Silencio en la mina del 11-M
Recordar est¨¢ prohibido. Hablar de ello es romper los c¨®digos del trabajo bajo tierra
A¨²n se ve alg¨²n casco de minero abandonado boca arriba, pero ya no hay trasiego de mineros, al terminar la jornada, bajando por la ladera en fila de a uno por una senda estrech¨ªsima y en zigzag hasta unas viejas casetas que serv¨ªan de vestuario en una orilla del r¨ªo Narcea.
La mina de la que salieron los explosivos del 11-M, Mina Conchita, es hoy una explotaci¨®n en avanzado estado de deterioro:
ra¨ªles oxidados, restos desvencijados del antiguo descargadero, polvorines tapiados con piedras, el acceso a la mina casi cegado por maderas y el antiguo aserradero totalmente derruido.
La empresa propietaria, Caolines de Merill¨¦s, clausur¨® la instalaci¨®n, situada en Belmonte de Miranda, a 23 kil¨®metros de Oviedo, en octubre de 2004, seis meses despu¨¦s de la matanza. La compa?¨ªa minera no hizo declaraciones p¨²blicas pero en medios laborales aseguran que la direcci¨®n justific¨® la clausura exclusivamente por el agotamiento del yacimiento.
Jos¨¦ Emilio Su¨¢rez Trashorras, presunto proveedor de la dinamita utilizada en los atentados, trabaj¨® en Mina Conchita entre 1999 y 2002, fecha en la que se le jubil¨® por incapacidad a causa de una esquizofrenia paranoide, pero en un bar pr¨®ximo a la central t¨¦rmica de Soto de la Barca, a unos 10 kil¨®metros de la mina, algunos clientes recuerdan alguna visita suya tras los ataques de Madrid. Le recuerdan pero nadie quiere hablar de ello. El 11-M es un gran tab¨².
La empresa ha guardado silencio, salvo muy contadas y lac¨®nicas declaraciones; los sindicatos declinan hacer comentarios y todas las veces que se ha recabado el testimonio de los trabajadores de la mina sobre sus compa?eros procesados o sobre el control y uso de los explosivos, la respuesta ha sido siempre la misma: el hermetismo. Unos porque conocen a los encartados en el sumario y han sido compa?eros, codo con codo, en el interior de la mina, donde se fraguan solidaridades imposibles de entender en un ¨¢mbito laboral ajeno a los c¨®digos culturales del trabajo bajo tierra. Y otros porque consideran que recordar lo ocurrido da?a al sector y a su imagen. Para todos, el 11-M es un episodio doloroso que no hay que rememorar.
El silencio s¨®lo se ha roto para defender a uno de los procesados, el vigilante Emilio Llano. Casado, de 45 a?os, padre de dos hijos adolescentes, deportista, natural de Cangas del Narcea, vecino de Grado, llevaba m¨¢s de dos d¨¦cadas como responsable de la recepci¨®n, almacenamiento y distribuci¨®n del material explosivo en Mina Conchita y est¨¢ procesado por supuesta falta de diligencia en el cumplimiento de su obligaci¨®n. La empresa conf¨ªa plenamente en su inocencia. Fuentes sindicales consultadas han ofrecido tambi¨¦n las mejores referencias sobre su calidad humana. Los t¨¦cnicos de la Inspecci¨®n de Minas del Principado siempre tuvieron esa misma opini¨®n. Amigos de Llano, como V¨ªctor L¨®pez y Manolo Garc¨ªa, comparecieron en p¨²blico tras la detenci¨®n del capataz para describirlo como "un hombre inocente".
Pero ese ha sido el ¨²nico caso de apoyo a los integrantes de la trama asturiana. Otro de los procesados, el avilesino Javier Gonz¨¢lez, El Dinamita, se quej¨® estos d¨ªas, ya iniciado el juicio, de que no es capaz de encontrar trabajo en Avil¨¦s. Carmen Toro, separada de Su¨¢rez Trashorras, ya no sigue como vigilante en el Hipercor de Avil¨¦s y ha dejado un bar que hab¨ªa empezado a regentar.
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