La novela negra se viste de gris

El cielo parec¨ªa haberse conjurado para revivir aquella terrible jornada. Los truenos estremec¨ªan la noche romana como explosiones, y los rel¨¢mpagos la iluminaban remedando los fogonazos de las armas. Llov¨ªa en Via Rasella. El agua flu¨ªa calle abajo como hace 62 a?os lo hizo la sangre. Resultaba estremecedor estar ah¨ª, empapado, en absoluta soledad, contemplando los antiguos impactos de metralla y balas en lo alto del inmueble en el n¨²mero 141, el viejo Palazzo Tittoni. En Via Rasella tuvo lugar, el 23 de marzo de 1944, el m¨¢s contundente atentado de la resistencia italiana contra los nazis en Roma. Los partisanos hicieron estallar una bomba oculta en una carretilla de basura al paso de una columna de las SS que cada d¨ªa hac¨ªa el trayecto a pie hacia sus barracones, marchando de manera prepotente, incluso cantando. La explosi¨®n provoc¨® una masacre entre los soldados apelotonados en la estrecha calle. Dos docenas murieron en el acto, otros treinta quedaron heridos de gravedad. Los supervivientes, presas del p¨¢nico y la rabia entre los cuerpos mutilados de sus camaradas, comenzaron a disparar de manera enloquecida contra las ventanas de las casas. El ataque partisano provoc¨® la brutal represalia de las Fosas Ardeatinas, el asesinato de 335 italianos que fueron ejecutados por las SS en unas cuevas a las afueras de Roma.

El atentado y su espantosa consecuencia -de los que se hizo una pel¨ªcula, Muerte en Roma (1973), con Richard Burton y Marcello Mastroianni- son episodios centrales en Kaputt Mundi (Salamandra), la primera novela publicada en Espa?a de la escritora italoestadounidense Ben Pastor (Roma, 1950), considerada una de las grandes renovadoras mundiales del g¨¦nero negro, que ella mezcla de manera magistral con la novela hist¨®rica y el relato de introspecci¨®n psicol¨®gica. "Uso el policiaco como un caballo de Troya de la historia", afirma la escritora. Pastor, que escribe en ingl¨¦s -ense?a Estudios Sociales en la Universidad de Vermont-, ha creado la inolvidable figura de Martin von Bora, un aristocr¨¢tico oficial de la Wehrmacht que se ve obligado a ejercer de detective para resolver diversos cr¨ªmenes que se cruzan en su trayectoria militar.

Estricto, moral, culto, valeroso y sobre todo profundamente humano, Bora, inspirado en la figura del coronel y conde Claus von Stauffenberg, autor material del atentado del 20 de julio de 1944 contra Hitler, es el protagonista de, hasta el momento, seis emocionantes novelas de Ben Pastor, ambientada una en la Guerra Civil espa?ola y las restantes en diferentes momentos de la II Guerra Mundial. Entre estas ¨²ltimas figura Kaputt Mundi, que transcurre durante el terrible a?o de 1944 en la Roma ocupada por los alemanes. En dicha novela, Bora, que investiga el asesinato de una joven secretaria de la Embajada del Reich y luego la de un cardenal alem¨¢n, es testigo de la carnicer¨ªa en Via Rasella y de las ejecuciones en las Fosas Ardeatinas, donde salva in extremis a uno de los condenados. Detective en uniforme feldgrau (el color gris de la Wehrmacht), Martin Bora, como otros grandes investigadores de papel -Holmes, Dupin, Marlowe, Poirot-, sobresale de las p¨¢ginas y parece adquirir una existencia aut¨®noma m¨¢s all¨¢ de la literatura. Su creadora es una mujer atractiva, de fuerte magnetismo, en¨¦rgica pese a su apariencia delicada y muy femenina. Lleva el cabello cort¨ªsimo y luce un peque?o piercing en la nariz que contribuye a darle un aire desconcertantemente juvenil -tiene una hija de 35 a?os- en esta fr¨ªa ma?ana romana.

Estuve anoche en Via Rasella. En plena tormenta.

Tuvo suerte. Es dif¨ªcil encontrar lugares hist¨®ricos en los que uno pueda estar solo; el turismo lo vuelve todo tan banal? ?Vio las huellas de metralla?

