Canci¨®n triste de Lisboa
El fado est¨¢ m¨¢s vivo que nunca. Una nueva generaci¨®n de artistas se une a las voces m¨ªticas que cimentaron la leyenda. M¨¢s all¨¢ del t¨®pico de la 'saudade', ese canto del alma lusa, primo hermano del flamenco, vive su segunda edad de oro. ?sta es la cr¨®nica de un pu?ado de noches de m¨²sica en Lisboa
El diccionario antiguo defin¨ªa as¨ª fadista: "Chulo, meretriz, proxeneta". El t¨®pico asocia a¨²n el fado (del lat¨ªn fatum) con algunas palabras negativas: bohemia, fatalismo, melancol¨ªa? Cuando se conoce a los fadistas, la realidad es radicalmente distinta. Los que salen aqu¨ª, j¨®venes y viejos, cantantes, guitarristas o violistas, productores y poetas, son, para empezar, exquisitamente puntuales. Cuando se le dice a Celeste Rodrigues, la hermana de la m¨ªtica Am¨¢lia, responde a sus 83 a?os: "?Eso es porque nos da miedo ser despedidos y perder el empleo!".
Como se puede ver, adem¨¢s de precavidos, los fadistas de ahora son m¨¢s bien alegres. Muchos, siendo ir¨®nicos, y muy esc¨¦pticos con el mundo que les rodea, demuestran un amor rendido por su profesi¨®n y un desprecio ol¨ªmpico por las ambiciones modernas (el ¨¦xito, el dinero?).
La extraordinaria capacidad expresiva, el respeto a los maestros, la intensidad de los sentimientos, el buen gusto para la poes¨ªa y la ropa, la pasi¨®n por el tabaco, las ganas de enriquecer cabalmente las m¨²sicas y las letras, la tranquila certeza de que morir¨¢n cantando fado y el car¨¢cter abierto y expansivo son algunas otras de las caracter¨ªsticas (variables) de estas damas y caballeros que cada noche en Alfama, el Barrio Alto o Mourar¨ªa dan otra vuelta de tuerca al hist¨®rico lamento portugu¨¦s, desmienten los t¨®picos tristonhos y reinventan el cante jondo de Lisboa: el fado.
Despu¨¦s de vivir una docena de noches fadistas muy dispares, unas largas y emocionantes, otras cortas y m¨¢s decepcionantes, es inevitable decir que la magia del fado, su duende, no siempre aparece. Es caprichoso, esquivo, escurridizo. Pero el reverso es igualmente cierto: el rito del fado bien cantado y bien dicho ense?a siempre al oyente algunos de esos raros secretos que el dinero no (siempre) puede comprar. Vitalidad, misterio, poes¨ªa, arte, gracia, buena m¨²sica y, a veces, cuando hay suerte, incluso un poco de sabidur¨ªa y amor.
Gracias al sabor de veteranos como Celeste Rodrigues (una octogenaria maravillosa que siempre se las apa?¨® para vivir a la inmensa sombra de la inmensa Am¨¢lia), o como Ant¨®nio Chainho (un guitarrista cl¨¢sico y renovador a la vez), o como Carlos do Carmo (fundador del fado moderno y maestro de j¨®venes figuras), o como Mar¨ªa Nazar¨¦ (elegante Carmen Linares del fado); gracias tambi¨¦n al empuje de artistas de mediana edad y largo alcance como el genial Caman¨¦ (que emergi¨® de un doloroso pasado convertido en el mejor int¨¦rprete masculino de ahora mismo) o el multitalentoso Jorge Fernando (productor, letrista, compositor, violista, cantante), y gracias por fin a la valent¨ªa y el rigor de j¨®venes como Ana Moura (una fen¨®mena que acaba de grabar dos canciones con los Rolling Stones y que ha puesto a Keith Richards a estudiar portugu¨¦s "para entender lo que dice"), Raquel Tavares (otra belleza que ya triunfa por el mundo) o la oftalm¨®loga K¨¢tia Guerreiro (que aporta su ojo cl¨ªnico y el lamento lluvioso de las Azores), el prodigioso Ricardo Ribeiro (un cantante de mucho peso y pocos a?os que fue disc¨ªpulo del fadista m¨¢s flamenco, Fernando Maur¨ªcio), el precoz Diogo Clemente (violista, poeta, compositor y cantante) o la ¨²ltima sensaci¨®n lisboeta, Carminho Rebelo de Andrade (una estudiante de marketing de 21 a?os dotada de una voz y un alma que no necesita propaganda), el fado ha llegado probablemente al mejor momento de su historia.
