Macao, el casino del mundo
La antigua colonia portuguesa ya supera a Las Vegas en ingresos por juego
Wang levanta el borde de la carta y ladea la cabeza para ver el n¨²mero. Repite la maniobra con la segunda carta y, sin decir nada, las arroja boca arriba ante el crupier, que muestra las suyas. Luego llega una tercera para ambos, y dos mujeres y dos hombres que est¨¢n sentados a su lado hacen un aspaviento de alegr¨ªa. El empleado de la mesa de bacar¨¢ cuenta con destreza la torre de fichas -16 de 10.000 d¨®lares de Hong Kong- y le paga la misma cantidad: 160.000 d¨®lares (16.000 euros).
La apuesta se repite varias veces. Wang (nombre ficticio) est¨¢ en plena racha de buena suerte. A veces disminuye el n¨²mero de fichas que coloca sobre el tapete verde. A veces no juega, y deja que una de las chicas se divierta y arriesgue peque?as cantidades. Sus acompa?antes lanzan gritos, intentando dar mal fario al crupier. Apuntan en un papel los resultados. Un mir¨®n le hace sugerencias. Los supervisores de la sala, en el casino del hotel Lisboa -el m¨¢s antiguo de Macao-, siguen sus movimientos.
Cada d¨ªa acuden a Macao miles de chinos para saciar una de sus mayores pasiones: el juego
Decenas de joyer¨ªas funcionan sin parar para satisfacer las ansias compradoras de los afortunados
La ex colonia de Portugal se est¨¢ convirtiendo en un gigantesco parque tem¨¢ticoLa llegada de clientes se ha visto favorecida por la relajaci¨®n de Pek¨ªn en el control sobre los ciudadanos
La recaudaci¨®n por mesa al d¨ªa es de 7.000 d¨®lares, tres veces m¨¢s que en los casinos de Nevada
Wang, un hombre en la cuarentena, de tup¨¦ estilo Kim Jong-Il (el dirigente de Corea del Norte) y aire de nuevo rico, es uno de los miles de ciudadanos de China continental que cada d¨ªa acuden a los casinos de la antigua colonia portuguesa para saciar una de las mayores pasiones del pueblo chino: el juego. Esta sed por el azar, unida al culto al dinero que profesa el pa¨ªs desde que abraz¨® el capitalismo, ha disparado esta industria en la regi¨®n administrativa especial, que el a?o pasado super¨® a Las Vegas como centro mundial de la apuesta, con unos ingresos de 6.950 millones de d¨®lares estadounidenses, frente a 6.690 millones de la ciudad norteamericana. El negocio en el conjunto del Estado de Nevada es, sin embargo, a¨²n superior al de Macao, el ¨²nico lugar de China donde el juego es legal.
El furor comenz¨® en 2002, cuando el peque?o territorio de apenas medio mill¨®n de habitantes, devuelto por Portugal en 1999 tras 450 a?os de dominio colonial, puso fin al monopolio sobre el juego que durante 40 a?os tuvo Stanley Ho, empresario de Hong Kong y Macao. Entre 2002 y 2006, el n¨²mero de casinos pas¨® de 11 a 24; el de mesas, de 339 a 2.762, y la facturaci¨®n, m¨¢s que se duplic¨®. La afluencia de clientes se ha visto favorecida por la relajaci¨®n de los controles de Pek¨ªn para que sus ciudadanos puedan viajar de forma individual al extranjero. El 54% de los 21 millones de visitantes que recibi¨® el a?o pasado Macao -donde tambi¨¦n son muy populares las apuestas en las carreras de caballos y de galgos- procedi¨® de China continental, y el 31%, de Hong Kong.
El grupo Las Vegas Sands inaugur¨® en 2004 el que actualmente es el mayor casino del mundo: un mastodonte negro -que recuerda un sarc¨®fago- con torres circulares doradas en los extremos, una superficie de 90.100 metros cuadrados (el equivalente a unos nueve campos de f¨²tbol) y cerca de 9.000 empleados. Despu¨¦s han abierto otros las compa?¨ªas Galaxy y Wynn.