Es un incidente que resulta un poco incordiante en la memoria heroica de la resistencia. Murieron civiles en la explosi¨®n, uno de ellos un chico de 13 a?os que result¨® partido por la mitad. La legalidad de la acci¨®n partisana fue cuestionada en el juicio contra el ejecutor de los asesinatos de las Fosas Ardeatinas, el jefe de la Gestapo Herbert Kappler, en 1948, y en cambio se argument¨® que, seg¨²n la Convenci¨®n de La Haya de 1907, las represalias eran actos leg¨ªtimos. Locuras del sistema que no impidieron, gracias a Dios, que Kappler fuera condenado a c¨¢rcel de por vida. Pero todo eso y que los soldados de la masacrada 11? Compa?¨ªa de las SS resultaran ser tiroleses, varios de los cuales hab¨ªan sido forzados a enrolarse amenazando a sus familias, hace inc¨®moda la memoria del ataque. La gente prefiere recordar el martirio de los ejecutados en las cuevas.

S¨ª, a una de las que no pudieron ser identificadas. He inventado para ella un nombre hebreo romano, Sciaba. La familia de mi madre, los Sabatini, ?sabe?, eran jud¨ªos conversos. Una gente muy secreta.

Bueno, en realidad mi padre fue oficial m¨¦dico en ?frica, cay¨® prisionero de los franceses en Argelia, hasta 1946. Pero, s¨ª, mi abuelo materno era, en cambio, radicalmente antifascista; m¨¦dico tambi¨¦n, le impidieron ejercer porque se neg¨® a tener carn¨¦ del partido. Mi madre hubo de trabajar para mantener a toda la familia. Un sobrino de ella, sin embargo, se present¨® voluntario para servir en Sal¨®, un fascista de ¨²ltima hornada, con 13 a?os; le mataron los partisanos, mi madre no habla de eso. En fin, est¨¢ bien tener en la familia gente que tomara posici¨®n. Creer en algo siempre es mejor que no creer en nada.

En la trama hay un cuadro de Tiziano perdido y una mujer de carne y hueso -a ambos hace referencia el t¨ªtulo de la novela-. Bora se obsesiona con la mujer, y me gusta esa duplicidad ideal, plat¨®nica, entre el sujeto pintado y el real, mientras la guerra prosigue y se lucha contra los partisanos, guiados por un misterioso jefe, Capomorto. Hay un asesinato, por supuesto, y a Bora le pasan viejas cuentas las SS y la Gestapo.

En realidad, nada de "ciudad abierta"; era un lugar claustrof¨®bico, cerrado. Mi madre estaba en Roma, era periodista, no pod¨ªa salir de la ciudad. Nadie sal¨ªa ni entraba, oficialmente al menos.

He le¨ªdo todo lo que he podido sobre ese hombre enigm¨¢tico. Ayud¨® a mucha gente, pero se qued¨® corto, seguramente temiendo represalias sobre los cat¨®licos alemanes.

Es un hombre de casta; de pura cepa, como dicen ustedes. Est¨¢ sometido a leyes familiares y personales que debe respetar. Y como militar, a los c¨®digos terribles de ese mundo al que pertenece; los ritos del deber, el coraje, la lealtad. Pero dentro de ¨¦l hay una resistencia, algo capaz de subvertir las normas a las que se siente obligado. Es un hombre ¨ªntegro y compasivo.

Est¨¢ claro que tiene un noble padre, Von Stauffenberg, desde luego. Me encanta Stauffenberg. Y la madre soy yo: Bora tiene tambi¨¦n mucho de m¨ª. Es maniqueo como yo, que me rijo por dicotom¨ªas, por la oposici¨®n de contrarios, luz / sombra, cerrado / abierto. En la ficci¨®n, le he creado una doble paternidad, como los h¨¦roes de la mitolog¨ªa cl¨¢sica: un padre biol¨®gico artista, director de orquesta, ya muerto, y un padrino militar, un general que le ampara en su carrera. Esa doble condici¨®n le da un fondo atractivo.

Es leal a su pa¨ªs, un aut¨¦ntico soldado, pero se va haciendo progresivamente consciente de la maldad del r¨¦gimen nazi y del horror de la guerra -su hermano peque?o, aviador, muere en Rusia-. En ¨²ltima instancia, est¨¢ en el bando perdedor.

Es posible que fuera un hombre en mi anterior reencarnaci¨®n [r¨ªe]. En serio, tengo un gran inter¨¦s, antropol¨®gico y afectivo, sobre c¨®mo son los hombres. Soy una feminista de largo recorrido, pero creo que las mujeres no hemos hecho a¨²n un intento serio de entender realmente al hombre.

