Techos de tela junto al centro comercial
Una decena de inmigrantes duerme en tiendas de campa?a en los soportales de la galer¨ªa de Puerta de Toledo
"No soy Ronaldinho, d¨¦jame", se queja un inmigrante, todav¨ªa somnoliento. Son las 8.30 y no le apetece una conversaci¨®n con periodistas. Viste un pantal¨®n de ch¨¢ndal, una sudadera gris y unas zapatillas a medio calzar. Acaba de despertarse en los soportales del centro comercial de Puerta de Toledo, su improvisado hogar. Hace un fr¨ªo de los que dejan los dedos r¨ªgidos.
El hombre, posiblemente de Europa del Este, se acurruca junto a una chica para darse calor. Ella tampoco quiere hablar. Con otros seis compa?eros, una mujer y cinco chicos, duermen en el lugar. Casi todos aparentan alrededor de 30 a?os. Utilizan cuatro tiendas de campa?a tipo igl¨² ancladas en unos cartones colocados cuidadosamente sobre el suelo.
"No tienen mal aspecto y no dan problemas", dice un polic¨ªa municipal
Seg¨²n se levantan, recogen sus b¨¢rtulos y tiran lo que no necesitan en una papelera. "?Huy... periodistas! No queremos nada de vosotros", dicen. Mientras dos de ellos se alejan del lugar, cargando todas sus pertenencias, los otros tardan un poquito m¨¢s en recoger. Ronaldinho, necesitado de ir al ba?o, lo encuentra detr¨¢s de un enorme reloj solar de hormig¨®n. Un poco m¨¢s tarde, el turno es para una de las chicas.
"No tienen mal aspecto y no dan problemas", dice uno de los dos polic¨ªas municipales que han venido a desalojar el campamento al filo de las nueve de la ma?ana. "Al menos si los comparas con otros indigentes", puntualiza. Por la noche, estos campistas aterrizan en Puerta de Toledo llenos de bolsas y con carritos de la compra. Por la ma?ana recogen minuciosamente su casa de tela y los colchones. Algunos objetos terminan escondidos en las alcantarillas y otros se los llevan.
Los comerciantes aseguran que duerme gente al aire libre en la plaza desde el verano. Se juntaban "grupos de hasta 90 personas", asegura Pilar, la encargada de la tienda de decoraci¨®n junto a la que duermen los inmigrantes. Lo del campamento empez¨® s¨®lo hace unas tres semanas. "Debe de ser por el invierno", opina la mujer. La Polic¨ªa Municipal cree que los campistas son rumanos. "?Los de las otras tiendas son amigos vuestros?", les pregunta uno de los agentes. "Pues decidles que se levanten y recojan".
La mujer, muy seria, despierta a sus vecinos en castellano. "?Arriba, que est¨¢ aqu¨ª la polic¨ªa!", dice golpeando las tiendas. Una de las lonas se abre y aparecen tres j¨®venes. Los otros asoman la cabeza con cara de pocos amigos, molestos por haber sido despertados en pleno sue?o. Pero la escena se desarrolla sin tensi¨®n. Amanecer con la polic¨ªa se ha convertido en rutina.
"Son su despertador, vienen cada ma?ana y les avisan. Yo les voy a pedir que pasen por M¨®stoles a darme a m¨ª tambi¨¦n un toque, que cuesta mucho madrugar", ironiza Noelia, la quiosquera. Cada d¨ªa abre antes de las siete de la ma?ana. "No, no molestan, se levantan y lo dejan todo recogido, son buena gente", subraya.
Tranquilos y silenciosos. Vac¨ªan las tiendas de mantas y colchones sin abrir la boca. S¨®lo el que parece m¨¢s joven -no m¨¢s de 20 a?os- promete contar su vida "en 10 minutos" a cambio de un cigarro. En menos de uno ya ha conseguido su premio. Lo coge y lo enciende, pero cambia de opini¨®n en la primera calada. ?De d¨®nde eres? "De China", sonr¨ªe. ?Ah, s¨ª? ?Y de qu¨¦ parte? "De China", repite. Pero no tiene los ojos rasgados, sino hinchados como los de cualquiera que sale de la cama tras una noche de poco sue?o. Nada de ducha, ni caf¨¦ ni tostadas. S¨®lo un cigarro a pelo. Un poco de calor para su cuerpo helado. Antes de salir pitando, ense?a los tres pares de calcetines que lleva puestos para enga?ar al fr¨ªo.
"La suciedad y el olor son los ¨²nicos problemas que tenemos con ellos", afirma Pilar, encargada de la tienda de decoraci¨®n. En su establecimiento lo resuelven con chorros de amoniaco. "Pero de verdad que no son nada problem¨¢ticos", insiste. La ¨²ltima vez que se encontr¨® con ellos -los inmigrantes montan la tienda cuando los negocios est¨¢n cerrados- le dijeron que estaban all¨ª para vigilar su local. En ese momento hubo risas cruzadas entre ella y los inmigrantes. Pilar se lo toma con humor. "En verano me pidieron incluso que baj¨¢ramos las luces del escaparate para dormir mejor", cuenta sonriendo. Todo qued¨® resuelto cuando les explicaron que "el sistema est¨¢ programado para que se apague a las doce de la noche".
"No queremos denunciarles, pero esto nos puede salir muy caro", reflexiona Roberto Espacios, portavoz del centro comercial. "Hemos pensado cerrar los soportales, pero la broma nos cuesta 20.000 euros", explica sentado en su despacho. "No dan problemas, aunque esto da?a nuestra imagen", insiste al tiempo en que reconoce que tambi¨¦n siente "pena por ellos".
Los trabajadores del Samur Social del Ayuntamiento han acudido varias veces a persuadir a los inmigrantes para que se trasladen a un albergue. "No quieren irse y no podemos obligarles", se?ala un portavoz. Ronaldinho, cansado de preguntas y de las atenciones medi¨¢ticas, se despide arrastrando el carrito. "Adi¨®s, ma?ana no vuelvo".
"?Ves esa alcantarilla? Es su armario"
A pocos metros de las tiendas de campa?a est¨¢ la boca de metro de Puerta de Toledo. A primera hora de la ma?ana, los viandantes caminan sin fijarse en el campamento a medio desmontar. Un polic¨ªa explica que tiene que desalojar a los indigentes para que la zona no termine hecha un estercolero. "Si no venimos, ma?ana habr¨¢ m¨¢s tiendas", pronostica. Aunque es ilegal acampar en la calle, reconoce que "a los indigentes nunca se les multa".
"Mira en esa alcantarilla, ?lo ves? Es su armario", se?ala Jos¨¦, barrendero de la zona. Bajo las rendijas de la alcantarilla se ven un par de jerseys y una mu?eca rota. Los improvisados campistas sol¨ªan guardar las tiendas siempre en los mismos sitios. Ya no lo hacen, seguramente por miedo a perderlas. Y es que hay objetos, como unas botas escondidas entre la maleza, que terminan en el cubo que arrastra Jos¨¦.
?l protesta porque lo dejan todo muy sucio. "Mira c¨®mo lo tienen, y d¨®nde van a hacer sus necesidades", a?ade mientras tira migas de galletas a las palomas. "Esto apesta", protesta Pilar desde su tienda, aunque subraya que los mendigos "no son problem¨¢ticos". El olor a orines se siente junto al escaparate.
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