Y no s¨®lo en Portugal. Fados, as¨ª, en plural, es el t¨ªtulo de la pel¨ªcula que estos d¨ªas rueda Carlos Saura en Madrid, con la que el director espa?ol ha querido cerrar su trilog¨ªa sobre las m¨²sicas urbanas que comenz¨® con Flamenco y sigui¨® con Tango. Artistas universales como Caetano Veloso, Chico Buarque y Lila Downs rinden homenaje al fado en la cinta.
"Hemos salido del gueto", dice Helder Moutinho, artista y productor, hermano de Caman¨¦ y gu¨ªa de EPS en este periplo por el blues de Lisboa. "La n¨®mina de artistas internacionales es ya muy amplia. Misia, Mariza, Dulce Pontes, Mafalda Arnauth, Cristina Branco, Caman¨¦? No todos son fadistas, pero todos han ayudado a expandir el fado por el mundo. Hace poco, en las fiestas de Gij¨®n, tocamos ante 2.000 personas y vendimos todos los discos que llevamos. Y cada d¨ªa nos llaman de m¨¢s sitios".
Cada vez m¨¢s apreciado por los j¨®venes portugueses -"dicen que les gusta el rock, el rap y la m¨²sica pimba (popular), pero cuando oyen un fado se quedan bobos", sostiene Celeste Rodrigues-, la inclusi¨®n del fado en el g¨¦nero World Music le ha permitido alcanzar un desarrollo global que empieza a parecerse al del flamenco, su primo hermano peninsular (y no es ¨¦sa la ¨²nica semejanza con una m¨²sica que admiran muchos fadistas, como los flamencos mueren con el quej¨ªo lusitano).
"Aunque el fado ya tuvo su esplendor, la ¨¦poca de la voz ¨²nica de Am¨¢lia", explica el violista y poeta Jorge Fernando. "Los que amaban el fado, lo amaban por Am¨¢lia. Curiosamente es ahora cuando el fado se ha impuesto como una m¨²sica especial en todo el mundo. El flamenco y el tango han tenido su tiempo, ¨¦ste es el momento del fado. Hay una nueva manera de tocar la guitarra y la viola. Los j¨®venes van al conservatorio, y eso ha depurado mucho la t¨¦cnica. Han evolucionado las armon¨ªas de la guitarra, y eso da a los cantantes un espacio m¨¢s grande que les permite expresar el alma m¨¢s libremente".
De todos modos, advierte Fernando, no hay mucho que inventar: "Los buenos son los que ponen el alma, y eso no tiene tiempo ni edad. No es por azar que los j¨®venes fadistas idolatran a los antiguos".
Tomemos, por ejemplo, el 'fen¨®meno Caman¨¦', que recuerda a Camar¨®n hasta en el nombre (ap¨®cope de Carlos Manuel) y a sus 40 a?os canta fados que emocionan como las siguiriyas de don Jos¨¦ Monge. Si sus actuaciones levantan tanta expectaci¨®n como aqu¨¦llas, sus suspensiones provocan los mismos disgustos en la afici¨®n. Caman¨¦ es flaco, procede de familia humilde, empez¨® a cantar de ni?o, desciende de aficionados, tuvo relaciones con ambientes letales y adora a los viejos. "Ten¨ªa siete a?os cuando empec¨¦ a cantar", cuenta. "Estuve enfermo 20 d¨ªas en casa y cog¨ª los discos de mi abuelo: Alfredo Marceneiro, Am¨¢lia, Luc¨ªlia, Fernando Maur¨ªcio, Carlos do Carmo? Todos los cl¨¢sicos. Escuch¨¦ compulsivamente, luego lo asimil¨¦, y a los nueve o diez a?os conoc¨ªa todo el fado tradicional. Deb¨ªa de tener ocho o nueve a?os cuando me present¨¦ en una casa de fados sin que nadie lo supiera. Habl¨¦ con los m¨²sicos y cant¨¦ en p¨²blico por primera vez. A los 17, ya empec¨¦ como profesional".
Aunque pasa inadvertido en el bar de la playa de Carcavelos donde estamos tomando caf¨¦, Caman¨¦ es uno de los grandes ¨ªdolos del apasionado p¨²blico del fado. Llena siempre que act¨²a, jam¨¢s defrauda, y ha llevado al punto exacto de emoci¨®n su innata capacidad para construir la interpretaci¨®n desde una pureza personal¨ªsima.
Tiene una dicci¨®n exquisita (sus erres y sus eses son ¨²nicas), su afinaci¨®n es fabulosa, su jondura siempre suena natural, y la autenticidad ba?a todo lo que canta, ya sean fados cl¨¢sicos, tradicionales (los originales m¨¢s antiguos), que ¨¦l reconstruye con textos de poetas (c¨¦lebres como Pessoa, grandes del fado como Homem de Mello o menos conocidos como Jo?o Monge y Manuela de Freitas), ya sean canciones ajenas al fado que ¨¦l convierte en fados.
