo que por menos racional es a¨²n m¨¢s peligroso- para satisfacer sus pasiones.
La historia de Yugoslavia es sobradamente conocida, desde su creaci¨®n en 1919 hasta su ¨²ltima disoluci¨®n, con la independencia de Montenegro, el pasado a?o. Pero lo que caracteriza tan atormentada peripecia es el encadenamiento por acci¨®n y reacci¨®n de graves errores pol¨ªticos. As¨ª, el sue?o sudeslavo, cuya matriz il¨ªrica parece fue acu?ada en la bella Ragusa, tuvo en los Habsburgo sus primeros mentores. Y ello por dos razones: como monarcas de Croacia, la parte m¨¢s pr¨®spera y culta del ¨¢rea por ser la primera liberada del dominio turco y porque el eslavismo del Reino unitrino de Croacia-Dalmacia-Eslavonia (a no confundir con Eslovenia) permit¨ªa contrapesar, desde el sur, al siempre ind¨®mito Reino de Hungr¨ªa. Pero cuando se vieron claras las reticencias austriacas a la gran Croacia, la llama del sudeslavismo pas¨® a un pueblo vigoroso, recientemente independizado del Imperio Otomano, aunque de vieja estirpe y con profundos lazos afectivos con Rusia: Serbia. Este primer error austriaco, iniciado en la ¨¦poca de Metternich, consistente en mirar a los Balcanes, enfrentarse por ello con Turqu¨ªa y Rusia, y, a la vez, no ser capaz de capitalizar las reivindicaciones de sus pueblos, culmin¨® con la anexi¨®n de Bosnia en 1908 y, m¨¢s todav¨ªa, en 1911. En esas fechas -?tres a?os antes de que el enfrentamiento austro-serbio produjera la I Guerra Mundial!- Serbia propuso su ingreso en el Imperio Austro-H¨²ngaro y la propuesta fue rechazada porque hubiera aumentado el peso eslavo, frente a alemanes y magiares, transformando la Monarqu¨ªa de doble en cu¨¢druple y, probablemente, salv¨¢ndola.
El error cost¨® caro. En vez de integrar al adversario se opt¨® por radicalizar el enfrentamiento que provoc¨® el conflicto con Rusia primero, con el mundo despu¨¦s y se sald¨® con la derrota y desmembramiento de Austria-Hungr¨ªa. Lleg¨® entonces el turno de los errores serbios con la creaci¨®n de un gran Estado de los eslavos del Sur o Yugoslavia, progresivamente centralizado y concebido como la gran Serbia. No faltaron voces sensatas, precisamente las de los jefes militares que hab¨ªan operado en el norte contra las tropas austriacas y conoc¨ªan la irreductibilidad de la naci¨®n croata a la pauta de Belgrado, que recomendaran prudencia y una moderada extensi¨®n por el sur de la costa croata y las zonas serbias de Bosnia-Herzegovina. Pero la Corte quiso emular la misi¨®n unificadora de los Saboyas en Italia y absorbi¨® en el nuevo Estado a croatas y eslovenos. Una Serbia, tan heroica como imprudente, pag¨® con creces en la II Guerra Mundial el enfrentamiento con los germanos y el sometimiento de los croatas. La restauraci¨®n de Yugoslavia tras la paz tampoco atenu¨® los conflictos nacionales, Serbia vio progresivamente erosionada su hegemon¨ªa en la Federaci¨®n y cuando Milosevic pretendi¨® restablecerla brutalmente, Yugoslavia estall¨®. Pero el precio de la insensata hiperextensi¨®n de 1919 iba todav¨ªa a ser m¨¢s alto por la torpeza de las terceras potencias.
Primero, desde Europa Occidental y los Estados Unidos, se intent¨® apoyar la unidad de la inviable Yugoslavia. La tradicional amistad franco-serbia, los prejuicios heredados de Seton Watson y de alguien m¨¢s, entre los anglosajones, y el eco de la colaboraci¨®n con la heroica resistencia serbia frente a los nazis influyeron, sin duda, en la inicial miop¨ªa de Londres, Washington y Par¨ªs, como los recuerdos de dos guerras mundiales -y, su consecuencia, la gran emigraci¨®n croata en Alemania-, pesaron en su unilateral apoyo a Croacia. Y todo ello encresp¨® las tensiones y prolong¨® el primer conflicto armado entre Belgrado y Zagreb, hasta llegar a la inevitable y deseable independencia de naciones que nunca debieron ser confundidas.