No, no, de verdad. La intimidad, la capacidad de no llorar, de mantener dentro lo que nosotras exteriorizamos con tanta facilidad, me parecen cosas muy conmovedoras. Hay una decencia y un pudor masculinos en el hombre bueno muy atractivos. Tuve un padre extremadamente tierno, pero era m¨¦dico, hab¨ªa estado en la guerra; ten¨ªa la visi¨®n sucia, esc¨¦ptica de la vida -aunque compasiva-, propia de la profesi¨®n. Le vi llorar s¨®lo dos veces. Una de ellas cuando un amigo suyo muri¨® de c¨¢ncer, y me impresion¨® profundamente. Creo que las mujeres no sabemos lo que hace da?o a los hombres.

Benedicta, s¨ª. Representa toda una entera clase social, la alta aristocracia, con una gran capacidad de frivolidad y de sobrevivir a lo que sea. Es honesta, no obstante. Tiene la cortes¨ªa de pasar por la cama antes de romper con Bora.

Eso es as¨ª, es algo instintivo; una pulsi¨®n primitiva, de supervivencia biol¨®gica, supongo. Bora sufre los abortos de su mujer. La p¨¦rdida de un hijo no nacido es esencialmente f¨ªsica en la mujer y psicol¨®gica en el hombre. Una p¨¦rdida te empobrece, pero, ?sabe?, de alguna manera tambi¨¦n te enriquece si sabes asumirla: cada luto, cada muerte tienen esa extra?a contrapartida.

Supongo que es un rasgo americano. Me sorprende y me interesa mucho la amistad masculina. Creo que los hombres traban amistades m¨¢s fuertes que las mujeres, sus amistades no son competitivas. Lo que m¨¢s me interesa es el proceso de nacimiento de la amistad, el momento en que la relaci¨®n dial¨¦ctica deviene amistad. Es un momento excepcional, exquisito. He de decirle tambi¨¦n que esa obsesi¨®n por la amistad es tambi¨¦n un deseo: estamos en un mundo tan poco amistoso? La amistad se ha convertido en algo desgraciadamente poco usual.

A Martin no le quer¨ªa mutilar tanto, pero un poco? La perfecci¨®n psicol¨®gica no es interesante, ni la f¨ªsica. Esa mutilaci¨®n es una se?al. Desde el punto de vista junguiano, alude a una p¨¦rdida en sus creencias, en el terreno pol¨ªtico.

Eugen Dollmann era un cortesano nato, capaz de navegar con su diversidad por los ambientes sociales romanos de manera muy inteligente. Era lo opuesto a los tecn¨®cratas del r¨¦gimen nazi.

Era algo as¨ª como el peluquero del III Reich. Me hubiera encantado conocerle, a ¨¦l y a Ezra Pound.

Yo misma soy muy curiosa con el Holocausto, es un tema que me atrae enormemente con su horror. Bora trata de proteger cuanto puede a los jud¨ªos, igual que a los civiles. Y eso le acarrear¨¢ problemas muy graves con las SS y la Gestapo.

Pues a¨²n no; si le digo la verdad, me desanima un poco el tama?o. A lo mejor es que ha llegado el momento de que hablen los perdedores.

Yo escrib¨ªa antes ensayo, sobre literatura e historia. Pero siempre me ha parecido muy importante el hacer leer a los que no leen historia. La historia, si no la conocemos, estamos condenados a repetirla, etc¨¦tera. A trav¨¦s de una novela negra, la historia llega a muchas m¨¢s personas. La novela negra es un caballo de Troya, sirve para que la gente absorba conocimientos hist¨®ricos sin casi darse cuenta. A m¨ª, la manera en que hago llegar esos conocimientos me es igual: es como el agua, tanto da la forma del contenedor. Creo que voy a seguir escribiendo esta clase de novelas, porque me siento muy c¨®moda.

Un rayo de sol entra por el ventanal del sal¨®n del hotel Farnesio, donde se aloja Ben Pastor; se desliza por el suelo de parqu¨¦, e ilumina unas molduras doradas en el techo, incendi¨¢ndolas de luz. S¨²bitamente, vienen a la memoria im¨¢genes b¨¦licas de las novelas de la escritora: un panzer Tigre ardiendo como un peque?o Vesubio, con el tanquista desplomado en la torreta mientras de su uniforme y su piel brotan volutas de humo; los frutales devastados junto a las trincheras llenas de cad¨¢veres en Aprilia; una aldea polaca pasto de las llamas? Curiosamente, en ese gran fresco de la II Guerra Mundial que ha creado Pastor como escenario de sus libros, uno suele recordar m¨¢s situaciones ¨ªntimas: conversaciones, pesquisas, introspecciones? La novelista mira con aire divertido a su absorto interlocutor, anim¨¢ndole a continuar.

