Comparaciones odiosas
Desde hace casi tres d¨¦cadas, uno de los canards m¨¢s insistentes y tediosos del debate pol¨ªtico-medi¨¢tico catal¨¢n es aquel que atribuye la abstenci¨®n diferencial a razones ling¨¹¨ªsticas e identitarias. La cosa comenz¨® cuando, el 25 de octubre de 1979, el refer¨¦ndum sobre el Estatuto de Catalu?a redactado en ese a?o registr¨® una abstenci¨®n superior al 40%, y cuando, el 20 de marzo siguiente, s¨®lo el 62% del censo particip¨® en las primeras elecciones al Parlamento del parque de la Ciutadella. A partir de ah¨ª, y hasta esta misma semana, cientos de art¨ªculos m¨¢s o menos sesudos, m¨¢s o menos sectarios, han tratado de explicar este rasgo de conducta electoral no desde la complejidad, sino desde el simplismo: que si la hegemon¨ªa de la lengua catalana en nuestra vida pol¨ªtica e institucional aleja de ella a los ciudadanos de idioma castellano; que si el discurso nacionalista / catalanista resbala o repele al m¨ªtico cintur¨®n obrero inmigrante; que si los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos de la Generalitat alimentan ese distanciamiento porque no se ocupan de los aut¨¦nticos problemas de la gente de la calle (en efecto, tanto Antoni Bassas como Josep Cun¨ª, por ejemplo, se pasan toda la santa ma?ana hablando sobre Els Segadors, sobre la barretina y sobre el Onze de Setembre...).
Despu¨¦s de cada uno de los comicios al Parlamento catal¨¢n -y ya llevamos ocho-, con mayor ¨¦nfasis a¨²n tras el refer¨¦ndum estatutario del pasado 18 de junio, una avalancha de opinadores desde ambos lados del Ebro han enarbolado la baja participaci¨®n para cuestionar la legitimidad de las instituciones aut¨®nomas, han conminado a la clase pol¨ªtica catalana a autoflagelarse por su falta de prestigio y de cr¨¦dito, algunos han llegado a concluir que, con el viejo Estatuto o con el nuevo, esto del autogobierno y de la reivindicaci¨®n identitaria no interesa en Catalu?a pr¨¢cticamente a nadie, excepto a los que chupan del bote.
Con tales antecedentes, uno esperaba que la jornada referendaria del pasado domingo en Andaluc¨ªa, y en concreto la espectacular abstenci¨®n del 63,7% de los electores censados, diese lugar a una cascada de preguntas y reflexiones del tipo: ?se sienten los andaluces de veras concernidos por su autonom¨ªa, o ¨¦sta es s¨®lo el tinglado de una casta pol¨ªtica parasitaria? El idioma que hablan Manuel Chaves -problemas disl¨¦xicos al margen-, Javier Arenas, Felipe Alcaraz, etc¨¦tera, ?es el mismo que se usa en esas zonas de M¨¢laga, C¨¢diz o Almer¨ªa donde la abstenci¨®n super¨® el 70% y hasta roz¨® el 80%, o acaso separa a emisores y receptores del mensaje pol¨ªtico andaluz alguna clase de barrera ling¨¹¨ªsticocultural, una diferencia de origen entre aut¨®ctonos e inmigrados? ?Cabe culpar de la baj¨ªsima participaci¨®n a que tambi¨¦n Canal Sur -la televisi¨®n auton¨®mica andaluza- cultiva s¨®lo contenidos tem¨¢ticos identitarios y nacionalistas (flamenco, Feria de Abril, romer¨ªa del Roc¨ªo y Blas Infante a todo trapo) e ignora las cuestiones que interesan a las clases populares?
Pero bien se ve que en Espa?a -como dir¨ªa el a?orado pr¨®cer don Joan Pich i Pon- no se mide a todo el mundo por el mismo trasero; porque, lejos de suscitar esa clase de lecturas, el abultad¨ªsimo retraimiento de los electores andaluces el pasado d¨ªa 18 ha sido imputado a factores mucho m¨¢s variados e inespec¨ªficos: el divorcio creciente y general entre ciudadan¨ªa y pol¨ªtica; la previsibilidad del resultado, que siempre enfr¨ªa la participaci¨®n; la escasa cobertura que dedicaron al refer¨¦ndum las grandes cadenas televisivas y radiof¨®nicas estatales; la prohibici¨®n -que rigi¨® por primera vez para la Generalitat el pasado junio- de que la campa?a institucional de la Junta pidiese expl¨ªcitamente el voto... Por lo dem¨¢s, buena parte del abstencionismo ha sido entendido como un asentimiento desganado, en ning¨²n caso como un rechazo, al proceso estatutario. Y bien, ?no resulta chocante que tan juiciosas interpretaciones sean aplicables a la abstenci¨®n andaluza, y en cambio la catalana responda a profundas fracturas en la geolog¨ªa social?
Examinemos ahora el grado de autocr¨ªtica o autoflagelaci¨®n de los partidos andaluces y espa?oles tras el escrutinio del domingo. Una vez manifestada su protocolaria "preocupaci¨®n", la ejecutiva del PSOE aplaudi¨® y felicit¨® sin reservas a Manuel Chaves por el ¨¦xito de haber logrado que algo m¨¢s del 31% de los andaluces en edad de votar apoyasen el nuevo marco auton¨®mico. "Desde el PP", manifest¨® Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa, "valoramos con satisfacci¨®n la responsabilidad del trabajo bien hecho". ?ngel Acebes fue menos ambiguo: los populares est¨¢n contentos de haber apostado por el s¨ª, y exigen que el Estatuto andaluz se aplique, pese a la baja participaci¨®n. Y se aplicar¨¢, libre de recursos de inconstitucionalidad, aunque tenga decenas de art¨ªculos id¨¦nticos al multiimpugnado Estatuto catal¨¢n.
Es lo que los latinos llamaban el genius locis, el esp¨ªritu del lugar: que en Catalu?a vote el 48,9% constituye un fracaso, que en Andaluc¨ªa lo haga el 36,3% supone un ¨¦xito; que Catalu?a obtenga determinadas competencias rompe el Estado, que las consiga Andaluc¨ªa refuerza la unidad de Espa?a; que cuatro millones de andaluces se abstengan de votar se debe... a que se fueron de carnavales, que no voten tres millones de catalanes se debe... a que se sienten como negros en la Sur¨¢frica del apartheid. ?Ay, abstenci¨®n, cu¨¢nta demagogia se profiere en tu nombre! Con lo f¨¢cil que ser¨ªa reducirla, ya sea legislando valientemente la obligatoriedad del voto, ya ampliando los horarios de votaci¨®n a un d¨ªa y medio (como en Italia), ya volviendo a los comicios en d¨ªa laborable, con media jornada remunerada para los asalariados... O aceptarla, y considerar si no estaremos yendo hacia formas de participaci¨®n pol¨ªtica a la norteamericana, donde la mitad de la ciudadan¨ªa se inhibe siempre. Pero no, ni lo uno, ni lo otro: es mejor especular con ella y usar a los indefensos abstencionistas como arma de deslegitimaci¨®n; eso s¨ª: de deslegitimaci¨®n selectiva.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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