La cueva del t¨ªo Chilera
Un museo recuerda las humildes casas excavadas de Tielmes, en las que se vio obligada a vivir la mitad del pueblo durante la posguerra
![Patricia Gos¨¢lvez](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Ff5744da4-d9b2-4e2b-9ea3-976b6f2039cc.jpg?auth=461f59fda40b3bda3de89b30da6b7a6bbdfc0e3690ce7434e9a5b104080a80f5&width=100&height=100&smart=true)
A muy poco de donde acaba la flamante R-3 est¨¢ el pueblo de Tielmes. El GPS dice "ha alcanzado su destino" justo a los 46 kil¨®metros y 114 metros de la Avenida de Am¨¦rica. A 20.200 kil¨®metros bajo el sat¨¦lite que gu¨ªa el camino, la calle Real est¨¢ sin asfaltar y las bocas de las alcantarillas sobresalen 15 cent¨ªmetros del suelo. En medio, la nueva Casa Cueva Museo Etnol¨®gico de Tielmes da cuenta de otra ¨¦poca sin gepeses ni alcantarillado.
Tras una minimalista verja de hierro (muy de museo moderno que respeta el entorno) lo primero que sorprende de esta casa cueva es que huele a le?a y a chorizos. Aqu¨ª vivi¨® el tio Chilera durante d¨¦cadas hasta que el ayuntamiento se la compr¨® a su familia por 60.000 euros (reformarla ha costado otros 90.000, m¨¢s de dos tercios de los cuales han sido financiados con fondos europeos).
No hay ba?o; s¨ª hay una cuadra para la burra y un gallinero con gallinas disecadas
"Las 'riqui?as' nos llamaban 'cueveras' y no se nos juntaban", dice Laura, de 85 a?os
Por fuera no parece una cueva ya que hay un corte vertical en la ladera y tiene una puerta. Es la ¨²nica, en el interior las nueve habitaciones se separan por cortinas. La cocina, el portal y el comedor tienen ventanas, el resto se abovedan en la oscuridad subterranea. En los cuartos nobles las paredes est¨¢n dadas de llana, alisadas con yeso, en el resto, hay roca viva. No hay ba?o; s¨ª hay una cuadra para la burra y un gallinero con gallinas disecadas ad hoc para el museo. Se ha cuidado cada detalle: de las paredes cuelgan aperos, ajos, crucifijos, un calendario de 1962 con la foto de Lola Flores y un espejito medio roto con una cuchilla de afeitar oxidada.
"Recuperar las cosas peque?as que forman parte de nuestra historia y nuestras tradiciones es tan importante como recuperar las grandes", dice Rosa Mar¨ªa Ferreras, concejala de cultura de Tielmes, donde tambi¨¦n la antigua escuela tambi¨¦n se ha convertido en un museo. En etnograf¨ªa, tanto vale una cueva como un castillo.
Las casas cueva han alojado a los habitantes de la Ribera del Taju?a desde la segunda Edad de Hierro. No son cuevas naturales, sino orificios excavados por el hombre en las laderas de los montes. Habitaciones arrancadas a la tierra a fuerza de pico y pala. Hogares sin luz ni agua. Casas de pobres.
A mediados del XVIII se extendi¨® la costumbre cavern¨ªcola entre los jornaleros. "Los m¨¢s desprotegidos ped¨ªan permiso a los nobles para horadar las laderas se?oriales", cuenta la concejala. "Luego, en la posguerra, la crisis econ¨®mica hizo que medio pueblo viviese as¨ª". En los a?os cuarenta lleg¨® a haber en Tielmes 235 cuevas para unos 1.000 habitantes.
Cerca del ayuntamiento, que hoy tiene censados 2.468 vecinos, un grupo de jubilados pasa la ma?ana entre boinas y bastones. "De ni?os jug¨¢bamos aqu¨ª mismo al enjalamado, al tint¨ªn y al churro", dice F¨¦lix Rubio, de 77 a?os. "Pero sobre todo trabaj¨¢bamos", replica Emilio Aguado, de 76, que con siete ya estaba trillando con su padre, "aunque casi no pod¨ªa levantar la carga". El jornal se pagaba entonces a unas dos pesetas. La pobreza era la norma. Los chavales araban o pastoreaban y todos recog¨ªan agua de la ¨²nica fuente del pueblo porque viv¨ªan en cuevas.
