Dedicatorias
Me gusta fijarme en las citas y las dedicatorias, que el escritor elige para que sean le¨ªdas antes de que comencemos el texto
Hay un arte en dedicar un libro. Me gusta fijarme en las dedicatorias y en las frases, las citas, que el escritor elige para que sean le¨ªdas antes de que comencemos su propia escritura. Suelen ser una declaraci¨®n de intenciones.
La dedicatoria es otra cosa, es un gui?o privado. Algo que escribimos para una persona concreta que adem¨¢s va a leer un libro nuestro o un libro que le hemos regalado. Tengo muchos libros dedicados, los cuido, los conservo de manera especial, sobre todo desde que un amigo me dijo que los libros dedicados val¨ªan m¨¢s. Mi amigo es de los que saben desprenderse de sus libros, y alguna vez los encuentro saldados en la cuesta de Moyano. Se lo avis¨¦. Le alarm¨¦ sobre algunos libros que con muy cari?osas dedicatorias eran vendidos por los libreros de segunda mano. No le import¨®, est¨¢ en un momento de libertad que es capaz de no disimular, al menos no demasiado. Yo no soy as¨ª: cuando me atrevo a desprenderme de uno de esos libros dedicados previamente, le arranco la primera p¨¢gina. M¨¢s cobarde, menos libre.
Guardo algunos dedicados que quiero mucho, aunque las dedicatorias sean tan convencionales como las que me hicieron Borges o Cort¨¢zar, que se mueven entre el afectuosamente y el cordialmente. Tengo otros muchos, y algunos con dedicatorias que me parecen excesivas por sus cari?os o con frases tan elogiosas que me hacen pensar que muchas veces se debe dedicar sin pensar en la vida futura de un libro dedicado. Es verdad que se supone que la dedicatoria es un di¨¢logo entre dos o entre pocos. Y as¨ª ser¨¢ la mayor parte de las veces. Menos cuando entramos en las dedicatorias de los dem¨¢s, muy parecido a entrar en su vida privada.
As¨ª me ocurri¨® en la biblioteca de Jos¨¦ Saramago y Pilar del R¨ªo en su casa de Lanzarote. Est¨¢bamos hablando de Las peque?as memorias, de Saramago, nada peque?as, capaces de dar vida a gentes, a lugares y momentos que nunca viviremos nosotros. No olvidar¨¦ muchas cosas de su vida de ni?o, de adolescente, de nieto de un abuelo callado y sentenciador, de hijo de un polic¨ªa en los barrios humildes de Lisboa; de muchos caminos por Azinhaga que nunca conoc¨ª; de sus amigos, sus novias, sus cerdos, su familia o sus lunas llenas. El libro, adem¨¢s de estar dedicado a Pilar, como tantos suyos, tiene una cita sacada de un llamado Libro de los consejos: "D¨¦jate llevar por el ni?o que fuiste". El matrimonio, los due?os de la casa y la biblioteca, se fueron y tuvieron la amabilidad de dejarme solo entre sus miles de libros. Una hermosa y nueva biblioteca, c¨®moda, alta y con una perfecta luz cenital. Una biblioteca mestiza, con libros de la larga vida de Saramago y de la vida lectora de Pilar. Me dej¨¦ llevar por el ni?o que fui, quiz¨¢ m¨¢s curioso de lo aconsejable, y comenc¨¦ a leer las dedicatorias de algunos libros. Despu¨¦s de leer algunas de escritores muy conocidos que estaban dedicados al premio Nobel, mi curiosidad me llev¨® a los libros de Pilar. No s¨¦ si fue el azar, todo es posible, pero abr¨ª algunos libros de Juan Benet. Un placer, una excursi¨®n a la inteligencia y m¨¢s cosas en las dedicatorias del escritor de Regi¨®n. Me dio la impresi¨®n de estar violando intimidades. De hacer algo as¨ª como el personaje de El abrecartas de Molina Foix: introducirme en interesantes y p¨²blicas vidas ajenas. Un cotilleo de altura. Un placer. Segu¨ª leyendo dedicatorias, algunas muy hermosas y de escritores muy apreciados y queridos. Dej¨¦ de hacerlo. No quer¨ªa tener la sensaci¨®n de haber sobrepasado la confianza que mis amigos me hab¨ªan confiado. Se lo cont¨¦ a Pilar, le ped¨ª permiso para contar sin desvelar. Permiso concedido, aunque llegamos a la conclusi¨®n de que las dedicatorias eran privadas, una cosa de dos, y as¨ª deber¨ªan quedar. As¨ª quedan. Otra cosa es las citas. Por las citas muchas veces sabemos lo que quieren ense?ar, a veces ocultar, los escritores.
Casa de citas de libros vistos, le¨ªdos o rele¨ªdos esta semana: "Nunca inventamos m¨¢s que lo verdadero", de Balzac, en la novela El abrecartas, de Molina Foix. "?Jugamos?". De un crupier a un tah¨²r, o viceversa, en la novela Mercado de espejismos, de Ben¨ªtez Reyes. "Nada graba tan fijamente en nuestra memoria alguna cosa como no sea el deseo de olvidarla", Montaigne, de la novela ?Otra maldita novela sobre la Guerra Civil!, de Isaac Rosa. "La muerte es la condici¨®n real que ofende a la fantas¨ªa", Brodkey, en la novela La ofensa, de Ricardo Men¨¦ndez Salm¨®n. "Escribir es intentar saber qu¨¦ escribir¨ªamos si escribi¨¦ramos", Marguerite Duras, en la novela Nocilla Dream, de Agust¨ªn Fern¨¢ndez Mallo. Y para terminar, una de una novela que me ha dejado con el coraz¨®n ardiendo, adem¨¢s de una cita machadiana, otra de Ortega: "Lo que diferencia al hombre del animal es que el hombre es un heredero y no un mero descendiente", de la imprescindible novela de Almudena Grandes El coraz¨®n helado. ?Y qu¨¦ heredar¨ªa Saramago?
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