Caman¨¦ suena siempre moderno y fresco. Pero es un fadista cl¨¢sico, hecho a base de escuchar. Y de cerrar casas de fado: "No sabr¨ªa definir la ¨¦tica del fado, pero cuando voy a una casa de fado me siento en casa. Fue mi escuela y formo parte de eso: es una forma de vida muy digna, muy profesional. El teatro es la forma de hacer crecer tu trabajo, las casas son la trinchera del fado. Yo crec¨ª all¨ª, pas¨¦ en ellas 15 a?os y fue un periodo crucial".
?Ser¨ªa que estaba renovando el fado? "Los fados tradicionales son muy simples, pero permiten construir cosas nuevas y comunicar ideas de otros. Eso es la renovaci¨®n", responde el autor de Esta coisa da alma, "siempre que la m¨²sica sea fado, la interpretaci¨®n sea profunda y el esp¨ªritu sea fadista", contin¨²a. "Lo aut¨¦ntico s¨®lo se renueva con cada peque?a aportaci¨®n de cada int¨¦rprete. Y a veces es muy duro. Algunas noches probaba cosas nuevas, acababa mis tres fados y no hab¨ªa un aplauso".
No hay m¨¢s que ver a Ana Mar¨ªa -una oronda angole?a dotada de una voz fascinante- recorrer trabajosamente cada noche los 100 metros del largo de Chafariz de Alfama que separan el Museo del Fado de la Taverna del Rey para darse cuenta de que, en efecto, muchos fadistas son fadistas por amor al arte (aunque las grandes figuras cobran ya cach¨¦s de cuatro ceros).
Esta Ces¨¢ria Evora del fado angole?o es una pionera espl¨¦ndida que en 2004 cant¨® en Lisboa ante Bill Gates, pero cuya rutina actual consiste en alternar cada noche el museo, haciendo folclore, con la taberna, cantando fado. Se suda, pero se gana bien la vida, dice. "Me cri¨¦ en Luanda con portugueses que ten¨ªan una f¨¢brica de cervezas, y all¨ª aprend¨ª fado. Vine a Portugal en 1975 y ya no hice otra cosa. La mejor sigue siendo Am¨¢lia. Por ella, hoy, el fado no tiene color, ni raza, ni fronteras. Yo cre¨ªa que incluso adelgazaba, ?pero no!".
Pero subraya el poeta Jos¨¦ Luis Gordo, uno de los grandes letristas vivos ("Partiu zangada comigo, / deixou um retrato antigo / que me aque?e as noites frias"), heredero de los gigantescos poetas Homem de Mello y Jos¨¦ Carlos Ary dos Santos, esta expansi¨®n del fado -"en la que no todo lo que se anuncia como fado es fado"- convive con un inter¨¦s local muy desigual: "Lo est¨¢n exportando, y, mientras, aqu¨ª lo siguen maltratando como reclamo para turistas. ?Y yo no escribo para turistas, sino para gente que entiende el sufrimiento!".
Parece cierto que, como ha pasado y pasa en Espa?a con el flamenco, muchos intelectuales y medios lusos desprecian todav¨ªa el fado como un g¨¦nero menor (aunque la magn¨ªfica colecci¨®n de discolibros lanzada por el diario P¨²blico y coordinada por el antrop¨®logo Rui Vieira Neri es un ejemplo de lo contrario: ha vendido 50.000 ejemplares). Lo sabe bien Carlos do Carmo, estrella y erudito del fado, hijo de fadista de leyenda, infatigable trabajador por la dignidad de su m¨²sica y asesor principal de Carlos Saura.
"Yo huyo del fado doliente y reaccionario", dice Do Carmo en su casa lisboeta, rodeado de libros y de cuadros, con su voz arm¨®nica, que recuerda a la de Joan Manuel Serrat, y su cabeza anal¨ªtica, que observa el fado y su recepci¨®n desde la dial¨¦ctica marxista.
Do Carmo fue acusado de hereje por los puristas y despu¨¦s alabado como genio por esos mismos puristas (como Camar¨®n, Morente o Paco de Luc¨ªa), quiz¨¢ porque tuvo la intuici¨®n de que "el fado no era una m¨²sica asociada a la tristeza y la autoconmiseraci¨®n". Hoy sabe que ten¨ªa raz¨®n. "El fado viene del pueblo, y su desarrollo urbano y social lo lleva a convertirse, junto al flamenco, en la mejor poes¨ªa popular de Europa de finales del XIX y principios del XX. ?Es absurdo no querer entender eso!".
