Victoria Kent, en primera l¨ªnea
Fue una de las mujeres m¨¢s extraordinarias de la II Rep¨²blica. Pionera como abogada y diputada, fue una dirigente moderada y radical a la vez, como revela esta biograf¨ªa.
Cuando las mujeres no pod¨ªan elegir, aunque s¨ª ser elegidas, tres de ellas saltaron a primera l¨ªnea del escenario pol¨ªtico ocupando sendos esca?os en las Cortes Constituyentes de la Rep¨²blica. No debi¨® de ser una casualidad que, de las tres, dos tuvieran apellidos de resonancia extranjera: Margarita Nelken, Victoria Kent. Socialista la primera; radicalsocialista, o sea, republicana de izquierda, la segunda.
VICTORIA KENT. UNA PASI?N REPUBLICANA
Miguel ?ngel Villena
Barcelona, 2007
Pr¨®logo de Carmen Alborch
Debate.
281 p¨¢ginas. 20 euros
Kent y Nelken hubieron de medir su oratoria y sus argumentos con la tercera elegida, de evidente apellido espa?ol: Clara Campoamor, perteneciente al Partido Radical, republicana de centro. Parad¨®jicamente, las de ascendencia extranjera, situadas m¨¢s a la izquierda, hicieron todo lo posible en aquellas Cortes para que los hombres demoraran la concesi¨®n de voto a las mujeres; la de apellido aut¨®ctono, m¨¢s a la derecha, no lo dud¨® un instante: no hab¨ªa argumento que sirviera para cometer la "atrocidad" de negar el voto, como escribi¨® Manuel Aza?a. Las Cortes siguieron la buena doctrina, la de Campoamor, y por mayor¨ªa relativa incorporaron a la Constituci¨®n el derecho de voto de la mujer.
Margarita Nelken y Victoria
Kent part¨ªan del supuesto de que las mujeres, en Espa?a, viv¨ªan sometidas al hombre, gen¨¦ricamente, y al confesor, m¨¢s espec¨ªficamente. Y en lugar de exigir el derecho de voto como bander¨ªn de enganche de una movilizaci¨®n que las emancipase de esas tutelas, creyeron mejor esperar a que fueran libres y adquirieran una formaci¨®n adecuada. Repet¨ªan a su modo el dilema en que se vieron atrapados tantos intelectuales espa?oles tras las fallidas esperanzas depositadas en la revoluci¨®n de 1868: en Espa?a no hay pueblo, se dec¨ªan, y sin pueblo es imposible la libertad. D¨¦cadas despu¨¦s, se repet¨ªa como un eco: en Espa?a no hay mujeres; hagamos, pues, verdaderas mujeres antes de concederles el voto.
?ste es uno de los pasajes a los que, con buen motivo, concede mayor atenci¨®n Miguel ?ngel Villena en su acercamiento, amable y lleno de empat¨ªa, a la vida de Victoria Kent. El otro es su trabajo como directora general de Prisiones en los primeros gobiernos de la Rep¨²blica: nuevas edificaciones, mejor comida, cuidado de la celda, permisos de salida, instalaci¨®n de bibliotecas, sustituci¨®n de monjas por funcionarias, supresi¨®n de grilletes y cadenas, libertad de asistencia a actos religiosos. Pero nada de eso valdr¨ªa si fallaba el factor humano. Y Kent ten¨ªa prisa en dar la vuelta en un a?o a un deterioro de siglos: reforma, pues, del cuerpo de prisiones, soltando lastre y educando a los nuevos funcionarios para reinsertar presos m¨¢s que para torturarlos.
Fue aqu¨ª donde vino a tropezar su plan. No tanto en unos "poderes f¨¢cticos" -militares, curas y banqueros, sagrada trinidad de lo identificado con tal denominaci¨®n, no pudieron montar en 1931 una oposici¨®n organizada a las reformas- como en el concreto cuerpo de prisiones, que temi¨® una especie de despido colectivo.
Sin duda, el plan era impecable; pero no bastan planes impecables, sobre todo cuando son adelantados a su tiempo. No medir la resistencia de los materiales para emprender reformas es sembrar de obst¨¢culos el camino. En la ocasi¨®n, fue su m¨¢s cercano jefe pol¨ªtico, ?lvaro de Albornoz, quien tuvo que avenirse a prescindir de sus servicios al frente de las prisiones espa?olas cuando llevaba poco m¨¢s de un a?o en el cargo.
Parad¨®jico destino de esta
mujer extraordinaria: al tratarse del voto de la mujer, Victoria Kent quer¨ªa ir despacio; pero cuando se trat¨® de funcionarios de prisiones, quiso ir deprisa, a toda m¨¢quina. No logr¨® bloquear el voto; tampoco completar su reforma, pero ninguno de estos dos reveses le hizo abdicar del combate: era mujer de fuertes convicciones y, como muestra Miguel ?ngel Villena bas¨¢ndose en sus escritos, en lo que de ella se sabe y en lo que ha recogido de testimonios personales, sigui¨® en primera l¨ªnea, como hab¨ªa hecho desde su juventud, pionera tantas veces en tantas cosas, en la Residencia de Se?oritas de Madrid, en la investigaci¨®n y la pr¨¢ctica del Derecho Penal, en el Lyceum Club, en las Cortes. Lo volver¨¢ a estar, durante su largo exilio, en el desempe?o de actividades profesionales, en su incansable dedicaci¨®n a la causa de la libertad y de la Rep¨²blica, en su oposici¨®n a la dictadura, en su vida con Louise Crane.
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