Regular el alcohol para mejorar la salud p¨²blica
Hay una preocupaci¨®n creciente por el impacto del consumo de alcohol en la salud p¨²blica y en la sociedad. Recientemente se ha realizado una rigurosa revisi¨®n sistem¨¢tica de su peso real que ha marcado un hito: cuando se combinan los efectos del consumo cr¨®nico (como la cirrosis) con los de los problemas causados por la intoxicaci¨®n aguda por alcohol (como los accidentes de tr¨¢fico o laborales, o los homicidios y suicidios bajo los efectos del alcohol), la contabilidad estremece. Un 9,2% de la carga de morbilidad y un 3,2% de la mortalidad (unas 8.500 muertes al a?o en Espa?a) se vinculan al consumo de alcohol.
Estas cifras son s¨®lo comparables en magnitud a las del tabaquismo, y son, por supuesto, muy superiores a las relacionadas con el uso de hero¨ªna, coca¨ªna y otras drogas no institucionales en nuestro medio. Tengamos en cuenta que el alcohol est¨¢ presente -y es un factor desencadenante- en mucha morbilidad psiqui¨¢trica y en episodios de violencia interpersonal, destacando su papel en la violencia dom¨¦stica.
Espa?a ocupa el sexto lugar en consumo: 10 litros de alcohol puro por persona y a?o
Al mismo tiempo, la relaci¨®n del alcohol con la salud es compleja: dosis bajas, como una copa de vino cada dos d¨ªas, se han asociado a beneficios cardiovasculares. Adem¨¢s -contrariamente a lo que sucede con el tabaco-, la mayor¨ªa de los usuarios de alcohol no desarrolla adicci¨®n. Muchas personas consumen sin sufrir efectos adversos. Pero al estar tan extendido su uso, el impacto global en la salud es muy grande, aunque en buena parte pase inadvertido.
?Qu¨¦ hacer para mitigar este impacto? ?Qu¨¦ se puede hacer para reducir el coste sanitario y social del alcohol? La verdad es que es dif¨ªcil progresar sin cambios importantes en el consumo, orientados b¨¢sicamente a disminuirlo y a cambiar aquellas circunstancias que lo acompa?an e incrementan los riesgos. A nuestro actual consumo de alcohol y a nuestro actual patr¨®n de consumo les corresponde la factura en sufrimiento evitable que ya pagamos hoy en d¨ªa. Para disminuirla, hay que cambiarlos.
Como en el caso del tabaco, el impacto esperable de la informaci¨®n y de la educaci¨®n persuasiva es m¨¢s bien modesto. Las acciones que pueden disminuir el da?o que hace el alcohol pasan indefectiblemente por ayudar a las v¨ªctimas del consumo que han desarrollado dependencia, as¨ª como por reducir su uso, reduciendo la oferta o la demanda. Respecto a la ayuda a las v¨ªctimas, si bien hay una oferta asistencial en todo el pa¨ªs, la realidad es que no siempre alcanza a quienes m¨¢s lo necesitan. Muchos pacientes con problemas de alcoholismo llegan tarde a la asistencia, y ni el sistema sanitario ni el de justicia, con el que muchos tienen encontronazos, les acompa?an. Quiz¨¢s los m¨¦dicos deber¨ªamos detectar antes a las personas que tienen un consumo de riesgo, y velar por que disminuyan su consumo o encuentren la asistencia que les pueda ayudar. Quiz¨¢s el sistema judicial deber¨ªa hacer m¨¢s uso del tratamiento obligatorio de la dependencia alcoh¨®lica en personas condenadas por delitos en los que el alcohol ha jugado un papel: en otros pa¨ªses, esta opci¨®n ha dado frutos prometedores.
Con respecto a las pol¨ªticas que reducen la oferta y la demanda, hay diversas opciones. Unas han empezado a abordarse en los ¨²ltimos tiempos y deben ser reforzadas; otras han demostrado su valor en otros pa¨ªses y deber¨ªamos adoptarlas. As¨ª, las autoridades de tr¨¢fico han actuado para reducir el n¨²mero de personas que conducen bajo los efectos del alcohol, poniendo en peligro sus vidas y las de los dem¨¢s. Fijar l¨ªmites aceptables de alcoholemia y su equivalente en el aire espirado (m¨¢s f¨¢cil de medir); hacerlos m¨¢s estrictos para conductores profesionales; acordar que es l¨ªcito someter a los conductores a cribado para evitar infracciones y accidentes; reforzar el n¨²mero de controles; retirar el carn¨¦ de conducir a los infractores... Todas estas acciones van en la misma direcci¨®n: disminuir las lesiones causadas por el uso inapropiado del alcohol. Y gozan de amplio apoyo social.
Recientemente se ha informado de un proyecto del Ministerio de Sanidad y Consumo para introducir diversas medidas reguladoras en relaci¨®n al alcohol, con un proyecto de ley orientado a la protecci¨®n de los menores en l¨ªnea con las orientaciones de la Comisi¨®n Europea. Entre las medidas que se plantean, destacan las limitaciones a la publicidad y a los horarios y puntos de venta. Son, sin duda, un paso adelante en la direcci¨®n correcta. La amplia accesibilidad de nuestros adolescentes y j¨®venes al alcohol (por precio y disponibilidad) y la presi¨®n de la publicidad que incita a su consumo y lo asocia a la diversi¨®n y al ¨¦xito social y sexual (con un incremento espectacular de las inserciones publicitarias de bebidas alcoh¨®licas en los ¨²ltimos a?os, especialmente de cervezas y destilados) son las bases sobre las que se asientan unos patrones de consumo que generan serios problemas asociados al alcohol.
Aunque cabe esperar resistencias a su adopci¨®n (unas culturales e ideol¨®gicas, pero otras por quienes tienen un inter¨¦s econ¨®mico directo en fomentar su consumo), si nuestra sociedad quiere reducir la carga de sufrimiento, enfermedad y muertes evitables que el alcohol le causa habr¨¢ que regular m¨¢s su promoci¨®n y uso.
El consumo es en Espa?a de 10 litros de alcohol puro por persona y a?o: el sexto pa¨ªs en el ranking mundial. Como en otros casos similares, el bien com¨²n demanda la regulaci¨®n. Y como muestran otros pa¨ªses de nuestro entorno, la regulaci¨®n es factible y adem¨¢s compatible con el ocio, el turismo y la diversi¨®n, sin olvidar la necesidad de brindar a las v¨ªctimas del alcohol la ayuda necesaria.
Joan R. Villalb¨ª es doctor en medicina y master en salud p¨²blica. Trabaja en la Ag¨¨ncia de Salut P¨²blica de Barcelona y coordina el grupo de trabajo sobre alcohol en la Sociedad Espa?ola de Epidemiolog¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.