?Y qu¨¦ pas¨® para que ambas m¨²sicas fueran denigradas durante gran parte del siglo XX como folclores de luto y pandereta? "Pas¨® que los dos pa¨ªses importamos el fascismo, cada uno en nuestro estilo. El nuestro se instal¨® aqu¨ª como un gas inhalado, y eso fue provocando una amnesia terrible, que hoy forma parte de la personalidad portuguesa, una sociedad con poca tradici¨®n democr¨¢tica que no sabe llevarse bien con las cosas buenas de su historia". "Aunque la izquierda tampoco se port¨® mejor", a?ade. "Tras la revoluci¨®n [de los claveles], no supieron volver la vista atr¨¢s y enterarse de que el fado era mucho m¨¢s simp¨¢tico, m¨¢s serio y m¨¢s popular de lo que se cre¨ªan".
Para comprobarlo, Helder Moutinho ha propuesto que vayamos al Bacalhau de Molho, un local de Alfama donde cantan veteranos y j¨®venes. Mientras esperamos la m¨²sica y el rico bacalhau a br¨¢s, el hermano de Caman¨¦, otro amante de la historia del fado, nos ilustra. "Empez¨® siendo lamento y voz, luego se hizo con piano y al final se opt¨® por la guitarra portuguesa, que vino de Inglaterra v¨ªa Oporto y era m¨¢s port¨¢til. Pero el origen del fado es un gran misterio, como el del flamenco. Y est¨¢ bien que sea as¨ª. Si no, ser¨ªan ciencias. Yo creo que el fado es el fruto de todas las influencias musicales de las colonias, y de las canciones que se cantaban en el puerto de Lisboa antes del terremoto (1 de noviembre de 1755), y de toda la tristeza posterior que produjo el tsunami".
"El fado moderno nace en las calles en el siglo XIX, y con Salazar entra en los clubes", contin¨²a Helder. "En las calles, los fadistas cantaban fados pol¨ªticos, subversivos. En los a?os treinta, el ministro de Cultura, Antonio Ferro, que era un personaje excepcional ["Fascista, s¨ª; pero tonto, no", apunta Do Carmo] decidi¨® crear las casas de fado para profesionalizar, dignificar y a la vez poder controlar y censurar a los artistas".
"Hay unas 500 canciones en el fado", prosigue el profesor Moutinho. "Primero fueron los fados cl¨¢sicos, que se dividen en mourar¨ªa, menor y corrido, y que no tienen melod¨ªa. Luego, los tradicionales, que son variaciones mel¨®dicas a partir de los cl¨¢sicos. Y luego llegaron Am¨¢lia y Armandinho con sus fados abstractos, y el fado vadio [golfo], el fado de la calle, desapareci¨® poco a poco. Pero aqu¨ª est¨¢ Mar¨ªa Nazar¨¦, tendr¨ªais que hablar con ella".
Esta dama es la encarnaci¨®n del fado natural y elegante. Es la ra¨ªz que explica el pasado y ayuda a entender un presente extra?o hasta que la muerte nos coja cantando el ¨²ltimo fado. Eso es m¨¢s o menos Mar¨ªa de Nazar¨¦. Fumadora empedernida, mujer de pocas palabras, cantante contenida, transparente y misteriosa a la vez, empez¨® a cantar a los 14 a?os. Ahora tiene 60. ?Hay tantos fadistas como dicen? "Conoc¨ª algunos y algunos conozco. Ser fadista no es m¨¦rito. O se es, o no se es. O naciste as¨ª, o no hay nada que hacer". Nazar¨¦ cant¨® 20 a?os en Senhor Vinho y 10 m¨¢s en el Clube de Fado; prob¨® en los teatros, pero no le gust¨®. "Me gusta m¨¢s el fado que el teatro". ?Y ha visto cambiar mucho el fado? "Cambi¨® la vida, cambi¨® el fado. Ha mudado sustancialmente en t¨¦rminos de poes¨ªa, musicalmente no se hace mejor que hace 40 a?os. Los fadistas que triunfan ahora es con una letra nueva y una m¨²sica antigua. Pero no triunfan muchos, porque s¨®lo se oye m¨²sica en ingl¨¦s".
Seg¨²n dicen los que entienden, la espiritualidad de esta m¨²sica se bifurca por distintos senderos. Dejando de lado a Coimbra, donde s¨®lo cantan fado los hombres y la guitarra va por su propio camino, el fado reside en Lisboa. Por un lado, como espect¨¢culo tur¨ªstico de restaurantes (muchas veces digno, pero no siempre adecuado al precio de la entrada). Por otro, en las colectividades, las casas de barrio donde se re¨²nen vecinos y familias a cantar y a escuchar, y act¨²an j¨®venes y aficionados. Por ¨²ltimo, est¨¢ el m¨¢s selecto circuito profesional, que alterna las grabaciones de discos, los teatros de dentro y fuera del pa¨ªs, y los clubes de m¨¢s respeto, sitios como el Senhor Vinho, la Taverna do Embu?ado, el citado Bacalhau, la Parreirinha de Alfama (donde reina Argentina Santos) o la ¨²ltima sensaci¨®n, ese maravilloso y min¨²sculo templo llamado Mesa de Frades.
