Indicadores de sostenibilidad
El pasado 18 de enero, la teniente de alcalde Imma Mayol present¨® el estado de los indicadores de sostenibilidad de Barcelona. Con ello se sigue una de las directrices definidas en 1992 en la Cumbre de la Tierra en R¨ªo de Janeiro: elaborar agendas 21 locales y trabajar sobre unos indicadores que sean sintom¨¢ticos de la aproximaci¨®n o el alejamiento a los objetivos de la sostenibilidad. En la primera fase se tom¨® como modelo la ciudad de Seattle, pionera al disponer en 1994 de los primeros indicadores, y se siguieron directrices iniciales como la Carta de Alborg. En 1995 se cre¨® el F¨°rum C¨ªvic Barcelona Sostenible, una iniciativa promovida por la confederaci¨®n Ecologistas en Acci¨®n, la plataforma Barcelona Estalvia Energia y la Federaci¨® d'Associacions de Ve?ns de Barcelona, que tras un arduo trabajo interdisciplinar defini¨® unos indicadores cuyos primeros resultados se presentaron en 1998. Seguidamente el Ayuntamiento de Barcelona asumi¨® dicha responsabilidad configurando en 2000 la composici¨®n del Consejo Municipal de Medio Ambiente y Sostenibilidad, que, dividido en grupos de trabajo, fue discutiendo y elaborando unos indicadores oficiales para la ciudad que se presentaron a debate en el a?o 2001 y quedaron aprobados en 2002 en el Comprom¨ªs ciutad¨¤ per la sostenibilitat dentro de la Agenda 21 de Barcelona. A partir de entonces estos indicadores se han ido actualizando, con la colaboraci¨®n de la Universidad Polit¨¦cnica de Catalu?a, y se han ido haciendo p¨²blicos a trav¨¦s de la p¨¢gina web municipal. En noviembre de 2006 se publicaron por primera vez en papel los resultados de la evoluci¨®n desde finales de los a?os noventa hasta 2005.
Estos resultados muestran que la direcci¨®n hacia la que se apunta es buena, pero que el ritmo es demasiado lento. La mayor¨ªa de los indicadores permanecen estancados, como el de "accesibilidad a espacios p¨²blicos y servicios b¨¢sicos" o "superficie verde por habitante". Otros no despegan como ser¨ªa deseable: el uso de transporte privado no disminuye y el de transporte p¨²blico no aumenta. Tampoco mejoran los de emisiones de CO2, que no disminuyen, ni el de "satisfacci¨®n ciudadana", que disminuye levemente.
Hay dos indicadores de evoluci¨®n negativa y preocupante. El de la "calidad del aire", que est¨¢ excesivamente contaminado, tal como demuestra el aumento de la concentraci¨®n de di¨®xido de nitr¨®geno (NO2). Y, como es obvio, el de "esfuerzo econ¨®mico de acceso a la vivienda", que sigue aumentando: ha pasado del 47,3% de la renta familiar por habitante en 1999 al 75,4% en 2005. Aumenta tambi¨¦n el precio medio del metro cuadrado de la vivienda de alquiler. Esta situaci¨®n tan negativa tiene una peque?a contrapartida: se incrementa el n¨²mero de contratos de alquiler, que pasa del 5,9% en 1999 al 11,8% en 2005, y se recupera as¨ª una pr¨¢ctica usual hace d¨¦cadas, adecuada para nuestra modernidad l¨ªquida.
Hay indicadores inequ¨ªvocamente positivos y esperanzadores, en especial la disminuci¨®n en el "consumo total de agua por habitante", junto al aumento del "consumo p¨²blico de agua fre¨¢tica". Aumenta, por tanto, la conciencia ecol¨®gica entre la ciudadan¨ªa, tal como demuestran los indicadores "n¨²mero de organizaciones con certificado ambiental" o "n¨²mero de puntos de venta de productos de comercio justo". Otros son positivos, aunque matizables. Aumenta la "recogida selectiva de residuos", que, igual que el ahorro del agua, ha sido incorporada a los h¨¢bitos de la gente, pero no despega la recogida selectiva de materia org¨¢nica desde el propio domicilio. Ambos indicadores dependen de otro m¨¢s determinante: que la "generaci¨®n de residuos s¨®lidos urbanos" disminuya, cosa que no sucede: se mantiene en 1,52 kilogramos por habitante y d¨ªa.
Lo mismo ocurre con el indicador levemente positivo de aumento del "consumo de energ¨ªas renovables", al que ha contribuido la Ordenanza de Energ¨ªa Solar del a?o 2000, aunque s¨®lo haya pasado del 0,06% en 1999 al 0,25% en 2004. Lo que no recogen los indicadores es el hecho clave del incremento del consumo de energ¨ªa final, tal como sucede en toda Catalu?a. Este es el problema grave, que pone en cuesti¨®n todo el sistema econ¨®mico y que no parece que aqu¨ª haya intenci¨®n de cambiar. V¨¦ase, por ejemplo, la tendencia, tanto administrativa como productiva, en incorporar la climatizaci¨®n artificial a todos edificios o la falta de controles que eviten las p¨¦rdidas de fr¨ªo y calor en las tiendas: un proceso que hipoteca el futuro aunque beneficie moment¨¢neamente a las empresas de climatizaci¨®n. No en vano, el sector inmobiliario est¨¢ pasando a invertir en empresas de energ¨ªa. Mal augurio para este futuro control del sector de la electricidad y del petr¨®leo despu¨¦s de c¨®mo el sector de la construcci¨®n ha dejado el pa¨ªs.
Ciertamente, los que trabajan en este terreno del medio ambiente han de tener una paciencia inagotable: los avances, que tienen que ver con la evoluci¨®n del sistema productivo, el uso adecuado de las energ¨ªas y la transformaci¨®n de los h¨¢bitos, son casi imperceptibles, de una extrema lentitud. Y los indicadores de sostenibilidad sirven para esto, para entrever ciertas tendencias en series estad¨ªsticas en el tiempo. Sin embargo, hay problemas globales, como el cambio clim¨¢tico o la inflexi¨®n que anuncia el Post Carbon Institute para 2010, cuando el incremento del consumo de energ¨ªa empiece a colapsarse, que exigen medidas dr¨¢sticas y urgentes; cambios estructurales que s¨®lo se producir¨¢n, entre otros factores, si los medios de comunicaci¨®n visibilizan los graves problemas medioambientales, si se realizan r¨¢pidamente reformas legales y fiscales para impedir los abusos, excesos y contaminaciones que siguen siendo noticia diaria, si se reduce el uso del veh¨ªculo privado, si los servicios de medio ambiente de los ayuntamientos y las comunidades no son secundarios, sino centrales, o si, en definitiva, nos convencemos de que no hay otra alternativa que transformar nuestros modos de producci¨®n, transporte y consumo.
Josep Maria Montaner es arquitecto y catedr¨¢tico de la Escuela de Arquitectura de Barcelona (UPC).
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