Perros de pana
Koldo Serra pertenece a lo que podr¨ªamos considerar segunda generaci¨®n de cineastas europeos formada en el consumo del cine de g¨¦neros. Una generaci¨®n a la que le pisa los talones la emergencia de lo que las p¨¢ginas de la publicaci¨®n Letras de Cine ya han bautizado como Generaci¨®n E-mule, integrada por (?neo o post?) cineastas que ya no tienen en los viejos circuitos de distribuci¨®n y exhibici¨®n sus territorios de di¨¢logo con el p¨²blico y que saben que la narraci¨®n en im¨¢genes va a sobrevivir a la muerte del celuloide. Hay, pues, algo de fin de raza en Koldo Serra, como hay algo de final de camino en el modelo cinematogr¨¢fico que revive su debut en el largo tras una premiada y reconocida trayectoria como director de cortos.
BOSQUE DE SOMBRAS
Direcci¨®n: Koldo Serra. Int¨¦rpretes: Gary Oldman, Virginie Ledoyen, Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n, P. Considine, Llu¨ªs Homar. G¨¦nero: Thriller rural. Espa?a, Reino Unido, Francia, 2006. Duraci¨®n: 93 minutos.
Como algunos de sus hom¨®logos franceses (Alexandre Aja) o norteamericanos (Eli Roth), Serra toma como nost¨¢lgico punto de referencia cierto cine de los setenta que explor¨® el uso de la violencia con el fin de elaborar discursos, no excesivamente complacientes, sobre la permeabilidad del sujeto civilizado frente a una barbarie que funciona como agente provocador de sus impulsos reprimidos. Pero, a diferencia de Aja y Roth, Serra prefiere interpretar la melod¨ªa sugerida por sus modelos con la sobriedad y la competencia de un m¨²sico de sesi¨®n y no con la ferocidad nihilista de un joven cachorro del art-punk.
As¨ª, Bosque de sombras se queda por debajo de sus modelos, que no son precisamente moco de pavo: ah¨ª est¨¢n Deliverance (1973), de John Boorman; La presa (1981), de Walter Hill, y Perros de paja (1971), de Sam Peckinpah, como puntos de referencia. Bosque de sombras es una de esas pel¨ªculas que no logran ir m¨¢s all¨¢ de su enunciado: pel¨ªculas que, en suma, son su sinopsis. A finales de los setenta, un matrimonio brit¨¢nico y una pareja de amigos llega a un enclave rural del norte de Espa?a. Un perturbador hallazgo -una animalizada ni?a atrapada en un establo- desatar¨¢ un enfrentamiento con los lugare?os en el que desempe?ar¨¢ un papel tan relevante la propia (y endog¨¢mica) idiosincrasia local como el prejuicio arraigado en la mirada visitante.
Serra cuenta su historia con el aplomo del cineasta con a?os de oficio a sus espaldas: sabe colocar la c¨¢mara en el lugar preciso, controlar el tempo de la narraci¨®n y dosificar los golpes de efecto, aunque no parece haber logrado motivar por igual a todo su reparto, en el que destaca un Llu¨ªs Homar que cocina su personaje a fuego lento. Es una l¨¢stima que Serra haya preferido hacer una buena carta de presentaci¨®n antes que una leg¨ªtima (y personal) ¨®pera prima.
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