Eduardo criado, el 'seny' y la 'rauxa'
El publicista y dramaturgo Eduardo Criado Aguirre naci¨® en Barcelona el d¨ªa 25 de noviembre de 1926 y falleci¨® en Sitges el pasado 1 de marzo. Ten¨ªa 80 a?os.
Eduardo Criado fue para m¨ª la viva encarnaci¨®n del conflicto entre seny y rauxa -sensatez y enloquecimiento, seg¨²n podr¨ªamos traducir las palabras catalanas- que retrat¨® con lucidez Santiago Rusi?ol en su obra El auca del senyor Esteve. Porque en su doble vida, Eduardo Criado supo unir lo pragm¨¢tico con el delirio y la utop¨ªa, su utop¨ªa personal, naturalmente.
Veamos la parte sensata: alcanza el grado de profesor e intendente mercantil en la Escuela de Altos Estudios Mercantiles de Barcelona, apoderado y jefe del Servicio de Publicidad de la Empresa Pirelli; director de la agencia publicitaria ALAS, a la que asocia con J. W. Thompson de Nueva York; introduce en Espa?a los cursos de autoestima Dale Carnegie, de los que es nombrado instructor para los pa¨ªses de habla hispana; profesor titular de mercados y ventas en la Escuela de Administraci¨®n de Empresas de Barcelona; a los 60 a?os cumplidos se grad¨²a en Estudios Sociales obteniendo el doctorado cum laude; escribe varios libros sobre motivaciones personales titulados Impulsos positivos -algunos de los cuales logran alcanzar hasta nueve ediciones-, e imparte cursos acerca de la misma materia. Todo ello pr¨¢ctico, eficaz, rentable. Es el seny.
En cuanto a la rauxa -el enloquecimiento, los sue?os, la utop¨ªa-, le vemos matricularse en el Instituto de Teatro de Barcelona siendo ya un alto ejecutivo de Pirelli -aunque s¨®lo tuviera veintipocos a?os- y convertirse en elemento importante de aquel movimiento alternativo teatral de la Barcelona de los a?os cuarenta y cincuenta, trabajando de actor junto a pioneros como Juan Germ¨¢n Shroeder, Antonio de Cabo, Rafael Ricart, ?ngel Carmona, Adolfo Marsillach, Juan Manuel Soriano, Laly Soldevila, Ernesto Carratal¨¢, Esteban Polls, Dolly Latz o yo mismo. Su calidad interpretativa y su voz inconfundible, le llevaron a ser contratado como actor -figura por el cuadro esc¨¦nico de Radio Barcelona, lo cual, en aquellos tiempos, era mucho decir- y todo ello sin abandonar su actividad profesional de alto ejecutivo.
Comienza a escribir teatro y estrena varias obras, como Los blancos dientes del perro, en versi¨®n doble -castellano y catal¨¢n-; Cuando las nubes cambian de nariz -premio Ciudad de Barcelona 1961-; Fang (Fango); Com si fos un tros de vida (Como si fuera un trozo de vida) y Esa melod¨ªa nuestra, finalista del premio Tirso de Molina.
La ficci¨®n, la magia y la fantas¨ªa le llevaron incluso a decorar su estudio con los centenares de m¨¢scaras que hab¨ªa ido recogiendo en m¨²ltiples viajes. So?aba tambi¨¦n hacer cine, y yo estuve trabajando con ¨¦l en un proyecto sobre El seny i la rauxa, que, como tantas veces ocurre con aquello que so?amos hacer, se desvaneci¨® en el intento de convertirse en realidad.
Metido en sus pensamientos, cruzaba un d¨ªa, andando, el paseo de Gracia de Barcelona sin darse cuenta de que un coche -o una moto- se le echaba encima, tal como casi un siglo antes le ocurriera a otro catal¨¢n pr¨¢ctico y ut¨®pico, Antonio Gaud¨ª, cuando fue arrollado por un tranv¨ªa. Eduardo ya nunca se recuperar¨ªa de aquel accidente y, poco a poco, seny y rauxa se fueron disolviendo en su retiro de Sitges, como azucarillo en un vaso de agua galdosiano. Antes del final, y sabiendo que ¨¦ste era inminente, pidi¨® a uno de sus hijos -pues tuvo cinco- que tocara la melod¨ªa de La Pantera Rosa. Con ella en la mente pr¨¢ctica y so?adora, sus labios se fueron quedando quietos mientras dibujaban aquella sonrisa de hombre que no quiere sufrir que siempre tuvo. Y esa ser¨¢, ya, la imagen de Eduardo Criado, para quienes le hemos conocido y, a partir de ahora, le recordaremos.
Jordi Grau es director de cine
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