Corea, ahora
Coincidiendo con la visita de Estado del presidente de la Rep¨²blica de Corea, Roh Moo-Hyun, que hoy comienza, Madrid est¨¢ viviendo un verdadero desembarco cultural coreano en torno al hecho de que Corea es este a?o el pa¨ªs invitado a ARCO.
En la magna muestra madrile?a participar¨¢n quince galer¨ªas coreanas, con un elenco de unos cuarenta destacados artistas. Junto a ello, en un programa que lleva el t¨ªtulo de Corea, ahora, otras siete exposiciones instaladas en prestigiosas instituciones culturales de la capital mostrar¨¢n la obra de otra cuarentena de creadores, algunos tan se?eros como Nam June Paik. Adem¨¢s, se ha programado m¨²sica, danza, cine -arte en el que Corea es potencia- e incluso recitales de poes¨ªa en los que participar¨¢ el mejor poeta coreano vivo, Ko Un, permanente candidato al Premio Nobel.
Corea, ahora es un buen eslogan. Aunque hay que entender qu¨¦ y c¨®mo fue Corea ayer para comprender el sentido de su actualidad.
Cuando Jaime Gil de Biedma escribi¨®, en los a?os sesenta, aquel aterrador y bell¨ªsimo poema en el que dec¨ªa que "de todas las historias de la Historia, sin duda la m¨¢s triste es la de Espa?a, porque termina mal", hubiera podido proclamarlo tambi¨¦n de Corea; incluso con mayor raz¨®n.
En 1910, Corea fue ocupada por Jap¨®n, que impuso una f¨¦rrea colonizaci¨®n que intent¨® suprimir todas las se?as de identidad nacional. La guerra del Pac¨ªfico que, a su fin, llev¨® el pa¨ªs a su independencia, fue especialmente cruenta; como lo fue la que, entre 1950 y 1953, enfrent¨® al Norte con el Sur. Al concluir el conflicto, el pa¨ªs qued¨® dram¨¢ticamente dividido en dos por el paralelo 38, permaneciendo en la parte meridional un buen n¨²mero de tropas estadounidenses que -en l¨ªnea con los postulados de la Guerra Fr¨ªa- apoyaron a los sucesivos dictadores que presidieron la Rep¨²blica con tal de que fueran anticomunistas. Pero, al igual que en Espa?a, esa historia que siempre acababa mal dio un quiebro en los a?os ochenta y, felizmente, desautoriz¨® al poeta.
En 1988, coincidiendo con la apertura que -de la manera m¨¢s natural- acarrearon los Juegos Ol¨ªmpicos de Se¨²l, el pa¨ªs, gracias al empe?o de personajes como Roh Moo-Hyun o su predecesor, Kim Dae-Jung, genuinos luchadores por las libertades, se encamin¨® por la senda democr¨¢tica, experimentando un desarrollo econ¨®mico que lo situ¨® en la atractiva categor¨ªa -fascinante para los estudiosos del desarrollo- de los llamados tigres del Pac¨ªfico.
De ese desarrollo surgi¨® una notable competitividad en los mercados exteriores, apoyada en una agresiva pol¨ªtica de exportaciones. Los coches coreanos -baratos, atractivos, bien construidos, con excelente servicio postventa y razonable consumo- inundaron los mercados mundiales, entre ellos, el espa?ol. Despu¨¦s vinieron las pantallas de plasma, los tel¨¦fonos m¨®viles, los i-pods y otros productos, de gran atractivo para nuestros consumidores.
Como es l¨®gico, todo esto no se produjo por azar; sino que, detr¨¢s, hubo una f¨¦rrea voluntad de progreso en la sociedad coreana, basada en un valor que, en Occidente, parece a veces devaluado: la ¨¦tica del esfuerzo. Aqu¨ª el listo es el que no pega golpe; y del que lo hace, se dice que trabaja como un burro. Lamentablemente, la fascinaci¨®n por el pelotazo, por el dinero r¨¢pido (fast money), ha hecho mella en nuestra mentalidad. En cambio, el ni?o coreano aprende en la escuela -Corea, dicho sea de paso, es pa¨ªs puntero en porcentaje del PIB destinado a la educaci¨®n- que, en esta vida, todo requiere un esfuerzo; que nadie da euros a d¨®lar. El esfuerzo como valor, no como estigma.
Con una renta per c¨¢pita que se sit¨²a ya en torno a los 20.000 d¨®lares, Corea es hoy la und¨¦cima potencia econ¨®mica del planeta. Pero la sensibilidad nacional, de corte totalmente confuciano y, por ende, con un atractivo sentido de lo hol¨ªstico, hace que se preste atenci¨®n no s¨®lo a la econom¨ªa, sino a la cultura, como parte fundamental del desarrollo social que su sociedad reclama. Porque los coreanos son conscientes de que no se trata s¨®lo de vender y de vender bien, sino de demostrar que, detr¨¢s de todo ello, es necesario que haya creatividad; y, con ella, est¨ªmulos est¨¦ticos, belleza art¨ªstica, en definitiva. Para que la sociedad coreana tenga el nivel, la prestancia y la proyecci¨®n en el mundo que su propia destacada posici¨®n reclama.
Los resultados de esta voluntad no son nada desde?ables. Citar¨¦ dos meros ejemplos en un campo de mi preferencia: la m¨²sica. En la ¨²ltima edici¨®n del Concurso Internacional de Canto Francesc Vi?as, de Barcelona, el porcentaje de concursantes coreanos fue realmente avasallador. Y justo ahora, precisamente, en la Metropolitan Opera de Nueva York, dos cantantes coreanos -Hong Hei-kyung y Kim Woo-kyung- copan, por primera vez en los casi 125 a?os de historia del teatro, los papeles principales de La Traviata.
La avalancha cultural coreana de estos d¨ªas nos puede ser ¨²til, a los espa?oles, para mejor entender la realidad pujante de ese pa¨ªs, con el que nos queda todav¨ªa mucho camino que recorrer, para saber c¨®mo es Corea, ahora.
Delf¨ªn Colom¨¦, ex director ejecutivo de la Asia-Europe Foundation, es embajador de Espa?a ante las dos Coreas.
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