Un futuro arrebatado por fax
El cierre de la empresa Delphi sacude la vida de 1.600 familias de Puerto Real
El jueves en que A¨ªda supo que la empresa donde trabaja su padre iba a cerrar para siempre, ella acababa de recibir su primera paga como teleoperadora, 123 euros, que se apresur¨® a ofrecer a su familia. Manuel Chanivet y Antonia Roca rechazaron el generoso gesto de su hija. En otra casa de la ciudad gaditana de Puerto Real, la peque?a Julia, de nueve a?os, preguntaba a sus padres, Jos¨¦ Crespo y Paqui Ramos, si todav¨ªa se iba a celebrar su fiesta de comuni¨®n. Porque ese jueves, Delphi, la empresa en la que trabajan los padres de ambas familias, hab¨ªa anunciado el cierre de la factor¨ªa, con 1.600 empleados en una ciudad habitada por 40.000 personas.
El 22 de febrero por la ma?ana, un fax firmado por Alberto Rojas, directivo de Delphi en Europa, comunicaba a la f¨¢brica gaditana la decisi¨®n de la direcci¨®n estadounidense de cerrar sus instalaciones en Puerto Real, tan pronto como se agote la materia prima. A Jos¨¦, de 46 a?os, le pill¨® trabajando en el almac¨¦n como oficial de primera. Oy¨® un revuelo. "Dicen que cierran", le anticip¨® un compa?ero del comit¨¦. No se lo pod¨ªa creer. En sus 25 a?os como operario, casi los mismos que Delphi lleva en Puerto Real, hab¨ªa escuchado anuncios de reajustes de personal, posibles recortes, advertencias de reducci¨®n de la producci¨®n. Pero nunca hab¨ªa temido un cerrojazo repentino. "Se organiz¨® una asamblea. El presidente del comit¨¦ nos confirm¨® que la compa?¨ªa hab¨ªa anunciado su marcha y nos pidi¨® calma a la espera de lo que pudiera ocurrir", recuerda.
"Si se quedan en la calle 1.600 y otros 2.500 de la industria auxiliar, se hunde todo", dice Rosario
"Muchas veces nos dec¨ªan: ?que viene el lobo, que viene!", se lamenta Jos¨¦ en su puesto del almac¨¦n
Manuel hijo, 23 a?os, no ve m¨¢s soluci¨®n que emigrar ante la falta de trabajo en la bah¨ªa gaditana
A Manuel, de 47 a?os, la novedad le sorprendi¨® en la calle cuando paseaba con su mujer, Antonia. "Aquel d¨ªa ten¨ªa el turno de tarde". Se encontraron con otro trabajador de Delphi: "Que cierran", le anunci¨®. Y el paseo se interrumpi¨® de golpe.
Ambos trabajadores han formado sus vidas alrededor de Delphi. Los dos trabajan desde hace un cuarto de siglo en la misma factor¨ªa. Los dos est¨¢n casados y tienen tres hijos. Los dos viven en Puerto Real, son amigos y llevan m¨¢s de una semana de angustia. Saben que cobrar¨¢n el d¨ªa 15 de marzo su n¨®mina. Temen que sea la ¨²ltima.
A Manuel le duele especialmente la marcha de Delphi porque en 1981, cuando estaba contratado en una empresa de construcci¨®n, ayud¨® a levantar la planta de la entonces General Motors. "Todos pens¨¢bamos que era una grand¨ªsima oportunidad, porque ten¨ªa la importancia de una empresa estadounidense muy grande", rememora. Su insistencia le llev¨® a una entrevista de trabajo y a un puesto en la divisi¨®n Delco, una de las tres de la factor¨ªa de Puerto Real, dedicada a los amortiguadores.
"Es la que tiene m¨¢s problemas", cuenta. "Yo me lo vi venir y hace dos a?os que me pas¨¦ a la divisi¨®n de direcciones". Los problemas vaticinados por Manuel ven¨ªan de rumores, pero tambi¨¦n de hechos que ¨¦l constataba. "T¨² ve¨ªas c¨®mo se anunciaba un modelo de coche y no te encargaban las piezas, por lo que empezabas a sospechar". Despu¨¦s hubo signos m¨¢s visibles. "Un d¨ªa vinieron unos polacos y empezaron a hacerles fotos a las m¨¢quinas y a tomar notas". A los pocos d¨ªas, equipos enteros hab¨ªan desaparecido. En concreto, dos l¨ªneas de rectificado y cinco controladores num¨¦ricos.
