La agenda incompleta de Maragall
La crisis constitucional que ha ocasionado la recusaci¨®n del magistrado P¨¦rez Tremps es un episodio m¨¢s del cambio de ciclo en la pol¨ªtica espa?ola. Est¨¢ claro que no es solamente una escaramuza aislada en la feroz guerrilla que la derecha hisp¨¢nica sostiene por recuperar un poder sobre el que cree tener un derecho hist¨®rico indiscutible. Es tambi¨¦n y especialmente una nueva manifestaci¨®n de la crisis pol¨ªtica que se apuntaba ya a mediados de la d¨¦cada de 1990. Y que Maragall -entre otros- intent¨® abordar a trancas y barrancas con su agenda pol¨ªtica. A mi juicio, en esta agenda pol¨ªtica figuran cuestiones inevitables para nuestro inmediato futuro. Es una agenda porque contiene "lo que est¨¢ por hacer", en el sentido literal del t¨¦rmino latino que evoca. Maragall intent¨® ponerlo en marcha y lo consigui¨® en menor medida de la prevista. Pese a todo, sus contenidos siguen ah¨ª como retos pendientes a los que dar respuesta. ?De qu¨¦ cuestiones se trata? En modo sint¨¦tico y aproximado, incluyen cinco grandes temas.
Reconstrucci¨®n de la agenda para un ciclo pol¨ªtico que no ha hecho m¨¢s que empezar
El primer reto -aunque poco perceptible para muchos observadores perspicaces- afecta a las condiciones exigibles para combinar progreso econ¨®mico y cohesi¨®n social. En el contexto de una globalizaci¨®n que pone en riesgo la continuidad de lo que se ha llamado el "modelo social europeo", hay que seguir tanteando nuevas f¨®rmulas de colaboraci¨®n entre la regulaci¨®n p¨²blica y la iniciativa social, sea mercantil, sea no lucrativa. Esto comporta la revisi¨®n de la f¨®rmula socialdem¨®crata, que lleg¨® a Espa?a cuando padec¨ªa ya tensiones de fatiga en los pa¨ªses donde hab¨ªa visto la luz. Esta revisi¨®n es ineludible, sin renunciar a la justicia social imprescindible para evitar la desintegraci¨®n creciente de nuestras comunidades. No todos compartimos la confianza de Maragall en la capacidad del sector privado para asumir compromisos en este ¨¢mbito. Pero es imposible esquivar la exigencia de dar nuevas respuestas a este desaf¨ªo social.
El segundo item de la agenda -con el que algunos han identificado de forma casi exclusiva y con cierta miop¨ªa el proyecto de la etapa Maragall- es la reformulaci¨®n de las relaciones entre Catalu?a, Espa?a y Europa. Lo exige precisamente el desaf¨ªo social que acabo de se?alar. Hay tambi¨¦n razones de herencia hist¨®rica. Pero de manera particular se impone la necesidad de hacer de la sociedad catalana una comunidad cuyo patriotismo sea en gran medida de orden social. En otros t¨¦rminos, una comunidad cuyo "hecho diferencial" sea el equilibrio solidario entre ciudadanos dotados de las mismas oportunidades de desarrollo personal. Ni presuntas glorias pasadas, ni logros cient¨ªficos, art¨ªsticos o deportivos pueden ser hoy el cemento de la cohesi¨®n nacional. Deber¨ªa serlo el compromiso de que en esta sociedad -y como se ha dicho en otros contextos- "nadie puede quedarse atr¨¢s". Para ello, es imperativo ampliar el autogobierno -mediante la reforma del Estatuto-, intervenir m¨¢s directamente en la gobernaci¨®n de Espa?a -a trav¨¦s de una revisi¨®n federalista de la constituci¨®n de 1978- y tener presencia reconocida a escala europea e internacional. Ser¨¢ necesario, pues, rehacer acuerdos pol¨ªticos y textos jur¨ªdicos, sin prejuicios ni temores, en un empe?o permanente por rebasar categor¨ªas tan obsoletas como la del Estado-naci¨®n.