"Mi padre picaba la cueva mientras mi madre, mi hermana y yo esper¨¢bamos con las alforjas para ir sacando la tierra", cuenta F¨¦lix de cuando ten¨ªa cinco a?os. Emilio recuerda que su abuelo le cont¨® que pagaban a la marquesa que les prest¨® la ladera con una jarra de agua al a?o. "Y qu¨¦ le ¨ªbamos a pagar", dice.
"La del t¨ªo Chirila es una se?ora cueva porque era un se?or alba?il", dice F¨¦lix que conserva la suya, mucho m¨¢s peque?a, para guardar le?a y trastos.
Hoy quedan una veintena en Tielmes. Muchos vecinos costruyeron casas convencionales delante dej¨¢ndolas como trasteros, bodegas o lugares donde dormir la siesta, porque no hay sitio m¨¢s fresquito en verano.
Laura Rinc¨®n y Vicente Aguado, de 82 y 85 a?os, acaban de reformar la suya y le han puesto agua corriente. En ella naci¨® Vincente y su hermano de 90. En la misma habitaci¨®n del fondo, nacieron sus hijos, y aqu¨ª vivi¨® la pareja hasta los sesenta. Para ba?arse se iba al r¨ªo o a la palangana, el servicio de los chicos estaba en el barranco o el basurero, el de las mujeres en la cuadra.
"Las riqui?as nos llamaban las cueveras y no se juntaban con nosotras, aunque s¨®lo viv¨ªan una miajita mejor", recuerda Laura. "Ahora son mas cari?osas cuando nos cruzamos en la peluquer¨ªa", dice con una perfecta cabellera blanca. La pareja vive en una casa adosada a la cueva, que van a usar para dormir en verano y montar comilonas. ?Merece la pena reformarla? "Es un capricho, a mis padres les cost¨® mucho sacrificio, no la puedo dejar abandonada", dice Vicente, y su cueva se convierte en un castillo.
Gruta frente a minipisos
Tielmes no es el ¨²nico pueblo con casas cueva.Los cercanos Caraba?a, Perales de Taju?a o Fuentidue?a tienen tambi¨¦n una larga tradici¨®n de hogares excavados.
La mayor¨ªa de estas cuevas fueron terrenos cedidos (o alquilados por un canon) a las familias por los se?ores ricos o los ayuntamientos. En la posguerra tuvieron su auge y fueron degenerando hasta que se lleg¨® a hablar de "chabolismo de cueva" en los setenta.
Ya entonces comenzaron los planes para solucionar el problema de estas excepcionales infraviviendas. En Tielmes, a la muerte del Marqu¨¦s de Santa Genoveva, todo el terreno no escriturado pas¨® a manos del Ayuntamiento y ¨¦ste cedi¨® las cuevas a sus inquilinos. En Caraba?a los planes de realojo en pisos subvencionados se extendieron hasta los noventa.
Tambi¨¦n hace tres d¨¦cadas se inici¨® otro proceso curioso, la "gentrificaci¨®n", termino por el cual se conoce la revalorizaci¨®n de viviendas o zonas deprimidas que se convierten en lugares chic. Como el Soho neoyorquino en los ochenta, Chueca en los noventa y Lavapies ahora. En 1977 este peri¨®dico publicaba una informaci¨®n sobre las cuevas chabola en Fuentidue?a en la que se dec¨ªa: "M¨¢s de un madrile?o, puede que por snobismo, ha comprado las cuevas que quedan vac¨ªas, cuyos precios llegan hasta las 100.000 pesetas".
A Vicente Pat¨®n, arquitecto que junto a Alberto Teller¨ªa, ha recuperado la Casa Cueva Museo Tecnol¨®gico de Tielmes, le consta que hay bastantes cuevas de fin de semana y veraneo, pero s¨®lo conoce un caso de unos decoradores madrile?os que compraron una cueva hace cuatro a?os por 42.000 euros y la pusieron de punta en blanco. "La cuevas son perfectamente vivibles. C¨¢lidas en invierno y frescas en verano", dice el arquitecto, "basta con poner un ba?o y una cocina para tener un piso". Las grandes desventajas son la humedad y la falta de ventilaci¨®n, "pero con la arquitectura moderna, todo tiene soluci¨®n", dice Pat¨®n.
Emilio Aguado, que habit¨® una de estas cuevas en Tielmes durante casi toda su vida, cuenta que tiene un vecino que vende la suya por 100.000 euros. "Y hay madrile?os dispuestos a pagarlo", dice Vicente, "teniendo en cuenta lo caros y peque?os que est¨¢n los pisos en Madrid, no es tan raro".
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