Del vertedero a dios de Anfield
Gerrard, al que estuvieron a punto de amputar el dedo de un pie, se cri¨® con muchas adversidades
John-Paul Gilhooley era el m¨¢s joven de los 96 seguidores del Liverpool muertos en una avalancha en el estadio de Hillsborough en 1989. La placa que levant¨® el Liverpool en recuerdo de la tragedia indica que John-Paul ten¨ªa diez a?os, pero hay un dato ausente en el m¨¢rmol acoplado a los muros de Anfield: John-Paul era el primo mayor de Steve. Les separaba un a?o, pero compart¨ªan juegos, pasiones y un mismo sue?o: ser futbolistas del Liverpool. "Nunca lo hab¨ªa dicho antes: yo juego al f¨²tbol por John-Paul", confiesa Steven Gerrard (Whiston, 1980), el capit¨¢n del Liverpool, en el pr¨®logo de una autobiograf¨ªa dedicada a la memoria de su primo John-Paul: Mi autobiograf¨ªa (Bantam Press 2006).
Cuesta imaginar a alguien tan vinculado a su club como Gerrard. "En casa, el Liverpool era una religi¨®n", anticipa la familia de Paul. El ¨¢rea de Huyton, al Este de Liverpool, es el entorno natural de los Gerrard. Durante 20 a?os la vida familiar transcurri¨® en un modesto adosado al final de Ironside Road, un callej¨®n sin salida en el que los coches ocupan ahora el espacio reservado tiempo atr¨¢s para los partidillos entre los chicos del barrio. S¨®lo a partir de la nostalgia asociada a una infancia feliz se comprende que la desangelada Ironside fuera alguna vez "la calle de la alegr¨ªa" o el tramo de asfalto en el que, a fuerza de rasgu?os, forj¨® Gerrard su destreza en el tackling.
A menos de una manzana de Ironside, una hilera de bungalows ocupa el hierbal donde el peque?o Steve vivi¨® su episodio m¨¢s doloroso "en un vertedero que era para nosotros una mezcla entre Anfield, Wembley y Goodison", relata el futbolista en su libro. Un bal¨®n oculto bajo una mara?a de ortigas fue el desencadenante. "Era imposible verlo. Me remangu¨¦ los calcetines, met¨ª mi pierna derecha entre las ortigas y golpe¨¦ con todas mis fuerzas. Fue una agon¨ªa". La punta de un rastrillo atraves¨® el quinto dedo del pie de Gerrard. Los m¨¦dicos estaban dispuestos a amput¨¢rselo, pero la intervenci¨®n de Steven Heighway, director de la escuela del Liverpool, forz¨® un cambio de planes y salv¨® por la campana la carrera futbol¨ªstica de un ni?o que, a sus nueve a?os, acababa de cumplir su primera temporada con los reds. Para entonces, el reservado Gerrard era ya un asiduo de The Kop, la legendaria grada de Anfield, y conoc¨ªa a su mejor socio hasta la fecha. El centro deportivo Vernon Sangster fue el banco de pruebas donde Steven Gerrard y Michael Owen tramaron una complicidad que pertenece a la historia del Liverpool: "Michael vino al mundo para destrozar porteros. ?l vio que yo era un buen pasador y pronto congeniamos. Todos cre¨ªan que jug¨¢bamos juntos porque ¨¦ramos amigos. Mentira. Michael y yo s¨®lo quer¨ªamos ganar. Siempre ha sido as¨ª".
El cambio a la escuela secundaria puso de manifiesto la obsesi¨®n de Gerrard por los reds. Cardinal Heenan era un colegio cat¨®lico -los Gerrard, no- y pertenec¨ªa a otro distrito, pero ten¨ªa buenos equipos de f¨²tbol y eso lo era todo para un peque?o futbolista obstinado en no perder pie ante los ojeadores del Liverpool. Steven Monaghan, entrenador en Cardinal Heenan, lo recuerda bien: "En 20 a?os de profesi¨®n no hab¨ªa visto nada igual. Con 11 a?os golpeaba la pelota con la misma fuerza que ahora". La evoluci¨®n de Gerrard, sin embargo, no pod¨ªa competir con el despegue de Owen. Ambos ten¨ªan 14 a?os cuando la federaci¨®n inglesa les cit¨® en la escuela nacional de Lilleshall, la m¨¢s prestigiosa. Owen super¨® todas las pruebas; Gerrard qued¨® fuera en la final "por causas ajenas al f¨²tbol", seg¨²n la carta que lleg¨® a Ironside. "A¨²n creo que lo hicieron por mi falta de altura. Para m¨ª, fue un insulto y a¨²n lo llevo clavado en mi memoria", admite Gerrard, que salva al peque?o Michael "por su velocidad: el medio campo es diferente". Por en¨¦sima vez, el ¨²nico consuelo posible estaba en el Liverpool, cuyos entrenadores emplearon el consabido "como en casa en ninguna parte" para animar a un chico con serios problemas en su espalda que dio un insospechado estir¨®n a los 16 a?os hasta alcanzar 1,88 metros.
"El Liverpool se convirti¨® en mi vida, mi mundo", afirma Gerrard para ilustrar el comienzo real de una carrera que ya no pod¨ªa esperar m¨¢s. Owen llevaba un a?o y medio en el primer equipo cuando el 30 de noviembre de 1998 Gerrard inici¨® en Anfield su trayectoria profesional. Han transcurrido ocho a?os desde entonces y a las puertas de The Kop los aficionados se emocionan s¨®lo con o¨ªr el nombre de Gerrard. "Es el alma del Liverpool", "nuestro dios", "representa a la gente de aqu¨ª", "cuando golpea el bal¨®n, todos hacemos fuerza con ¨¦l"... Son algunas de las sentidas muestras de orgullo de los hinchas.
La veneraci¨®n por Gerrard no s¨®lo se debe a su liderazgo para remontar el 0-3 del Milan en la final de la Liga de Campeones de 2005 o a sus prodigiosos goles en la final de la Copa en 2006. El de Huyton se gan¨® a su gente el 6 de julio de 2005, un d¨ªa despu¨¦s de anunciar que abandonaba a los reds. Fuera por la colosal oferta del Chelsea, por un deseo oculto de vivir nuevos retos o por cierta falta de tacto del Liverpool -"estuvieron a punto de sacarme de Anfield"-, Gerrard quiso abandonar su club durante 24 horas, pero fue incapaz de soportar el desaf¨ªo: "?Podr¨ªa volver a mirar a mi padre a los ojos?, ?podr¨ªa mirarme de nuevo en el espejo?, ?podr¨ªa fallar a The Kop?". Fin de la historia.
En los ¨²ltimos cl¨¢sicos a orillas del Mersey, los hinchas del Everton acostumbran a exhibir por Anfield una foto de Gerrard uniformado con sus colores por una gracia de su t¨ªo Leslie cuando ten¨ªa siete a?os. Muchos scousers optan por re¨ªrse. Saben que Gerrard les pertenece. ?l es el Liverpool.
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