Un testimonio fiable
"Con el paso de los a?os, nuestra imaginaci¨®n adapta al deseo de uno aquellas cosas que no resultaron como nosotros hubi¨¦ramos querido". Eduardo Uribe avisa de las malas jugadas que a veces puede jugar la memoria. Su relato, sin embargo, ha salvado esas trampas. "Eso es porque s¨®lo cuento los lugares por los que pas¨¦", justifica este lector incansable, que mantiene hasta el d¨ªa de hoy su militancia socialista y que fue elegido concejal del ayuntamiento de Leioa en 1987.
"Su testimonio es de una fiabilidad alt¨ªsima", corrobora Guillermo Tabernilla, responsable de la Asociaci¨®n Sancho de Beurko y autor de las notas que completan la obra. "Al contrastarlo con los datos hist¨®ricos, nos hemos quedado sorprendidos por su exactitud", abunda este experto, coautor de otros tres t¨ªtulos sobre la Guerra Civil en Euskadi.
As¨ª, Tabernilla ha hallado en el relato de Uribe datos directos sobre la formaci¨®n de los batallones de la UGT, "que explican de una forma muy sencilla como sucedieron las cosas en aquellos d¨ªas". En su opini¨®n, "¨¦se es el valor de la historia oral, tan despreciada por la historiograf¨ªa tradicional". "Eduardo asisti¨® a la guerra sin los miedos y cargas familiares de la gente mayor que ¨¦l y por tanto viv¨ªa todo como una aventura", a?ade.
Desde esa perspectiva, el texto describe el bautismo de fuego de un joven sin ninguna formaci¨®n militar. "De pronto se oy¨® el tableteo de una ametralladora. Era una avanzadilla de un grupo de milicianos comunistas. Nos impresion¨® un poco su sonido pues era la primera vez que lo o¨ªamos, de no ser en el cine". A pesar de esa inexperiencia, los milicianos fueron conscientes de la precariedad de los medios con que contaban cuando recibieron "unas ametralladoras Coll y Maxim que deb¨ªan ser de la primera Guerra Mundial".
Empujados por el avance franquista, el Gonz¨¢lez Pe?a se retir¨® al Cintur¨®n de Hierro de Bilbao, dise?ado, seg¨²n recuerda el autor de las memorias, "por un ingeniero llamado Goicoechea, que antes de terminarlo se pas¨® con los planos al enemigo; bueno, a nuestro enemigo, no al suyo".
Perdidas aquellas posiciones, los vencidos tomaron rumbo hacia Santander, donde les esperaba la prisi¨®n. Y el miliciano resume los sentimientos que le asaltaron. "Me desped¨ª de Bilbao con l¨¢grimas en los ojos".
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