Eran las se?ales que tambi¨¦n ven¨ªa observando en los ¨²ltimos a?os Jos¨¦ desde su puesto en el almac¨¦n. "Esto es como el cuento del lobo. Muchas veces nos dec¨ªan que viene el lobo, que viene. Pero nunca pensamos del todo que vendr¨ªa. Y al final nos ha dado el bocado", se lamenta. Una semana antes del jueves fat¨ªdico se hab¨ªa anunciado un recorte de personal, propiciado por la p¨¦rdida de un contrato para Ford. Los sindicatos hab¨ªan convocado una manifestaci¨®n, pero no les dio tiempo a organizarla antes de que Delphi anunciara el cierre. "Aqu¨ª siempre ha habido miedo a protestar". Temores basados en amenazas veladas de reajustes a la m¨ªnima movilizaci¨®n p¨²blica.
Jos¨¦ se enter¨® del anuncio de cierre a primera hora de la ma?ana, pero no llam¨® a su mujer. Se lo cont¨® ya en casa cuando termin¨® el turno. Paqui estaba haciendo la comida y no pudo seguir. "Fue un palo muy gordo", reconoce. El sueldo de su marido ha sustentado durante todos estos a?os su casa. A Manuel no le hizo falta cont¨¢rselo a su esposa, Antonia; estaba paseando con ella cuando se enter¨®. "Me qued¨¦ blanca", describe. Decidi¨® entonces ir a recoger a su hijo peque?o, Daniel, de 11 a?os, al colegio El Trocadero, donde se iba a organizar un pasacalles con motivo del carnaval. La fiesta no se celebr¨®.
Fue a las puertas de ese colegio cuando surgi¨® entre las madres la necesidad de protestar, de gritar que no estaban de acuerdo, de reclamar un futuro que se les arrebataba de pronto. As¨ª naci¨® la primera protesta protagonizada por las esposas de los trabajadores de Delphi. Ellas no han descansado ni un solo d¨ªa desde aquel jueves. Por la noche, durante el preg¨®n del carnaval que iba a leer el autor de comparsas Antonio Mart¨ªn, las voces de aquellas mujeres alteraron la velada. Sonaron entonces los primeros "Delphi no se cierra".
Las mujeres encabezaron las protestas. Josefa Gil, Rosario D¨ªaz o la propia Antonia asumieron la funci¨®n de portavoces. Han convocado concentraciones diarias frente al Ayuntamiento de Puerto Real, han participado en una marcha desde la ciudad hasta la factor¨ªa con m¨¢s de 10.000 asistentes y han secundado la gran manifestaci¨®n del pasado jueves en C¨¢diz, a la que acudieron unas 50.000 personas. Antonia se puso detr¨¢s de una pancarta con un lema en ingl¨¦s: "General Motors cons the workers and Spanish Government" ("General Motors tima a los trabajadores y al Gobierno espa?ol"), con la esperanza de que lo entiendan en Estados Unidos...
"Si aqu¨ª se quedan en la calle 1.600 personas, adem¨¢s de los empleos de la industria auxiliar (calculados en unos 2.500), todo esto se hunde". Lo asegura Rosario D¨ªaz, una de las voceras de las movilizaciones, se?alando alrededor de la plaza. "Aquel bar dejar¨¢ de tener clientes, a esa tienda no ir¨¢ nadie a comprar. Esto es un problema de todos".
Mientras sus esposas se manifestaban frente al Ayuntamiento en d¨ªa laborable, las jornadas de los trabajadores se cumpl¨ªan como si fuera un d¨ªa normal. "All¨ª estamos trabajando igual. Con la moral minada, pero como si no hubiera pasado nada", explica Jos¨¦. Manuel ha seguido haciendo direcciones PCA (las que llevan los ¨²ltimos modelos de Peugeot y Citro?n) como si nadie les hubiese dicho el jueves que la f¨¢brica iba a cerrar. "Hay tensi¨®n y se nota. Pero tienes que seguir trabajando para que no encuentren ninguna justificaci¨®n a su marcha". En los d¨ªas festivos siempre ha permanecido un grupo de empleados a las puertas de la factor¨ªa. No quieren dejar sola la f¨¢brica. Por las noches tambi¨¦n hay hombres a las puertas. A la luz de una candela siempre encendida.
Antonia ha puesto tambi¨¦n detr¨¢s de la pancarta a dos de sus tres hijas. A la mayor, Mariana, de 21 a?os, y a Paula, de 14. La peque?a Julia, de 9, se queda en el colegio. "Nunca hemos intentado ocultarles a nuestros hijos lo que ha ocurrido", explica el padre.
