El arte sagrado
En un mundo agn¨®stico, el arte es la ¨²ltima religi¨®n. M¨¢s all¨¢ de las fracturas entre las confesiones, el arte se propone como un credo universal. Sus sacerdotes se escuchan con reverencia, sus liturgias se siguen con devoci¨®n y sus templos colonizan el planeta con fervor un¨¢nime. Los esc¨¦pticos argumentar¨¢n que esos templos est¨¢n gobernados por mercaderes, que el comercio de reliquias art¨ªsticas es una rama de la industria tur¨ªstica, y que sus ceremonias forman parte de las pompas propagand¨ªsticas del poder. Sin embargo, y al margen de que esas circunstancias coloreen igualmente las religiones convencionales, pocos negar¨¢n que el arte nos re-liga a trav¨¦s del santoral compartido, nos vincula mediante la comuni¨®n del espect¨¢culo y nos enlaza con el concurso de su esperanto sagrado. Al tiempo, y aunque crea dioses y h¨¦roes como el cine, la m¨²sica o el deporte, el hermetismo de sus escrituras fabrica un halo de misterio que alimenta la industria de su interpretaci¨®n, jerarquiza a los creyentes seg¨²n su grado de iniciaci¨®n y facilita la estratificaci¨®n social con la acumulaci¨®n de capital simb¨®lico en el terreno del pensamiento m¨¢gico. La conjunci¨®n de populismo medi¨¢tico y elitismo mist¨¦rico hace del arte una religi¨®n apropiada para tiempos de globalizaci¨®n y desigualdad.
Promovidas por el poder econ¨®mico o pol¨ªtico, las iglesias del arte no conocen fronteras culturales, y su teolog¨ªa del ¨¦xtasis creativo se extiende por encima de los l¨ªmites que separan las diferentes variedades de la fe. Estos d¨ªas celebramos los 30 a?os del Pompidou y los 10 del Guggenheim-Bilbao con la unci¨®n que merecen efem¨¦rides fundacionales, y la conmemoraci¨®n coincide con un chisporroteo de noticias que evidencian el ¨¦xito expansivo de ambas marcas, que multiplican la influencia de sus casas-madre con multitud de delegaciones y franquicias dispersas por el mundo. El Pompidou, que abrir¨¢ una nueva sede en Metz en 2008, tiene prevista otra en Shanghai para 2010, despu¨¦s de asociarse a una empresa de casinos de Las Vegas para promover un centro en Singapur y lanzar en Hong Kong un proyecto compartido con la Fundaci¨®n Guggenheim. ?sta, que vio naufragar su segunda sede neoyorquina tras el 11-S, fracas¨® con su ef¨ªmera sucursal en Las Vegas y no consigui¨® materializar los proyectos de Taiw¨¢n y R¨ªo de Janeiro, ha regresado a la voluntad misionera de la que surgieron los enclaves de Bilbao, Berl¨ªn y Venecia con nuevos santuarios art¨ªsticos en la Guadalajara de M¨¦xico y en el Abu Dhabi del golfo p¨¦rsico.
Este ¨²ltimo caso es revelador, porque la fe isl¨¢mica de los emiratos no ha impedido al m¨¢s pr¨®spero de ellos -en su pugna simb¨®lica con el inmobiliario y financiero Dubai- recurrir a la religi¨®n sincr¨¦tica del arte para promover su perfil, tanto a trav¨¦s de la condici¨®n sacra de las instituciones importadas como mediante el aura cham¨¢nica de los artistas-arquitectos que levantar¨¢n all¨ª centros de peregrinaci¨®n: Frank Gehry ser¨¢ el inevitable autor del Guggenheim del desierto, Jean Nouvel construir¨¢ la sucursal del Louvre que ha suscitado el m¨¢s reciente esc¨¢ndalo del hex¨¢gono -tras la aceptaci¨®n pac¨ªfica del sat¨¦lite en Lens y las reticencias al acuerdo de pr¨¦stamos de larga duraci¨®n con el High Museum de Atlanta-, Tadao Ando realizar¨¢ un museo del mar y Zaha Hadid un centro de artes esc¨¦nicas. Hadid y Nouvel fueron, por cierto, los elegidos para los Guggenheim fallidos de Taiw¨¢n y R¨ªo; Ando y Gehry, por su parte, los arietes del enfrentamiento entre los dos magnates non-sanctos del lujo franc¨¦s, Bernard Arnault y Fran?ois Pinault, que los han utilizado para los mausoleos de sus colecciones de arte en Venecia y el Bois de Boulogne. Estos arquitectos son los sumos sacerdotes del nuevo credo, reclamados por doquier para producir curaciones o milagros, y si los a?adimos al Rem Koolhaas de Las Vegas, a los Sejima y Nishizawa de Lens, al Renzo Piano de Atlanta o a los Herzog y De Meuron de la Tate, la n¨®mina de hechiceros queda m¨¢s o menos completa.