Para asumir con alguna posibilidad de ¨¦xito una empresa tan ambiciosa, es obligado un cambio en las formas de hacer pol¨ªtica. Instituciones y partidos est¨¢n faltos de credibilidad ante la ciudadan¨ªa. Mientras subsista y aumente esta desafecci¨®n ciudadana ante la pol¨ªtica institucional, ser¨¢ muy dif¨ªcil movilizar la energ¨ªa colectiva para enfrentarse a quienes no reconocen las urgencias sociales y pol¨ªticas del momento. Entre otros motivos, porque se aprovechan de ellas para su beneficio individual o de grupo. De ah¨ª que tal movilizaci¨®n s¨®lo sea viable mediante la regeneraci¨®n de las instituciones: mayor proximidad, m¨¢s transparencia, m¨¢s inteligibilidad, m¨¢s participaci¨®n. Son exigencias que se dirigen -de una u otra manera- al Parlamento y al Gobierno, a las administraciones p¨²blicas, a los medios de comunicaci¨®n, a los partidos pol¨ªticos, a los sindicatos. Es decir, a todos los actores relevantes de un juego pol¨ªtico convencional que sigue sin dar respuestas suficientemente cre¨ªbles a una gran parte de la poblaci¨®n. Sin este cambio en las formas de hacer pol¨ªtica, dif¨ªcilmente ser¨¢n viables las pol¨ªticas sectoriales necesarias.
Finalmente, en la agenda de Maragall se incluyen tambi¨¦n deberes pendientes para los partidos y, en especial, para los partidos de la izquierda tradicional. El descr¨¦dito de los partidos es patente. Justo en muchos aspectos. Injusto, en otros. Pero es un hecho que no encaja ya con el modo de vida, de trabajo o de informaci¨®n que los vio nacer. Junto con los partidos -¨²tiles en algunas funciones-, hay que admitir otros instrumentos de participaci¨®n ciudadana, m¨¢s o menos estables. El propio Maragall puso en marcha una de ellas: ha hecho su recorrido y probablemente ha agotado su ciclo. No importa. Surgir¨¢n otros, porque es insostenible a medio plazo el monopolio que los partidos se esfuerzan por arrogarse contra la evidencia de los hechos. Hay tambi¨¦n en la agenda que nos ocupa propuestas espec¨ªficas para los socialistas espa?oles y para la izquierda catalana. Para los primeros, plantea la revisi¨®n de la relaci¨®n de los socialistas catalanes con sus hom¨®logos espa?oles. Est¨¢ por ver c¨®mo se aborda a partir de ahora. Para la izquierda catalana, la propuesta de Maragall ha tenido su primer logro positivo en la continuidad del Gobierno tripartito de izquierdas. Pero a medio plazo no basta esta alianza de circunstancias y deber¨ªa consolidarse una forma de concertaci¨®n estable, m¨¢s all¨¢ de las fronteras burocr¨¢ticas. Es lo que espera una mayor¨ªa ciudadana que no acaba de entender que a estas alturas perduren fragmentaciones nacidas de conflictos hist¨®ricos o de accidentes personales.
?sta es una reconstrucci¨®n aproximada de la agenda difusa -y en ocasiones confusa- que encierra el proyecto pol¨ªtico inspirado por Maragall hace ya una d¨¦cada. No todo es original. Pero tal vez lo es la ambici¨®n de condensarlo en un proyecto. Creo que ha sido este proyecto -y no el personaje- lo que ha suscitado tanta oposici¨®n y tanta inquina entre sus adversarios y tanta desconfianza entre algunos de sus pr¨®ximos. A diferencia de lo que se afirma a veces, no es un legado que haya que inventariar. Es una agenda pendiente para un ciclo pol¨ªtico que no ha hecho m¨¢s que empezar.
Josep M. Vall¨¨s es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica (UAB).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.