Me es m¨¢s f¨¢cil. Llevo 30 a?os establecida en EE UU, aunque vivo entre all¨ª e Italia. Es un idioma muy el¨¢stico, conciso, el mejor despu¨¦s del lat¨ªn. El italiano como el espa?ol me resultan barrocos, redundantes. El ingl¨¦s te permite ser elegante y concisa. Muchas veces escribo los di¨¢logos a mano, para verlos fluir.

De Verbena, Maria Verbena Judita Carmen, como lo oye. Judita por mi abuela. Carmen porque mi madre adoraba la ¨®pera. Mi apellido familiar es Volpi. Pastor es el apellido de mi ex marido, que era de origen vasco. De ¨¦l aprend¨ª cosas de esa Espa?a herida, pero orgullosa; un contraste que me emocionaba, m¨¢s all¨¢ del Quijote y de Garc¨ªa Lorca.

Como Martin Bora, soy una extra?a en la Guerra Civil de ustedes. La veo con los ojos del extranjero fascinado. En cuanto a Lorca, eleg¨ª presentarlo ya muerto porque entonces ya pertenec¨ªa a todo el mundo. Decid¨ª inventarle una sepultura aunque fuera imaginaria, porque no pod¨ªa aceptar la tristeza solitaria de su verdadero destino.

Por desgracia, est¨¢ ya demasiado comprometido contra el r¨¦gimen hitleriano, y eso hace que se haya vuelto in¨²til y peligroso para los propios conjurados. ?l personalmente tiene, adem¨¢s, sentimientos encontrados ante el asesinato pol¨ªtico. Creo que por su dise?o mental, su conciencia cristiana, es un personaje que no puede entrar en esa l¨®gica. El coraje cotidiano que demuestra desde 1939 es m¨¢s significativo que el puntual del atentado. Por otro lado, opino que ese tipo de personaje como Bora explica por qu¨¦ los muchos atentados contra Hitler no culminaron. Posiblemente hab¨ªa algo en la psicolog¨ªa de los oficiales alemanes de carrera, un freno, que inconscientemente les imped¨ªa hacerlos bien.

Y he publicado The water thief, un giallo de romanos; el primer t¨ªtulo de una serie ambientada en la antig¨¹edad tard¨ªa, en el siglo IV despu¨¦s de Cristo, protagonizada por un individuo, Aelius Spartanus, que, en el primer t¨ªtulo, investiga la muerte de Antinoo, el favorito de Adriano, 170 a?os despu¨¦s; con la pista, como puede imaginar, bastante fr¨ªa.

Es cierto, pero m¨¢s en la ¨¦poca anterior, desde C¨¦sar hasta el siglo III. El siglo IV es casi medieval ya.

Es el mejor regalo que puede hacerme. Supongo que lo percibe as¨ª porque acaso nota una cierta afinidad espiritual con ¨¦l; con su visi¨®n sensible, algo doliente, de la vida y la sociedad. Martin Bora ya no es s¨®lo m¨ªo. Hay lectores que incluso me escriben para decirme lo que debe pasarle. Es un rasgo bastante posmoderno.

Tras la entrevista con Ben Pastor parece obligado -ella misma lo sugiere- dirigirse al otro punto de Roma donde Martin Bora, tras la vista apocal¨ªptica de Via Rasella, vive en Kaputt Mundi su episodio m¨¢s dantesco. Un autob¨²s lleva hasta las Fosas Ardeatinas, fuera de las murallas de Roma y cerca de las catacumbas de Domitilla. La visita al hoy monumento a las v¨ªctimas es dura y dolorosa. Resulta dif¨ªcil permanecer mucho tiempo en la Grotta dell Eccido, donde los SS fueron disparando a la nuca de los seleccionados para la represalia. En la soledad del mediod¨ªa romano parecen rebrotar el eco de los disparos, el ladrido de las voces de los ejecutores, el llanto sordo de los que esperan su turno y los espantosos alaridos de las v¨ªctimas a las que los verdugos, cada vez m¨¢s ebrios e imprecisos, no han conseguido matar al primer intento. Bora, el detective de la Wehrmacht, enredado seguramente en alg¨²n nuevo caso, no vendr¨¢ a rescatar al visitante, y habr¨¢ que aguantar las espectrales visiones que conjura el juego de los candiles en las rugosas paredes de la gruta: retazos de historia, cr¨ªmenes viejos, negras sombras.

'Liar moon' (editada por Salamandra), la pr¨®xima novela de Ben Pastor, se publicar¨¢ en Espa?a el 12 de abril.