En Espa?a, el g¨®tico Santiago Calatrava y el cl¨¢sico Rafael Mo-
neo son nuestros mejores oficiantes en las exigentes ceremonias del arte, y ambos han aparecido fugazmente en los radares de la actualidad: el valenciano, tras la inauguraci¨®n por los Reyes de su pol¨¦mica y monumental escultura en la fachada mar¨ªtima de Palma de Mallorca, cuyos ecos ha amortiguado la coincidente apertura de la capilla de Miquel Barcel¨® en la catedral, un deslumbrante ejercicio de figuraci¨®n mat¨¦rica, perplejidad teol¨®gica y sordera arquitect¨®nica; y el navarro, con la instalaci¨®n por Cristina Iglesias de unas colosales puertas de bronce, a la vez paisaje m¨¢gico y naturaleza sublime, en su ampliaci¨®n en curso del Museo del Prado.
Ni el escultor-arquitecto Calatrava ni el pintor-ceramista Barcel¨® alcanzan en Palma la transubstanciaci¨®n de la materia en soplo del esp¨ªritu que demanda la m¨ªstica del arte, pero tanto los equilibrios gimn¨¢sticos del primero como el magma submarino del segundo ser¨¢n caudalosamente admirados, y por tanto consumibles por la midcult de la piedad popular: los huesos y las espinas del uno son tan reconocibles como los peces y los cr¨¢neos del otro, y esta figuraci¨®n sedante importa m¨¢s que el narcisismo exhibicionista de Calatrava, o que el di¨¢logo de sordos entre el tapiz craquelado de Barcel¨® y las aristas g¨®ticas a las que se adosa como una excrecencia de fango m¨¢s escenogr¨¢fica que abyecta, una cacofon¨ªa misericordiosamente puesta en sordina por las sombr¨ªas vidrieras de grisalla, por no mencionar su autorretrato desnudo como Cristo resucitado que apela a la ostentatio genitalium sin siquiera la coartada doctrinal que podr¨ªa suministrarle la iconograf¨ªa renacentista estudiada por Leo Steinberg.
Tampoco en Madrid el arquitecto Moneo y la escultora Iglesias logran un matrimonio feliz de la construcci¨®n y el arte, por m¨¢s que el historicismo sosegado del uno y los trenzados vegetales de la otra vayan a encontrar el aplauso cordial y cort¨¦s que haga de la largamente demorada apertura de la ampliaci¨®n un evento m¨¢s pac¨ªfico de lo que har¨ªa presumir la atribulada historia del proyecto: el clasicismo decorativo, estriado y cer¨¢mico de Moneo tranquilizar¨¢ a los que tem¨ªan geometr¨ªas radicales en estos altos isabelinos, y sin embargo es probable que fuera precisamente esa abstracci¨®n abrasiva la que hubieran requerido como tel¨®n de fondo los espl¨¦ndidos biombos de bronce, encantadores en su fantas¨ªa fe¨¦rica de bosque animado, y herederos de una tradici¨®n heroica opini¨®n de puertas escult¨®ricas que cuenta con Ghiberti y Rodin, pero tambi¨¦n con Giacomo Manz¨´.
Dentro del mismo Museo del Prado, las incertidumbres lit¨²rgicas del nuevo culto en esta etapa de transici¨®n se manifiestan en la coincidencia parad¨®jica de la excelsa exposici¨®n de Tintoretto y la extravagante muestra de las fotograf¨ªas de Thomas Struth dispersas entre los lienzos de la colecci¨®n, un ox¨ªmoron program¨¢tico que ilustra la ansiedad indecisa de una clase sacerdotal que no sabe a¨²n muy bien c¨®mo administrar los sacramentos de esta fe transversal, oculta en las c¨¢maras acorazadas de las corporaciones, las salas herm¨¦ticas de las ciudades financieras o las residencias remotas de los plut¨®cratas, y al tiempo expuesta en los escaparates medi¨¢ticos de los museos, el trasiego tur¨ªstico de las bienales o la confusi¨®n abigarrada de las ferias. De estas vacilaciones da cuenta la mayor bas¨ªlica del arte ¨²ltimo, la Sala de Turbinas de la Tate Gallery, que tras transitar por los terrores ar¨¢cnidos de Louise Bourgeois, los laberintos psiqui¨¢tricos de Juan Mu?oz, el despellejamiento encendido de Anish Kapoor, el rubor solar de Olafur Eliasson, la desolaci¨®n sonora de Bruce Nauman o los territorios helados de Rachel Whiteread ha hallado al fin su modelo ceremonial en la excitaci¨®n festiva del parque de atracciones con los cinco toboganes de Carsten H?ller que hoy ocupan la nave donde se desarrollan las instalaciones de la Unilever Series. El escalofr¨ªo alucin¨®geno, tan ¨ªntimo como p¨²blico, de la ca¨ªda por los tirabuzones de este tobog¨¢n-monta?a rusa remeda el ¨¦xtasis m¨ªstico o er¨®tico de las religiones convencionales, y facilita un precipitado tembloroso del arte sagrado, a la vez ocio de las masas y opio de las ¨¦lites.
Luis Fern¨¢ndez-Galiano es arquitecto.
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