O viceversa
No hay nada m¨¢s parecido a un bobo de izquierdas que un bobo de derechas, o viceversa. (Uno es feliz cuando consigue colocar un viceversa, en homenaje a aquel influyente profesor de Penal que en la Universidad de Santiago de los a?os cincuenta ilustraba a los alumnos con este ejemplo: "Si un ladr¨®n entra por la ventana, o viceversa"). En estas mismas p¨¢ginas, Mario Vargas Llosa festejaba una edici¨®n ampliada del Manual del perfecto idiota latinoamericano, en el que se incluye un elenco de la "izquierda boba" europea. Me siento un poco defraudado. Yo esperaba una segunda parte que tratara de la poderosa derecha obtusa, que en pocos a?os ha tratado de devolvernos alegremente a la Edad Media. E incluso lo ideal ser¨ªa un tomo conjunto que estableciera las conexiones entre una derecha est¨²pida y una izquierda tonta. En Espa?a ser¨ªa lo m¨¢s adecuado. Se ha practicado mucho la doble vida. Los grandes predicadores de la derecha m¨¢s tronante se pulieron otrora en la l¨ªnea Mao Tse Tung antes de ponerse al servicio del flanco m¨¢s abrupto de la Conferencia Episcopal, o viceversa. No me gusta se?alar, pero todav¨ªa es visible el estilo pro-chino en nuestro flamante Ceboll¨®n de Oro. Hay quien piensa incluso que de ah¨ª su estrategia de "tomar las ciudades", no con el campesinado sino con legiones de taxistas. Otro error en el que incurre la izquierda boba, el de meterse con los taxistas. A m¨ª siempre me han tocado ch¨®feres amantes de Mozart y El Cigala, pero si los hay fan¨¢ticos de la Cope ser¨¢ por necesidad, por la dichosa second life. Algo hay que tomar para subir la tensi¨®n. Ya nuestros antepasados empezaban el d¨ªa con una copa gregaria de orujo. En la selva urbana, los hombres, como los autos, necesitamos una buena dosis de combustibles f¨®siles. S¨ª, la gente sufre penitentes metamorfosis. Y necesita experimentar una second life. Dejamos atr¨¢s el paleto que fuimos y nos sentimos al fin cosmopolitas. Nos elevamos por encima de los millones de paganos atrapados en la primera vida. Aunque, como advirti¨® Kundera, tampoco la second life garantiza la felicidad: "Soy muy cosmopolita; me siento desgraciado en todas partes". Y es que tambi¨¦n somos contradictorios, como aquellos apaches de las pel¨ªculas que de repente aparec¨ªan montando del rev¨¦s en los caballos. O viceversa.
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