La conspiraci¨®n irrumpe en la sala

Es imposible imaginar que cuando la justicia consiga sentar en el banquillo a los autores del atentado de Barajas, lo primero que hagan los abogados de los ecuatorianos asesinados sea preguntar a los terroristas de ETA si conocen a Bin Laden o a algunos de sus secuaces en Espa?a. Pues eso, pero vuelto del rev¨¦s, fue exactamente lo que sucedi¨® ayer en la Casa de Campo de Madrid. La teor¨ªa de la conspiraci¨®n, seg¨²n la cual ETA y Al Qaeda se pusieron de acuerdo para terminar con el Gobierno del PP volando cuatro trenes y matando a 191 personas, se col¨® en la segunda jornada del juicio.

Fue sobre el mediod¨ªa. La sala ya sab¨ªa que los dos supuestos ide¨®logos de la matanza, Youssef Belhadj y Hassan El Haski, seguir¨ªan la senda marcada el d¨ªa anterior por El Egipcio. S¨®lo responder¨ªan a las preguntas que les formularan sus respectivos abogados defensores. Los letrados de la acusaci¨®n, al igual que la fiscal, ten¨ªan entonces la oportunidad de plantear sus preguntas aun sabiendo que no encontrar¨ªan respuestas. Fue entonces cuando el abogado de la Asociaci¨®n de Ayuda a las V¨ªctimas del 11-M dej¨® tres supuestas inc¨®gnitas suspendidas en el aire:

- ?Desde cu¨¢ndo utiliza el Grupo Isl¨¢mico Combatiente marroqu¨ª los temporizadores segurtasun temporizadorea, inventados y fabricados por la banda terrorista ETA y que fueron incautados en el domicilio de alguno de los procesados?

- ?Ha coincidido con miembros de la banda terrorista ETA en campos de entrenamiento de Afganist¨¢n?

- ?Sabe si alguien proporcion¨® a la c¨¦lula de Madrid dinamita Tytadine para los atentados?

No es f¨¢cil seguir un juicio de esta envergadura. Para empezar, cualquier profano puede pensar que cuando un abogado -y m¨¢s si representa a un colectivo tan sensible como las v¨ªctimas de un atentado terrorista- formula sus preguntas lo hace sobre una sospecha fundada, buscando la condena del acusado por el camino m¨¢s corto.

Sin embargo, no parece que la pregunta realizada por el abogado de la Asociaci¨®n de Ayuda a las V¨ªctimas del 11-M tuviera esa intenci¨®n. Sobre todo porque del an¨¢lisis de esas tres preguntas se obtienen tres respuestas demasiado obvias. Una, la polic¨ªa nunca requis¨® temporizadores con nombre vasco en las casas de los acusados de la matanza, sino un despertador Casio PQ-10, que cualquiera puede conseguir en el mercado -tambi¨¦n un terrorista de ETA- por algo m¨¢s de 10 euros. Dos, los servicios antiterroristas espa?oles no tienen constancia de que ETA haya utilizado alguna vez los campos de entrenamiento afganos. Y tres, en los an¨¢lisis periciales de los explosivos no ha aparecido ni un solo rastro de la nitroglicerina que forma parte del explosivo Tytadine.

Es necesario, pues, buscar otra explicaci¨®n a tales preguntas. Tal vez buscando su procedencia. Los afectados del 11-M est¨¢n representados en el juicio a trav¨¦s de tres asociaciones. La que m¨¢s v¨ªctimas acoge es la Asociaci¨®n 11-M Afectados de Terrorismo, presidida por Pilar Manj¨®n. Las otras dos, la Asociaci¨®n de Ayuda a las V¨ªctimas del 11-M y la AVT, comparten con el PP y algunos medios de comunicaci¨®n la teor¨ªa de la conspiraci¨®n. A pesar de que la conexi¨®n entre bandas terroristas no ha aparecido en tres a?os de instrucci¨®n ni en uno solo de los 100.000 folios del sumario, las preguntas del abogado consiguieron ayer que el siniestro nombre de ETA sobrevolara la sala. Tal vez sabiendo que la falta de respuesta agrandar¨ªa la duda, como agranda un grito un valle vac¨ªo.

La negativa a declarar de los tres primeros acusados imprimi¨® al juicio un ritmo inesperado. De ah¨ª que diese tiempo a que el presidente del tribunal llamara a Jamal Zougam, acusado de ser uno de los autores materiales de la matanza. De los presuntos terroristas que aquella ma?ana se subieron a los trenes, ocho est¨¢n muertos -siete se suicidaron en Legan¨¦s y al parecer otro muri¨® en Irak-, tres est¨¢n huidos y otros tres se sientan en el banquillo. Uno de ellos es Zougam. Tiene a su favor que en ninguno de los escenarios del horror se encontraron huellas suyas ni restos biol¨®gicos. Y en su contra que vendi¨® las tarjetas de los m¨®viles que hicieron estallar las bombas y que cuatro testigos aseguran haberlo visto en uno de los trenes.

Jamal Zougam fue el primero de los acusados que acept¨® todas las preguntas y que adem¨¢s lo hizo en un espa?ol aceptable, pero entonces se produjo una circunstancia desconcertante. Tanto la fiscal, Olga S¨¢nchez, como los abogados parecieron pillados por sorpresa, sin los deberes hechos. Unos balbucearon las preguntas y otros, sencillamente, no las hicieron. Por cierto, a ¨¦l, que s¨ª contest¨®, nadie le pregunt¨® por el Tytadine ni por los despertadores Casio.