Tampoco podr¨ªan haberlo hecho. Los colegios de Puerto Real est¨¢n llenos de hijos de trabajadores de Delphi. En la clase de 3? de ESO del instituto Virgen del Carmen, donde estudia Paula, los profesores han dedicado clases enteras a hablar del conflicto laboral. "Nos han ense?ado por qu¨¦ ha ocurrido esto y nos han dicho que tenemos que apoyar a nuestra familia", explica la ni?a. En su centro escolar han sido comprensivos con las ausencias justificadas en las movilizaciones. En las fachadas de algunas escuelas de toda la bah¨ªa gaditana se han colocado carteles contra el cierre y sus directores se han solidarizado con la causa. En el colegio Reyes Cat¨®licos, cerca de la urbanizaci¨®n Las Canteras de Puerto Real, las aulas permanecen abiertas m¨¢s tiempo de lo habitual para permitir que los padres vayan a las manifestaciones. "Todos tenemos que contribuir", explica su director, Andr¨¦s Bernal.
A Mariana -la hija mayor de Jos¨¦ y Paqui-, el cierre de la f¨¢brica donde trabaja su padre le ha trastocado demasiados planes de futuro. Estudia empresariales y ten¨ªa pensado pedir pr¨¢cticas en Delphi. "F¨ªjate. Me dijeron que era un buen sitio". Ahora se saca un dinero trabajando cuatro horas en un supermercado, donde realiza el inventario.
Mariana tiene novio desde hace tres a?os. Es Manuel, el hijo mayor de Antonia Roca y Manuel Chanivet. Tiene 23 a?os y tambi¨¦n obtiene dinero propio de un trabajo como repartidor de publicidad. Una labor que compatibiliza con un m¨®dulo de grado superior de inform¨¢tica. "En la bah¨ªa de C¨¢diz no hay trabajo para nosotros los j¨®venes. Y menos para mi padre, que anda por los cincuenta". Entonces enumera todas las recientes reconversiones sufridas por empresas vecinas de Delphi. La m¨¢s reciente, la de los astilleros, que dej¨® 1.100 prejubilados. La plantilla de las factor¨ªas navales ha pasado en 20 a?os de 12.000 empleados a los 2.500 actuales. Tambi¨¦n cita otros ejemplos como Altadis, la empresa tabaquera, donde quedan 325 trabajadores, o Airbus, la industria aeron¨¢utica amenazada ahora por otro reajuste de personal. C¨¢diz es la tercera provincia con mayor tasa de paro: 13,8%.
Manuel hijo teme que habr¨¢ de emigrar para poder independizarse de sus padres. Tiene otros dos hermanos: A¨ªda, la mediana, de 19 a?os, y Daniel, el peque?o, de 11. A Daniel tambi¨¦n le hablan de Delphi en el colegio. "Hay muchos ni?os con padres en Delphi", cuenta. Los suyos tampoco han podido apartarle de los comentarios y han preferido hablar sin tapujos sobre el trabajo y el conflicto. Daniel luce continuamente la pegatina "Delphi no se cierra" en la camiseta y en el jersey.
Las vidas de Jos¨¦ Crespo y Manuel Chanivet cambiaron un jueves. "Vas a trabajar y te notas raro. Estamos todo el d¨ªa pendientes de lo que pueda pasar", confirma Manuel. Las conversaciones entre familia, compa?eros y amigos remueven un solo tema. "La Junta de Andaluc¨ªa tiene que actuar", arguye Jos¨¦. Tambi¨¦n han cambiado las vidas de Paqui y Antonia: no han perdonado ni un solo d¨ªa desde aquel jueves entre concentraciones, carteles, llamadas, reuniones para organizarse. "Hay d¨ªas en que no puedo dormir", confiesa Paqui. La puede la preocupaci¨®n por el futuro m¨¢s inmediato, la supera la incertidumbre.
Para los hijos mayores de las dos familias tambi¨¦n la vida es ahora distinta. A Mariana le acaban de ofrecer ampliar su contrato en el supermercado, pero para ello tendr¨ªa que hacer un curso de formaci¨®n en Sevilla. Tendr¨¢ que renunciar. En casa no habr¨¢ dinero para pagarle los costes de su estancia en otra ciudad, a cambio de un sueldo que tampoco le garantizar¨¢ la prosperidad.
Los hijos medianos tambi¨¦n han experimentado cambios. A¨ªda asegura haber aprendido lo que cuesta ganarse un sueldo. En las clases del instituto de Paula se organizan debates para conocer los detalles de una decisi¨®n econ¨®mica que le suena lejana, pero siente demasiado cerca.
A Manuel y Julia, los m¨¢s peque?os de la casa, la decisi¨®n de Delphi tambi¨¦n les ha alterado, aunque no sean del todo conscientes. Manuel lo asume coloc¨¢ndose pegatinas en la ropa. Julia tendr¨¢ vestido de comuni¨®n y a¨²n pregunta si habr¨¢ banquete.
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