El fervor asi¨¢tico por el juego ha permitido a Sheldon Adelson, presidente del Grupo Sands y decimocuarto hombre m¨¢s rico del mundo, amortizar en ocho meses los 260 millones de d¨®lares estadounidenses invertidos en Macao. En el escenario de esta catedral de las apuestas, varias bailarinas rubias danzan ante el p¨²blico, m¨¢s atento, sin embargo, al movimiento de las fichas y los billetes de 1.000 d¨®lares de Hong Kong que vuelan sobre las mesas de las salas, llamadas La Fortuna y El Tesoro.
"La mayor¨ªa de la gente juega al bacar¨¢", dice Juliette, de 25 a?os, que ha venido con un amigo desde Hong Kong para pasar la noche apostando. "Luego, por la ma?ana, cogemos el barco y regresamos", dice mientras asegura que le encantar¨ªa tambi¨¦n ir a Las Vegas. "Nos volver¨ªamos locos".
Los jugadores en Macao se caracterizan por la falta de inter¨¦s en las m¨¢quinas tragaperras, que suponen el 4% de la facturaci¨®n, frente al 60% en Las Vegas. Esto y el poder adquisitivo de los grandes apostadores del continente -algunos, funcionarios del Gobierno que se juegan los fondos p¨²blicos- hacen que la recaudaci¨®n media diaria por mesa sea de 7.000 d¨®lares estadounidenses, tres veces la norteamericana. "La gente aqu¨ª tiende a pasar m¨¢s tiempo en las mesas, mientras en Las Vegas les gustan m¨¢s las m¨¢quinas", se?ala un portavoz del Grupo Sands. "Adem¨¢s, en Las Vegas beben mientras juegan, pero en Macao normalmente consumen t¨¦ o agua", dice.
La mayor¨ªa de los casinos opera las 24 horas del d¨ªa, lo que ha transformado la llamada Montecarlo de Oriente en una ciudad que nunca duerme. Decenas de joyer¨ªas funcionan sin interrupci¨®n para aprovechar las ansias compradoras de a quienes toca la suerte en medio de la noche. "Cuando ganan, vienen a comprar oro, relojes y diamantes. Algunos llegan a gastar m¨¢s de un mill¨®n de d¨®lares de Hong Kong", afirma Mang, un vendedor macaense de 58 a?os. "Cuando pierden, a veces se los recompramos", dice. En las vitrinas se acumulan las sortijas y los relojes de las mejores marcas, como si se tratara de un local de todo a un mill¨®n. Los bajos del hotel Wynn lucen tiendas de Dior, Tiffany y Channel.
Otros jugadores optan por quemar sus ganancias en las saunas y establecimientos de masajes de lujo, o con las prostitutas -muchas de China continental, otras rusas- que merodean por los hoteles y las salas de juego.
Los ciudadanos de Macao tienen opiniones encontradas sobre los efectos de la industria. El territorio, que obtiene el 70% de sus ingresos de los impuestos a los casinos, ha duplicado su econom¨ªa en cuatro a?os. "Es bueno para el empleo, y porque atrae inversiones, pero ha empeorado el tr¨¢fico y la contaminaci¨®n", dice Lucas Lou, de 28 a?os. "Muchos parques han desaparecido. Aqu¨ª ya s¨®lo existe el juego", asegura Cindy Chang, de 24 a?os, profesora de piano. "Los j¨®venes s¨®lo quieren trabajar en los casinos, porque ganan m¨¢s del doble que en otros negocios", se?ala Mang. El sueldo de un crupier -trabajo que est¨¢ reservado para los locales- ronda los 1.200 euros.
"Aldea de blancos" en Asia
Lo que fue una ciudad somnolienta -"una aldea de blancos en Asia", como dice un residente portugu¨¦s- se convierte cada d¨ªa que pasa m¨¢s en un gran parque tem¨¢tico del azar. "Los hospitales reciben a veces a gente exhausta, con s¨ªntomas de confusi¨®n, tras haber estado jugando 72 horas seguidas", se?ala este hombre que los fines de semana se va a Hong Kong, tan s¨®lo a una hora en barco r¨¢pido.
El problema de las mafias y tr¨ªadas chinas, que durante los ¨²ltimos a?os del dominio portugu¨¦s alcanzaron un alto grado de violencia, se ha calmado en buena medida. "Ahora est¨¢n m¨¢s tranquilas porque hay dinero para todos", dice este funcionario portugu¨¦s.