Segundo, lo que en medios yc¨ªrculos influyentes y pol¨ªticamente correctos hab¨ªa sido fobia anticroata y fervor yugoslavo se transform¨®, como por arte de magia, en fobia antiserbia. Quienes hab¨ªan denostado la independencia de un pa¨ªs milenario como Croacia tach¨¢ndolo de cantonalismo, se empecinaron en la independencia de Bosnia, primero, luego de Macedonia y de Montenegro. Los anti-identitarios, en lo que a las naciones hist¨®ricas se refiere, se hicieron sus apasionados defensores en Bosnia y, en un alarde de sensatez, propugnaron para dicho territorio, dos tercios de cuyos habitantes prefieren ser croatas y serbios, una Constituci¨®n morehelv¨¦tico (sic) seg¨²n Cyrus Vance. En las conexiones de la nueva rep¨²blica con sectores fundamentalistas del Islam, desde Turqu¨ªa a Pakist¨¢n, no se repar¨® demasiado. ?Para escandalizarse primero y bombardear despu¨¦s siempre habr¨¢ tiempo! Los errores intelectuales generan errores morales y, por ello, la necedad se transform¨® en sangre y fuego. Las guerras de Occidente contra Serbia, por Bosnia primero, por Kosovo despu¨¦s, contrarias a todo derecho nacional e internacional, que a punto estuvieron de provocar un conflicto con Rusia y que preludiaron el ataque a Irak, de tan brillantes consecuencias para todos. El entonces llamado Nuevo Concepto Estrat¨¦gico, publicado a la luz de los bombardeos sobre Belgrado, anticipaba lo que despu¨¦s se ha hecho en Bagdad. Quienes hoy se escandalizan de ello debieran recordar su entusiasmo a la hora de agredir a Serbia violando la Carta de las Naciones Unidas y las normas vigentes del derecho de guerra, so capa de defender los derechos de las minor¨ªas. Si el coste econ¨®mico de aquel esfuerzo militar y de las destrucciones causadas se hubiera empleado en una reagrupaci¨®n ¨¦tnica, pac¨ªfica y financiada, los bosnios nadar¨ªan hoy en la opulencia.
Tercero. ?Y todo para qu¨¦? Kosovo es el coraz¨®n hist¨®rico de Serbia -algo as¨ª como Asturias y Ripoll juntos en Espa?a- en donde la inmigraci¨®n de las ¨²ltimas d¨¦cadas, provocada por la mejor situaci¨®n del pa¨ªs en comparaci¨®n con Albania, ha dado lugar a una mayor¨ªa demogr¨¢fica albanesa cuya convivencia con los serbios aut¨®ctonos resultaba, sin duda, conflictiva. La intervenci¨®n euro-americana segreg¨® de facto Kosovo de Serbia, aunque con el compromiso de respetar la soberan¨ªa de ¨¦sta, dio el poder a los albaneses y toler¨® una persecuci¨®n de estos contra la minor¨ªa serbia, que es pura limpieza ¨¦tnica con persecuci¨®n de personas y destrucci¨®n de sus bienes econ¨®micos y culturales. ?Una nueva versi¨®n de la defensa de los derechos humanos que motiv¨® la intervenci¨®n armada!
Ahora se est¨¢ en trance de cometer un error m¨¢s. Al margen de todo derecho, con violaci¨®n de los compromisos adquiridos, independizar un Kosovo, financiado por la Uni¨®n Europea, que recoger¨¢ y agravar¨¢ las conocidas virtudes del Estado y la sociedad albanesa, eso s¨ª, bajo el amparo de una poderosa base militar. El primer resultado ha sido provocar la reacci¨®n ultranacionalista del electorado serbio. Europa pagar¨¢, a m¨¢s de los costes financieros de la operaci¨®n, las consecuencias de tales focos de desequilibrio, y el juego de los espejos, que reproducen los mismos errores, cada vez m¨¢s distorsionados, continuar¨¢ para convertirlos en horrores.
Miguel Herrero de Mi?¨®n es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas.
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