Participaci¨®n
Entre las muchas interpretaciones que se han hecho sobre la triste participaci¨®n en el refer¨¦ndum del Estatuto, no conozco ninguna que responsabilice a los ciudadanos. Los nacionalistas andaluces se sienten justificados a la hora de despreciar un Estatuto que no satisface sus exigencias. Los conservadores, por el contrario, aprovechan la oportunidad para insistir en que la renovaci¨®n y el desarrollo de la Espa?a auton¨®mica, encaminada hacia un Estado federal, no es una cuesti¨®n decisiva. Son lecturas que aprovechan las abstenci¨®n no para hacer un an¨¢lisis de la realidad, sino para consolidar su ideario y sus intereses partidistas. El refer¨¦ndum andaluz se ha llevado acabo en condiciones dif¨ªciles, y no se puede interpretar la pobre participaci¨®n escud¨¢ndonos en un motivo ¨²nico. Ha sido muy humilde el espacio concedido al proceso estatutario en los medios de comunicaci¨®n de ¨¢mbito estatal, fuente de informaci¨®n y movilizaci¨®n de numerosos andaluces. Si se compara con el conflictivo desarrollo del refer¨¦ndum catal¨¢n, la significaci¨®n pol¨ªtica de nuestro 18 de febrero pas¨® de forma demasiado discreta por los informativos de las radios y las televisiones p¨²blicas y privadas. Cuando no hay tormenta, cuando las banderas no sirven para insultar al contrario, cuando los sentimientos propios no se empe?an en desacreditar y desprestigiar a los otros, los medios consideran poco rentable atender a los debates c¨ªvicos. La audiencia parece hoy una fiera enjaulada a la que debe alimentarse con carnaza. La din¨¢mica necesita al mismo tiempo animar su entretenida condici¨®n de fiera y definir el peligro de sus u?as y sus colmillos, manteni¨¦ndolo entre rejas virtuales de cristal duro. El Estatuto no ha ofrecido carnaza porque se presentaba a los votantes despu¨¦s de alcanzar consenso muy amplio. Eso no quiere decir que todos los sectores de la sociedad estuviesen llamados al voto. Hay muchos valores democr¨¢ticos, como la educaci¨®n p¨²blica laica y los amparos de la econom¨ªa social, que provocan un ¨ªntimo rechazo en las mentalidades conservadoras. Obligado el Partido Popular a llegar al acuerdo por intereses pol¨ªticos, un sector de su electorado se limit¨® a no acudir a las urnas, sin mostrar un rechazo sonoro. Una parte de la abstenci¨®n se ha debido, pues, a la politizaci¨®n del voto ausente. La otra parte, sin embargo, es fruto de la falta de cultura pol¨ªtica.
El Estatuto de Andaluc¨ªa es notable, muy notable, una verdadera apuesta de futuro para la convivencia progresista y la consolidaci¨®n de los espacios p¨²blicos. M¨¢s del 60% de los ciudadanos ha preferido quedar al margen del refer¨¦ndum, sin darse por aludido ante los objetivos y las garant¨ªas jur¨ªdicas, o sacrificando las ventajas sociales evidentes a detalles rid¨ªculos. Creo que se han equivocado los ciudadanos, y perd¨®n si alguien se molesta, pero no estoy dispuesto a asumir la moral consumista de que el cliente siempre tiene raz¨®n. Cuando hago hincapi¨¦ en la irresponsabilidad, muy criticable a mi modo de ver de los ciudadanos, no pretendo suavizar la culpa de los pol¨ªticos. Quiz¨¢ se trate de lo contrario, de situar la culpa de los partidos pol¨ªticos, sobre todo de las opciones de izquierda, m¨¢s all¨¢ de la simple coyuntura de una fecha y una situaci¨®n concreta. ?Qu¨¦ tipo de ciudadanos est¨¢ generando la sociedad? ?Qu¨¦ tipo de electorado cultivan nuestros partidos? La debilidad de la democracia participativa es el verdadero problema, y va m¨¢s all¨¢ del caso andaluz, porque muchos procesos, incluso los que sirven para elegir al presidente del Imperio democr¨¢tico, descansan en un ¨ªndice de participaci¨®n escandalosamente bajo. Los ciudadanos desmovilizados, como las fieras de la audiencia, se acomodan a vivir entretenidas en sus jaulas de cristal. Les basta con que nadie les prive de su carnaza diaria. El descr¨¦dito de la pol¨ªtica es la enfermedad real. Desde este punto de vista, prefiero asumir los resultados del Estatuto no como un s¨ªntoma terminal, sino como un punto de partida, en tiempos dif¨ªciles, de dignificaci¨®n de la pol¨ªtica.
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