La culpa y el luto
Gentes tan variopintas como Vojislav Kostunica, Peter Handke, Vojislav Seselj, Vlad¨ªmir Putin y Ratko Mladic pueden quiz¨¢ felicitarse de la parte de la sentencia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya que exonera a Belgrado de pagar reparaciones por genocidio a Bosnia- Herzegovina al no reconocer una responsabilidad directa de los organismos del Estado de lo que era la Rep¨²blica Federativa Yugoslava en la matanza de Srebrenica en el verano de 1995. No deben sentirse solos. Todos los que desean que los Balcanes occidentales se conviertan en una regi¨®n de paz y prosperidad est¨¢n de acuerdo en que es absurdo pedir a Serbia unas indemnizaciones que no podr¨ªa pagar y s¨®lo alimentar¨ªan el victimismo del fracaso y del odio. Ser¨ªan, a escala balc¨¢nica, tan absurdas y dram¨¢ticamente contraproducentes como lo fueron las demandas de reparaci¨®n hechas a Alemania en Versalles. "?Serbia culpable!", "Serbien muss sterbien", rezaba en siniestro juego de palabras el lema de movilizaci¨®n en las primeras semanas de 1914 despu¨¦s de que el 28 de junio un nacionalista serbio-bosnio llamado Gavrilo Princip matara al archiduque austro-h¨²ngaro Francisco-Ferdinando.
No era el caso y hoy mucho menos. Serbia no es culpable. Ni existe culpa colectiva de los serbios. Pero es un hecho innegable que los culpables actuaron en su nombre y las matanzas y torturas y violaciones y los campos de concentraci¨®n y las quemas de cad¨¢veres en los hornos de las f¨¢bricas bosnias se hicieron para mayor gloria de un r¨¦gimen entonces triunfante y del que el nacionalismo serbio, incluso el que se dice democr¨¢tico, no puede distanciarse. Es in¨²til pedir indemnizaci¨®n al insolvente pero no demandar explicaci¨®n y la persecuci¨®n y entrega de los criminales. Y Belgrado no ha cumplido. Pero la m¨¢xima prioridad en realidad, por el bien de Serbia, ser¨ªa demandar una proclamaci¨®n de voluntad de luto. Es un hecho de que el genocidio en Srebrenica y otras matanzas de civiles por paramilitares y el Ej¨¦rcito serbio- bosnio estaban organizadas, armadas y financiadas por Belgrado. Lo grave es que los serbios lo saben y lo niegan u olvidan. Que el CIJ no considere probada la cadena de mando no debiera ser obst¨¢culo para que l¨ªderes serbios con honestidad reconocieran lo obvio e hicieran un llamamiento a la catarsis. Ha de basarse en un esfuerzo com¨²n por salir del proyecto falaz del nacionalismo y afrontar una reconstrucci¨®n individual y colectiva sobre la verdad del luto y la compasi¨®n que s¨®lo son ciertos si se vuelcan sobre las v¨ªctimas asesinadas por el propio bando, sobre los sufrimientos y las bajas del enemigo. Llorar por los propios es gratis.
Ahora que Serbia se vuelve a dar pena y se ve v¨ªctima de una conspiraci¨®n para arrebatarles Kosovo, sus autoridades, de tener la altura que les faltar¨¢, debieran aprovechar esta sentencia para explicar a su sociedad lo que le ha sucedido a la naci¨®n en los ¨²ltimos veinte a?os. Y cu¨¢les son las opciones para salir del aislamiento, de la pobreza y la depresi¨®n. No est¨¢n desde luego en la resistencia numantina a realidades inevitables si no se est¨¢ dispuesto a volver a una guerra sin esperanza. Aquella voluntad genocida consumada hace imposible la vuelta atr¨¢s. La sociedad serbia debe asumir que en su nombre miles de civiles europeos fueron acosados y concentrados, transportados en camiones como ganado hacia enormes fosas excavadas con maquinaria de construcci¨®n, fusilados y enterrados, en parte vivos. Todo ello bajo la mirada de sat¨¦lites de ¨²ltima generaci¨®n, a tiro de piedra de cuarteles de la ONU y no lejos de Viena y de Roma. Y cuando muchos l¨ªderes europeos a¨²n hablaban de Milosevic como hombre de paz y de Mladic decente y fiable. Cierto, no hay naciones culpables. Pero s¨ª hay ideolog¨ªas y actitudes culpables. Y momentos estelares del crimen nutridos por radicalismos nacionalistas y la indolencia y vocaci¨®n de apaciguamiento de las democracias lideradas por un pensamiento d¨¦bil muy europeo. Los genocidios son posibles despu¨¦s de Auschwitz en Europa. En Srebrenica sucedi¨®, confirma La Haya. Veremos lo que nos depara el futuro.
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