Fue Caman¨¦ quien dio el chivatazo. "El martes canta Carminho en Mesa de Frades. Merece la pena. Estar¨¢ Mariza".
Carminho se apellida Rebelo de Andrade y es la ¨²ltima sensaci¨®n del fado lisboeta. Canta en vaqueros y chanclas, como quien va al s¨²per. Pero cuando abre la boca, para los relojes. Cuenta que empez¨® a los 12 a?os, en un certamen municipal. La tradici¨®n tambi¨¦n fue crucial: su madre era due?a de la Taverna do Embu?ado.
Tras licenciarse all¨ª en primaria y secundaria de fado, Carminho estudia ahora marketing en la universidad. Pero s¨®lo se promociona muy sutilmente: "Ser¨ªa pretencioso decir que ya tengo una voz propia, aunque intento no copiar a nadie y la gente dice que hago cosas diferentes".
El local estaba lleno de gente de su edad, aunque? "Los j¨®venes prefieren las baladas. El fado tradicional es m¨¢s dif¨ªcil de entender. Es como el jazz puro, demasiado underground. Entienden mejor a Mariza que las cosas viejas". El an¨¢lisis de la joven Carminho revela gran madurez, pero casi arruina el reportaje: "El fado est¨¢ de moda, pero eso son ciclos. Sobrevive el n¨²cleo duro, y el p¨²blico va navegando. El fado nunca muri¨® porque no depende de la venta de CD para sobrevivir".
Menos mal que minutos despu¨¦s empez¨® la noche grande de Frades. Eran sobre las once, y el local -una capilla cubierta de azulejos de 1800- estaba abarrotado, as¨ª que alguien abri¨® la puerta, y el cantante y los guitarristas (la formaci¨®n habitual del fado es voz, guitarra portuguesa y viola-guitarra espa?ola) se colocaban en el quicio para ser o¨ªdos dentro y fuera, donde estaban los j¨®venes y los guiris. En el cuarto del fondo, junto a la barra, los artistas: Caman¨¦, Mariza, Ricardo Ribeiro, Helder y Pedro Moutinho (estos Moutinho son los Habichuelas del fado), y el violista Diogo Clemente, otro prodigio que a sus 20 a?os escribe poemas ("m¨¢s de 40"), compone m¨²sica ("bastantes menos"), produce discos ("un par") canta ("si es bajito")?
Rodeados de humo, calor y un respeto de cementerio, los cantantes fueron haciendo sus habituales tandas de tres o cuatro fados. El rito suele empezar, si hay cabales, con una sentencia: "Silencio, va a cantarse o fado". Una vez cantado, o incluso durante la pieza (si gusta mucho), el auditorio dice, o incluso grita, diversas cosas: "fadista", "boa" o "ala". Y ¨¦sos son, por orden de excelencia, los ol¨¦s del fado.
El fado tiene unos mandamientos muy estrictos. Sobre todo para las f¨¦minas. Traje oscuro, chal o similar; las manos, agarradas al chal o similar; los ojos, cerrados; el cantante, de pie, entre la guitarra y la viola; la luz, tenue casi apagada, y el auditorio, como una tumba, sin respirar.
Cuando el artista acaba de cantar, se aplaude; se hace una pausa para comer, hablar y beber (durante la audici¨®n hay que soltar los cubiertos), y a los 20 minutos vuelve el fado. Sin estar programado (aquello era una misa improvisada), esa noche actuaron primero los segundos espadas; despu¨¦s lleg¨® el turno de las figuras.
Mariza, quiz¨¢ la voz m¨¢s internacional del fado de ahora mismo, dej¨® tres m¨²sicas (canciones) de escalofr¨ªo. Cuando aquello parec¨ªa insuperable, sali¨® Caman¨¦ y puso los azulejos del rev¨¦s con un fado corrido (marchoso y r¨¢pido) y un fado de mourar¨ªa (moro y salado) que remat¨® en un d¨²o indescriptible con Ricardo Ribeiro. El ligero Ribeiro, que adora a Camar¨®n, arrasaba con su voz de bar¨ªtono, sentado sobre sus 120 kilos; Caman¨¦ se crec¨ªa hecho un gigante, de pie sobre sus escasos 1,60.
Fue apote¨®sico. Caman¨¦ hab¨ªa cantado primero Triste sorte, uno de sus fados favoritos, con letra de Jo?o Ferreira Rosa y m¨²sica de Alfredo Marceneiro. "Ser fadista / ¨¦ triste sorte, / porque nos faz pensar na morte / e em tudo o que nos morreu. / ? andar na vida a procura / de uma duma noite bem escura / que traga o ar do sal".
