El tiempo de la inteligencia
Cierta prensa y ciertas tertulias espa?olas bordean el surrealismo. Cada d¨ªa nos levantamos con titulares y proclamas que aluden a la supuesta debilidad de la pol¨ªtica antiterrorista del Gobierno y a presuntas concesiones pol¨ªticas a ETA, cuando la realidad lo desmiente rotundamente. La propia ETA, tras el atentado de la T-4, declar¨® que la Constituci¨®n y la legalidad hab¨ªan sido los l¨ªmites impuestos por el Gobierno en el llamado proceso de paz; es decir, los establecidos por el Congreso de los Diputados, el Pacto de Ajuria Enea y el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo. El sentido com¨²n dice que por esa firmeza del Gobierno se produjo, precisamente, el atentado del 30-D. Pues no: el PP afirma lo contrario. Como acto de fe y sin prueba alguna.
Ante esa situaci¨®n (sin precedente en treinta a?os de democracia) no son pocas las voces que, a veces desde el progresismo, se colocan en la equidistancia y equiparan la actitud del Gobierno con la de la oposici¨®n. "Todos se han equivocado", tal es su lema. Con ello se elude entrar en el fondo, se alimenta el apoliticismo y, de paso, se corre un tupido velo sobre una pol¨ªtica, la de la oposici¨®n, que quiebra un consenso estrat¨¦gico que es norma com¨²n en toda Europa en materia antiterrorista. No hay equidistancia posible en un asunto de tanta trascendencia para la estabilidad democr¨¢tica, que afecta a la m¨¦dula del Estado y al propio sistema constitucional.
Si los hechos nos dicen que el Gobierno no ha efectuado ni una sola concesi¨®n pol¨ªtica, ?qu¨¦ lleva al PP y a ciertos observadores a satanizar una pol¨ªtica que no ha llegado, ni mucho menos, tan lejos como lo hizo, hace casi una d¨¦cada, el Gobierno de Aznar, que no s¨®lo negoci¨® con ETA, sino que, adem¨¢s de calificar a la banda con t¨¦rminos de guerrilla de liberaci¨®n, acerc¨® presos, suaviz¨® la pol¨ªtica penitenciaria y proclam¨® la necesidad de un di¨¢logo? ?O fue simple casualidad que, tras el atentado de la T-4, Arnaldo Otegi afirmara ante las c¨¢maras de televisi¨®n que Aznar fue "m¨¢s generoso" que Zapatero?
Es preocupante comprobar c¨®mo las desconfianzas que nunca se hicieron presentes tras el fracaso del proceso iniciado por Aznar florezcan ahora, cuando el fracaso no se acompa?a esta vez de la necesidad de reconducir medidas favorables a la banda. "Todos son iguales". ?se es el mensaje de la equidistancia, pero la realidad no es as¨ª. Si los errores esenciales de Zapatero han sido transmitir un optimismo no acorde con la realidad o no haber detectado insuficiencias de informaci¨®n o de interlocuci¨®n, no son, en absoluto, equiparables con la falta de sentido de Estado del PP ni con los fallos del proceso anterior. ?C¨®mo comparar un error de percepci¨®n con el acercamiento objetivo a Euskadi de m¨¢s de un centenar de presos de ETA y con la concesi¨®n de beneficios penitenciarios a miembros de esa banda? ?C¨®mo poner en el mismo plano el optimismo de Zapatero con la organizaci¨®n de seis manifestaciones no contra ETA sino contra el Gobierno, cinco de ellas cuando no hab¨ªa atentados? ?C¨®mo valorar de igual modo una decisi¨®n con respaldo parlamentario (en Espa?a y la Uni¨®n Europea) que daba continuidad a una pol¨ªtica antiterrorista aplicada por todos los Ejecutivos de la Espa?a democr¨¢tica con la descalificaci¨®n permanente y la reiteraci¨®n de falsedades?
Cuidado con algunos discursos: no todo vale, no todos los pol¨ªticos son iguales, no es lo mismo el exceso de optimismo que la deslealtad, la deficiencia de informaci¨®n que las concesiones apresuradas a los terroristas...
La actuaci¨®n no responsable de la oposici¨®n ha tenido dos cap¨ªtulos adicionales: las mociones presentadas para prolongar en el Parlamento un tenso debate sobre terrorismo y la cr¨ªtica a la discreci¨®n con que se desarroll¨®, el pasado 12 de enero, el encuentro entre Zapatero e Ibarretxe. Cuando los ciudadanos exigen discreci¨®n y eficacia en la lucha contra el terrorismo y en el camino hacia la paz, el PP busca la estridencia, el debate sin conclusiones unitarias, la confrontaci¨®n abierta.
M¨¢s all¨¢ de la intencionalidad electoralista, se advierte una actitud de resistencia ante los cambios que se han producido en la realidad vasca y espa?ola en los ¨²ltimos a?os. Se trata de una apuesta nost¨¢lgica por el frentismo que inform¨® la pol¨ªtica vasca entre 1999 y 2003, que fue inevitable entonces pero termin¨® proporcionando r¨¦ditos sin precedentes al soberanismo. Incluso se ha llegado a afirmarque la situaci¨®n del Pa¨ªs Vasco, al tener un car¨¢cter excepcional, ha de resolverse con medios pol¨ªticos excepcionales (??), y ello tras recordar la suspensi¨®n por Blair de la autonom¨ªa del Ulster, pero sin hacer referencia al hecho de que atentados del IRA, con numerosos muertos, no interrumpieron un proceso de paz compartido por conservadores y laboristas. Esa pol¨ªtica de excepcionalidad ?no ser¨ªa el mejor favor que se podr¨ªa hacer a la banda terrorista?
