Sociedad del miedo
Vivimos una ¨¦poca caracterizada por la inseguridad humana. La confianza y las certezas -buenas o malas- de otros tiempos, los de las d¨¦cadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, dieron paso a un per¨ªodo de incertidumbre y de perplejidad, que ha acabado desembocando en abierta inseguridad. Y la inseguridad, ya se sabe, es incompatible con el bienestar. Hace ya m¨¢s de una d¨¦cada que el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) plante¨® que desarrollo y seguridad humana eran dos caras de la misma moneda, y que si uno de ambos componentes faltaba, dif¨ªcilmente podr¨ªa existir el otro. Como dir¨ªa el cl¨¢sico, "quien vive temeroso, nunca ser¨¢ libre", y ya se sabe que no hay progreso sin libertad.
Hoy en d¨ªa la inseguridad se ha tornado ya en temor, en miedo. Mucha gente teme perder su empleo en un entorno en el que las empresas pueden cerrar sus puertas de un d¨ªa para otro y decidir trasladarse a otro lugar; otros tienen miedo a perder sus ahorros, como consecuencia de una operaci¨®n fallida del fondo de pensiones en el que depositaron su confianza; muchos temen una subida de los tipos de inter¨¦s que convierta el pago de su hipoteca en una misi¨®n imposible; tenemos miedo al sida, as¨ª como al cambio clim¨¢tico; y, por supuesto, a la violencia, a que entren en nuestra casa por la fuerza o nos atraquen en la calle. Vivimos tiempos de globalizaci¨®n, de inestabilidad, en el que el riesgo asoma en cualquier esquina, mientras se debilitan las instituciones que deber¨ªan defender a las personas. Tememos por nosotros y por nuestros m¨¢s pr¨®ximos. Nos da miedo lo conocido, pero tambi¨¦n lo in¨¦dito, pues, como escribi¨® Alejandro Dumas, "los peligros desconocidos son los que inspiran m¨¢s temor".
Los miedos son, adem¨¢s, distintos seg¨²n el lugar en donde a uno le haya tocado vivir. Mientras aqu¨ª tememos a los efectos de un alimento caducado o a los productos transg¨¦nicos, en muchos pa¨ªses de Africa la gente teme no tener algo que llevarse a la boca; mientras aqu¨ª recelamos de alguien que se nos acerca de noche, pensando que nos va a poner una navaja en el cuello para exigirnos la cartera, en otros lugares la gente teme a la violencia ciega de cualquier guerra sin sentido. El miedo es, sin duda, algo relativo, aunque tengo para m¨ª que, en general, se trata de un fen¨®meno que se manifiesta de forma inversamente proporcional a la existencia de un peligro real. Es decir, que suelen ser m¨¢s temerosos quienes menos conviven con el peligro.
Aqu¨ª, en el paisito, el miedo ha tenido, durante las ¨²ltimas d¨¦cadas, un componente adicional, derivado de la pertinaz insistencia de algunos de imponer su criterio, nos guste o no a los dem¨¢s, utilizando para ello la amenaza y el terror. La gente se ha acabado acostumbrando, por si acaso, a no hablar de determinadas cosas salvo con los m¨¢s ¨ªntimos; a no preguntar, por si acaso, si puede quitar de la barra del bar que regenta una hucha que le han puesto a favor de los presos sin su consentimiento; a no protestar, por si acaso, si en la fachada de su ayuntamiento aparece colgada la efigie de alguien condenado por asesinato; a no decir nada, por si acaso, si un grupo de descerebrados te obliga a bajar del autob¨²s para quemarlo.
El gran Eduardo Chillida dijo en una ocasi¨®n que las personas ten¨ªan que tener siempre el nivel de la dignidad por encima del nivel del miedo, pero me temo que aqu¨ª se ha llegado a generar un tipo de miedo que, en muchos casos, se ha impuesto a la dignidad.
Los miedos son distintos, sus causas tambi¨¦n. En muchos lugares, gentes sometidas a peligros y amenazas terribles, conservan una dignidad muy superior a la que a veces mantenemos entre nosotros. No estar¨ªa mal que aprendi¨¦ramos de ellos. Y no s¨®lo para poder afrontar mejor nuestros miedos particulares, los propios de nuestra historia m¨¢s reciente y m¨¢s negra, y encarar as¨ª nuestro futuro inmediato con mayores garant¨ªas. Tambi¨¦n, para hacer frente a aquellos otros miedos que compartimos con gentes de muy diversos lugares y que amenazan igualmente nuestra libertad y nuestro desarrollo como personas.
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