Luego hizo Saudades trago comigo, una belleza escrita por Antonio Cal¨¦m: "Saudades trago comigo. / Do teu corpo e nada mais. / Pois a lei por que me sigo. / N?o tem pecados mortais".
Y remataron a d¨²o con estos versos: "Eu tenho um sonho doirado / Sonho que a minha alma quer / ? morrer cantando o fado / Nos bra?os d'uma mulher".
Aunque otro t¨®pico afirma que los portugueses son tristes de natural, una noche de fado entre aficionados cabales demuestra lo contrario. Lo que son es cantarines, poetas, romanticones y emotivos, y se nota que levitan espantando la pena (y la frialdad brit¨¢nica) hasta el alba cantando canciones sin abrir los ojos.
Los fados son muchas veces de una sencillez mel¨®dica que oscila entre lo primitivo, lo elemental y lo infalible; pero siempre dejan en el aire soberbias im¨¢genes po¨¦ticas, sugerencias llenas de contenci¨®n, hallazgos ling¨¹¨ªsticos zumbones, combinaciones de palabras muy sutiles. Es como si la profundidad del fado fuese forzosa en vez de forzada.
"El fado debe ser cantado como se habla. Con naturalidad. Por eso, entender la vida ayuda mucho", dice Celeste Rodrigues encendiendo un pitillo con otro. Fuma dos paquetes de rubio al d¨ªa -"alg¨²n vicio hay que tener"-, pero por su boca no sale humo. Sale oro.
Si es otra vez martes, estamos en Bacalhau de Molho (bacalao en salsa). La n¨®mina de este local de Alfama construido sobre muros de una piedra tan maciza que deja los m¨®viles sin cobertura es un lujo: do?a Celeste, Ana Moura, Raquel Tavares, Nazar¨¦...
Siempre toca la viola y a veces canta Jorge Fernando, flamenco en toda regla y fadista distinto, tocado por la gracia de la poes¨ªa y la m¨²sica. "Hoy estoy contento; do?a Celeste ha cantado cinco fados, y tres eran m¨ªos". ?l mismo cantar¨¢ luego otro que es pura definici¨®n del fado: "Lleg¨® la hora de decir / que el fado es el canto genuino portugu¨¦s. / Y no hay nada que extra?ar. / Fatalista, tal vez. / Pero yo s¨¦ que el fado / s¨®lo se canta en portugu¨¦s". "Lindoooo", aplaude Rodrigues. "?C¨®mo puede haber alguien a quien no le guste esto?".
Ese fado de Fernando es una reacci¨®n: contra los que dicen que el fado es nostalgia pura y negatividad. Como canta Celeste, "todo es fado, todo es vida". Aunque luego dice: "La vida nunca se llega a entender". Y m¨¢s: "Cuando cantamos fado tenemos que mirarnos a la nuca".
Celeste duerme "poco y deprisa", y sigue cantando para mantenerse "viva y cerca de la gente". Es optimista y desprecia la fama. Es una anciana muy joven (y guapa todav¨ªa) que adora disfrutar. "El dinero s¨®lo lo quiero para gast¨¢rmelo". Siempre a la sombra de la gigantesca figura que universaliz¨® la m¨²sica que refleja y cura saudades, Celeste Rodrigues edific¨® su propio estilo, su voz propia; 61 a?os y 58 discos despu¨¦s, esta dama de porte aristocr¨¢tico sigue ense?ando su arte cada martes a quien la quiera escuchar.
Un fado grave y sensual a la vez. Dram¨¢tico ma non troppo. Y sugerente y sabroso sin ser casticista. "El fado es la manera que tiene el pueblo de sacar sus heridas fuera. Nadie sabe cu¨¢ndo naci¨®. Yo creo que fue cuando nuestros marineros se iban a descubrir nuevos mundos y los que se quedaban aqu¨ª lloraban su ausencia. Pero en el fado cabe todo, la vida entera: Lisboa, el mar, el amor, la muerte, los celos? Siempre hay un fado que le sirve a alguien. Lo importante es decir el fado con sinceridad. Que el poema sea sentido. Y conseguir transmitir, dar el recado. La voz no importa tanto como el sentimiento. Y la edad ayuda. Cuando se es m¨¢s joven, uno siente menos cosas".
Aquella noche, Celeste cant¨® cinco fados, cinco regalos. Despu¨¦s sigui¨® fumando a todo trapo, como si estuviera prohibido. Habl¨® de Am¨¢lia, de Washington (vive all¨ª nueve meses al a?o con una de sus hijas), de flamenco, de hombres y de artistas. Y cont¨® que muchas noches en Washington se levanta al amanecer y sale al jard¨ªn para ver el roc¨ªo.
