Elocuente invitaci¨®n al optimismo
La feria da un gran salto de calidad con la presencia de 52 nuevas galer¨ªas, casi todas extranjeras
Llega Arco y se aprecian novedades sustanciales. Una de ellas invita al optimismo: el desembarco de m¨¢s de 50 nuevas galer¨ªas -centroeuropeas, estadounidenses, brasile?as...- sit¨²a a la feria a la altura de las mejores de Europa. Es un avance feliz. Pero Arco no ha podido desprenderse todav¨ªa del temible yunque de los espacios institucionales, de un provincianismo imbatible. A Lourdes Fern¨¢ndez, la nueva directora, le toca enfrentarse con un problema que rebaja el cr¨¦dito de la feria. Otra asunto resulta preocupante: una cierta debilidad del espacio dedicado al black box, que no alcanza la altura prevista.
El nivel de las galer¨ªas m¨¢s antiguas siempre ha estado a salvo de las dudas
El nivel en los espacios dedicados a los proyectos espec¨ªficos es bastante irregular
Por la intenciones de Lourdes Fern¨¢ndez, decidida a acabar con la deficiente contribuci¨®n de los espacios institucionales, se puede predecir un futuro amable para Arco. Mientras tanto, el provincianismo y el mal gusto permanecen, intelectualmente vandalizados por pol¨ªticos -podr¨ªan ser los pasmados tiburones disecados dentro de una urna, de Damien Hirst- que se mueven en la etiqueta de la cultura antepasada. Un ejemplo, el peor de toda la feria, est¨¢ encerrado entre las paredes que acogen los testimonios de La Movida -un gran pasado y un presente m¨ªsero- del espacio de la Comunidad de Madrid.
Sigfrido Mart¨ªn Begu¨¦ ha acabado de enterrar a la gran familia de los ochenta en unas catacumbas si frenes¨ª, congeladas bajo la luz mortecina -sin ninguna fantas¨ªa- de una arquitectura pedante y de un lujo ocioso. El espectador que entra en las toscas y empotradas estancias de El Hortelano, Carlos Berlanga, P¨¦rez Villalta y Tino Casal, habr¨¢ perdido definitivamente el sentido de lo primordial, el ritual y todos sus demonios de un fen¨®meno sacudido por la fractura y el desgarro de una ¨¦poca. Y ahora tenemos aqu¨ª una movida garrapateada y plana.
Pero hay m¨¢s, los stands de la Comunidad de Andaluc¨ªa, Extremadura, Cantabria o de la Diputaci¨®n de M¨¢laga son los resultados reales de la cortedad mental de los gobiernos aut¨®nomos y similares, que pudiendo exponer sus pinturas en los casinos municipales, prefieren ganarse el derecho a remover el ponche costumbrista de la feria.
Por lo dem¨¢s, el sello distintivo y salvador de Arco 2007 est¨¢ en la incorporaci¨®n de las 52 galer¨ªas, pr¨¢cticamente todas extranjeras. Son las que verdaderamente le dar¨¢n su nueva autoridad a la feria. La mayor¨ªa son centroeuropeas, canadienses, brasile?as y neoyorquinas, cuyos stands deber¨ªan -si no lo han hecho ya- causar una profund¨ªsima impresi¨®n en las espa?olas, muchas de ellas -las m¨¢s importantes- han considerado hasta ahora la feria como su propio feudo, como un enclave de "calidad" controlada, renunciando a cualquier otra ambici¨®n, en buena parte porque no hab¨ªa una competencia internacional para motivar al producto nacional.
El nivel de las m¨¢s decanas - Oliva Arauna, Aizpuru, Tach¨¦, Joan Prats o Soledad Lorenzo- siempre ha estado a salvo de las dudas. Por alguna raz¨®n se han mantenido confortables en los l¨ªmites marcados por Arco en los ¨²ltimos a?os. En esto, la presente edici¨®n no ha cambiado. Sigue la l¨ªnea confeccionada por su anterior directora, Rosina G¨®mez Baeza. Pero tambi¨¦n se ha producido un cambio profundo. Adem¨¢s de una mayor solidez y transparencia en el dise?o de los espacios, acompa?ada de una precisa delimitaci¨®n de la zona de los proyectos y el black box, se a?ade el desembarco de docenas de galer¨ªas dentro del programa general que son extraordinariamente interesantes. De seguir en esta l¨ªnea de crecimiento, colocar¨¢n a Arco a la altura de la feria de Basilea.
Mario Mauroner, de Viena -que exhibe un coraz¨®n gigantesco hecho con cucharas, tenedores y cuchillos que gira al son de un fado portugu¨¦s (Joana Vasconcelos)-, Lisson (Londres), la Pace Wildenstein (Nueva York), B?rbel Gr?slim (Francfort), Tim Van Laere (Amberes), Tomas Sch¨¹lte (Berl¨ªn), Gita Insan y Johanes Faber (Viena), Lawrence Miller (Nueva York), Heinz Holtmann (Colonia), Sao Paulo Dan, Bernd K¨¹ger (M¨²nich), Fichen (Berl¨ªn) o Thomas Zander (Colonia), son algunas de las que han escrito la historia del ¨¦xito del primer Arco dirigido por Lourdes Fern¨¢ndez.
En lo referente a los espacios dedicados a los proyectos espec¨ªficos, el nivel es bastante irregular, pero valdr¨ªa la pena destacar, sin cargar mucho las tintas, el stand de Michael Cosar, de Dusseldorf, que muestra el trabajo de Werner Reiterer, una instalaci¨®n muy caracter¨ªstica del arte austriaco, que representa una estructura de madera ca¨ªda de un imaginario pat¨ªbulo de donde pende una soga que se mueve al detectar un movimiento cercano. Los dibujos preparatorios de las instalaciones de Reiterer son el mejor aval de este tipo de intervenciones marginales de Arco, comprometidos con la actualidad pero muy silenciosos (The Ku Flux Klan Monument, Waiting for Nihilism o The Shit Fountain).
La caja negra de Arco esta vez ha guardado muy pocos secretos. El espacio dise?ado para la emisi¨®n de v¨ªdeos se salva por los trabajos de Victor Burgin (galer¨ªa Thomas Zander de Colonia) y Ceal Foyer (Lisson Gallery de Londres). El resto de la feria guarda todav¨ªa sorpresas, como las fotograf¨ªas de paisajes urbanos hechas con la sutileza que s¨®lo puede tener un autor japon¨¦s (Ryuji Miyamoto, en la Kichen de Berl¨ªn) o las fotograf¨ªas de pasiones dominantes disfrazadas de flores, de Nobuyoshi Araki, objeto de veneraci¨®n de estetas y erot¨®manos.
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