Si el a?o pasado abrieron siete nuevos casinos, en 2007 ver¨¢n la luz otros seis. La ciudad est¨¢ ampliando el aeropuerto y ganando terreno al mar. El proyecto m¨¢s emblem¨¢tico est¨¢ situado en la banda de Cotai, entre las islas de Taipa y Coloane, donde Sands inaugurar¨¢ este verano The Venetian Macao, un complejo mayor que su equivalente en Las Vegas, y que tendr¨¢ 3.000 habitaciones -todas suites de m¨¢s 70 metros cuadrados-, un centro de convenciones, un auditorio con 15.000 asientos y un parque con 350 comercios y canales con gondoleros. El objetivo del Gobierno es transformar la ciudad en un destino de ferias y entretenimiento, en lugar de ser s¨®lo un para¨ªso para tah¨²res.
Se estima que en 2010 el n¨²mero de plazas hoteleras llegar¨¢ a 36.000, de ense?as como Four Seasons o St. Regis. Las perspectivas son tales que Adelson ha asegurado que a partir de ahora habr¨¢ que llamar a Las Vegas el Macao de Am¨¦rica.
La ex colonia se encuentra en un lugar estrat¨¦gico. Un total de 2.200 millones de personas vive a menos de cinco horas de avi¨®n, frente a 410 millones en el caso de Las Vegas; 1.100 millones est¨¢ a menos de tres horas de vuelo, y 300 millones s¨®lo tienen que conducir tres horas para llegar a sus casinos.
A las seis de la ma?ana, Wang es el ¨²nico jugador en su mesa del casino Lisboa. A medida que va acumulando fichas, una de sus acompa?antes las une con papel celo en paquetes de 10. Wang los introduce en una bolsa de cuero que reposa sobre su regazo. De repente, tras perder dos veces seguidas, se levanta y se retira. El grupo, entusiasmado, le sigue. En el monedero se lleva al menos 80.000 euros. Se dirige a los servicios y, mientras se alivia de cara a la pared, saca una ficha del bolsillo con la mano izquierda y se la da al mir¨®n, que se deshace en gracias.
De vuelta en la sala, agarra a una de las mujeres por la cintura y deja El Palacio de Cristal, limit¨¢ndose a decir sin volver la cabeza: "Soy de Henan [una de las provincias m¨¢s pobres de China]
Un hotel con forma de flor de loto
EL ?LTIMO CASINO EN LLEGAR ha sido el Grand Lisboa, que ha entrado en funcionamiento este mes, elevando el n¨²mero total a 25,
en lo que ha sido la respuesta de Ho -que
explota 17- a los gigantes estadounidenses.
A las nueve de la noche, la multitud hace cola para pasar los arcos de seguridad del Grand Lisboa, animada por las actuaciones de artistas circenses extranjeros. Familias, turistas, gente solitaria se abalanzan a las salas, donde la moqueta de dibujos geom¨¦tricos provoca cierto mareo y parece incitar a sentarse ante el verde de los tapetes. Las mesas
de bacar¨¢, black jack, ruleta, o juegos chinos de cartas como el fan tan, dados como
el dai siu o fichas de domin¨® como el pai gao, ocupan las enormes salas.
Los casinos de Macao -donde el juego tiene una tradici¨®n de 150 a?os- compiten en lujo, exceso en la decoraci¨®n y s¨ªmbolos de fortuna. La ¨²ltima obra de Ho es una
buena muestra. Est¨¢ alojado en un edificio
esf¨¦rico achatado, cubierto con 60.000 espejos triangulares con luces. Sobre ¨¦l se erige el futuro hotel, a¨²n en obras; un monumento a la extravagancia de 261 metros de altura, que sus dise?adores han querido que semeje a una flor de loto, pero que m¨¢s parece
el penacho de una pi?a.
El hotel casino Grand Emperor es otro
ejemplo. A la puerta hay dos carrozas pintadas de color dorado, flanqueadas por soldados
de la guardia real brit¨¢nica. En el suelo del
vest¨ªbulo brillan lingotes en cavidades de cristal sobre las que caminan los clientes cuando se dirigen a los salones. En el Babylon, guardias indios con turbante reciben al visitante
en un decorado mesopot¨¢mico.
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