Es cierto que el nacionalismo ejerce una presi¨®n muy notable en la vida cotidiana del Pa¨ªs Vasco. Tambi¨¦n lo es que el nacionalismo est¨¢ en las ant¨ªpodas de la Ilustraci¨®n y de una concepci¨®n universalista del t¨¦rmino ciudadan¨ªa. Pero el rigor intelectual nos exige actuar con conciencia de la complejidad de los procesos que viven los colectivos humanos, y valorando los cambios, aunque sean peque?os. Y la realidad es que, a pesar del atentado de Barajas y a pesar del tremendismo con que el PP nos despierta cada ma?ana, el Pa¨ªs Vasco ha experimentado cambios en sentido positivo. No debemos olvidar que a principios de 2004 esa comunidad y la pol¨ªtica espa?ola estaban marcadas por el Pacto de Estella y por el plan Ibarretxe y que desde entonces han ocurrido muchas cosas. Veamos: las Cortes rechazaron el plan Ibarretxe y los vascos confirmaron en las urnas tal rechazo; hoy son m¨¢s numerosas y claras las voces dentro del mundo abertzale que abogan por la paz (ah¨ª est¨¢ la firmeza de Aralar); se ha acrecentado el peso de las posiciones menos radicales en el PNV, hasta el punto de que ese partido apoya al Gobierno central; el n¨²mero de v¨ªctimas del terrorismo ha descendido radicalmente; la kale borroka est¨¢ a a?os luz de lo que fue a principios de la d¨¦cada... Es m¨¢s: la ciudadan¨ªa, dentro y fuera del Pa¨ªs Vasco, soporta mucho menos la violencia, sea de "baja" o "alta intensidad". Adem¨¢s, la eficacia policial, en Francia y en Espa?a, se ha intensificado y la fragilidad de la banda es mayor.
Todos esos son signos que hablan de un avance de la racionalidad y la democracia. Los meses del "alto el fuego" llevaron a que la ciudadan¨ªa de Euskadi viviera una experiencia colectiva distinta. En 2006 mejor¨® la convivencia, se abrieron fisuras en el monolitismo nacionalista, el Pa¨ªs Vasco (aunque parezca un aspecto irrelevante, lo creo esencial) fue contemplado como un destino tur¨ªstico por muchos m¨¢s ciudadanos de toda Espa?a que en a?os anteriores y avanz¨® el di¨¢logo cultural entre nacionalistas y no nacionalistas. De esa experiencia positiva, nadie ha salido indemne. Ni siquiera el mundo abertzale, donde las discrepancias comienzan a ser visibles.
As¨ª que no podemos instalarnos en el inmovilismo. Eso llevar¨ªa al bloqueo, al establecimiento de dos frentes inconciliables cuyo resultado es nefasto para la convivencia (y, como vimos en 2000, electoralmente ruinoso para las opciones no nacionalistas). No podemos retroceder a un Pacto Antiterrorista que naci¨® de la imposibilidad, en plena era Estella, de sumar plenamente a la lucha contra ETA al PNV, a EA, a EB. Eso ser¨ªa caminar hacia el pasado cuando la sociedad mira hacia el futuro: ser¨ªa reeditar un pacto a dos cuando la pr¨¢ctica totalidad de las fuerzas pol¨ªticas (incluidas gran parte de las que firmaron el Pacto de Estella) quieren comprometerse ahora en la estrategia antiterrorista.
Es obvio que la maquinaria del Estado (policial y judicial) ha de actuar con eficacia y firmeza. Pero tambi¨¦n deber¨ªa serlo que la pol¨ªtica es el espacio de la inteligencia: la lucha contra ETA y el aislamiento de los violentos exigen la m¨¢s amplia unidad, requieren un acuerdo que ampl¨ªe el actual Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo. Es decir, algo m¨¢s parecido al Pacto de Ajuria Enea o al de Madrid que al que PP y PSOE suscribieron en pleno auge del frentismo. Es una exigencia que, seg¨²n todos los estudios de opini¨®n, cuenta con el apoyo de una amplia mayor¨ªa de los ciudadanos del Pa¨ªs Vasco y del conjunto de Espa?a.
No actuar con ese criterio no ayudar¨¢ a instalar la racionalidad en Euskadi, ni siquiera a ampliar el espacio de la democracia, el constitucionalismo, el Estatuto. Por el contrario, coadyuvar¨¢ a un cierre de filas nacionalistas, con el riesgo de reedici¨®n del Pacto de Estella (el mejor regalo para el radicalismo). La inteligencia y la prudencia pol¨ªticas no est¨¢n re?idas con la firmeza y el rigor en la defensa de la ley y de la Constituci¨®n y sus valores.
Manuel Rico es escritor, autor, entre otras obras, de Trenes en la niebla (2005) y Por la sierra del agua (2006).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.