-Am¨¢lia escribi¨® muchas letras de fados. ?Usted?
-Alguno, pero nunca me atrev¨ª a cantarlos. Salvo uno.
-?Nos lo quiere prestar?
-Noooo. Bueno, s¨ª. "Sou a que fica no cais / a ver partir o sonho / e partindo-me em saudade / sou a que se lan?a na onda mais alta / em cantares de sereia / e depois cal?a sapatos de areia".
Pero Helder ya esperaba en la Tasca do Chico. En pleno Barrio Alto, Rua do Diario de Noticias, cada lunes y mi¨¦rcoles las puertas se abren a los j¨®venes amadores. Las bebidas son baratas, y a media noche el ambiente es fant¨¢stico. Una fauna joven, trufada con cazatalentos, buscavidas, turistas, taxistas, castizos y poetas, se mezcla en 90 metros escasos.
Ah¨ª, entre el humo, est¨¢ Chico, el due?o, que cuenta que su ¨¦xito se debe a los precios -"muchas casas cobran 30 euros"- y a la falta de protocolo -"aqu¨ª se escucha en silencio, pero se puede entrar en zapatillas"-. Con ¨¦l est¨¢ Tet¨¦, o Teresa de Jes¨²s, personaje ubicuo del fado de Lisboa, gancho de al menos media docena de clubes, cantante ella misma, una instituci¨®n siempre dispuesta a defender el fado: "Est¨¢ cada vez m¨¢s vivo; los j¨®venes lo cantan y lo escuchan cada vez m¨¢s. No muere, no puede morir porque lo tiene todo: alegr¨ªa, tristeza, amores? ?La vida es un fado, amigo!".
Poco despu¨¦s sale del garito Jos¨¦ Luis Gordo, el poeta. Marido de Mar¨ªa la F¨¦, otra enorme cantante, Gordo ha escrito fados para todos los grandes, y, como su amigo M¨¢rio Rainho, poeta, autor y director teatral, esta noche lleva una buena tajada.
-Soy un poeta de mierda, pero el fado me da m¨¢s placer que el teatro, y del teatro no vivo -comenta Rainho.
-?Qu¨¦ si puedo escribir ahora un fado? Claro. "Que nao sou pobre nem rico. / Mas sou, sem estilo, pateta. / Amante de ser do Xico. / Que ¨¦ la tasca dos poetas" -recita Gordo.
Al d¨ªa siguiente era la entrevista con K¨¢tia Guerrero. Nacida en Sur¨¢frica, es una fadista tard¨ªa; un caso perif¨¦rico, pero en absoluto exento de inter¨¦s ni de ¨¦xito. Mandataria de juventud de Cavaco Silva en la ¨²ltima campa?a presidencial, dirigente asociativa en la universidad, oftalm¨®loga, ex int¨¦rprete de viola da terra (una guitarrilla r¨²stica y aut¨®ctona de las Azores, donde se cri¨®) y ex cantante de rock con el grupo Charr¨²as, Guerreiro lleg¨® al fado sin querer.
Una noche, en un homenaje a Am¨¢lia, cuando ten¨ªa 23 a?os, cant¨® un fado en p¨²blico, y ya no dej¨® de hacerlo, aunque los puristas la acusan de hacer fado de dise?o. Su visi¨®n es que, siendo una m¨²sica del alma, el fado refleja el tiempo en el que suena. "Antes era la canci¨®n del sufrimiento, del dolor, de la angustia, de la victimizaci¨®n de las mujeres, de los malos tratos; eso pasa todav¨ªa, pero la vida ha cambiado, y la m¨²sica y el modo de interpretar, tambi¨¦n. Aunque sigue saliendo del coraz¨®n, hoy se canta m¨¢s colorido, m¨¢s luminoso, menos oscuro. Porque el tiempo es menos oscuro y el sufrimiento es distinto. Seguimos sufriendo, pero por cosas distintas".
El gran maestro de los guitarristas del fado es Ant¨®nio Chainho, de 68 a?os. Toca desde los seis o siete, lo que le vali¨® una hernia discal y otra cervical antes de los 50. Ahora, con "todo bajo control", una vez que decidi¨® colocarse velcro y un pa?o en el muslo para que la guitarra no resbalase, recuerda lo que le dijo Paco de Luc¨ªa cuando le pidi¨® la guitarra portuguesa: "Est¨¢is locos, c¨®mo pod¨¦is tocar este bicho". La guitarra espa?ola es el instrumento m¨¢s completo despu¨¦s del piano, pero la portuguesa es m¨¢s dif¨ªcil porque tiene 12 cuerdas, hay que mover mucho la mano izquierda y la pulsaci¨®n es m¨¢s compleja. Por eso hay tan pocos buenos guitarristas". Hijo de tocador, Chainho fue autodidacta a la fuerza, empez¨® a ir a televisi¨®n cuando los viejos lo consideraban una herej¨ªa, fue m¨²sico de estudio a destajo, produjo discos como churros, acompa?¨® 25 a?os a Carlos do Carmo y todav¨ªa lleg¨® el a?o 1990 y le quedaron ganas de tocar en concierto. "Estuvimos siempre sojuzgados por los cantantes, se sent¨ªan por encima. Am¨¢lia y Carlos do Carmo no hablaban de los guitarristas, aunque Carlos me dejaba tocar un solo de salida para calentar al p¨²blico".
