Un alumno de 90 a?os
El nonagenario Ignacio Plaza estudia Historia en la Universidad
-?Qu¨¦ tal el examen? -Yo creo que me ha salido bien-, responde don Ignacio. -Huy, cuando dice eso es que lo aprobar¨¢ con nota-, apunta r¨¢pido su hija. El abuelo levanta con orgullo los ojos del ordenador.
Ayer mismo ten¨ªa un examen en la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia, uno m¨¢s de su reci¨¦n iniciada carrera de Historia. El a?o pasado aprob¨® cuatro asignaturas y cree que ¨¦ste s¨®lo podr¨¢ con tres porque se ha ca¨ªdo y est¨¢ un poco achantado.
Presidi¨® el sindicato republicano FUE, y tras la guerra fue jefe local del Servicio de Productos Agrarios
Se matricul¨® el curso pasado en la universidad a distancia en Talavera de la Reina, donde vive, y dej¨® balbuceando al director del centro, que nunca se hab¨ªa encontrado con un alumno de 90 a?os. Y tampoco habr¨¢ conocido muchos con esa disposici¨®n para el estudio y la superaci¨®n personal.
-?Para qu¨¦ quiere usted pasar por la universidad, si puede aprender la Historia sin necesidad de hacer ex¨¢menes?
-Porque no es lo mismo. All¨ª est¨¢n los alumnos, la relaci¨®n con la gente joven, las muestras de cari?o. A m¨ª me llaman de usted, me deben encontrar mayor..., se sonr¨ªe.
Ignacio Plaza naci¨® en un pueblo de Ja¨¦n, hijo de "un obrero pelao del campo". As¨ª se cri¨® ¨¦l hasta los 20 a?os, recogiendo cereal en verano y aceitunas en invierno mientras sacaba por libre el bachiller en Baeza, sin un miserable diccionario. Mira de nuevo su ordenador port¨¢til, conectado a Internet durante horas, y le surge la l¨®gica reflexi¨®n: "Los j¨®venes de hoy no saben lo que tienen".
La Rep¨²blica le form¨® para ser maestro nacional pero fue la guerra la que abon¨® a granel su vocaci¨®n sanitaria. De carn¨¦ socialista, como su padre, sigui¨® al Gobierno republicano hasta Valencia, donde colaboraba como soldado enfermero, m¨¢s o menos. Fue tambi¨¦n, por entonces, presidente de la famosa Federaci¨®n Universitaria Escolar (FUE). Inc¨®modas credenciales para moverse por la Espa?a de Franco sin despertar sospechas. Un expediente que no dir¨ªa nada bueno de ¨¦l le persigui¨® por los cuarteles de la Guardia Civil en cada pueblo de destino. Favor por favor, un cura amigo le ayud¨® a sortear algunas dificultades cuando acab¨® la contienda. Y tir¨® de prudencia en sus 10 a?os de maestro: "Me hac¨ªa el tonto, un t¨ªo tonto que andaba por ah¨ª, sin tener opini¨®n de nada". Y as¨ª, a lo tonto, se col¨® como jefe local del Servicio Nacional de Productos Agrarios, el SENPA, sin estar afiliado a la Falange, un inconveniente que le impidi¨® ascender, pero que le llev¨® por tierras de Extremadura el tiempo preciso para enamorarse y criar una familia de cinco hijos. En Olivenza, en Logros¨¢n, en Trujillo, don Ignacio era el rey del trigo; distingue hasta 62 variedades y no hab¨ªa grano que se moviera sin pasar por su escrupulosa contabilidad agraria. Pero sus a?os de maestro le han proporcionado los homenajes m¨¢s sentidos. Todav¨ªa guarda buena relaci¨®n con algunos antiguos alumnos. Y con los nietos de ¨¦stos.
Ahora, con 26 a?os de pensionista, le ha dado a don Ignacio por estudiar Historia. Y a ello presta un cerebro en plena forma, mientras a su mujer, Gloria, algunos a?os m¨¢s joven, la vista no le deja coser tanto como quisiera.
-?Acabar¨¢ la carrera?
-No, porque me morir¨¦ antes-, miente.
Cuando ten¨ªa cuatro a?os una lechuza entr¨® en la casa mientras el ni?o Ignacio ard¨ªa en fiebre con el sarampi¨®n. Mal presagio esa lechuza, susurraba su t¨ªa a su madre. El ni?o las o¨ªa entre las neblinas de la calentura. Sobrevivi¨® y en esa an¨¦cdota comienzan sus recuerdos. La Historia podr¨ªa impartirla ¨¦l.
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