Bajo la ¨¦gida de Chainho y de Jorge Fernando est¨¢ surgiendo lo que se podr¨ªa llamar la joven guardia fadista; ah¨ª est¨¢n, entre otros, los cantantes Ana Moura, Raquel Tavares, Ricardo Ribeiro y Pedro Moutinho; el violista, compositor y gran poeta Diogo Clemente; guitarristas como Ricardo Parreira, Bernardo Couto o Pedro Castro.
Antes de conocer a algunos de ellos, oigan lo que dice el violista Jorge Fernando sobre la viola (guitarra espa?ola), la pariente pobre del tr¨ªo de fado: "Aparenta ser el tercer instrumento, pero es de una importancia vital. Desempe?a el papel de la base r¨ªtmica, necesita mucho mimo arm¨®nico y beneficia siempre al m¨²sico que no es egoc¨¦ntrico: acompa?a a la voz y a la guitarra. Los mejores cantantes, los m¨¢s sensibles, son los que escuchan y son capaces de seguir a la guitarra y a la viola". ?Y qui¨¦n hace eso ahora? "Ana Moura. Es capaz de emocionar a una silla".
Adem¨¢s es guapa como una gitana, viene de familia de artistas, y aunque empez¨® haciendo pop rock, ahora combina las casas de fado con los conciertos en teatros y grandes auditorios. Fue la primera portuguesa en cantar en el Carnegie Hall y acaba de grabar con los Rolling, para The Rolling Stones Project, una adaptaci¨®n al fado de No expectations y una versi¨®n de Brown sugar. El saxofonista Tim Ries conoci¨® el trabajo de Moura en Jap¨®n, y cuando la banda vino a Oporto en agosto la llam¨®.
Ana Moura no fuma, pero adora vivir el fado. "Las casas son un conservatorio paralelo, siempre aprendes con los maestros s¨®lo oy¨¦ndoles hablar. Cantas lo que se te ocurre, tienes menos responsabilidad, eres m¨¢s libre". Confiesa que le da miedo el fatalismo. Y aunque es risue?a, prefiere los fados tristes: "Es importante sufrir y vivir la vida; a m¨ª me encanta re¨ªrme y disfruto con todo, incluso con la infelicidad, porque eso forma parte del alma. La felicidad nunca es eterna, y la soledad y el desamor tambi¨¦n son inspiradores".
Otra revelaci¨®n es Raquel Tavares, menuda y de ojos chinos; llena de garra, voz y tradici¨®n a sus 21 a?os: "Crec¨ª en las colectividades de Alfama oyendo fado; mi abuela es de Sevilla, muy flamenca, y mi abuelo era un rufi¨¢n, le gustaban los toros y la m¨²sica. Mi madre empez¨® a cantar con cinco a?os, la edad a la que yo qued¨¦ paralizada oyendo un fado y dije: esto es lo que me gusta. Nac¨ª con eso dentro, crec¨ª con ello, y ahora vivo para esto y, s¨ª, de esto".
El Nelo es la casa de fado m¨¢s golfa de Lisboa. Los tres o cuatro parroquianos de esta noche suman varios siglos. De repente salen a tocar. Desafinan. Canta Yolanda, medio espa?ola y medio portuguesa. De Cartagena. Pero afinada. Caso ins¨®lito: la fadista ib¨¦rica. Dice que estuvo casada con un m¨²sico y que se retir¨® muchos a?os de cantar, pero est¨¢ convencida de que lo suyo es el fado, ese "sonido m¨ªstico y humilde". Yolanda fuma por los codos y vive d¨ªa a d¨ªa. Acaba de grabar un disco. Habla como una fadista. Canta como una fadista. Sin duda, Yolanda es una fadista.
Para no alentar las hist¨®ricas (y tantas veces justificadas) suspicacias lusas hacia el vecino grandote, casi ser¨ªa bueno que los espa?oles se abstuvieran de ponerse a cantar fado alegremente. Pero visto lo visto, y o¨ªdo lo o¨ªdo, ?qui¨¦n se atreve a decir que Ricardo Ribeiro no acabe cantando flamenco y Estrella Morente cantando fados?
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